Editar es respetar a los demás

LA ESCRITURA TRANSPARENTE

La buena prosa es como el cristal de la ventana, George Orwell (Por qué escribo)

Es necesario editar las palabras de nuestra vida, pasada, presente y futura. Escribimos todos los días páginas de nuestro libro vital, personal e intransferible, acompañadas casi siempre de una banda sonora muy particular. Pero descuidamos mucho el estilo a la hora de escribir y necesitamos aprender a editar las palabras de cada día, mucho más si como es mi caso me atrevo a concatenarlas y publicarlas en este artículo y en anteriores, pensando siempre en las personas que lo leerán en el macrocosmos de la Noosfera, la malla pensante mundial de la que ya habló en el siglo pasado el protagonista de este blog, Pierre Teilhard de Chardin, a quien tanto debo.

¿Qué significa editar? Adaptar un texto a las normas de estilo de una publicación (RAE), mejorar textos en contenido y estilo, contando historias de forma transparente, para lo que se necesita técnica, porque las palabras, cuando se unen y forman un texto, dejan de ser inocentes. Así lo define William Lyon en un libro precioso, La escritura transparente. Cómo contar historias, que pretende dar respuesta a preguntas inquietantes sobre lo que todos los días nos cuentan mal, de forma confusa y desordenada, en periódicos atómicos o digitales, en revistas y libros, en blogs, para que se conozca la importancia de la edición por parte de escritores o “periodistas principiantes y veteranos, así como personas que quieren mejorar su capacidad para contar cosas por escrito, ya sean historias personales, informes de trabajo o narraciones literarias” (1).

Soy consciente de la necesidad de saber editar nuestros propios textos, tarea imprescindible si estamos atentos a nuestros lectores. De acuerdo con Lyon, este es el gran objetivo de lo que escribimos, pero antes se desarrollan dos procesos de importancia extrema y con carácter deductivo, es decir, la escritura no surge de forma espontánea, requiere un esfuerzo, el de pensar. En segundo lugar, la escritura hay que organizarla, con preguntas mágicas: qué se cuenta, dónde y con qué extensión. Es la única forma de que el tercer proceso sea una consecuencia lógica, porque es la única forma de llegar al lector a al oyente.

Las tecnologías de la información y comunicación, casi siempre armas de doble filo, ayudan mucho al trabajo de edición, porque permite actuar sobre un texto de múltiples formas, tachando, borrando, colorando, resaltando, etc. Pero editar no es solo un problema de índole tecnológica, sino de cultura del aprendizaje continuo, amando las palabras y sobre todo, conociéndolas en su justa expresión, porque la buena escritura mejora la vida colectiva, tal y como lo señala Lyon al finalizar su libro con una cita de Víctor García de la Concha, ex director de la Real Academia Española: “El tener una mayor capacidad lingüística y de expresión afecta a la propia constitución del ser ciudadano. En los Anales de Confucio, Sun Tzu le pregunta al maestro: “Si te llamara el duque de Wei para gobernar sus territorios, ¿cuál sería la primera medida que tomarías?”. “Cambiar la lengua”, respondió el maestro. Porque quien cambia la lengua, cambia la mentalidad, cambia a la persona y a los ciudadanos. Una mayor capacidad de expresión hace ciudadanos más conscientes y libres”.

Es verdad, aunque cada vez que me acerco a la página en blanco sigo sintiendo una sensación de responsabilidad que trasciende toda técnica de edición, porque tengo grabadas a fuego unas palabras que aprendí hace muchos años de uno de los editores preferidos en mi vida, Ítalo Calvino, ante esa situación crítica para todo escritor: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (Ítalo Calvino, El arte de empezar y el arte de acabar).

Sevilla, 18/XII/2014

(1) Lyon, William (2014). La escritura transparente. Cómo contar historias. Madrid: Libros del K.O.