Dedicado a todas aquellas personas, mujeres y hombres, también a las máquinas inteligentes, que hicieron posible el encuentro sobre la deconstrucción del cerebro digital, el 5 de marzo de 2007, incluido en el programa de Imaginática 2007.
He dejado pasar unos días desde que inicié el camino de Sión/Aula Magna de Química, en el campus universitario de Reina Mercedes, en Sevilla, como metáfora de la celebración de la conferencia sobre La deconstrucción del cerebro digital, en la que participé junto a Jorge Cantón Ferrero, Jorge Moreno Aguilera y Marcos Cobeña Morián, que conformamos el grupo de investigación DiNeT, sobre el que ya indiqué su actividad de investigación aplicada de neurociencia digital, en mi post anterior sobre Imaginática 2007.
La experiencia de lo allí ocurrido es irrepetible porque nadie se baña dos veces en el mismo rio (Heráclito de Éfeso). Aún así es justo recordar que ha sido una experiencia extraordinaria, por asistencia masiva de personas interesadas en hacer un viaje a lo desconocido, intuido en el marco de la inteligencia artificial, que debíamos “deconstruir” para hacer nuevos planteamientos de investigación digital “aprendida” del funcionamiento ordinario del cerebro y contribuir de forma “imaginática” en el futuro de sus expectativas profesionales. Es decir, el encuentro no era inocente y nuestra intervención tampoco. Y empezamos con la intervención de Marcos Cobeña Morián, justificando el contenido global del encuentro, apeándolo del tratamiento ordinario de conferencia y dándole un tratamiento formal y cercano al mismo tiempo, para invitarnos a iniciar el camino de Sión, metáfora preciosa para acceder al templo del conocimiento, el cerebro en estado puro. Nos llevó de la mano por el saludo digital por excelencia “Hola, mundo”, nos introdujo en la necesidad de conocer el estado del arte -¿por qué no?- del “cerebro” en su antes y ahora (no después), utilizó una metáfora para expresar la quintaesencia del proyecto DiNeT a través de una idea fantástica de la cantante Lauryn Hill (To Zion, The Miseducation Of Lauryn Hill): “’Lauryn, baby, use your head’. But instead I chose to use my heart (‘Lauryn, hija, utiliza tu cabeza’ [haciendo alusión al consejo de un ángel]. Pero en lugar de ello escogí usar mi corazón)”. Si durante tanto siglos se ha centrado la justificación de la vida en el corazón, ¡qué importante es que ahora nos dediquemos a buscar esa razón de ser, humana, en el cerebro! (para muchos, la cabeza). Es más o menos lo que también pretendió Freud con su teoría psicoanalítica del subsconciente, salvando lo que haya que salvar, en su pretensión de la reinterpretación de los sueños en los que se sabe a ciencia cierta que se “almacena” la vida, donde graba la “memoria”. Continuó con la frase subliminal del anuncio reciente de Bruce Lee: “Empty your mind… (Vacía tu mente…)”. Ese era el compromiso concreto para este encuentro: motivar la curiosidad científica sobre el cerebro, la caja fantástica que todos y todas llevamos dentro.
Y seguimos caminando hacia Sión, el templo del conocimiento. Supimos que el auténtico protagonista del encuentro era Jeff Hawkins, el autor del libro iniciático en estas lides investigadoras, Sobre la inteligencia (1), que tantas veces he citado en este cuaderno. Excelente y recomendable, para empezar. De obligado cumplimiento, diría yo. No te defraudará, como miembro que eres de la Noosfera digital. Supimos que la corteza cerebral es un mundo por descubrir, que tiene el tamaño de una servilleta desplegada, que su grosor es el de seis cartas de una baraja, nos enseñó una cáscara de nuez por su similitud con la superficie rugosa del cerebro, su interior, afirmando rotundamente para quien lo quisiera escuchar que “el universo cerebro es una cáscara de nuez” [el tachado es original], la comparó con la orquesta cerebral que todos los días celebra un concierto sempiterno, con millones de partituras, y cerró su presentación con dos hipótesis: 1ª. ¿Es posible que el actual estado del arte digital pueda “copiar” la actividad desarrollada por la corteza cerebral?, 2ª. ¿Es posible jerarquizar los actuales avances científicos sobre la corteza cerebral para establecer la interoperabilidad de base digital (conectividad)?. Y cuando todos estábamos en la soledad sonora que obligaba a descifrar estos planteamientos, nos mostró solo tres siglas: HTM (Memoria Temporal Jerarquizada). Y como pasaba antes en los cines de mi infancia, todo parecía que se podría ver “próximamente en este salón”. Pero aquello seguía. Y presentó a Jorge&Jorge, Jorge Cantón Ferrero, Jorge Moreno Aguilera, tanto monta, monta tanto, siendo este último el que tomó el relevo para descifrar la palabra mágica.
Puso la nota simpática que muestra la inteligencia suprema del ser humano, haciéndonos reir, di-vertirnos (el guión es mío), distraernos, haciendo muy fácil acometer esa empresa tan difícil a priori, volcándonos en su exposición (vertirnos en ella). Y su primera pantalla era precisamente esa: HTM y la firma del equipo de investigación. A través de cinco contenidos, mostró de forma genial la importancia del cerebro en la vida ordinaria, aproximando a la audiencia a términos tan familiares en nuestra investigación como redes neuronales, jugando con preguntas a los asistentes que mostraban la simplicidad de algunos actos de localización de objetos (personajes) sabiendo que es una operación de contrarios, sencilla y compleja al mismo tiempo, que ha desencadenado una acción (¿millones de acciones?) en clave de red neuronal y que es posible “copiarla”; “si “una mente” es capaz de hacerlo…, ¡vamos a imitarla!. Rotundo. Continuó “pasando” al despacho del neurólogo, es decir, había que contrastar que el cerebro está constituido por neuronas y que hay que conocer cómo funcionan.
Y nos llevó de nuevo al laboratorio. Aparentemente, ¡qué trasiego!, había que hacer tres cosas: implementar una neurona, interconectar varias neuronas y probar varias configuraciones de red. ¡Había que ver las doscientas caras, miradas, ojos y expresiones de los asistentes, mientras Jorge Moreno nos empujaba, casi, para que entráramos todas y todos, en el laboratorio del equipo!. Y afirmó: ¡ya tenemos red neuronal!. Y dio cifras sobre los avances en este campo: Predicts Gas Index Prices, 97%; Selecting Winning Dogs, 94%; Tracks Beer Quality, 96%; Diagnose Heart Attacks, 93%; Detrimental Solar Effects, 88% y Predicting Secuences, 77%. Y llegó la artista invitada: HTM. Comenzó su presentación con una pregunta curiosa: ¿es DeepBlue [ordenador que juega al ajedrez] realmente inteligente? La fue “contestando” (la pregunta la hacía/respondía una máquina, al final…) con la explicación didáctica del test de Turing y de la habitación china (Searle) y abordó la traca final: cuando el hombre quiso volar, inventó el avión; cuando el hombre quiso ser más rápido que los animales, inventó la rueda de carro y…, cuando el hombre quiso construir máquinas inteligentes, inventó HTM. Y nos presentó a un cuasi Terminator, con augurios sorprendentes, como imagen subliminal. Pero no, había sido solo un flash back, como recurso cinematográfico de amplio espectro, como los antibióticos.
Y cedió el testigo a Jorge Cantón Ferrero. Tengo que reconocer que me impresionó mucho la exposición de Jorge Moreno, porque nos invitó a investigar de una forma muy sencilla, repito, pero en estos tiempos que corren era muy sugerente su exposición porque rompía los moldes clásicos de la Academia. Excelente.
Jorge Cantón se adentró en la teoría de Vernon Mountcastle, sobre la organización principal de la función cerebral, como algoritmo único y cómo describió por primera vez las partes de un cerebro organizado. Hizo una breve introducción al córtex visual, a sus capas esenciales y mostró un pequeño juego sobre la “neurona de Bill Clinton” (sus fotos, su cara, sus escarceos…) que todos asociamos rápidamente “introduciéndonos” en su diapositiva. Si es verdad que llega información desde nuestros ojos a la corteza cerebral, en un camino muy corto y ya tasado, es decir, “veo una foto de Clinton”, y en la primera acción cerebral la corteza es capaz –de abajo a arriba- de “discretizar” puntos y líneas (V1: área visual primaria), para después discriminar contornos y formas (V2) y reconocer estructuras más complejas (V4), finalmente, la IT (área cortical superior) “reconoce” a Bill Clinton.
Y Jorge Cantón nos descifró de forma pausada y muy efectista el acrónimo HTM, demostrando su implementación básica. Pantalla a pantalla hizo una reconstrucción efectiva de la teoría de Jeff Hawkins que considero admirable, porque explicó en muy poco tiempo la configuración real de la memoria predictiva. Si intentamos “reconstruir” esta secuencia, sencilla/compleja, aplicando la retroalimentación permanente de todas las áreas visuales, con flujos ascendentes y descendentes, en todas las direcciones posibles, estamos ante la verdadera esencia de la HTM. La corteza aprende secuencias, su nombre y no los detalles, un patrón, otras inhiben entradas informativas para dejar paso a las que “interesan” a la corteza en ese momento, aquí y ahora, efectúa predicciones a partir de este “aprendizaje” y forma representaciones constantes o “nombres” para las secuencias. La neurona Bill Clinton. O el 11M. Y salió a relucir el “ingeniero informático”. Explicó la importancia de las estructuras jerárquicas –la jerarquía cortical- que se producen y los análisis correspondientes de sinapsis y dendritas actoras e inhibidoras, en conjunción las áreas visuales con las motoras (M) y auditivas (A). Cada una en su papel estelar. Pero con humildad científica y como decía Jorge Moreno, con su gracejo particular, queda “muuuucho por hacer”. Así se despidió la primera parte de la parte contratante, que diría Groucho Marx. Pero la sesión era continua, como en los cines de mi infancia, una vez más.
Por último, intervine con mi hipótesis de trabajo que daba el nombre a la exposición asignada: la deconstrucción del cerebro digital. Por mi condición actual, consideré ilustrativo comenzar con un chiste de Forges muy intuitivo: ante un desplante de la famosa esposa de funcionario que siempre dibuja con su ironía característica, que decía ante un coche –tirados en la carretera- que por fin ha arrancado después de la “intervención” del marido: “parece increíble que hayas conseguido que funcione otra vez, quitándole todas las piezas que le has quitado”, contesta él: “los funcionarios sabemos cosas que los humanos ni sospecháis”. Era el contexto de un investigador que sigue trabajando todos los días en la “cosa pública”. Y es verdad, porque he aprendido cosas que yo no sospechaba nunca que fueran así en el cerebro.
Bromas aparte, empecé con una diapositiva que recogía una frase de Stanley Kubrik que me sugería una expectativa respecto del encuentro global y no solo de mi intervención, por la propia experiencia vivida en el mayo francés de 1968, cuando salí de España a la búsqueda de islas desconocidas y en homenaje a una película que supuso un antes y un después en la imagenería de la inteleigencia artificial: «2001 es una experiencia no verbal: de dos horas y 19 minutos de película, sólo hay un poco menos de 40 minutos de diálogo. Traté de crear una experiencia visual que trascendiera las limitaciones del lenguaje y penetrara directamente en el subconsciente con su carga emotiva y filosófica. Quise que la película fuera una experiencia intensamente subjetiva que alcanzara al espectador a un nivel interno de conciencia como lo hace la música.» Efectivamente, pretendíamos que este acto de Imaginática 2007 fuera “una experiencia internamente subjetiva que alcanzara a los asistentes, sin excepción, a un nivel interno de conciencia como… lo intentamos hacer a través de la presentación de HTM”. Seguí con la explicación de un cuadro de René Magritte: ceci n´est pas une pipe o la traición de la imagen, como buscador insaciable en su obra de la contradicción intelectual o verbal. Y con una fotografía de una imagen de un cerebro humano en funcionamiento ordinario, de vivos colores y formas sugerentes para demostrar diferencias neurológicas entre dos personas. Es más, la porción delantera velada del cerebro, asociada a pensamiento complejo, varía la mayoría de las veces entre los individuos, los óvalos azules marcan las áreas de la función básica que varían relativamente poco. La traje a colación porque las visualizaciones como ésta son parte de un proyecto que dirige el profesor Arthur Toga, neurólogo en la Universidad de California, en Los Ángeles (LONI), y director del Centro para la biología computacional, para trazar la información compleja y dinámica sobre el cerebro humano, incluyendo genes, enzimas, estados de la enfermedad, y anatomía. Los mapas del cerebro representan colaboraciones entre los neurólogos y los expertos en matemáticas, estadística, informática, bioinformática, proyección de imagen, y nanotecnología. Ese era su fundamento.
Y di una noticia de actualidad absoluta: solo hacía unas horas que se conocía el trabajo que la Dra. Lola Cañamero está llevando a cabo en la Universidad de Herfordshire (UK), porque era ilusionante y un ejemplo de que lo que allí estaba ocurriendo en el Aula Magna (nuevo templo de Sión…) respondía a un interés científico mundial y compartido. El proyecto en el que trabaja se denomina Feelix Growing: “FEEL, Interact,eXpress: a Global appRoach to develOment With INterdisciplinary Grounding” (Sentir, interactuar,expresar: una estrategia integral para el desarrollo interdisciplinario de sistemas cotidianos) y puede dar respuesta a corto plazo sobre una de las preguntas del millón de euros y que a algunas y algunos nos preocupa: ¿qué sienten las máquinas?.
Haciendo camino al andar digital, comencé a adentrarme en el pensamiento de Jacques Derrida, atacando la base de la deconstrucción y ofrecí una definición ajustada a nuestro acervo cultural: desmontaje de un concepto o de una construcción intelectual por medio de su análisis, mostrando así contradicciones y ambigüedades (DRAE, 2002), porque este era el objeto del encuentro: mostrar las posibles contradicciones y ambigüedades de la inteligencia artificial, para desmontar el constructo intelectual por medio de análisis científico basado, en este caso, en la teoría HTM de Jeff Hawkins. Y fui degranando un discurso deductivo con preguntas y respuestas, tales como:
¿Qué es la deconstrucción del cerebro digital?
– Una pregunta imposible
– No podemos preguntar por la esencia del cerebro: sabemos más lo que no es que lo que es (apófisis ó teorías apofáticas)
– Toda definición trata de acotar el significado y de limitarlo, mientras que la desconstrucción es sobre todo diferencia y multiplicidad (acontecer, actividad, movimiento)
– Una estrategia científica: reconstruir
Y avanzamos en este modelo deconstructivo, apofático, con el turno siguiente de preguntas y respuestas:
¿Qué no es el cerebro digital?
– La base científica de la inteligencia artificial
– La sede de la inteligencia humana
– El fundamento de las emociones y los sentimientos
– La sede de la consciencia
– El núcleo de las memorias humanas
– La corteza cerebral aislada
¿Qué es el cerebro digital?
– La base científica de la inteligencia digital
– La sede de la inteligencia digital
– Una identificación de la estructura cerebral de las emociones y los sentimientos
– La sede de la consciencia digital
– El núcleo de la inteligencia digital a través de la memoria predictiva
– La corteza cerebral interpretada a través de medios digitales
Y me atreví a formular una estrategia científica de esquema rompedor para el estado del arte actual “universitario”:
Estrategia científica
– Conocimiento de la realidad investigadora: desde dentro, desde el “interior” del cerebro real a través de una estrategia:
– Salir del sistema establecido en la Academia y tratar de cambiarlo, deconstruirlo, pero en el mismo terreno conocido, pieza a pieza (atlas): teoría imaginática para la deconstrucción
– Cambiar de terreno científico, remover todas las bases, abrir las ventanas de las ciencias hasta llevarlas a la propia contradicción de la investigación cerebral: praxis imaginática al servicio de la reconstrucción
Y para finalizar, acometí mi hilo conductor en el trabajo diario: todo este esfuerzo científico debe desembocar en la proyección de la actividad investigadora apoyada por la inteligencia digital, con la aportación de cinco definiciones que solo son variaciones sobre el mismo tema, como la composición musical que Kubrik imaginó para su obra emblemática, 2001, una odisea espacial y que cité anteriormente como elemento declarado, no subliminal, de esta presentación de equipo: que la experiencia sirviera a todas y todos los presentes, imagináticos de turno, como experiencia también visual que trascendiera las limitaciones del lenguaje y penetrara directamente en el subconsciente con su carga emotiva y filosófica. Es decir, una experiencia intensamente subjetiva y compartida. ¿Por qué no decirlo: digital?… Y la pregunta final surgió, por imperativo categórico:
¿Qué es la inteligencia digital? (¿quizás deconstruida?)
1. destreza, habilidad y experiencia práctica de las cosas que se manejan y tratan, con la ayuda de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación, nacida de haberse hecho muy capaz de ella.
2. capacidad que tienen las personas de recibir información, elaborarla y producir respuestas eficaces, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
3. capacidad para resolver problemas o para elaborar productos que son de gran valor para un determinado contexto comunitario o cultural, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
4. factor determinante de la habilidad social, del arte social de cada ser humano en su relación consigo mismo y con los demás, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
5. capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, es decir, cuando ha superado la dialéctica infernal del doble uso.
Y acabé la intervención poniendo de nuevo la imagen del profesor Toga, solo para aclarar y para quien lo quisiera entender que aquel cerebro no era un cerebro (ceci n´est pas un cerveau): ¿deconstrucción total, incluyendo la digital?. Próximamente, en este salón.
Salí de aquél “templo académico”, como nueva Sión, reinterpretando el final del Salmo 48, el que cantaba a la ciudad santa de acogida: anduve por la Facultad de Química, la podría describir bien; grabé en mi corazón las murallas que existen hoy para la investigación, recorrí el patio-jardín central orientado a varias torres científicas. Todo ello para poder contar hoy lo que ocurrió y saber cómo es la inteligencia que nos conduce…, alejándome de aquella ciudad imaginaria/imaginática sin mirar atrás, sin ira.
Gracias a todas y a todos los asistentes. Con independencia de Memorias, carnés presentados al comienzo, créditos, burocracia, etc., solo esperamos que os haya servido para respetaros más como personas que tenemos un tesoro quizá escondido (somos ricas y ricos): el cerebro y una corteza cerebral con grandiosas posibilidades de conocerse a sí misma. Y a ti, bloguera o bloguero que acudes a esta cita casi diaria, solo desearte que no te hayas aburrido. Si me confirmas qué te ha parecido, te lo agradecería. Aunque solo fuera por saber que todavía podemos construir un país imaginario/imaginativo, no el de Alicia, en el que existen personas que se siguen maravillando del ser humano a pesar de la que está cayendo. Gracias, de nuevo.
Sevilla, 11/III/2007
(1) Hawkins, J. y Blakeslee, S. (2005). Sobre la inteligencia. Espasa Calpe: Madrid.
Después de tan magistral discurso cualquier sentimiento a modo de comentario que pueda depositar en este, tu blog, se antoja anodino.
No obstante, no querría dejar pasar la oportunidad de mostrar mi más profunda gratitud y orgullo personal, además de satisfacción por todo lo acontecido en ese Lunes, porque no decirlo, un tanto mágico 🙂
Saludos !!
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Qué voy a decir yo… :’-)
Ojalá podamos repetirlo pronto.
Un abrazo,
Marcos
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Jejeje, yo me emocioné presentándoos :’-P
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La verdad es que hasta que no he tenido que hacer la pu…era memoria no he encontrado esto. La exposición fue fenomenal. El nombre ya prometia, pero fue mejor de lo que se esperaba.
Enhorabuena por la exposición y suerte en vuestro laborioso trabajo.
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