¿Existe un gen facilitador de las creencias religiosas?

the-god-gene.jpg

El gen de Dios (TIME, 17 de octubre de 2004, recuperado de http://www.time.com/time/covers/1101041025/, el 1 de junio de 2008)

En el post anterior presenté el denominado “gen de Dios” ó VMAT2 a las personas, como tú, que leen habitual o esporádicamente este cuaderno. Comprendo que es un atrevimiento científico hablar en estos términos, pero el asunto que nos ocupa ha ocupado siglos de encuentros y desencuentros entre la fe y la razón, incluso guerras importantes, para intentar responder a las cuestiones que en etapas de la vida como la actual, donde la economía hace crisis, el mercado paradójico de los valores hace su agosto. Mejor dicho, su año. ¿Participa el cerebro en estas situaciones a través del gen de Dios? Creo sinceramente que no, porque la ciencia no podrá despejar nunca el aserto de la existencia o no de Dios. No es su campo de acción y/ó experimentación, a pesar de los esfuerzos que ha llevado a cabo en tal sentido el neurólogo canadiense Mario Beauregard en 2006, en una investigación sobre la actividad cerebral en 15 monjas carmelitas, proyectado en la búsqueda del llamado “cerebro espiritual”. Nunca lo sabremos, porque lo que no se puede experimentar objetivamente con los recursos actuales no puede demostrar su existencia actual. Por ello, me han fascinado siempre las teorías teilhardianas del alfa y omega, porque por deformación científica, el ya pero todavía no, es muy sugerente como hipótesis científica para el punto de partida de la cuestión que planteo hoy, sin pronunciamientos sacados de contexto (1):

“Vamos a intentar aproximarnos al análisis que Teilhard llevó a cabo sobre el nacimiento de la vida, su gran dilema con la presión ambiental gracias a los descubrimientos de Darwin. Su investigación estaba limitada por el estado del arte de su época. Su referencia permanente a la incapacidad del científico de descifrar cómo había “brotado” la vida desde lo físico, químico ó lo estrictamente orgánico no era viable simplemente porque los sedimentos sobre los que se podía investigar estaban transformados. Hoy la realidad es muy diferente. Las investigaciones recientes sobre los orígenes de la materia orgánica nos permiten descifrar con exactitud matemática, de reloj suizo, cómo se produjo la evolución de la materia. Siguen estando presentes muchos interrogantes y la razón de Aristóteles planea sobre los grandes laboratorios ultramodernos: la razón de ser del “primer motor inmóvil”, es decir, cómo se puso en movimiento el universo en todas sus manifestaciones. La verdad es que la conclusión de Teilhard está sobrepasada. La ciencia ha ganado esta partida. Pero quedan muchas por jugar, aunque nos suene como algo muy chocante su desafío en la fe del dueño del carbón que no del carbonero: el misterio está oculto en Dios para siempre.

Pero él mismo deja una puerta abierta llena de esplendor: solo si se lograran reproducir estos procesos en el laboratorio se resolvería parcialmente el enigma. Aunque otra vez da un paso atrás dejando entrever que el nacimiento de la vida, en todas y cada una de sus manifestaciones, es algo indescifrable. Este movimiento de contrarios, pendular, es algo muy asentado en la ciencia aunque en Teilhard solo tenía interés si el avance de la investigación era una realidad y no una quimera.

El llamado salto a la complejidad, la evolución de la materia en estado puro a lo que se llama vida, es una evolución lógica hacia la consciencia, la interioridad que analizábamos en la “entrega” anterior: vida es la explosión de la energía interior bajo una tensión biológica hacia el próximo estadio de la existencia que, a todas luces, está por llegar permanentemente. Y todo obedece a un plan. Esta era la visión intrínseca de la evolución cósmica según Teilhard: todo está perfectamente determinado por Dios, aunque el plan lo revele paulatinamente. El hecho de que el libro de instrucciones de cada ser viviente ó carnet genético se esté develando en la actualidad a través de la genómica, es una manifestación de este plan develado, por llamarlo de alguna forma, de la “hoja de ruta” de Dios sobre la vida. Es una interpretación “permitida” por el ser superior, por el llamado también “primer motor inmóvil”, al que hacíamos referencia anteriormente, en homenaje a los más escépticos”.

Definitivamente, el denominado “gen de Dios” no existe, es un mero antropomorfismo para describir la causalidad genética de la predisposición facilitadora de determinadas estructuras cerebrales para comprender entornos sociales y personales en los que la realidad de Dios y de sus cosas se hace presente. Para demostrarlo voy a entrar en el análisis actualizado del VMAT2, porque la auténtica competencia humana se adquiere cuando el conocimiento, las habilidades y las actitudes nos hacen libres de prejuicios y nos encontramos con nuestra soledad sonora, bien entendida, y nada más, en la incesante búsqueda de la verdad de la vida personal e intransferible.

Hasta donde la neurociencia llega hoy, se sabe que los transportadores vesiculares de monoaminas tipo 2, denominados VMAT2, en el cerebro, “… están localizados en las terminales presinápticas de las neuronas dopaminérgicas, serotoninérgicas y noradrenérgicas y son los encargados del transporte de serotonina, dopamina, norepinefrina e histamina” (2). Las terminales presinápticas son millones de centrales preparatorias que garantizan la mejor predisposición para los receptores postsinápticos más próximos, estableciéndose una danza maravillosa en el funcionamiento de la neurotransmisión (NT), que recomiendo conocer básicamente para comprender mejor por qué, por mera estimulación eléctrica y química de determinadas neuronas y solo en determinadas ocasiones, se busca el bienestar al que algunas personas llaman “Dios” ó “las cosas de Dios”, ó la llamada a acciones vinculadas con una determinada religión: “El cuerpo neuronal produce ciertas enzimas que están implicadas en la síntesis de la mayoría de los NT. Estas enzimas actúan sobre determinadas moléculas precursoras captadas por la neurona para formar el correspondiente NT. Éste se almacena en la terminación nerviosa dentro de vesículas (…). El contenido de NT en cada vesícula (generalmente varios millares de moléculas) es cuántico. Algunas moléculas neurotransmisoras se liberan de forma constante en la terminación, pero en cantidad insuficiente para producir una respuesta fisiológica significativa. Un PA [potencial de acción ó descarga eléctrica] que alcanza la terminación puede activar una corriente de calcio y precipitar simultáneamente la liberación del NT desde las vesículas mediante la fusión de la membrana de las mismas a la de la terminación neuronal. Así, las moléculas del NT son expulsadas a la hendidura sináptica mediante exocitosis” (3). Además, es importante saber que “un neurotransmisor (NT) es una sustancia química liberada selectivamente de una terminación nerviosa por la acción de un PA, que interacciona con un receptor específico en una estructura adyacente y que, si se recibe en cantidad suficiente, produce una determinada respuesta fisiológica. Para constituir un NT, una sustancia química debe estar presente en la terminación nerviosa, ser liberada por un PA y, cuando se une al receptor, producir siempre el mismo efecto. Existen muchas moléculas que actúan como NT y se conocen al menos 18 NT mayores, varios de los cuales actúan de formas ligeramente distintas”.

La clave en el proceso que analizamos radica en que las neuronas dopaminérgicas, serotoninérgicas y noradrenérgicas, con neurotransmisores encargados del transporte de serotonina, dopamina, norepinefrina e histamina, transportan proteínas, cuya composición depende exclusivamente del ADN de cada persona. El ADN está compuesto de cuatro bases, adenina (A), guanina (G), citosina (C) y timina (T) y su información se deriva del orden de las bases. Tres bases constituyen un aminoácido que dan lugar a una proteína respetando un orden preciso: “Los aminoácidos son importantes porque determinan las estructuras de las proteínas, que a su vez son elementos determinantes de la actividad biológica. Las proteínas son los armazones, las estructuras, que hacen cada célula y cada órgano distinto. Las enzimas, los catalizadores que dirigen las reacciones de las células vivas, son proteínas. Las hormonas, las moléculas que nos hacen hombre ó mujer, altos ó bajos, están compuestas de proteínas. Los neurotransmisores, las señales que les dicen a las células del cerebro qué es lo que está sucediendo, son proteínas. Nosotros somos proteínas, y su composición depende exactamente de nuestro ADN” (4).

Y en este marco de investigación surge VMAT2, en una conferencia del Dr. Hamer sobre la adicción en la que participaba junto al neurólogo George Uhl, al manifestarle éste que había encontrado algunas variantes de un gen llamado VMAT2. De allí surgió la posibilidad de investigar en el laboratorio una variación genética ó polimorfismo: la A33050C. Este nombre fija su posición exacta en la secuencia del cromosoma 10 del genoma humano donde está ubicado el gen (a título orientativo y con objeto de relativizar este hallazgo es importante saber que este cromosoma contiene 1.357 genes y se compone de 131.666.441 pares de bases (el material constitutivo del ADN) y representa entre el 4 y 4,5% del total de ADN en las células). De allí surgieron una serie de correlaciones entre los genotipos que contemplaban este marcador y las respuestas dadas en determinados test de personalidad. Se deducía en la mayor parte de las ocasiones que había una clara asociación entre el polimorfismo VMAT y la autotrascendencia: “los individuos con una C [citosina] en su ADN –en uno de los cromosomas o en ambos- puntuaban más alto que los que tenían una A [adenina]” (5). Y de aquí se sacaron conclusiones: el análisis confirmó que mediante métodos estadísticos, las mujeres son más autotrascendentes que los hombres, aunque el gen VMAT2 siempre es el mismo con independencia de la persona. Igualmente, no existía una correlación específica en razón de la edad: a cualquier edad puede “expresarse”. Tampoco se podía establecer una desigualdad por razón de etnia ó raza. Y la última tuvo que ver son los resultados sorprendentes que se obtuvieron de una muestra de 1.001 hermanos, de los que 106 parejas tenían un VMAT2 diferente: “los hermanos y hermanas con una C puntuaron por término medio 1,5 unidades más que sus hermanos y hermanas con A”.

Esta realidad del VMAT2 tiene que convivir en laboratorio con casi 35.000 genes que codifican permanentemente proteínas y cuyas funciones solo las conocemos en una tercera parte de ellos. Y que continuamente están procesando señales en el cerebro que interactúan entre sí. Además, se conoce también en el laboratorio que existe una correlación perfecta entre las monoaminas, las catecolaminas, desarrollando una neurotransmisión a través de la dopamina, la noradrenalina, la adrenalina, la serotonina y la histamina, atendiendo a la función del VMAT2, sin descartar nunca las múltiples expresiones e interacciones que también producen estas aminas. Y, lógicamente, las estructuras cerebrales afectadas por esta neurotransmisión, centros neurales tales como el sistema límbico, ganglios basales, hipotálamo y cerebelo, entre otros (recomiendo la lectura de los post de este cuaderno en los que trato estas estructuras cerebrales).

Desde hace más de cuarenta años llevo tratando, con conocimiento expreso de lo que significaban, estas dialécticas como experiencia personal: razón-ciencia, cuerpo-espíritu, hombre-Dios, creencia-agnosticismo, y teísmo y ateísmo. Y desde ese tiempo, he encontrado siempre una base de investigación que no cierra puertas del campo del alma científica en la razón que emana de las estructuras cerebrales, con el diseño que aprendí de Teilhard de Chardin, aunque la vida me obligara posteriormente a olvidarlo en los procesos de búsqueda tantas veces reiniciados en el laboratorio de la vida. Fundamentalmente, porque aprendí de Teilhard en la adolescencia, gracias a la predisposición genética de aminoácidos y catecolaminas, así como al encanto y desencanto que aprendí de personas y situaciones cercanas y muy concretas, que “el mundo sólo tienes interés hacia adelante”:

“el avance hacia el punto omega se concebía en tres direcciones. La primera, de una actualidad clamorosa, se refería a la investigación como motor imprescindible y necesario para el progreso de la humanidad. Teilhard estaba enamorado de la investigación científica y lo demostró con su aportación a la historia de la paleontología, geología y antropología. Creía que la investigación sería un acicate permanente para entender la vida. Cuando escuchaba el viernes pasado al profesor Juan Pérez Mercader, comprendí de forma exacta lo que Teilhard preconizaba hace muchos años: la necesidad de la ciencia, en definitiva, la perentoriedad del descubrimiento de la primera razón de la vida, de su primer vestigio, para entender la evolución de la humanidad: “todo se debe profundizar y todo se debe intentar”.

El progreso actual es maravilloso desde esta perspectiva. Cuando leía en el año 1966 que “un día, mediante el perfeccionamiento de las síntesis albuminoideas acaso el ser humano consiga producir vida”, vivía aquello como una profecía ilusoria que después se ha ido fraguando en el conocimiento profundo de los procesos vitales. La genómica está facilitando la lectura y comprensión del libro de instrucciones que cada ser humano lleva grabado en su existencia concreta. Y estamos cerca de descubrirnos tal y como somos, tal y como nos proyectamos para ser en la preconcepción y posiblemente se podrán enderezar las existencias torcidas por una programación genética “defectuosa”, que hoy denominamos enfermedad, locura, discapacidad u otras etiquetas sociales que nacen como metáforas del dolor. Teilhard lo intuyó en sus investigaciones: el ser humano llegará a tener un gran dominio sobre la vida psíquica, sobre el cerebro, sobre su razón de ser como es. Pero esta misma capacidad se proyecta a veces en inventar cosas peligrosas. Teilhard conocía la guerra, el frente en su sentido más primigenio, y la capacidad del ser humano para destruir en una contradicción sin límites. Actualidad pura.

La segunda dirección del progreso está en la investigación sobre la propia existencia del ser humano. Es la clave del Universo. Hoy se sabe que desde hace “solo” tres mil seiscientos millones de años hay vida en la Tierra y que también es posible que hubiera vida antes en otros planetas, sobre todo en el planeta rojo, Marte. También existe consenso sobre la datación de nuestros antepasados más próximos, en unos 30.000 años, bajo la figura de hombre de Cromagnon. Y la debilidad de Teilhard estriba en su antropocentrismo terráqueo como meta de la evolución, algo que se discute hoy ampliamente. Por ello es apasionante conocer cómo comenzó la vida y saber en un futuro próximo si ya hubo vida en otros planetas al margen o antes que en el planeta que actualmente habitamos. Descifrar al ser humano es probablemente el “código de vida” que puede dar parte de la solución, porque la vida ya estaba antes. Incluso los creacionistas más radicales y las revelaciones cosmogónicas más arraigadas aceptan el principio antecedente de la vida: los cielos, el suelo o tierra, la haz de las aguas, etcétera, fueron antes que el ser humano (berechit bará elohim at achamayim uet aarest”: “en el principio (alfa) creó Dios los cielos y la tierra”, decían los pueblos ribereños del Tigris y Eúfrates, en el actual Iraq).

La tercera dirección era propicia en el terreno en el que se desenvolvía Teilhard: la unión entre ciencia y religión. No se debe sacar de contexto su realidad católica (era sacerdote jesuita) y la explosión de la Iglesia jerárquica contemporánea (años de posguerra mundial), porque traducía el sentir de la época: después de tres siglos de lucha entre ciencia y fe, ninguna de las dos ha dejado a la otra fuera de combate. La ciencia sigue sin tener todas las claves de la existencia. Se sabe cada día más, pero el factor sorpresa es continuo. Y genera un discurso muy denso en todas sus publicaciones científicas, donde siempre hay un homenaje a la dialéctica ciencia-religión, encrucijada que estudié contemporáneamente hace cuarenta años y que era terreno propicio para deserciones o abrazos teologales.

El punto omega sigue construyéndose. Esa era la gran aportación de la creencia en el ser humano. Algunos científicos trabajan sobre el punto alfa, el origen de la vida, y así lo entendí en la exposición del profesor Juan Pérez Mercader. Solo queda que el siglo del cerebro nos depare descubrimientos importantes sobre las claves de la inteligencia. Nos aproximará a la referencia de omega como fin simbólico de la existencia humana. Entenderemos por qué nos preocupa saber el origen y final de nuestras vidas” (6).

Sevilla, 1/VI/2008

(1) http://www.joseantoniocobena.com/?p=90
(2) Quincoces, G., Collantes, M. Catalán, R. et allii (2008). Síntesis rápida y simplificada de 11C-(+)-_-dihidrotetrabenazina para su utilización como radioligando PET de los transportadores. Rev Esp Med Nucl. 2008;27(1):13-21.
(3) Rozado, R. (2007). Los neurotransmisores en general (recuperado de http://www.psicomag.com/neurobiologia/LOS%20NEUROTRANSMISORES%20EN%20GENERAL.php, el 31 de mayo de 2008).
(4) Hamer, D. (2006). El gen de Dios. Madrid: La Esfera de los Libros, p. 83.
(5) Hamer, D., ibídem, p. 102-106.
(6) http://www.joseantoniocobena.com/?p=105

3 respuestas a «¿Existe un gen facilitador de las creencias religiosas?»

  1. Muy interesante artículo. La eterna pregunta sobre el orígen de la vida en el Universo y su propia existencia, sigue sin resolverse y creo que tanto Religión como Ciencia, distan aún mucho de resolverla.

    Posiblemente porque en mi opinión, aún faltan algunos escalones evolutivos en nuestro desarrollo racional para superar escollos egocéntricamente humanos.

    Entender el universo en su totalidad, respetarlo, estar en armonía con él, es algo que se va relegando a culturas extinguidas. Hace poco, revisionando capítulos de la magnífica serie de Carl Sagan, Cosmos, hacía ese repaso a la explicación del orígen del universo por parte de las religiones y culturas de las que conservamos datos arqueológicos. Sorprendía que sólo el Budismo englobaba el todo universal dentro de un ciclo estelar que conforme nos acercamos al orígen más primigenio del big bang, más razonable parece como explicación.

    Sobre esos descubrimientos de la Ciencia capaces de iluminarnos sobre el mismo orígen de la vida en las moléculas de ADN, ciertamente lo que en mi imaginación llamé «Inventos utópico-ambivalentes», por ser al tiempo que un avance sustancial para la humanidad, otro paso para su riesgo de autodestrucción (léase la energía atómica). Me hago muchas preguntas… dejándome llevar más por la ciencia-ficción que por mis limitados conocimientos científicos. Aunque algunas de ellas, se han materializado en algunos pocos años de mi vida.

    La reprogramación celular unida a los avances en estimulación magnética transcraneal ¿nos acercarán la vida y los procesos del alma/química? o nos introducirán en un mundo virtual inducido y controlado por superordenadores donde pasaremos a ser «productos», herramientas, cuerpos «corregidos» para ser estéticamente guapos, una realidad-fantasía?

    Esperemos que la ambivalencia se decante por el lado positivo… Porque lo que está claro, como dices, es que lo que interesa está adelante, en el futuro, de nada sirve retener el progreso en aras de una protección de lo establecido, moral o valores, todo esto está construído sobre la espalda de los gigantes que nos precedieron y que se plantearon preguntas similares.

    Saludos!

    Me gusta

  2. Tendré que volver a leer tu excelente artículo, para aprehenderlo bien. La idea de Dios y la de la consciencia de la muerte me parecen interrelacionadas. La supuesta superioridad de la especie humana se manifiesta en el conocimiento de un hecho futuro inevitable: la muerte.

    Hay algunos animales que parece que presienten la muerte cuando están ya muy próximos a morir: es ya un avance. Pero los seres humanos, desde que adquieren el uso de razón de su finitud, viven ya permanentemente con ella.

    Ese regalo genético nos lleva a desear que fueran ciertas algunas cosas derivadas, que algunos asumen como petición de principio para construir las más imaginativas teorías: la inmortalidad del espíritu, la existencia de un ser superior, lo bueno y lo malo moralmente…

    Me gustaría idear un experimento que permitiera detectar esa variación genética que, en mi intuitiva opinión, ha sido el origen de la infelicidad ya crónica de nuestra especie.

    Y que parece ser el móvil subyacente en algunos de los seres humanos más inquietos, tanto de los que nos han precedido, como de los que se cuentan entre nuestros coetáneos.

    Me gusta

  3. En la mente encontramos las Herramientas necesarias para poder tomar las buenas decisiones, en cuanto a la necesidad del alma,

    La mente es tan poderosa que al final del día nos manda un recuento de lo que hicimos bien o dejamos de hacer, en el cual tenemos la oportunidad de corregir al día siguiente las malas decisiones que hallamos tomado, el cuerpo humano fue creado con ese objetivo que se conoce como el libre albedrío que va compuesto de corregir en lo que estamos trazando mal, o caminar con la conciencia llena de culpas, desdichas, e, t, c

    La mente esta formada por un ser superior mas poderoso que cualquier ser humano, El cual descargo todo el conocimiento desde la fundación de la tierra hasta el fin de la tierra,

    Pero recuerdan que en la mente se encuentra el libre albedrío y escuando la mente tiene la facultad y la “ciencia’ de crear su propio universo o deidad y el inventor de las mentes decide dejar a la mente humana tomar sus propias decisiones, que para el hombre son buenas, pero en realidad son redes de seducción atractivas a los ojos ya que después de la caída del hombre, fueron abiertos los deseos de la carne y la vanagloria de la vida.

    Con esto la mente del hombre se desprende totalmente de Dios. Con ello el hombre corrompe su interior y es cuando viene una carga sobre el y no sabe luchar, ni buscar la solución para calmar esa ansiedad dentro de el y recurre a tantas cosas que son superficiales y nunca se encuentra el descanso, y se han olvidado que en la mente fue puesto un microchip o una programación para esos casos,

    La programación consiste en que todo ser humano en alguna etapa de su vida va atener el deseo de buscar o conocer a Dios, por que finalmente nuestra alma solo la puede modificar el creador,

    Cuando una persona esta al borde de la muerte o la desesperación, llega el momento de la duda al saber si la persona muere que pasara? O a que mas sigue? Y desconocemos totalmente lo que viene,

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.