En esos días había un problema en todo el país por la huelga de los panaderos. En Madrid, habían procesado a ocho panaderos luchadores, quedando en libertad bajo fianza. Aquellos hechos provocaron esta reflexión.
Los problemas del pan dan para todo. Creo que los españoles somos conscientes poco a poco de lo que supone la falta de pan en un plano práctico. Hasta ahora nos habíamos movido más en el terreno del refrán conformista que en el de la verdad popular. Del célebre «a falta de pan buenas son tortas», hemos pasado afortunadamente al reconocimiento oficial de que determinadas medidas económicas son «pan para hoy y hambre para mañana».
Algo se ha evolucionado. Esta lucha por mantener los precios en los alimentos «básicos» (?), ya está en la calle, no sólo por las colas, sino por la toma de conciencia de cada ciudadano. El pan es necesario, otras cosas son superfluas. Este es el dilema de optar por el pan o por las rosas. Saber discernir libremente y de forma responsable sobre lo que cada uno necesita, podría constituir una de las medidas económicas más positiva e inteligente para cada hombre. Atendiendo al sentido etimológico de la palabra economía, todos estamos llamados a «gobernar nuestra casa», sin imposiciones, ni vejaciones de ningún tipo. Y esta dimensión cobra en estos tiempos una fuerza especial, porque estamos tocando fondo en la lucidez de elección, fundamentalmente por la crisis de manipulación que sufre el hombre actual. El derroche en lo superfluo nos está costando caro. El deslumbramiento por el consumo hecho «neón», nos ha dejado temporalmente ciegos.
Indudablemente, las rosas son mas atractivas, pero el problema de la vida, de la subsistencia y de la lucha por un sentido en la existencia de cada hombre, no es sólo cuestión de estética, sino también de política responsable y de economía sana y participada, es decir, toma de conciencia de lo que significa ser ciudadano y responsable de una «casa». Todo un símbolo.
El pan ha sido presentado siempre como algo imprescindible para el hombre. Desde aquellas migajas de pan evangélicas, tan fecundas, hasta los mendrugos humillantes para los niños pobres, ha recorrido siglos, historia, hombres, guerras y hoy, huelgas. Ha sido testigo directo de todo y de nada. Prueba de ello es que muchas veces acabó en el cubo de la basura. Ha saciado el hambre de muchas personas, pero también ha silenciado de forma menos ortodoxa el hambre de justicia y de verdad de muchas generaciones: «no sólo de pan vive el hombre» Esta frase, tan maltratada incluso por el chiste fácil, fue el primer grito consciente en la lucha por un trozo de pan, aunque parezca una paradoja.
La transformación del país se siente en estas pequeñas reivindicaciones. Al menos, se ha encendido una luz roja de alarma para que todos y cada uno seamos solidarios frente a los problemas del próximo, que muchas veces son los nuestros. El hecho de que hayan surgido en época estival y en plena crisis económica, nos cuestiona hoy a fondo la esencia del dilema: o pan o rosas. Aún cuando ayer pudiéramos comprar las dos cosas a la vez ó quizá mañana pudiéramos hacerlo.
El Correo de Andalucía, 21/VIII/1977