Cuando vuelvo del corazón a los asuntos digitales, suelo abrir la biblioteca de mi memoria de hipocampo para recordar algo que aprendí en mis primeros pasos de investigación sobre estrategias públicas digitales. Entre las páginas que no olvido están las subrayadas en un libro de título atrevido, Aplicaciones asesinas (Downes y Mui, 1999) (1), porque es un compendio muy práctico sobre el futuro del mundo digital, que se ha cumplido con creces. Destaco, sobre todo, el análisis diferencial entre planificación estratégica de viejo cuño y la estrategia digital que en aquellos años daba sus primeros pasos. ¿Dónde estaba el secreto? Fundamentalmente en tres grandes piedras angulares de la revolución digital, la ley de Moore, la de Metcalfe y la que alumbraba el libro como inmediata, la de la Perturbación, con un denominador común para las tres: su desarrollo exponencial, que se aproximaba hace veinte años pero que ya miramos por el espejo retrovisor de la historia como algo que ocurrió y que se hace patente hoy abriéndose paso ante las nuevas tendencias fronterizas con la sociedad exponencial y el marco ético de toda la vida que seguimos aplicando, como si todo fuera igual, a todo lo que se mueve y progresa en el mundo digital.
La realidad de las redes en la sociedad actual, así como la de las leyes inexorables de las estrategias digitales de la sociedad global, es decir, la ley de Moore (preconizó que en el futuro inmediato, cada dieciocho meses, se duplicaría la densidad de los chips, mientras que su coste permanecería constante), la de Metcalfe (las redes, ya sean de teléfonos, de ordenadores o de personas, incrementaban extraordinariamente su valor con la incorporación de un nuevo nodo o usuario; la utilidad que tiene una red se valora por el cuadrado del número de sus usuarios) y la de la Perturbación (cuando los sistemas sociales mejoran de forma geométrica, la tecnología mejora de forma exponencial y a medida que se hace mayor la diferencia entre las dos formas, también se incrementa la posibilidad de que tenga lugar un cambio revolucionario, no continuo y perturbador), hace que la inteligencia digital -social, en definitiva- tenga que debatirse en una nueva estrategia digital mundial. En este contexto, muchas veces se sacrifica el concepto tradicional de inteligencia, como mero conocimiento acumulativo, haciéndose más necesario cada día insertar en la vida ordinaria el constructo “inteligencia digital”, de gran impacto social porque permite comprender en toda su extensión la proyección exponencial digital de la sociedad actual.
Con ocasión de la preparación de mi participación como ponente en un Coloquio sobre prolongación de la vida, he podido constatar lo expuesto anteriormente con la lectura de un libro publicado recientemente en el marco de la iniciativa OpenMind (BBVA), El próximo paso: la vida exponencial, que “presenta una visión, forzosamente parcial y esquemática, del potencial de las llamadas «tecnologías exponenciales» y sus implicaciones económicas, sociales, medioambientales, éticas e, incluso, ontológicas. La idea fundamental que recorre el libro es que la humanidad se encuentra en los inicios de una revolución tecnológica de desarrollo acelerado, en comparación con otras anteriores, y de un alcance tal que va a generar transformaciones que solo comenzamos a imaginar. Porque las tecnologías que están emergiendo van a cambiar —están cambiando ya— lo que parecían constantes fundamentales de la naturaleza humana: hoy parece posible mejorar drásticamente la memoria de las personas, sus procesos cognitivos, sus capacidades físicas e intelectuales, y aumentar la longitud de su vida hasta extremos que pueden cambiar nuestro concepto de mortalidad. Junto con las inmensas posibilidades que todo esto supone, plantea también incógnitas muy relevantes para la especie humana” (2).
Son dieciocho artículos muy interesantes, aunque he centrado mi atención en los once siguientes por tener el denominador común de la proyección social del desarrollo digital exponencial, sin que desmerezcan los restantes, también de importancia considerable: La robótica, los materiales inteligentes y su impacto futuro para la humanidad; El cerebro sensorial aumentado. Cómo conectarán los humanos con el internet de las cosas; El futuro de la comunicación humano-máquina: el test de Turing; Cuando los robots gobiernen la Tierra: el legado humano; Inteligencia artificial de beneficios probados; Avance tecnológico: riesgos y desafíos; Secuenciación completa del genoma. Esfuerzos a gran escala; Ingeniería humana para frenar el cambio climático; Progreso neurotecnológico. Necesidad de una neuroética; Hiperhistoria, la aparición de los sistemas multiagente (SMA) y el diseño de una infraética y, por último, el dedicado a Imponderables tecnológicos: riesgo existencial y una humanidad en transformación.
Como muestra de la importancia de lo aquí expuesto, he profundizado en uno de ellos, Progreso neurotecnológico. Necesidad de una neuroética, escrito por James Giordano, porque es un foco predilecto de mi investigación histórica y donde la realidad digital exponencial se hace más visible por la delimitación de las fronteras éticas actuales. Define la unión de la neurociencia y la tecnología (la neuroC/T) como “aquellos métodos y dispositivos que se utilizan para acceder a evaluar o actuar sobre sistemas neurales”, que se pueden clasificar en:
1. NeuroC/T evaluativa, que incluye métodos genéticos, genómicos y proteómicos, varias formas de neuroimagen (por ejemplo, tomográfica y magnética; encefalografía cuantitativa y magnética) y análisis de biomarcadores para funciones neurológicas y enfermedades neuropsiquiátricas concretas.
2. NeuroC/T intervencionista, que incluye medicamentos neuropsicotrópicos y métodos farmacológicos novedosos, dispositivos neuromoduladores, como por ejemplo la estimulación magnética transcraneal (EMT) o la estimulación eléctrica transcraneal (EET), la estimulación cerebral profunda (ECP) y los estimuladores de nervios craneales y periféricos, así como implantes y trasplantes de tejido neural y genético y sistemas neuroprotésicos de interfaz cerebro-máquina.
El artículo permite conocer el alcance actual de esta investigación sobre el cerebro, en un siglo que estará dedicado a él, tal y como lo he venido afirmando en mis publicaciones al respecto: el siglo XXI es el siglo del cerebro, al igual que el XX se dedicó -mutatis mutandis- al corazón. En 2006 escribí en mi primer blog, lo siguiente: “Este cuaderno, que poco a poco se va configurando, tiene su razón de ser en el cerebro, donde se instala la inteligencia digital y donde está su primer motor inmóvil [Aristóteles, dixit] que permite desde la preconcepción desarrollar capacidades fabulosas de ser en el mundo. Lo que pasa es que siempre se trabaja en la actualidad con una mala noticia: no sabemos casi nada de lo que pasa en la caja fantástica a la que llamamos “cerebro”. De todas formas, hemos comenzado una aventura fascinante porque en este rincón del mundo vamos a hacer un esfuerzo por democratizar lo que vamos sabiendo del mismo y lo vamos a poner a disposición de la comunidad red. Seguro que entre todos vamos a tejer una malla de conocimiento en todas sus posibles manifestaciones. Llegará el día que podamos abrir categorías y páginas (en lenguaje bloguero) divulgativas, especializadas, de investigación democratizada y no solo de la élite del poder que da siempre el conocimiento, con objeto de hacer un homenaje permanente al auténtico patrimonio de la humanidad todavía por descubrir. Cien mil millones de posibilidades (neuronas) para grabar acontecimientos vitales, diferentes, que caracterizan a cada ser humano, me parece algo sorprendente. También, ilusionante”.
Todo se ratifica con avances espectaculares como los que preconiza el profesor Giordano. Además, existen en la actualidad proyectos como “BRAIN” que nos depararán novedades de avances exponenciales espectaculares gracias al mundo digital, proceso que ya es irreversible. Este proyecto sigue avanzando a pasos agigantados después de cuatro años de singladura científica, cuando el presidente Barack Obama lo presentó en el Discurso sobre el Estado de la Unión, el 2 de abril de 2013, liderado científicamente por el profesor español Rafael Yuste, que le acompañaba en dicho acto, en una tarea ardua de dibujar el mapa del cerebro humano. La Administración de Estados Unidos programó una inversión de más de 120 millones de dólares para iniciar una investigación que permitirá conocer las causas de enfermedades como el Alzheimer, la epilepsia y el Parkinson. Esta inversión se estimó que se llevaría a cabo a un ritmo de aportación de 300 millones de dólares por año durante la vida del proyecto.
Dijo Obama en aquél encuentro que: “Hoy podemos identificar galaxias a años luz, o estudiar partículas más pequeñas que el átomo, pero todavía no hemos desvelado el misterio de las tres libras [unos 1.300 gramos] de materia que tenemos entre las orejas. […] La nuestra es una nación de soñadores, de gente que se arriesga. Los ordenadores, internet y otros avances germinaron con la financiación del Gobierno, y el próximo gran proyecto de Estados Unidos es la iniciativa del cerebro”.
El proyecto tiene un horizonte de quince años, hasta el año 2028 en el que se estima que ya se podrá cartografiar con éxito total el cerebro y los circuitos neuronales, sistema que lidera el profesor Rafael Yuste en la Universidad de Columbia. Se sabe que el proyecto nació anecdóticamente en un congreso en Chicheley, un pueblo entre Londres y Birmingham, en septiembre de 2011, en un debate entre Yuste y George Church, genetista del mapa del genoma humano. En ese encuentro científico Yuste afirmó que le gustaría registrar la actividad de todas las neuronas a la vez, capturar todos los impulsos eléctricos con los que se comunican entre ellas, para dibujar el mejor mapa posible del cerebro en movimiento.
En la actualidad, el proyecto tiene un marcado carácter público por su financiación y directrices científicas, aunque la colaboración de grandes empresas es obvia por tener recursos suficientes para el tratamiento ingente de la información que, asombrosamente, procesa el cerebro todos los días: “La obsesión de que el plan sea público es para compartir, sin patentes, el mapa completo de toda la actividad neuronal en la web para que neurólogos, físicos y químicos investiguen. En enero, un grupo de científicos se reunieron con Google, Amazon y otras empresas para asegurarse de que habrá capacidad suficiente para almacenar en “una nube” los datos obtenidos. Cada millón de neuronas puede necesitar tres petabytes (tres millones de gigas) con lo que un cerebro entero puede ocupar hasta 300.000 petabytes. Los expertos californianos en datos ya han tranquilizado a los científicos: no hay problema y menos dentro de 15 años” (3). Tecnología exponencial digital en estado puro.
En este marco tan motivador, el profesor Giordano hace una reflexión ejemplarizante sobre el desarrollo exponencial de la investigación en Neuro C/T: “En primer plano está la necesidad de considerar la neurociencia un empeño humano y de asumir la responsabilidad por la bondad o maldad de las aplicaciones del conocimiento científico. Las investigaciones del cerebro abren nuevas perspectivas de comprensión y pueden alterar la manera en la que los seres humanos y no humanos, como por ejemplo animales, máquinas artificialmente inteligentes, etcétera, son vistos y tratados. Además, la neurociencia proporciona medios para controlar la cognición, la emoción y la conducta. Aunque el uso de estas destrezas puede estar guiado por motivos «loables», la neurociencia no se pone en práctica en un vacío social y, por tanto, las intervenciones y manipulaciones de neuroC/T están sujetas a las influencias del mercado y de la orientación política. Así pues, es vital preguntarnos cómo se utilizarán y distribuirán estos bienes y recursos y qué efectos tendrán su uso y su aplicación en individuos, colectivos y la sociedad en general. La necesidad de innovar, lo novedoso de los enfoques, las limitaciones actuales del conocimiento y las incertidumbres resultantes de los beneficios, cargas y perjuicios relativos de la neuroC/T tienen un gran número de implicaciones neuroéticas, legales y sociales o INELS”. Este último, es un nuevo concepto con el que tendremos que convivir científica y socialmente para avanzar en esta investigación tan prometedora para el presente y futuro del ser humano.
Especial mención deseo hacer de la vertiente investigadora del cerebro en el ámbito europeo, con participación española, a través del Human Brain Project, enmarcado en el Horizonte 2020. El proyecto lo dirige la École Polytechnique Fédérale de Lausanne y participan, entre otros muchos partners, el Centro de Supercomputación de Barcelona, el Instituto Allen para las Ciencias del Cerebro, SAP, IBM, el Instituto Pasteur de Francia, la Universidad Cornell de Estados Unidos, la Universidad Libre de Berlín, la Universidad de Harvard, la Universidad de Yale, la Universidad de Oxford o el King’s College de Londres. El proyecto utiliza seis plataformas de investigación, entre las que se encuentra la neuroinfomática, la estimulación neurológica, la computación de alto desarrollo, el hardware neuromórfico, la informática médica y la neurorobótica. Es muy interesante conocer con detalle los avances exponenciales del proyecto, verdaderamente asombrosos.
Para finalizar, he escogido una frase del artículo de Giordano, que me parece paradigmática en el momento actual por la irreversibilidad del avance exponencial del mundo digital de amplio espectro: “El debate y las explicaciones éticas pueden hacer mucho ruido, pero serán discursos vacíos a no ser que exista un esfuerzo explícito por dotar de contenido a las directrices y políticas […]. Sin embargo, el ritmo del desarrollo científico y tecnológico a menudo supera al de la formulación de las políticas. Esto por un lado podría verse como la oportunidad de mantener un discurso profundo y abierto sobre ciencia y tecnología y sus repercusiones y efectos en la sociedad; por otro puede hacer pensar en la formulación de políticas reguladoras como algo retrospectivo y reactivo antes que reflexivo y proactivo. Así, para cuando se introducen políticas reguladoras, se puede estar en realidad implementando una gobernanza de efectos obsoletos y una ciencia y una tecnología que ya se han quedado «viejas»”.
Sevilla, 26/VI/2017
(1) Downes, Larry y Mui, Chunka (1999). Aplicaciones asesinas. Estrategias digitales para dominar el mercado. Boston (Massachusetts): Harvard Business School Press. El título ha intentado respetar el del original en inglés, aunque hubiera sido más correcto el de Desarrollos devastadores. Recomiendo consultar el constructo “aplicación asesina” en el mundo digital para comprender su significado exacto.
(2) AAVV (OpenMind), El próximo paso: la vida exponencial. Madrid: BBVA, 2016
(3) Ramírez, María (2013, 2 de abril). Obama presenta con el español Rafael Yuste su proyecto para estudiar el cerebro. El Mundo, ed. digital.