A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: “¡Cuidado!” El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?” Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.
Gabriel García Márquez, en Botella al mar para el Dios de las palabras, en Zacatecas (México), 7 de abril de 1997, con motivo del I Congreso Internacional de la Lengua Española.
Esta mañana se ha inaugurado en Cádiz el IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE), que nació como Congreso de la Lengua Española en 1992, aquí en Sevilla, en cuya sesión de clausura se acordó que el siguiente encuentro se celebrara en México como I Congreso Internacional de la Lengua Española, que tuvo lugar el 7 de abril de 1997 en Zacatecas, bajo la presidencia de S. M. el Rey de España y el presidente de la República de México. Se celebran con periodicidad trienal en los países de la comunidad hispanohablante, teniendo lugar este año en Cádiz, del 27 al 30 de marzo, de forma extraordinaria, por las circunstancias políticas que atraviesa Perú, al haberse previsto oficialmente que se llevara a cabo en Arequipa. El lema acordado para este año es Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro y reúne en su programa académico a casi 300 participantes procedentes de todo el mundo. Hay que añadir que el Instituto Cervantes y la Real Academia Española, junto a la Asociación de Academias de la Lengua Española, son las instituciones que impulsan la celebración de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, con la participación de diversas instituciones de los países que los acogen.
Según la fuente oficial de este Congreso, “se abordarán grandes ejes transversales de la lengua española y su expansión internacional. Una de las principales líneas temáticas es la dedicada a la universalidad del español, donde se reflexionará sobre la realidad multilingüe de los países hispanohablantes, así como de las cosmovisiones indígenas y periféricas. La riqueza lingüística y literaria compartida durante siglos por las dos orillas será otra de las cuestiones tratadas en el Congreso. La idea de globalización en el mundo hispánico se aproximará a la cuestión intercultural en los ámbitos jurídicos, políticos y de las instituciones públicas, al igual que la lengua española como factor clave en la economía digital. Otro de los ejes pondrá el foco en la lengua y la educación intercultural, en la que se tratarán aspectos como los retos de la enseñanza del español o el conocimiento de lenguas originarias. La variación gramatical en el mundo hispano, la inteligencia artificial y la dependencia tecnológica también serán temáticas tratadas en el CILE, así como la lengua en relación con su carácter comunitario y dialogante entre las realidades transculturales”.
Junto a esta actividad institucional en torno a la Lengua española, se ha previsto también llevar a cabo una programación cultural, “donde las letras, la fotografía y la música tomarán protagonismo. Carmen Linares, Marina Heredia y Arcángel ofrecerán un concierto inaugural mañana en el Gran Teatro Falla. Durante los días del CILE también se podrá disfrutar de exposiciones, representaciones teatrales, conversatorios y talleres en torno a la lengua española, las identidades y las diferentes formas de expresión cultural. Finalmente, Jorge Drexler ofrecerá, junto a otros artistas nacionales como Ángel Stanich o Baiuca, un concierto de clausura el 30 de marzo en la sala Momart”.
Gracias a este Congreso, Cádiz se convierte durante estos días en la capital de la lengua española, compartiendo desde hoy este honor junto a las ciudades y países en los que anteriormente se han celebrado estos encuentros, siendo por orden cronológico las siguientes: Zacatecas (México, 1997), Valladolid (España, 2001), Rosario (Argentina, 2004), Cartagena de Indias (Colombia, 2007), Valparaíso, (Chile, 2010); Panamá, 2013; Puerto Rico, 2016 y Córdoba (Argentina, 2019). Cádiz, como reconoce la propia organización del Congreso es “una ciudad que mira a América”, porque “la ciudad es conocida sobre todo por ser protagonista de algunos de los acontecimientos más relevantes de la historia europea y americana, desde su importancia durante las guerras púnicas o la época romana, su estratégica posición como cabecera del comercio con el norte de África en época medieval hasta la llegada a América de los españoles, el comercio de Indias y las rutas comerciales con el norte de Europa o el nacimiento de la primera Constitución española (1812) que estuvo vigente, aunque por un corto periodo, a ambos lados del Atlántico y que influyó de manera notable en la configuración de las constituciones de las naciones americanas. El derecho público y la arquitectura institucional de los nuevos Estados tienen, indudablemente, sabor gaditano. Todos estos acontecimientos hacen que Cádiz haya sido considerada desde hace siglos la ciudad más americana de Europa”. Agregan también, algo que ennoblece nuestra tierra, Andalucía, a través de Cádiz: “Esta vinculación de Cádiz con América se refleja no solo en sus calles, plazas y edificios, sino en el patrimonio inmaterial de la Lengua Española, una lengua que compartimos con casi 500 millones de personas y que se ha ido configurando con muchas palabras “de ida y vuelta” y con los sones de ambas orillas”.
¡Bienvenido sea este encuentro, junto con el programa académico y cultural que lo sustentan! Miguel de Cervantes, tan presente en estos Congresos, nos recordó algo muy importante en su obra más representativa del español escrito, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, donde pone en boca de su protagonista y amante de los libros de caballerías la siguiente expresión popular: “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud (Don Quijote, I, XXII). Como ciudadano de a pie, agradezco este encuentro, porque la palabra española saldrá reforzada en beneficio de todos, fundamentalmente porque en este mundo al revés, la palabra es de las pocas cosas que aun nos quedan… No olvido así a uno de los maestros de la palabra española no inocente, Blas de Otero, a quien tanto debo.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Manifestación en Sevilla en defensa de la Sanidad Pública – 25 de marzo de 2023 / JA COBEÑA
Sevilla, 26/III/2023
El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!
Juan Ramón Jiménez, palabras a modo de introducción, recogidas del sánscrito, en el Diario de un poeta recién casado(1916-1917).
Han pasado veinticuatro horas desde que dio comienzo ayer la manifestación en Sevilla y en todas las provincias restantes de Andalucía, en defensa de la sanidad pública. La guerra de cifras sobre asistentes estaba garantizada de antemano, ¡qué más da el número!, cuando la pura realidad es que la desestructuración de los servicios de la sanidad pública la sufren miles de personas en el silencio de cada día, en los pueblos y en las ciudades, sin capacidad a veces de ir a este tipo de manifestaciones. Lo importante es haber constatado ayer, en vivo y en directo, el descontento generalizado, yo diría que incluso hartazgo, de miles de personas, sobre lo que se siente a pie de calle sobre la realidad actual de la sanidad pública en nuestra Comunidad. Quien no quiera aplicar el principio de realidad sobre lo que está pasando es que niega la mayor: el ocaso del Estado de Bienestar en uno de sus pilares básicos, la sanidad pública, en un desmantelamiento progresivo y silencioso del Sistema Sanitario Público de Andalucía, donde se han abierto las puertas de par en par a la “ocupación” del Sistema por parte de la sanidad privada. En el día después de la manifestación de ayer en Andalucía, el Gobierno que la rige debería “escuchar” a todas las personas que con este tipo de actos sólo buscamos la luz con el tiempo fuera, como escuchaores y escuchaoras de todo lo que se expresa con dolor en esta tierra, donde al ir juntos, como hicimos ayer, nos tratamos como hermanos, cuando a veces no sabemos si somos amigos o seres lejanos, aunque lo único que sabemos, en tiempos políticos en los que se atenta contra la sanidad pública, es que unos de otros -no inocentes-, en Andalucía, lejos estamos.
Sé que lo expuesto anteriormente se rebate a diestro y siniestro por el Gobierno actual en la Comunidad, porque todo el revuelo sobre la reivindicaciones y protestas en plazas y calles públicas sobre la situación actual de la Sanidad Pública, es fruto de los “bulos” de la izquierda, de los comunistas de toda la vida. En definitiva, para el Gobierno en Andalucía, todo son mentiras. La realidad es que todo no es problema exclusivo de “gastar”, más que “invertir”, mucho dinero en los presupuestos generales de la Comunidad, como repite a modo de mantra el Gobierno en ciernes, porque según mi forma de analizar lo que está sucediendo, lo que está ocurriendo y doliendo tanto a miles de andaluces, es que la situación no se arregla exclusivamente con el todopoderoso caballero don dinero, sino que es un problema ideológico, de estrategias de salud pública y de principios, no inocentes, donde no se debe confundir valor y precio, como suelen hacer los necios y mediocres, que nos rodean por tierra, mar y aire, confundiendo permanentemente el valor de lo público con el precio público que hay que pagar por ello. Y no es lo mismo. De ahí la importancia de cuidar el día después, al que hay que atender ya mismo como si en él nos fuera la vida, como si en cada día después nos fuera lo más esencial de la dignidad humana. Lo expresaba muy bien Juan Ramón Jiménez, andaluz de Moguer, cuando afirmaba “¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura. El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día! Este es nuestro reto actual para seguir luchando por la transformación de la situación actual en Andalucía, no sólo su cambio.
De lo que estoy convencido es que el quejío de ayer en la manifestaciones de Andalucía en defensa de la Sanidad Pública, como escuchaores de lo que está sucediendo, no resbala por nuestra piel, sino que la modifica para siempre. Creo que hemos comprendido bien que escuchar el dolor actual por la situación de la Sanidad Pública de esta tierra, es un elogio de la caricia o, si quieren, una exaltación de su impacto en nuestra alma de secreto, para honra de Andalucía y sus gentes, tal y como lo aprendí de las palabras de García Lorca pronunciadas hace tan solo cien años, en el primer Concurso de Cante Jondo, “canto primitivo andaluz”, tal y como rezaba en el cartel promocional del evento, celebrado en Granada en los días 13 y 14 de junio de 1922.
Cuando avanzábamos ayer durante la manifestación, en la que se recordaba por megafonía, que “la salud estaba en nuestras manos”, golpe a golpe y verso a verso, hacia el palacio de San Telmo, sede del Gobierno en Andalucía, tomé conciencia de que no sé lo que nos debemos unos a otros o a la sociedad en general, con sentimiento de clase o, al menos, de que nada que sea humano y saludable nos sea ajeno, siguiendo al pie de la letra la máxima de Terencio, aunque es verdad que por el mero hecho de vivir estamos cumplíos, volcados en un mundo al revés diseñado a veces por el enemigo de la sanidad pública, de la saludable dignidad humana. Es la razón fundamental para no olvidar nuestros compromisos sociales en el día después de los quejíos individuales y colectivos en las manifestaciones a las que asistimos ayer en Andalucía. El lema de la manifestación de ayer no lo olvidaré tampoco en ese día después, que es hoy, mañana y pasado mañana, siempre…, ¡La sanidad pública está en tus manos!, en mi situación actual, atendiendo a las Señales que aprendí hace muchos años de Mario Benedetti: En las manos te traigo / viejas señales / son mis manos de ahora / no las de antes / doy lo que puedo / y no tengo vergüenza / del sentimiento.
José Antonio Cobeña Fernández
Ex secretario general del Servicio Andaluz de Salud (2000-2004)
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Estar bien informados es consustancial con la democracia y con las actitudes que se desprenden de ella a nivel de ciudadanía, sobre todo cuando las ejercemos en nuestra vida ordinaria. En este sentido, conviene tomar nota de qué razones de la razón y no sólo del corazón (que también existen siguiendo el pensamiento de Pascal), están detrás de la convocatoria que hace la organización popular de Mareas Blancas para el próximo 25 de marzo, en todas las provincias de Andalucía y en defensa de la sanidad pública, con un lema muy claro y convincente para la asunción de responsabilidades ciudadanas: “la sanidad pública está en tus manos”. Creo que a lo largo de la historia de este cuaderno digital, casi dieciocho años, me he posicionado claramente a favor de la sanidad pública y muestra de ello son los artículos que he publicado recientemente, cuando una gota de despropósito político ha colmado el vaso del desmantelamiento controlado del Sistema Sanitario Público de Andalucía: la Orden por la que bajo el título que la define su objeto se esconden dos situaciones verdaderamente preocupantes: la posibilidad de que la sanidad privada okupe (sic) las instalaciones públicas sanitarias de todo tipo y que se ponga precio a la externalización de las consultas de atención primaria.
Es verdad que cuando tenemos que exponer razones de la manifestación citada, no sólo pre-ocupan (con guion) las dos anteriormente expuestas, que ha sido la gota que ha colmado el vaso de despropósitos políticos, sino un cúmulo de situaciones que durante los últimos años han encendido todas las alarmas sobre la situación actual del Sistema Sanitario Público de Andalucía. Me refiero a la situación caótica de la Atención Primaria, base indiscutible de garantías del funcionamiento ordenado y organizado de la sanidad pública, como la auténtica puerta de entrada al mismo, así como la falta de dotación de profesionales de todo tipo y de infraestructuras, listas insoportables de espera, marginación de la urgente atención integrada a la Salud Mental, desorganización estructural y directiva, así como la falta de financiación bien planificada y distribuida, entre otras muchas carencias. Todo ello ocurriendo en estos momentos y sufriéndolo la ciudadanía en Andalucía, sobre todo los que menos tienen y no pueden acceder a seguros privados, que están haciendo algo más que “sus agostos”, yo diría que “sus años”, con una financiación derivada de las arcas públicas hacia convenios y conciertos con organizaciones privadas que financiamos entre todos.
En la presentación telemática de la convocatoria de las manifestaciones en Andalucía por parte de la Coordinadora de las Mareas Blancas de las diferentes provincias andaluzas, el coordinador, Antonio Vergara ha justificado esta acción popular en que las reivindicaciones que vienen haciendo en los últimos meses “están fundamentadas y no son eslóganes, ni frases repetidas sin fundamento, sino planteamientos analizados siempre con la visión de lo público, de que todos los derechos sean universales y de la misma calidad para todos”, dejando muy claro que estas mareas no representan los intereses de ningún partido político o sindicato, sino exclusivamente “la exigencia de derechos para los andaluces”. Para las mareas lo importante es que se visibilice el “poder social”, sin instrumentalización alguna.
Creo, por último, que existen razones de fondo y forma para estar presentes en esta convocatoria, sobre todo si creemos y defendemos a ultranza el Estado de bienestar, con el mejor modelo estratégico de salud que se adapte a las circunstancias sociosanitarias actuales, que cambian obviamente con el paso de los años, porque si hay ideología de defensa de las garantías públicas, desde la cuna hasta la tumba, suele haber dinero para su financiación, a través de la economía democrática. Lo que no es presentable es confiar sólo en la financiación para garantizar el sostenimiento de cualquier Sistema Nacional de Salud, incluso el que no está orientado a la ciudadanía en general, sin exclusión alguna, fundamentalmente porque hay modelos no inocentes, en los que el capital y los fondos de inversión hacen su permanente agosto descapitalizando los recursos públicos ya existentes de forma gradual, hasta hacerlos insostenibles como justificación de que la sanidad privada es la única salida que existe ante la situación actual de la Sanidad Pública. Por tanto, las ideologías que sustentan la democracia explicitada en el llamado Estado de Bienestar son las garantes de la economía democrática y participativa de la sociedad en ese Estado, no al revés, desde el capitalismo puro y duro, sin democracia y sin participación social alguna. Es lo que no deberíamos olvidar para seguir defendiendo los doce principios que figuran en la vigente Ley de Salud de Andalucía, sin dejar ninguno atrás: la universalización y equidad en los niveles de salud e igualdad efectiva en las condiciones de acceso al Sistema Sanitario Público de Andalucía, la consecución de la igualdad social y el equilibrio territorial en la prestación de los servicios sanitarios, la concepción integral de la salud, incluyendo actuaciones de promoción, educación sanitaria, prevención, asistencia y rehabilitación, la integración funcional de todos los recursos sanitarios públicos, la planificación, eficacia y eficiencia de la organización sanitaria, la descentralización, autonomía y responsabilidad en la gestión de los servicios, la participación de los ciudadanos y de los trabajadores del sistema sanitario, la promoción del interés individual y social por la salud y por el sistema sanitario, así como la de la docencia e investigación en ciencias de la salud, la mejora continua en la calidad de los servicios, con un enfoque especial a la atención personal y a la confortabilidad del paciente y sus familiares y, por último, la utilización eficaz y eficiente de los recursos sanitarios. Son doce razones, no inocentes, que tampoco deberíamos olvidar en esta convocatoria de la manifestación prevista para el próximo sábado 25 de marzo, que también justifican por sí mismas nuestra asistencia a ella porque, no nos engañemos, la sanidad pública está en nuestra mente y en nuestras manos.
José Antonio Cobeña Fernández
Ex secretario general del Servicio Andaluz de Salud (2000-2004)
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Cuando lo único que te ofrece la vida, a veces, es tener la dureza del acero para sobrevivir, aparecen experiencias humanas que dan sentido a lo que hacemos a diario las personas que tenemos la impresión de vivir «equivocados» de siglo, mucho más cuando creemos que está diseñado por el enemigo. Me ha ocurrido al descubrir una isla desconocida, mi misión “posible” en este cuaderno digital, al conocer ayer la existencia de una experiencia nacida en Argentina, que se ha consolidado también en Madrid, con un nombre sorprendente: la cartonera del escorpión azul, cuya sinopsis oficial, presentada por la televisión pública de este país, en su espacio “La aventura de saber”, nos dice que “Las editoriales cartoneras nacen durante los años del corralito en Argentina. Eloísa cartonera es considerada la primera. Su intención es dignificar las condiciones de vida de los recolectores de cartón por las calles. Se paga más caro el kilo de cartón y se invita a los cartoneros a convertirse en editores e incluso en poetas. El resultado son libros artesanales fabricados con cartón y realizados de una manera barata y sostenible. Nos acercamos a la madrileña Cartonera del escorpión azul”.
En el reportaje citado se cuenta, con brevedad “graciana” (lo breve, si bueno, dos veces bueno), que este proyecto editorial, La cartonera del escorpión azul, nace en 2020, durante la pandemia, a través de una idea muy clara del poeta Javi Gil, editor de la misma, sobre la necesidad contextual de interacción humana ante tanta soledad, en el que se busca que los autores, poetas, sean interpretados por un diálogo caligráfico excelente a través de la mano artística de Chilis Cubero, que lee primero cada libro para expresarlo después a través de una escritura muy bella, la esencia de la caligrafía, interviniendo después un autor gráfico que ilustra los poemas, haciendo también una “lectura” desde su arte, lo que da como resultado obras muy personalizadas de cada autor o autora, como se explica detalladamente en el reportaje. Así lo explica la poeta Olga Muñoz sobre como editar sus poemas “finos y afilados”, a los que Javi Gil buscó “casa y vestido”, en una interpretación maravillosa del alma de este editor, en la que el cartón es una envoltorio especial, un auténtico regalo, tal y como lo expresa también la poeta Luz Pichel, cuando afirma que cada obra realizada en torno al cartón y a la caligrafía utilizada a su propósito, “no es una edición sino un regalo”, porque transmite algo fundamental: “los cartoneros tienen ese encanto de lo pobre, del tacto…” y al final lo que se obtiene es pura artesanía.
Una actividad relevante de este proyecto es la de los talleres en los que participan los autores “editando” ellos mismos sus libros en torno al cartón, presentando uno de ellos, “Los camaleones en la azotea”, en el que Javi Gil “sólo” les ofreció cartones con su sello editorial para que ellos mismos crearan su editorial bajo el nombre que se creó el taller, con una puntualización que me pareció sorprendente: en cada libro lo que manda es el cartón que lo envuelve, es decir, si toda la edición no es idéntica, mejor todavía, porque cada uno tiene su propia identidad. Verdaderamente sorprendente en los tiempos que corren, tan “modernos”, porque es el triunfo de la obra artesanal sobre la producción industrial. Como bien dice Javi Gil, “cada cartón tiene su memoria, ya sea de un detergente o de la leche”, que los protegió en algún momento de su vida como mercancía y esa “naturalidad esencial” es lo que da más valor a cada obra poética, lo que les ofrece su alma.
La base del proyecto nació en Argentina a través de Eloísa Cartonera, que iluminó a Javier Gil para darle vida en nuestro país. Escuchar a este editor con alma de cartón, cómo explica el nacimiento del proyecto en Argentina sobrecoge, pero al mismo tiempo ofrece una perspectiva esperanzadora sobre el alma humana para llevarnos a una reflexión: un triste cartón que protege cosas normalmente, mercancías, puede también envolver vida, porque a través de la mano humana, se demuestra que tiene alma. A mí me lo enseñó hace ya muchos años nuestro hijo Marcos, cuando un día nos pusimos a valorar lo que las cajas de cartón suponen en la vida de un niño frente a los juguetes actuales. No pertenezco a la escuela maniquea que defiende todo lo anterior como lo mejor y lo de hoy lo peor, enfrentándonos constantemente a la historia, porque soy miembro activo del club de los que creen que el mundo sólo tiene interés hacia adelante. Pero la realidad de la caja de cartón, como las que envolvían primitivamente cosas materiales y utilizan en la actualidad las editoras cartoneras como la de Javi Gil, nos hace valorar lo sencillo y creativo frente al tecnicismo actual. En 2014 escribí un artículo en este cuaderno digital, Cajas de cartón, en el que ya hablaba de estos cartones con alma. Creo que la caja de cartón, tan humilde ella, siempre ofrecía y ofrece posibilidades a almas concretas, consiguiendo vida propia, y ésa es la diferencia frente a los juegos y juguetes de hoy.
Cuando el alma actúa el éxito está garantizado y la inteligencia creadora se hace patente a todas luces. Sin la inteligencia, el cartón no es nada. Esa es la clave de esta pequeña historia, como en tantas experiencias de la vida. La verdad es que Marcos, nuestro hijo, siempre sacaba partido y daba vida al cartón más pequeño. Ponía su alma en ello y eso lo aprendimos de él. Es la razón de que hoy haya escrito estas palabras, también con alma.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Ramón Gaya, Retrato de Luis Cernuda, 1932 (Ver nota)
Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente
Anoche, a las 22:24 horas en España, entró oficialmente la primavera en este país. Llega, al menos, como una buena noticia que nunca falla. Por este motivo vuelvo a publicar, actualizado, el artículo que hace un año escribí sobre este regalo de la naturaleza, a la que tanto maltratamos, pero que ella vuelve una vez más a entregarnos su júbilo, que según Cernuda, vence la desesperanza y el miedo al iluminar nuestra mente.
Cuando llega esta estación, la primavera en Sevilla, Cernuda me recuerda siempre cosas importantes con su prosa poética, porque lo único que sabemos es que no sabemos en realidad lo que nos pasa y él nos ayuda a entenderlo (1), fundamentalmente porque estamos atravesando una etapa histórica plagada de dificultades y sinsentidos en un mundo al revés. En este caso, cuando canta a la primavera recordando a su tierra natal desde la tragedia del exilio, añorando cómo la naturaleza cuida a Sevilla:
Este año no conoces el despertar de la primavera por aquellos campos, cuando bajo el cielo gris, bien temprano a la mañana, oías los silbos impacientes de los pájaros, extrañando en las ramas aún secas la hojosa espesura húmeda de rocío que ya debía cobijarles. En lugar de praderas sembradas por las corolas del azafrán, tienes el asfalto sucio de estas calles; y no es el aire marceño de tibieza prematura, sino el frío retrasado quien te asalta en tu deambular, helándote a cada esquina.
Abstraído en este imaginar, marchas con nostalgia por la avenida del parque, donde revuela espectral a ras de tierra y te precede, fugitiva ala terrosa, una hoja del otoño último. Tan reseca es y oscura, que se diría muerta años atrás; imposible su verdor y frescura idos, como la juventud de aquel viejo, inmóvil allá, traspuesta la reja, hombros encogidos, manos en los bolsillos, aguardando no sabes qué.
Al acercarte luego, hallas que el viejo tiene a sus pies manojos de flores tempranas, asfodelos, jacintos, tulipanes, de vívidos colores increíbles en esta atmósfera aterida. Casi da pena verlas así, expuestas en mercado norteño, como si ellas también sintieran su hermosura indefensa ante la hostilidad sombría del ambiente.
Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente; quienes a la invocación mágica, a pesar del frío, lo sórdido, la carencia de luz, no pueden contener el júbilo vernal que estas flores, como promesa suya, te han traído e infundido en tu miedo, tu desesperanza y tu apatía.
La primavera, con su luz y fragancia de azahar en Sevilla, llama a mis sentidos y se aloja en mi corazón, regalándome un júbilo de emociones y sentimientos, a modo de flores, que me ayudan a caminar en un mundo loco, al revés, que nos asola y nos da miedo, desesperanza y apatía, con una misión posible que necesitamos ahora más que nunca: iluminar la mente. También, para comprender qué significa la paz en tiempos de guerra, tan lejos, tan cerca.
Hoy se celebra también el Día Mundial de la Poesía, auspiciado por la UNESCO y adoptado como tal en la 30ª Conferencia General en París en 1999, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro. Conmemora a su vez «una de las formas más preciadas de la expresión e identidad y lingüística de la humanidad. La poesía, practicada a lo largo de la historia en todas las culturas y en todos los continentes, habla de nuestra humanidad común y de nuestros valores compartidos, transformando el poema más simple en un poderoso catalizador del diálogo y la paz». Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, nos lo recordaba el año pasado mediante un mensaje con motivo de esta celebración en el que manifiesta lo siguiente, con una referencia expresa a los pueblos indígenas: La orquestación de las palabras, el colorido de las imágenes y la contundencia de una buena métrica otorgan a la poesía un poder sin parangón. Como forma de expresión íntima que permite abrirse a los demás, la poesía enriquece el diálogo que cataliza todo progreso humano y es más necesaria que nunca en tiempos turbulentos. Ello es especialmente cierto para los pueblos indígenas, cuyas lenguas y culturas se ven cada vez más amenazadas, en particular por el desarrollo industrial, el cambio climático y los conflictos. Para estas comunidades, la poesía desempeña un importante papel en el mantenimiento de la diversidad lingüística y cultural y en la conservación de la memoria.
En este contexto local y mundial, expreso a Luis Cernuda, mi paisano, el más sincero agradecimiento a su obra, porque siempre reconozco el trabajo que hizo con amor desde su alma exiliada, tan lejos de sus primaveras en Sevilla, cuando escribía estas palabras desde la sordidez de Escocia, que le llevaban a recordar entrañablemente su niñez y juventud en esta ciudad, en la que Stefan Zweig siempre pensó que se podía ser feliz. Aprendí de él algo muy importante que pidió a sus paisanos en esta sacrosanta ciudad: el reconocimiento a su trabajo bien hecho y envuelto en bellas palabras, que siempre lo merece ahora y en cualquier estación del año: «más el trabajo humano, con amor hecho, merece el reconocimiento de los otros». No lo olvido en este tiempo tan difícil y complejo, porque hoy día me duele todavía que su país y sus paisanos olvidemos algo simbólico que nos enseñó él a comprenderlo: el valor intrínseco de la poesía, de la prosa poética, porque la primavera, por ejemplo, llama a nuestros sentidos, y a través de ellos a nuestro corazón, adonde entra templando nuestra sangre e iluminando nuestra mente. ¿Existe algo más bello?
Finalizo esta reflexión especial con un ejemplo del trabajo bien hecho de Mozart al ensalzar también la primavera, en una obra dedicada a Haydn en 1785, en un cuarteto recogido en su catálogo como No. 14 K. 387 in Sol mayor, fruto de un largo y laborioso trabajo, según sus palabras, del que he elegido el tercer movimiento (Andante cantabile), De la primavera, como homenaje al compositor salzburgués, interpretados por un cuarteto nacido en aquella ciudad, Hagen Quartet, que lo expresa de forma especial. Una delicia, en un día en el que la entrada de la nueva estación se celebra con una espera y esperanza sentidas. Para seguir viviendo y construyendo un mundo diferente, más amable, más cercano, más humano.
(1) Cernuda, Luis, La Primavera, en Ócnos (Poesía completa, vol. I), Madrid: Siruela, 1993.
NOTA: El 27 de diciembre de 2018, el Estado adquirió por 10.000 euros, en el remate final de una subasta de Durán, el Retrato de Luis Cernuda, 1932 (O/L, 65 x 55 cm.), pintado por Ramón Gaya: “Se ofrecía, también de su mano, un dibujito previo, a tinta, muy sencillo, pero como una especie de primera idea o boceto del óleo (23 x 18,5 cm.), fechado también en 1932. Ambos habían estado presentes en la muestra Entre la realidad y el deseo. Luis Cernuda 1902-1963, en la Residencia de Estudiantes en Madrid y en el Convento de Santa Inés en Sevilla, en 2002, y aparecían también, con otras piezas que se subastaban, en el libro A una verdad. Luis Cernuda (Sevilla-Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1988), edición coordinada por Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet. Ambos fueron vendidos por los precios iniciales, 10.000 euros el óleo y 3.000 la tinta, y en ese precio fueron adjudicados al Estado cuando ejerció su derecho”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Sevilla, 19 de marzo de 2023, festividad de San José
Este día pone siempre en movimiento la moviola de mi vida, porque llevo un nombre no inocente en la España que nací, una fusión de José y Antonio, de feliz memoria por sus orígenes, los nombres de mi padre y padrino, respectivamente. Hoy, festividad de San José, según el santoral católico, apostólico y romano, tomo conciencia de que este hoy es siempre si atendemos al hecho de la celebración del recuerdo de una persona que tuvo un papel muy importante en los relatos ancestrales de la humanidad y que varias veces he hablado de él en este cuaderno digital, porque -la verdad sea dicha- es un personaje singular y muy curioso.
Personalmente, cada año me aproximo a su realidad humana para intentar comprender este relato que, humanamente hablando, es difícil de entender y explicar. Celebrar este día durante setenta y cinco años me demuestra que cada hoy es un paso más en el camino de siempre, en el cada día de mi vida. Desde aquel edulcorado San José con su vara de nardo en la mano derecha, de mi niñez rediviva, estático y mudo, de las estampas que se intercambiaban en festividades religiosas de todo tipo, al que ahora muestro en mi alma de secreto como un ayo –como lo representa Georges de la Tour– o tal y como lo sintió y escribió Teresa de Jesús en su Libro de la Vida (6, 6-8): “a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas [las peticiones], y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar-, así en el Cielo hace cuanto le pide”. José, el carpintero de Nazareth, siempre ocupó una segunda fila en la historia más sorprendente y jamás contada bien. Era la pareja oficial de María, asunto que me ha emocionado en muchas ocasiones al describirlo así, a pesar de que la historia lo ha encumbrado siempre a los altares.
Un año más, lo he vuelto a sentir así contemplando tres óleos de Georges de La Tour, El pensamiento o sueño de San José, El recién nacido y San José carpintero, atendiendo a la trayectoria vital del protagonista del relato histórico sobre José. En el primer óleo, aparece maravillosamente reflejada la humanidad plena de José, su desconcierto existencial. En el segundo, en pleno nacimiento de Jesús, no aparece José por ningún sitio porque realmente nunca fue protagonista presencial de esta historia mágica, probablemente porque asumió como nadie el papel de “ayo”, tal y como se recoge en el tercer óleo, enseñándole a su “hijo” el trabajo de carpintero. En estos cuadros sobrecoge el silencio y la austeridad tan bellamente retratadas por el pintor: “Sus célebres “noches”, de aparente simplicidad, silenciosas y conmovedoras, dan vida a personajes que surgen con magia en espacios sumidos en el silencio, de colorido casi monocromo y formas geometrizadas. La total inexistencia de halos u otros atributos sacros, así como los tipos populares empleados, justifican la lectura laica que a veces se ha hecho de sus nocturnos en obras como La Adoración de los pastores del Louvre o El recién nacido de Rennes” (1). Sin medallas, sin atributos laicos ni sacros. Sin collares o anillos. Sin nada, solo con el regalo precioso del silencio sonoro de la noche y contemplando a un niño que José intentaba querer como suyo, siendo sólo ayo, rodeado de confusión y misterio.
La palabra “ayo” ha evolucionado también con el paso de los tiempos, aunque su significado profundo se ha mantenido siempre en el terreno de la responsabilidad en el ámbito de la educación: persona encargada en las casas principales de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación. José se transforma así en un educador nato, aunque desde el principio sólo correspondía su estatus a las clases sociales altas, hasta que Teresa de Jesús lo apea de su santa peana. Su papel en la historia sempiterna, de siempre, en el santoral, me parece sorprendente, como lo era para Teresa de Jesús, porque como cuidador de una mujer y de un niño de nombre Jesús, de una prudencia benedictina, un compañero de vida, un artesano carpintero, era tenido en cuenta por Dios ya que le atendía siempre en todas sus peticiones, con especial relevancia en el espectro de su santoral querido, que era amplio: “Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo se hiciese muy curiosamente y bien, aunque con buen intento. […] Paréceme, ha algunos años, que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. […] Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas, que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ello. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino” (Libro de la Vida, 6,7).
He querido hoy resaltar la figura de José de Nazareth de nuevo, como protagonista de un relato multisecular, dueño de sus silencios, aunque fuera un secreto a voces la asunción de su papel en la historia difícil de María y en la suya propia, según la tradición católica. Como he manifestado en otras ocasiones, me gusta recordarlo despojado de su santidad, ocupando su sitio en la historia, básicamente como un hombre humilde, trabajador y bueno, con un profundo respeto a María, una persona que la historia ha colocado en un sitio muy especial, difícilmente entendible si te falta la fe que nos enseñaron nuestros mayores, como le gustaba decir a Antonio Machado. Creo, sinceramente, que fue un buen compañero. Hoy, comprendo mejor que nunca las palabras de Teresa de Jesús en el libro de su vida dedicadas a las personas que deberían ser “aficionadas” a San José: “no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos”.
Michel Corrette (1709-1795), José es un buen compañero (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.
Una cosa más. Mi admirado escritor uruguayo Eduardo Galeano, tantas veces citado en este cuaderno digital y profesor excelso en la escuela del mundo al revés, ensalzó en su libro «Mujeres» la figura de Teresa de Jesús unida a la de Juana Inés de la Cruz, mejicana, siempre -ambas- con los pies en el suelo: «Como Teresa, Juana escribía, aunque ya el sacerdote Gaspar de Astete había advertido que a la doncella cristiana no le es necesario saber escribir, y le puede ser dañoso. Como Teresa, Juana no sólo escribía, sino que, para más escándalo, escribía indudablemente bien. En siglos diferentes, y en diferentes orillas de la misma mar, Juana, la mexicana, y Teresa, la española, defendían por hablado y por escrito a la despreciada mitad del mundo». Teresa de Jesús comprendió bien la tarea ardua de José y no lo olvidó a lo largo de su vida, escribiendo cosas muy humanas e interesantes para la posteridad.
Es lo que al fin y al cabo he pretendido hoy al escribir sobre mi «santo», de nombre José, una persona estupenda, que decimos hoy, un buen compañero.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
La inmortalidad de los relojes hizo lo suyo. Hoy murió Jorge Edwards testigo atento de su época. Persona grata, y ahí están sus libros para recordarlo. Nuestra vida cultural lo echará de menos. Saludos y condolencias a su familia.
Gabriel Boric, Representante gubernamental de Chile, 18 de marzo de 2023 (leído en Twitter)
Sevilla, 18/III/2023
Ayer falleció en Madrid el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards, a la edad de 91 años, Premio Nacional de Literatura de Chile en 1994 y, posteriormente, obteniendo un reconocimiento excelso en nuestro país a través de la concesión del premio Cervantes en 1999. No olvido su breve discurso en la ceremonia de entrega del citado premio en España, cuando dijo algo que descubría su persona de secreto como escritor: “Las circunstancias me obligaron a escribir, algunas veces, en contra de la corriente, de la moda, del pensamiento al uso, y traté de hacerlo con naturalidad, sin pretensiones, sintiendo que la escritura, antes que nada, es una forma de fidelidad, la exigencia de un acuerdo consigo mismo, y que uno tiene el derecho y quizás hasta la obligación de transmitir la experiencia a los demás. Todo el recorrido, en su desarrollo a veces accidentado, no ha sido actividad demasiado diferente, en realidad, que la del acompañante de don Quijote a la Cueva de Montesinos, el primo del Bachiller de las bodas de Camacho, hombre cuya profesión, según quiso contar, era la de humanista, y que había escrito una enumeración de setecientas y tantas libreas, aparte de unos Metamorfoseos y de un Suplemento. Después de todo, él tuvo la suerte de acompañar al Caballero de la Triste Figura hasta el borde mismo del abismo y de escuchar después, de primera mano, su deslumbrante relato. Nosotros también, a nuestra manera, hemos podido estar cerca de don Quijote, o de los Quijotes nuestros, locos y no tontos, y hemos escuchado sus extraordinarias historias. ¡Qué privilegio, y qué regalo!”.
Personalmente, no le conocí a fondo a través de su obra completa, sí de lo que narró por ejemplo en Persona non grata (1973), sus peripecias como encargado de negocios en la embajada de Chile en Cuba, como persona muy grata enviada por Salvador Allende para esa misión. Precisamente fue en esa obra donde supe de su relación con Pablo Neruda y así lo cité en este cuaderno digital, a propósito de una serie que dediqué al gran poeta chileno, Mascarón de proa / 9. Isla negra: cerrada y sellada: “A raíz del golpe de estado de Pinochet, el fatídico 11 de septiembre de 1973, todo cambió en Chile. Pablo Neruda estaba viviendo esos días en Isla Negra, rodeado de sus mascarones y mascaronas de proa y popa, que tantos recuerdos encerraban en sus cabezas rampantes. Estaba en cama, a consecuencia de su cáncer de próstata, cuando los soldados de Pinochet entraron en su casa por allanamiento, el 13 de septiembre, pronunciando Neruda una frase inolvidable y dirigida al oficial de aquella tropa cuando buscaban armas en el jardín: “Busque, nomás, capitán. Aquí hay una sola cosa peligrosa para ustedes. ¿Qué cosa?, le preguntó. ¡La poesía!”. Lo transcribo tal y como lo cuenta Jorge Edwards, amigo personal del poeta, en su libro, Adiós poeta [Pablo Neruda y su tiempo, biografía del premio Nobel chileno, 1990]”.
Jorge Edwards era también español, nacionalidad que le fue concedida en 2010 por carta de naturaleza, con vecindad civil de Derecho Común. Creo que a lo largo de tantas años de vida en nuestro país mereció finalmente el reconocimiento de persona muy grata para todos, para el arte, para la literatura, para la convivencia pacífica entre todos. Nos transmitió que la literatura y la cultura en general, en cualquiera de sus manifestaciones, nunca es peligrosa, porque libera las conciencias y la amplitud de miras en la sociedad donde se instala y reside. Lo comprendió bien a través de aquella frase de Neruda y porque “la escritura, antes que nada, es una forma de fidelidad, la exigencia de un acuerdo consigo mismo, y que uno tiene el derecho y quizás hasta la obligación de transmitir la experiencia a los demás”. ¡Descanse en paz, en su cielo particular!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
En un mundo en el que debemos manejar con asiduidad el principio de realidad, no viene mal recordar lo que grandes artistas nos han ofrecido con su realismo artístico llevado hasta las últimas consecuencias. Es el caso del fotógrafo melillense Andrés Gallego (Melilla, 1983), que se define de las siguientes formas: “He encontrado en la fotografía una forma de expresión personal, que me permite proyectar mis ideas y proyectos de una manera creativa y diferente. Gran amante de la fotografía en todas sus disciplinas, ha encontrado en el lenguaje visual la forma de crear mundos paralelos en el que se desarrollan diferentes historias que transportan al espectador a diferentes puntos de sus experiencias personales. Recibe sus principales influencias del mundo de la pintura clásica, obteniendo inspiración de grandes maestros como Velázquez, Caravaggio y Vermeer entre otros, así como de pintores más contemporáneos como Edward Hopper, sin olvidar el impacto directo de la obra de artistas como Eugenio Recuenco, LeTurk, Erwin Olaf y Gregory Crewdson”.
Amo la fotografía como la máxima expresión de fijación de instantes que nunca volverán a producirse y esa cápsula de tiempo es lo que embellece el arte de fotografiar la vida. En su obra destaca en estos días la serie dedicada a la esencia de Edward Hopper (1882-1967), en 22 imágenes, preparando una muestra de su arte para la feria de Ámsterdam en las que, al igual que el pintor americano, traslada en la imagen captada por su cámara el resultado de un proceso en el que se encarga de detallar, hasta límites increíbles, los grandes instantes de la vida de las personas corrientes, sobre todo la soledad, algo tan característico en la obra de Hopper. Contemplando las fotografías de Andrés Gallego, se recuerda inmediatamente al gran pintor Hopper, incluso se llega a confundir dónde empieza el arte de uno, la fotografía, cruzándose con el del otro, la pintura.
Cuando se cumplen tres años del comienzo del estado de alarma en nuestro país por la pandemia de la COVID-19, vuelvo a recordar a Hopper por un artículo que escribí sobre él unos quince días después de esta dura experiencia del confinamiento, en el marco de una serie inspirada en las famosas ventanas que figuraban a menudo en su obra, La ventana discreta / 4. Las metáforas se pueden pintar.Vean por qué y cómo lo recordaba en aquel tiempo tan difícil: “Edward Hopper fue el pintor de metáforas existenciales, un adelantado en su tiempo para expresar este recurso excelente de comunicación, fundamentalmente de situaciones humanas de soledad y espera en las que las ventanas, no sé si discretas, son las grandes protagonistas. Durante mi vida profesional, utilicé en alguna ocasión, en las presentaciones oficiales sobre estrategia digital, un cuadro suyo, Oficina en una ciudad pequeña, muy representativo de la estrechez de miras y soledades que a veces tenemos en la vida pública, perfectamente aplicable a la privada de todos los días. En tiempos difíciles de confinamiento, este cuadro es sugerente para interpretar cómo vivimos la soledad ante la realidad de lo que está ocurriendo.
Unos días después, en plena pandemia, volví a recordar a Hopper en una semblanza sobre su realismo mágico que era capaz de retratarnos a todos a través de su obra, Hopper nos retrató a todos: “Edward Hopper nos lleva frecuentemente de los ojos, de la mano también, para situarnos frente a ventanas y puertas de la vida cuando contemplamos sus obras, su realismo de eterna soledad y fría espera. Anoche, la televisión pública, una ventana no inocente, nos ofreció en el cierre del informativo 2 una referencia a un documental que el director Win Wenders ha recreado sobre determinadas obras de Hopper, que actualmente se pueden contemplar en la Fundación Beyeler, situándolo en el contexto tan cercano en el que nos ha instalado el estado de alarma y su largo confinamiento. Es muy interesante recrearse en sus personajes porque nos aportan algo que ya señalé en la serie que dediqué en este blog a la pandemia, en las primeras semanas de confinamiento: todos podemos ser en algún momento modelos de Hopper. Él abordaba con frecuencia la realidad de la espera en muchos cuadros con ventanas y puertas que suponen un respiro en la soledad de cada protagonista y en situaciones personales, familiares, de pareja, a modo de juego existencial en las que cada uno tenemos que buscar la mejor salida al conflicto de vivir confinados con virus o sin él. Los óleos representan muy bien nuestra situación actual, porque son retratos anticipados. Estamos muchas veces solos ante el peligro, en silencio y permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar, reflexionar y pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades. Parando un momento. Estamos viviendo todavía, durante el estado de alarma, en espacios cerrados frente al enemigo único, atrincherados, aunque siempre nos quedan ventanas amplias o pequeñas, desnudas, como invitando a saltar a través de ellas observando los cuadros de Hopper, porque no tienen limitación alguna, solo el vértigo existencial legítimo para trascenderlas y volver a la vida para recorrer las grandes alamedas de la desescalada en libertad”.
Edward Hopper, Sol de la mañana, 1955
En los días de “después” de cumplirse el tercer aniversario del confinamiento vinculado al estado de alarma decretado el 13 de marzo de 2020, Hopper y el fotógrafo Andrés Gallego nos invitan a través de sus óleos y fotografías, respectivamente, a reflexionar sobre nuestra situación actual en marzo de 2023, porque son retratos anticipados, porque como decía anteriormente “estamos muchas veces solos ante el peligro, en silencio y permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar, reflexionar y pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades”. Eso sí, parando un momento, aunque siempre nos queda la palabra para expresarnos cuando, frecuentando la soledad y el silencio, necesitamos la cultura de la pintura, como expresaba Hopper: “Si determinadas situaciones vitales pudiesen contarse con palabras no sería necesario pintar”. Igual, con las fotografías. La voz en off del documental citado de Win Wenders, finaliza con unas palabras inquietantes, que las recreo contemplando de nuevo algunos cuadros que tengo grabados en mi memoria de hipocampo: Hopper nos retrató a todos cuando éramos personajes vivientes de sus cuadros. Esa es, también, la gran lección profesional del fotógrafo Andrés Gallego y merece mi reconocimiento en este cuaderno de inteligencia digital que busca islas desconocidas, a través de sus 22 imágenes vivas de la vida tomadas en su proceso de construcción de instantes impregnados de la magia de su realismo mágico tan particular e íntimo.
Andrés Gallego, Sol de la mañana, 2023
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Chico y Groucho Marx, en una escena de Una noche en la ópera (1935)
Sevilla, 16/III/2023
El aleteo de una mariposa llamada Silicon Valley Bank,puede arrastrar situaciones imprevistas a nivel mundial, de consecuencias económicas incalculables: «la mayor caída de un banco en EE UU desde Washington Mutual en 2008 no es un suceso menor. Subestimar el potencial de las crisis para reproducirse o mutar, o el poder de la desconfianza como motor de destrucción ya ha dejado en el pasado malas experiencias. Por eso, la situación se antoja un dilema envenenado para los bancos centrales: si reducen las subidas de tipos y la inflación repunta, les culparán de ello. Y si las subidas de tipos continúan y la crisis bancaria se recrudece, también les apuntarán con el dedo. Susto o muerte».
En esta situación he recordado de nuevo un texto de mi querido Groucho Marx, que no tiene desperdicio y que publiqué en 2012 en este cuaderno digital, cuando estábamos atravesando la gran crisis financiera que se produjo por la caída de Lehman Brothers. Sirve para comprender muy bien el fondo de uno de los síntomas de la crisis desatada con la quiebra del Silicon Valley Bank y de Signature, aún cuando el texto se refiere, obviamente, a la crisis del 29. Pronuncia frases ingeniosas, como siempre. Para no alterar nada de su relato, extractado de su obraGroucho y yo, no quiero interpretar una sola de sus palabras. Creo que la frase que da título a este artículo, pronunciada por Max Gordon y actualizada por mí entre corchetes, se explica por sí sola.Estamos avisados.
«Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercadeo de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero. ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acci6n que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a 30 cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor.
Mi sueldo semanal en Los Cuatro Cocos era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba te6ricamente en Wall Street. Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días.
Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo:
-Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y. créame amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. iNo voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: “Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation”.
-¿Cómo se llaman esos valores? -pregunté.
Me lanzó una mirada burlona.
-¿Que le ocurre, amigo? ¿Tiene algo en las orejas que no le funciona bien? Ya se lo he dicho. El hombre ha mencionado la United Corporation.
Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informe inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín.
–En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia.
–Harpo -dije- ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!
De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la United Corporation por valor de 160.000 dólares, con un margen del 25 por ciento.
Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa ese margen del 25 por ciento. Por ejemplo, si uno compraba 80.000 dólares de acciones, solo tenía que pagar en efectivo 20.000. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le susurró:
-Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta.
Chico corrió inmediatamente hacia el teatro con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del tel6n hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietario de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó: -No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una compañía como Anaconda.
El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde Nueva York, solo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran “arriba, arriba, arriba”. Hasta entonces yo no había imaginado que se pudiera hacerse rico sin trabajar.
Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles ahora inexistente.
–Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Luego añadió:
-¿Por qué no abandonas Los Cuatro Cocos y olvidas esos miserables dos mil semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo ocho representaciones semanales en Broadway.
–Max -contesté- no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor, Sam Harris.
Lo que por entonces no sabía era que Kaufman, Ryskind, Berlin y Harris compraban también con margen y que finalmente iban a ser aniquilados por sus asesores financieros. Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara quinientas acciones de la Auburn Motor Company.
Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo con el señor Gordon. Grandes y costosos cigarros habanos colgaban de nuestros labios. El mundo era una delicia y el cielo asomaba en los ojos de Max. (Así como también unos símbolos del dólar.) El día anterior las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros.
Me volví hacia mi compañero de golf y dije:
-Max ¿cuánto tiempo durará esto?
Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson.
-Hermano, ¡todavía no has visto nada!
Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar. Un día, con cierta timidez, hablé a mi agente en Great Neck acerca de este fenómeno especulativo.
-No sé gran cosa sobre Wall Street -empecé a decir en tono de disculpa-, pero, ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debería haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones?
Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo:
-Señor Marx, tiene mucho que aprender acerca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para escribir un libro.
-Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora, ¿qué estaba usted diciendo?
Adecuadamente castigado y amansado, respondió:
-Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha dejado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial.
Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar mil acciones de tuberías Crane.
Con cierto cansancio, pregunté:
-¿Cree que es una buena compra?
-No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías.
(Se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que aparecieren en las listas de cotizaciones.)
-Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías.
– Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de tuberías Crane? Hummm. Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para doscientas acciones; no, mejor aún, serán trescientas.
Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba a doblar su valor en pocos meses.
En los diarios actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta un centenar de dólares por dos entradas para ver My Fair Lady.
(Personalmente, opino que vale esos 100 dólares.) Bueno, una vez pagué 138.000 dólares por ver a Eddie Cantor en el Palace.
Todos sabemos que Eddie es un cómico estupendo. Incluso él lo reconoce sin ningún inconveniente. Tenía una revista maravillosa. Cantaba Margie, Ahora es el momento de Enamorarse y Si conociesen a Sussie. Mataba de risa al público con sus bromas características, y terminaba cantando Whoope. En resumen, era un exitazo. Tenía ese algo magnético que hace destacar a una estrella del montón anónimo.
Cantor era vecino mío en Great Neck. Como era viejo amigo suyo, cuando terminó la representación fui a verle a su camerino. Eddie es un conversador muy persuasivo, y antes de que yo pudiera decirle lo mucho que había disfrutado con su actuación, me hizo sentar, cerró rápidamente la puerta, miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie le escuchaba y dijo:
-¡Groucho, te adoro!
No había nada de peculiar en aquel saludo. Así es como la gente del teatro habla entre sí. En el teatro existe una ley no escrita respecto a que cuando dos personas se encuentran (actor y actriz, actriz y actriz, actor y actor, o cualquier otra de las variaciones y desviaciones del sexo) deben evitar cuidadosamente los saludos habituales de la gente normal. En cambio, deben abrumarse mutuamente con frases de cariño que, en otros sectores de la sociedad, suelen estar reservadas para el dormitorio.
-Encanto -prosiguió Cantor-, ¿qué te ha parecido mi espectáculo?
Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente, no era así, y comprendí que se dirigía a mí.
-Eddie, cariño -contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio!
Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo:
-Precioso, ¿tienes algunas Goldman-Sachs?
-Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas. ¿Qué es Goldman-Sachs? ¿Una marca de harina?
Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia sí. Por un momento pensé que iba a besarme.
-¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman-Sachs! -exclamó incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores.
Luego consultó su reloj y dijo:
-Hum. Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, muchacho, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar doscientas acciones de Goldman-Sachs. Creo que hoy ha cerrado a ciento cincuenta y seis… ¡y a ciento cincuenta y seis es un robo!
Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y nos separamos.
¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Figúrate, si no llego a ir aquella tarde al teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia. A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento que se abría la Bolsa. Aflojé el 25% de 38.000 dólares y me convertí en afortunado propietario de doscientas acciones de la Goldman-Sachs, la mejor compañía de inversiones de América.
Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Brodway.
Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones sólo hablaban de la cantidad que tal y tal valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos, sus ahorros de toda la vida- en Wall Street. Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba de la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión.
De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela. Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: “Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse”.
Yo no estaba presente en la Fiebre del Oro del 49. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba a todo el país. El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición.
Un día concreto, el mercado empezó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos cayeron presas del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores, que por entonces sólo tenían el nombre de tales.
Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando los márgenes adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente, para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando.
Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240.000 dólares. (O ciento veinte semanas de trabajo, a 2.000 por semana.) Hubiese perdido más, pero ese era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. En cinco palabras, lanzó una afirmación que, con el tiempo, creo que ha de compararse con las citas más memorables de la historia americana. Me refiero a citas tan imperecederas como “No abandonéis el barco”, “No disparéis hasta que veáis el blanco de sus ojos”, “¡Dadme la libertad o la muerte!”, y “Sólo tengo una vida que dar por la patria”. Estas palabras caen en una insignificancia relativa al ponerlas junto a la frase notable de Max. Pero charlatán por naturaleza, esta vez ignoró incluso el tradicional “hola”. Todo lo que dijo fue: ”¡Marx, la broma ha terminado!”. Antes de que yo pudiese contestar, el teléfono se había quedado mudo.
En toda la bazofia escrita por los analistas de mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas cinco palabras lo dijo todo. Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, refiere la compañía.
Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del banco para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Las acciones de Cobre Anaconda (recuerda que retrasamos treinta minutos la subida del telón para comprarlas) se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (no creas que no he leído a Hemingway), y finalmente se estabilizaron a 2 ,7/8. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a la United Corporation se saldó a 3,1/2. Las habíamos comprado a 60. La función de Cantor en el Palace fue magnífica y de tanta calidad como cualquier actuación en Broadway. Pero, ¿Goldman-Sachs a 56 dólares? Eddie, cariño ¿cómo pudiste? Durante la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un dólar la acción».
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Adagietto de la Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler, en la Banda Sonora Original de Muerte en Venecia, 1971
Sevilla, 14/III/2023
Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos.
Eduardo Galeano
Hoy se cumplen tres años de la entrada en vigor del confinamiento por la declaración del estado de alarma en el país, debido a la pandemia de la COVID-19. Hemos recorrido tres años muy difíciles y estamos constatando a diario que queda todavía mucho por reconstruir en el Estado y en el mundo en general, como consecuencia de la pandemia, agravado todo por la invasión de Ucrania, un año después, por si nos faltaba algo en este mundo al revés.
Por este motivo, vuelvo a compartir el artículo que publiqué el 14 de marzo de 2020, El músico de Venecia y el coronavirus, cuando iniciábamos un camino hacia ninguna parte por el desconcierto mundial en el que nos movíamos a diario. Fue el comienzo de una larga serie de artículos que más adelante recopilé en una publicación transida de esperanza, La ventana discreta, en la que me asomaba a un mundo nuevo, lo que se dio en llamar “la nueva normalidad” y que justificaba así en el Prólogo: “Estamos viviendo momentos difíciles con la expansión del coronavirus y los blogueros también tenemos una responsabilidad social ante esta situación. Es un aviso para navegantes actuales la importancia que tiene estar bien informados, con una responsabilidad transcendental de los poderes públicos en este caso. Necesitamos disponer de un plan de comunicación a nivel de Estado mediante el que se pueda disponer de la información exacta, veraz y objetiva hasta los límites que sea necesario conocer sin mezcla de mentira alguna. ¡Es el interés general!, tan cuidado por nuestra Constitución. Es la mejor vacuna en estos momentos porque la proliferación de noticias, algunas de ellas falsas e interesadas, está creando un tejido crítico de alta preocupación y desasosiego”. Era un auténtico aviso para navegantes en una situación que se avecinaba como muy conflictiva y preocupante”
Leo de nuevo el artículo citado y pienso que la cita de la literatura que figura al principio, sigue siendo una metáfora sobre la realidad de la vida de nuestros antepasados, que intentaron abordar épocas difíciles en las que el mal asolaba la humanidad y en las que se ha dejado para la posteridad un mensaje de la importancia de dar sentido a la vida, que es lo que más importa ante avisos tan importantes para navegantes, a pesar de lo que decía Groucho Marx con su sabiduría mordaz: “¿Por qué debería preocuparme de la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”. De todas formas, en aquella ocasión tan dura y desconocida, planteé la opción de entrar en la clínica del alma de cada casa, la biblioteca, para refugiarnos en la literatura y en la música. Decía en aquella ocasión que “Hoy ya no se habla de ir a lazaretos sino de permanecer en nuestras casas el tiempo que sea necesario hasta que el coronavirus se dé por controlado y se autorice la vuelta a la vida normal, acompañados en el caso de Sevilla por su calor tradicional de primavera y verano, porque “aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo también con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen. Aquello se justificaba porque Zweig escribió en aquella ocasión algo sorprendente para el alma de Andalucía y Sevilla: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”. Me acompañó también la música, en un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que sigo escuchando siempre con atención reverencial. Quizá me ayuda todos los días a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, “aquí [en Sevilla] se puede ser feliz”, tras una experiencia de juventud en esta ciudad. Lo hago extensivo a un sueño que persigo como si fuera una realidad: aquí, en el lugar del mundo en que cada uno vive, se puede ser feliz.
Hoy se cumplen tres años exactos de la entrada en vigor del estado de alarma y, como consecuencia de ello, de los confinamientos más extremos que ha conocido este país desde la guerra civil del siglo pasado. Durante este tiempo me he seguido esforzando en conocer la verdad de lo que ha ocurrido, con el objetivo de emitir juicios bien informados, lejos de músicos celestiales, como el de Venecia, que no han reconocido la gravedad de la epidemia en beneficio propio y lejos del interés general. El que quiera entender que entienda, porque hoy pocas palabras bastan.
(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.
Una pregunta de Gustav von Aschenbach en Muerte en Venecia, la obra inolvidable de Thomas Mann, a un músico que pasa junto a él pidiendo la voluntad, “¿Por qué desinfectan Venecia?” y la respuesta a la misma, “Está indicado por el calor y el siroco”, me han recordado -en este confinamiento legal y preventivo que estamos viviendo- la necesidad de que conozcamos en cada momento la verdad de lo que está pasando con el coronavirus, tal y como lo vengo expresando los últimos días. La insistencia de Aschenbach, que no se cree lo que le ha dicho el músico, traduce la inquietud legítima que tenemos en la sociedad por saber la realidad de lo que nos rodea por muy cruda que sea.
“¿De manera que no hay ninguna epidemia en Venecia?”, pregunta Aschenbach. “¿Una epidemia?”, contesta el músico de manera desafiante. “¿Qué epidemia va a haber? ¿Es epidemia el siroco? ¿Acaso es una epidemia nuestra Policía? ¡Usted bromea! ¡Una epidemia! ¡No diga usted eso! Sólo se trata de una medida de previsión policial. ¿Entiende usted? Una disposición en vista del tiempo bochornoso”.
Salvando lo que haya que salvar hoy, podemos cambiar la palabra siroco por coronavirus o policía por el estado de alarma y el acto de previsión policial como una medida para evitar mayores contagios y de previsión para contener en lo posible males mayores. El escritor Gustav von Aschenbach, uno de los protagonistas de la obra de Thomas Mann, prefirió abrazar el amor cerca de Tadzio desoyendo todas las recomendaciones para preservar su salud en una ciudad donde el cólera indio hacía estragos.
Esta cita de la literatura que tanto nos ha hecho reflexionar, es una metáfora sobre la realidad de la vida de nuestros antepasados que han intentado abordar épocas difíciles en las que el mal ha asolado la humanidad y en las que se ha intentado dejar para la posteridad un mensaje de la importancia de dar sentido a la vida, que es lo que más importa ante avisos tan importantes para navegantes.
El confinamiento en las casas impuesto por el Estado puede ser una buena oportunidad para acudir a la literatura y encontrar en ella un remanso de paz en el rincón de pensar que cada uno elija libremente en su casa. Hoy ya no se habla de ir a lazaretos sino de permanecer en nuestras casas el tiempo que sea necesario hasta que el coronavirus se dé por controlado y se autorice la vuelta a la vida normal, acompañados en el caso de Sevilla por su calor tradicional de primavera y verano, porque “aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo también con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen.
En estos días difíciles sigo leyendo a Stefan Zweig en la obra citada y sus palabras se graban en mi cerebro como el mejor bálsamo para tiempos complejos y de turbación: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”. Me acompaña también un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que escucho con atención reverencial. Quizá me ayude a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, “aquí [en Sevilla] se puede ser feliz”, tras una experiencia de juventud en esta ciudad.
Con ella me quedo hoy a pesar de todo y porque necesito conocer la verdad de lo que está ocurriendo, lejos de músicos celestiales como el de Venecia que no la reconocen.
(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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