Ramón Gaya, Retrato de Luis Cernuda, 1932 (Ver nota)
Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente
Anoche, a las 22:24 horas en España, entró oficialmente la primavera en este país. Llega, al menos, como una buena noticia que nunca falla. Por este motivo vuelvo a publicar, actualizado, el artículo que hace un año escribí sobre este regalo de la naturaleza, a la que tanto maltratamos, pero que ella vuelve una vez más a entregarnos su júbilo, que según Cernuda, vence la desesperanza y el miedo al iluminar nuestra mente.
Cuando llega esta estación, la primavera en Sevilla, Cernuda me recuerda siempre cosas importantes con su prosa poética, porque lo único que sabemos es que no sabemos en realidad lo que nos pasa y él nos ayuda a entenderlo (1), fundamentalmente porque estamos atravesando una etapa histórica plagada de dificultades y sinsentidos en un mundo al revés. En este caso, cuando canta a la primavera recordando a su tierra natal desde la tragedia del exilio, añorando cómo la naturaleza cuida a Sevilla:
Este año no conoces el despertar de la primavera por aquellos campos, cuando bajo el cielo gris, bien temprano a la mañana, oías los silbos impacientes de los pájaros, extrañando en las ramas aún secas la hojosa espesura húmeda de rocío que ya debía cobijarles. En lugar de praderas sembradas por las corolas del azafrán, tienes el asfalto sucio de estas calles; y no es el aire marceño de tibieza prematura, sino el frío retrasado quien te asalta en tu deambular, helándote a cada esquina.
Abstraído en este imaginar, marchas con nostalgia por la avenida del parque, donde revuela espectral a ras de tierra y te precede, fugitiva ala terrosa, una hoja del otoño último. Tan reseca es y oscura, que se diría muerta años atrás; imposible su verdor y frescura idos, como la juventud de aquel viejo, inmóvil allá, traspuesta la reja, hombros encogidos, manos en los bolsillos, aguardando no sabes qué.
Al acercarte luego, hallas que el viejo tiene a sus pies manojos de flores tempranas, asfodelos, jacintos, tulipanes, de vívidos colores increíbles en esta atmósfera aterida. Casi da pena verlas así, expuestas en mercado norteño, como si ellas también sintieran su hermosura indefensa ante la hostilidad sombría del ambiente.
Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente; quienes a la invocación mágica, a pesar del frío, lo sórdido, la carencia de luz, no pueden contener el júbilo vernal que estas flores, como promesa suya, te han traído e infundido en tu miedo, tu desesperanza y tu apatía.
La primavera, con su luz y fragancia de azahar en Sevilla, llama a mis sentidos y se aloja en mi corazón, regalándome un júbilo de emociones y sentimientos, a modo de flores, que me ayudan a caminar en un mundo loco, al revés, que nos asola y nos da miedo, desesperanza y apatía, con una misión posible que necesitamos ahora más que nunca: iluminar la mente. También, para comprender qué significa la paz en tiempos de guerra, tan lejos, tan cerca.
Hoy se celebra también el Día Mundial de la Poesía, auspiciado por la UNESCO y adoptado como tal en la 30ª Conferencia General en París en 1999, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro. Conmemora a su vez «una de las formas más preciadas de la expresión e identidad y lingüística de la humanidad. La poesía, practicada a lo largo de la historia en todas las culturas y en todos los continentes, habla de nuestra humanidad común y de nuestros valores compartidos, transformando el poema más simple en un poderoso catalizador del diálogo y la paz». Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, nos lo recordaba el año pasado mediante un mensaje con motivo de esta celebración en el que manifiesta lo siguiente, con una referencia expresa a los pueblos indígenas: La orquestación de las palabras, el colorido de las imágenes y la contundencia de una buena métrica otorgan a la poesía un poder sin parangón. Como forma de expresión íntima que permite abrirse a los demás, la poesía enriquece el diálogo que cataliza todo progreso humano y es más necesaria que nunca en tiempos turbulentos. Ello es especialmente cierto para los pueblos indígenas, cuyas lenguas y culturas se ven cada vez más amenazadas, en particular por el desarrollo industrial, el cambio climático y los conflictos. Para estas comunidades, la poesía desempeña un importante papel en el mantenimiento de la diversidad lingüística y cultural y en la conservación de la memoria.
En este contexto local y mundial, expreso a Luis Cernuda, mi paisano, el más sincero agradecimiento a su obra, porque siempre reconozco el trabajo que hizo con amor desde su alma exiliada, tan lejos de sus primaveras en Sevilla, cuando escribía estas palabras desde la sordidez de Escocia, que le llevaban a recordar entrañablemente su niñez y juventud en esta ciudad, en la que Stefan Zweig siempre pensó que se podía ser feliz. Aprendí de él algo muy importante que pidió a sus paisanos en esta sacrosanta ciudad: el reconocimiento a su trabajo bien hecho y envuelto en bellas palabras, que siempre lo merece ahora y en cualquier estación del año: «más el trabajo humano, con amor hecho, merece el reconocimiento de los otros». No lo olvido en este tiempo tan difícil y complejo, porque hoy día me duele todavía que su país y sus paisanos olvidemos algo simbólico que nos enseñó él a comprenderlo: el valor intrínseco de la poesía, de la prosa poética, porque la primavera, por ejemplo, llama a nuestros sentidos, y a través de ellos a nuestro corazón, adonde entra templando nuestra sangre e iluminando nuestra mente. ¿Existe algo más bello?
Finalizo esta reflexión especial con un ejemplo del trabajo bien hecho de Mozart al ensalzar también la primavera, en una obra dedicada a Haydn en 1785, en un cuarteto recogido en su catálogo como No. 14 K. 387 in Sol mayor, fruto de un largo y laborioso trabajo, según sus palabras, del que he elegido el tercer movimiento (Andante cantabile), De la primavera, como homenaje al compositor salzburgués, interpretados por un cuarteto nacido en aquella ciudad, Hagen Quartet, que lo expresa de forma especial. Una delicia, en un día en el que la entrada de la nueva estación se celebra con una espera y esperanza sentidas. Para seguir viviendo y construyendo un mundo diferente, más amable, más cercano, más humano.
(1) Cernuda, Luis, La Primavera, en Ócnos (Poesía completa, vol. I), Madrid: Siruela, 1993.
NOTA: El 27 de diciembre de 2018, el Estado adquirió por 10.000 euros, en el remate final de una subasta de Durán, el Retrato de Luis Cernuda, 1932 (O/L, 65 x 55 cm.), pintado por Ramón Gaya: “Se ofrecía, también de su mano, un dibujito previo, a tinta, muy sencillo, pero como una especie de primera idea o boceto del óleo (23 x 18,5 cm.), fechado también en 1932. Ambos habían estado presentes en la muestra Entre la realidad y el deseo. Luis Cernuda 1902-1963, en la Residencia de Estudiantes en Madrid y en el Convento de Santa Inés en Sevilla, en 2002, y aparecían también, con otras piezas que se subastaban, en el libro A una verdad. Luis Cernuda (Sevilla-Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1988), edición coordinada por Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet. Ambos fueron vendidos por los precios iniciales, 10.000 euros el óleo y 3.000 la tinta, y en ese precio fueron adjudicados al Estado cuando ejerció su derecho”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Sevilla, 19 de marzo de 2023, festividad de San José
Este día pone siempre en movimiento la moviola de mi vida, porque llevo un nombre no inocente en la España que nací, una fusión de José y Antonio, de feliz memoria por sus orígenes, los nombres de mi padre y padrino, respectivamente. Hoy, festividad de San José, según el santoral católico, apostólico y romano, tomo conciencia de que este hoy es siempre si atendemos al hecho de la celebración del recuerdo de una persona que tuvo un papel muy importante en los relatos ancestrales de la humanidad y que varias veces he hablado de él en este cuaderno digital, porque -la verdad sea dicha- es un personaje singular y muy curioso.
Personalmente, cada año me aproximo a su realidad humana para intentar comprender este relato que, humanamente hablando, es difícil de entender y explicar. Celebrar este día durante setenta y cinco años me demuestra que cada hoy es un paso más en el camino de siempre, en el cada día de mi vida. Desde aquel edulcorado San José con su vara de nardo en la mano derecha, de mi niñez rediviva, estático y mudo, de las estampas que se intercambiaban en festividades religiosas de todo tipo, al que ahora muestro en mi alma de secreto como un ayo –como lo representa Georges de la Tour– o tal y como lo sintió y escribió Teresa de Jesús en su Libro de la Vida (6, 6-8): “a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas [las peticiones], y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía nombre de padre siendo ayo, le podía mandar-, así en el Cielo hace cuanto le pide”. José, el carpintero de Nazareth, siempre ocupó una segunda fila en la historia más sorprendente y jamás contada bien. Era la pareja oficial de María, asunto que me ha emocionado en muchas ocasiones al describirlo así, a pesar de que la historia lo ha encumbrado siempre a los altares.
Un año más, lo he vuelto a sentir así contemplando tres óleos de Georges de La Tour, El pensamiento o sueño de San José, El recién nacido y San José carpintero, atendiendo a la trayectoria vital del protagonista del relato histórico sobre José. En el primer óleo, aparece maravillosamente reflejada la humanidad plena de José, su desconcierto existencial. En el segundo, en pleno nacimiento de Jesús, no aparece José por ningún sitio porque realmente nunca fue protagonista presencial de esta historia mágica, probablemente porque asumió como nadie el papel de “ayo”, tal y como se recoge en el tercer óleo, enseñándole a su “hijo” el trabajo de carpintero. En estos cuadros sobrecoge el silencio y la austeridad tan bellamente retratadas por el pintor: “Sus célebres “noches”, de aparente simplicidad, silenciosas y conmovedoras, dan vida a personajes que surgen con magia en espacios sumidos en el silencio, de colorido casi monocromo y formas geometrizadas. La total inexistencia de halos u otros atributos sacros, así como los tipos populares empleados, justifican la lectura laica que a veces se ha hecho de sus nocturnos en obras como La Adoración de los pastores del Louvre o El recién nacido de Rennes” (1). Sin medallas, sin atributos laicos ni sacros. Sin collares o anillos. Sin nada, solo con el regalo precioso del silencio sonoro de la noche y contemplando a un niño que José intentaba querer como suyo, siendo sólo ayo, rodeado de confusión y misterio.
La palabra “ayo” ha evolucionado también con el paso de los tiempos, aunque su significado profundo se ha mantenido siempre en el terreno de la responsabilidad en el ámbito de la educación: persona encargada en las casas principales de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación. José se transforma así en un educador nato, aunque desde el principio sólo correspondía su estatus a las clases sociales altas, hasta que Teresa de Jesús lo apea de su santa peana. Su papel en la historia sempiterna, de siempre, en el santoral, me parece sorprendente, como lo era para Teresa de Jesús, porque como cuidador de una mujer y de un niño de nombre Jesús, de una prudencia benedictina, un compañero de vida, un artesano carpintero, era tenido en cuenta por Dios ya que le atendía siempre en todas sus peticiones, con especial relevancia en el espectro de su santoral querido, que era amplio: “Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo se hiciese muy curiosamente y bien, aunque con buen intento. […] Paréceme, ha algunos años, que cada año en su día le pido una cosa y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. […] Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial personas de oración siempre le habían de ser aficionadas, que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los Ángeles, en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó en ello. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará en el camino” (Libro de la Vida, 6,7).
He querido hoy resaltar la figura de José de Nazareth de nuevo, como protagonista de un relato multisecular, dueño de sus silencios, aunque fuera un secreto a voces la asunción de su papel en la historia difícil de María y en la suya propia, según la tradición católica. Como he manifestado en otras ocasiones, me gusta recordarlo despojado de su santidad, ocupando su sitio en la historia, básicamente como un hombre humilde, trabajador y bueno, con un profundo respeto a María, una persona que la historia ha colocado en un sitio muy especial, difícilmente entendible si te falta la fe que nos enseñaron nuestros mayores, como le gustaba decir a Antonio Machado. Creo, sinceramente, que fue un buen compañero. Hoy, comprendo mejor que nunca las palabras de Teresa de Jesús en el libro de su vida dedicadas a las personas que deberían ser “aficionadas” a San José: “no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos”.
Michel Corrette (1709-1795), José es un buen compañero (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.
Una cosa más. Mi admirado escritor uruguayo Eduardo Galeano, tantas veces citado en este cuaderno digital y profesor excelso en la escuela del mundo al revés, ensalzó en su libro «Mujeres» la figura de Teresa de Jesús unida a la de Juana Inés de la Cruz, mejicana, siempre -ambas- con los pies en el suelo: «Como Teresa, Juana escribía, aunque ya el sacerdote Gaspar de Astete había advertido que a la doncella cristiana no le es necesario saber escribir, y le puede ser dañoso. Como Teresa, Juana no sólo escribía, sino que, para más escándalo, escribía indudablemente bien. En siglos diferentes, y en diferentes orillas de la misma mar, Juana, la mexicana, y Teresa, la española, defendían por hablado y por escrito a la despreciada mitad del mundo». Teresa de Jesús comprendió bien la tarea ardua de José y no lo olvidó a lo largo de su vida, escribiendo cosas muy humanas e interesantes para la posteridad.
Es lo que al fin y al cabo he pretendido hoy al escribir sobre mi «santo», de nombre José, una persona estupenda, que decimos hoy, un buen compañero.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
La inmortalidad de los relojes hizo lo suyo. Hoy murió Jorge Edwards testigo atento de su época. Persona grata, y ahí están sus libros para recordarlo. Nuestra vida cultural lo echará de menos. Saludos y condolencias a su familia.
Gabriel Boric, Representante gubernamental de Chile, 18 de marzo de 2023 (leído en Twitter)
Sevilla, 18/III/2023
Ayer falleció en Madrid el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards, a la edad de 91 años, Premio Nacional de Literatura de Chile en 1994 y, posteriormente, obteniendo un reconocimiento excelso en nuestro país a través de la concesión del premio Cervantes en 1999. No olvido su breve discurso en la ceremonia de entrega del citado premio en España, cuando dijo algo que descubría su persona de secreto como escritor: “Las circunstancias me obligaron a escribir, algunas veces, en contra de la corriente, de la moda, del pensamiento al uso, y traté de hacerlo con naturalidad, sin pretensiones, sintiendo que la escritura, antes que nada, es una forma de fidelidad, la exigencia de un acuerdo consigo mismo, y que uno tiene el derecho y quizás hasta la obligación de transmitir la experiencia a los demás. Todo el recorrido, en su desarrollo a veces accidentado, no ha sido actividad demasiado diferente, en realidad, que la del acompañante de don Quijote a la Cueva de Montesinos, el primo del Bachiller de las bodas de Camacho, hombre cuya profesión, según quiso contar, era la de humanista, y que había escrito una enumeración de setecientas y tantas libreas, aparte de unos Metamorfoseos y de un Suplemento. Después de todo, él tuvo la suerte de acompañar al Caballero de la Triste Figura hasta el borde mismo del abismo y de escuchar después, de primera mano, su deslumbrante relato. Nosotros también, a nuestra manera, hemos podido estar cerca de don Quijote, o de los Quijotes nuestros, locos y no tontos, y hemos escuchado sus extraordinarias historias. ¡Qué privilegio, y qué regalo!”.
Personalmente, no le conocí a fondo a través de su obra completa, sí de lo que narró por ejemplo en Persona non grata (1973), sus peripecias como encargado de negocios en la embajada de Chile en Cuba, como persona muy grata enviada por Salvador Allende para esa misión. Precisamente fue en esa obra donde supe de su relación con Pablo Neruda y así lo cité en este cuaderno digital, a propósito de una serie que dediqué al gran poeta chileno, Mascarón de proa / 9. Isla negra: cerrada y sellada: “A raíz del golpe de estado de Pinochet, el fatídico 11 de septiembre de 1973, todo cambió en Chile. Pablo Neruda estaba viviendo esos días en Isla Negra, rodeado de sus mascarones y mascaronas de proa y popa, que tantos recuerdos encerraban en sus cabezas rampantes. Estaba en cama, a consecuencia de su cáncer de próstata, cuando los soldados de Pinochet entraron en su casa por allanamiento, el 13 de septiembre, pronunciando Neruda una frase inolvidable y dirigida al oficial de aquella tropa cuando buscaban armas en el jardín: “Busque, nomás, capitán. Aquí hay una sola cosa peligrosa para ustedes. ¿Qué cosa?, le preguntó. ¡La poesía!”. Lo transcribo tal y como lo cuenta Jorge Edwards, amigo personal del poeta, en su libro, Adiós poeta [Pablo Neruda y su tiempo, biografía del premio Nobel chileno, 1990]”.
Jorge Edwards era también español, nacionalidad que le fue concedida en 2010 por carta de naturaleza, con vecindad civil de Derecho Común. Creo que a lo largo de tantas años de vida en nuestro país mereció finalmente el reconocimiento de persona muy grata para todos, para el arte, para la literatura, para la convivencia pacífica entre todos. Nos transmitió que la literatura y la cultura en general, en cualquiera de sus manifestaciones, nunca es peligrosa, porque libera las conciencias y la amplitud de miras en la sociedad donde se instala y reside. Lo comprendió bien a través de aquella frase de Neruda y porque “la escritura, antes que nada, es una forma de fidelidad, la exigencia de un acuerdo consigo mismo, y que uno tiene el derecho y quizás hasta la obligación de transmitir la experiencia a los demás”. ¡Descanse en paz, en su cielo particular!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
En un mundo en el que debemos manejar con asiduidad el principio de realidad, no viene mal recordar lo que grandes artistas nos han ofrecido con su realismo artístico llevado hasta las últimas consecuencias. Es el caso del fotógrafo melillense Andrés Gallego (Melilla, 1983), que se define de las siguientes formas: “He encontrado en la fotografía una forma de expresión personal, que me permite proyectar mis ideas y proyectos de una manera creativa y diferente. Gran amante de la fotografía en todas sus disciplinas, ha encontrado en el lenguaje visual la forma de crear mundos paralelos en el que se desarrollan diferentes historias que transportan al espectador a diferentes puntos de sus experiencias personales. Recibe sus principales influencias del mundo de la pintura clásica, obteniendo inspiración de grandes maestros como Velázquez, Caravaggio y Vermeer entre otros, así como de pintores más contemporáneos como Edward Hopper, sin olvidar el impacto directo de la obra de artistas como Eugenio Recuenco, LeTurk, Erwin Olaf y Gregory Crewdson”.
Amo la fotografía como la máxima expresión de fijación de instantes que nunca volverán a producirse y esa cápsula de tiempo es lo que embellece el arte de fotografiar la vida. En su obra destaca en estos días la serie dedicada a la esencia de Edward Hopper (1882-1967), en 22 imágenes, preparando una muestra de su arte para la feria de Ámsterdam en las que, al igual que el pintor americano, traslada en la imagen captada por su cámara el resultado de un proceso en el que se encarga de detallar, hasta límites increíbles, los grandes instantes de la vida de las personas corrientes, sobre todo la soledad, algo tan característico en la obra de Hopper. Contemplando las fotografías de Andrés Gallego, se recuerda inmediatamente al gran pintor Hopper, incluso se llega a confundir dónde empieza el arte de uno, la fotografía, cruzándose con el del otro, la pintura.
Cuando se cumplen tres años del comienzo del estado de alarma en nuestro país por la pandemia de la COVID-19, vuelvo a recordar a Hopper por un artículo que escribí sobre él unos quince días después de esta dura experiencia del confinamiento, en el marco de una serie inspirada en las famosas ventanas que figuraban a menudo en su obra, La ventana discreta / 4. Las metáforas se pueden pintar.Vean por qué y cómo lo recordaba en aquel tiempo tan difícil: “Edward Hopper fue el pintor de metáforas existenciales, un adelantado en su tiempo para expresar este recurso excelente de comunicación, fundamentalmente de situaciones humanas de soledad y espera en las que las ventanas, no sé si discretas, son las grandes protagonistas. Durante mi vida profesional, utilicé en alguna ocasión, en las presentaciones oficiales sobre estrategia digital, un cuadro suyo, Oficina en una ciudad pequeña, muy representativo de la estrechez de miras y soledades que a veces tenemos en la vida pública, perfectamente aplicable a la privada de todos los días. En tiempos difíciles de confinamiento, este cuadro es sugerente para interpretar cómo vivimos la soledad ante la realidad de lo que está ocurriendo.
Unos días después, en plena pandemia, volví a recordar a Hopper en una semblanza sobre su realismo mágico que era capaz de retratarnos a todos a través de su obra, Hopper nos retrató a todos: “Edward Hopper nos lleva frecuentemente de los ojos, de la mano también, para situarnos frente a ventanas y puertas de la vida cuando contemplamos sus obras, su realismo de eterna soledad y fría espera. Anoche, la televisión pública, una ventana no inocente, nos ofreció en el cierre del informativo 2 una referencia a un documental que el director Win Wenders ha recreado sobre determinadas obras de Hopper, que actualmente se pueden contemplar en la Fundación Beyeler, situándolo en el contexto tan cercano en el que nos ha instalado el estado de alarma y su largo confinamiento. Es muy interesante recrearse en sus personajes porque nos aportan algo que ya señalé en la serie que dediqué en este blog a la pandemia, en las primeras semanas de confinamiento: todos podemos ser en algún momento modelos de Hopper. Él abordaba con frecuencia la realidad de la espera en muchos cuadros con ventanas y puertas que suponen un respiro en la soledad de cada protagonista y en situaciones personales, familiares, de pareja, a modo de juego existencial en las que cada uno tenemos que buscar la mejor salida al conflicto de vivir confinados con virus o sin él. Los óleos representan muy bien nuestra situación actual, porque son retratos anticipados. Estamos muchas veces solos ante el peligro, en silencio y permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar, reflexionar y pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades. Parando un momento. Estamos viviendo todavía, durante el estado de alarma, en espacios cerrados frente al enemigo único, atrincherados, aunque siempre nos quedan ventanas amplias o pequeñas, desnudas, como invitando a saltar a través de ellas observando los cuadros de Hopper, porque no tienen limitación alguna, solo el vértigo existencial legítimo para trascenderlas y volver a la vida para recorrer las grandes alamedas de la desescalada en libertad”.
Edward Hopper, Sol de la mañana, 1955
En los días de “después” de cumplirse el tercer aniversario del confinamiento vinculado al estado de alarma decretado el 13 de marzo de 2020, Hopper y el fotógrafo Andrés Gallego nos invitan a través de sus óleos y fotografías, respectivamente, a reflexionar sobre nuestra situación actual en marzo de 2023, porque son retratos anticipados, porque como decía anteriormente “estamos muchas veces solos ante el peligro, en silencio y permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar, reflexionar y pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades”. Eso sí, parando un momento, aunque siempre nos queda la palabra para expresarnos cuando, frecuentando la soledad y el silencio, necesitamos la cultura de la pintura, como expresaba Hopper: “Si determinadas situaciones vitales pudiesen contarse con palabras no sería necesario pintar”. Igual, con las fotografías. La voz en off del documental citado de Win Wenders, finaliza con unas palabras inquietantes, que las recreo contemplando de nuevo algunos cuadros que tengo grabados en mi memoria de hipocampo: Hopper nos retrató a todos cuando éramos personajes vivientes de sus cuadros. Esa es, también, la gran lección profesional del fotógrafo Andrés Gallego y merece mi reconocimiento en este cuaderno de inteligencia digital que busca islas desconocidas, a través de sus 22 imágenes vivas de la vida tomadas en su proceso de construcción de instantes impregnados de la magia de su realismo mágico tan particular e íntimo.
Andrés Gallego, Sol de la mañana, 2023
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Chico y Groucho Marx, en una escena de Una noche en la ópera (1935)
Sevilla, 16/III/2023
El aleteo de una mariposa llamada Silicon Valley Bank,puede arrastrar situaciones imprevistas a nivel mundial, de consecuencias económicas incalculables: «la mayor caída de un banco en EE UU desde Washington Mutual en 2008 no es un suceso menor. Subestimar el potencial de las crisis para reproducirse o mutar, o el poder de la desconfianza como motor de destrucción ya ha dejado en el pasado malas experiencias. Por eso, la situación se antoja un dilema envenenado para los bancos centrales: si reducen las subidas de tipos y la inflación repunta, les culparán de ello. Y si las subidas de tipos continúan y la crisis bancaria se recrudece, también les apuntarán con el dedo. Susto o muerte».
En esta situación he recordado de nuevo un texto de mi querido Groucho Marx, que no tiene desperdicio y que publiqué en 2012 en este cuaderno digital, cuando estábamos atravesando la gran crisis financiera que se produjo por la caída de Lehman Brothers. Sirve para comprender muy bien el fondo de uno de los síntomas de la crisis desatada con la quiebra del Silicon Valley Bank y de Signature, aún cuando el texto se refiere, obviamente, a la crisis del 29. Pronuncia frases ingeniosas, como siempre. Para no alterar nada de su relato, extractado de su obraGroucho y yo, no quiero interpretar una sola de sus palabras. Creo que la frase que da título a este artículo, pronunciada por Max Gordon y actualizada por mí entre corchetes, se explica por sí sola.Estamos avisados.
«Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asuntillo llamado mercadeo de valores. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa agradable descubrir que era un negociante muy astuto. O por lo menos eso parecía, porque todo lo que compraba aumentaba de valor. No tenía asesor financiero. ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acci6n que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a 30 cuando se sabía que dentro del año doblaría o triplicaría su valor.
Mi sueldo semanal en Los Cuatro Cocos era de unos dos mil, pero esto era calderilla en comparación con la pasta que ganaba te6ricamente en Wall Street. Disfrutaba trabajando en la revista pero el salario me interesaba muy poco. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre el mercado de valores. Ahora cuesta creerlo pero incidentes como el que sigue eran corrientes en aquellos días.
Subí a un ascensor del hotel Copley Plaza en Boston. El ascensorista me reconoció y dijo:
-Hace un ratito han subido dos individuos, señor Marx, ¿sabe? Peces gordos, de verdad. Vestían americanas cruzadas y llevaban claveles en las solapas. Hablaban del mercado de valores y. créame amigo, tenían aspecto de saber lo que decían. No se han figurado que yo estaba escuchándoles pero cuando manejo el ascensor siempre tengo el oído atento. iNo voy a pasarme toda la vida haciendo subir y bajar uno de estos cajones! El caso es que oí que uno de los individuos decía al otro: “Ponga todo el dinero que pueda obtener en United Corporation”.
-¿Cómo se llaman esos valores? -pregunté.
Me lanzó una mirada burlona.
-¿Que le ocurre, amigo? ¿Tiene algo en las orejas que no le funciona bien? Ya se lo he dicho. El hombre ha mencionado la United Corporation.
Le di cinco dólares y corrí hacia la habitación de Harpo. Le informe inmediatamente acerca de esta mina de oro en potencia con que me había tropezado en el ascensor. Harpo acababa de desayunar y todavía iba en batín.
–En el vestíbulo de este hotel están las oficinas de un agente de Bolsa -dijo-. Espera a que me vista y correremos a comprar estas acciones antes de que se esparza la noticia.
–Harpo -dije- ¿estás loco? ¡Si esperamos hasta que te hayas vestido, estas acciones pueden subir diez enteros!
De modo que con mis ropas de calle y Harpo con su batín, corrimos hacia el vestíbulo, entramos en el despacho del agente y en un santiamén compramos acciones de la United Corporation por valor de 160.000 dólares, con un margen del 25 por ciento.
Para los pocos afortunados que no se arruinaron en 1929 y que no estén familiarizados con Wall Street, permítanme explicar lo que significa ese margen del 25 por ciento. Por ejemplo, si uno compraba 80.000 dólares de acciones, solo tenía que pagar en efectivo 20.000. El resto se le quedaba a deber al agente. Era como robar dinero.
El miércoles por la tarde, en Broadway, Chico encontró a un habitual de Wall Street, quien le susurró:
-Chico, ahora vengo de Wall Street y allí no se habla de otra cosa que del Cobre Anaconda. Se vende a ciento treinta y ocho dólares la acción y se rumorea que llegará hasta los quinientos. ¡Cómpralas antes de que sea demasiado tarde! Lo sé de muy buena tinta.
Chico corrió inmediatamente hacia el teatro con la noticia de esta oportunidad. Era una función de tarde y retrasamos treinta minutos el alzamiento del tel6n hasta que nuestro agente nos aseguró que habíamos tenido la fortuna de conseguir seiscientas acciones. ¡Estábamos entusiasmados! Chico, Harpo y yo éramos cada uno propietario de doscientas acciones de estos valores que rezumaban oro. El agente incluso nos felicitó: -No ocurre a menudo que alguien entre con tan buen pie en una compañía como Anaconda.
El mercado siguió subiendo y subiendo. Cuando estábamos de gira, Max Gordon, el productor teatral, solía ponerme una conferencia telefónica cada mañana desde Nueva York, solo para informarme de la cotización del mercado y de sus predicciones para el día. Dichos augurios nunca variaban. Siempre eran “arriba, arriba, arriba”. Hasta entonces yo no había imaginado que se pudiera hacerse rico sin trabajar.
Max me llamó una mañana y me aconsejó que comprara unos valores llamados Auburn. Eran de una compañía de automóviles ahora inexistente.
–Marx -dijo- es una gran oportunidad. Pegará más saltos que un canguro. Cómpralo ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Luego añadió:
-¿Por qué no abandonas Los Cuatro Cocos y olvidas esos miserables dos mil semanales que ganas? Son calderilla. Tal como manejas tus finanzas, aseguraría que puedes ganar más dinero en una hora, instalado en el despacho de un agente de valores, que los que puedes obtener haciendo ocho representaciones semanales en Broadway.
–Max -contesté- no hay duda de que tu consejo es sensacional. Pero al fin y al cabo tengo ciertas obligaciones con Kaufman, Ryskind, Irving Berlin y con mi productor, Sam Harris.
Lo que por entonces no sabía era que Kaufman, Ryskind, Berlin y Harris compraban también con margen y que finalmente iban a ser aniquilados por sus asesores financieros. Sin embargo, por consejo de Max, llamé inmediatamente a mi agente y le instruí para que me comprara quinientas acciones de la Auburn Motor Company.
Pocas semanas más tarde, me encontraba paseando por los terrenos de un club de campo con el señor Gordon. Grandes y costosos cigarros habanos colgaban de nuestros labios. El mundo era una delicia y el cielo asomaba en los ojos de Max. (Así como también unos símbolos del dólar.) El día anterior las Auburn habían pegado un salto de treinta y ocho enteros.
Me volví hacia mi compañero de golf y dije:
-Max ¿cuánto tiempo durará esto?
Max repuso, utilizando una frase de Al Jolson.
-Hermano, ¡todavía no has visto nada!
Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar. Un día, con cierta timidez, hablé a mi agente en Great Neck acerca de este fenómeno especulativo.
-No sé gran cosa sobre Wall Street -empecé a decir en tono de disculpa-, pero, ¿qué es lo que hace que esas acciones sigan ascendiendo? ¿No debería haber alguna relación entre las ganancias de una compañía, sus dividendos y el precio de venta de sus acciones?
Por encima de mi cabeza, miró a una nueva víctima que acababa de entrar en su despacho y dijo:
-Señor Marx, tiene mucho que aprender acerca del mercado de valores. Lo que usted no sabe respecto a las acciones serviría para escribir un libro.
-Oiga, buen hombre -repliqué-. He venido aquí en busca de consejo. Si no sabe usted hablar con cortesía, hay otros que tendrán mucho gusto en encargarse de mis asuntos. Y ahora, ¿qué estaba usted diciendo?
Adecuadamente castigado y amansado, respondió:
-Señor Marx, tal vez no se dé cuenta, pero éste ha dejado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial.
Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente. Esta mañana hemos recibido de la India un encargo para comprar mil acciones de tuberías Crane.
Con cierto cansancio, pregunté:
-¿Cree que es una buena compra?
-No hay otra mejor -me contestó-. Si hay algo que todos hemos de usar son las tuberías.
(Se me ocurrieron otras cuantas cosas más, pero no estaba seguro de que aparecieren en las listas de cotizaciones.)
-Eso es ridículo -dije-. Tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías.
– Solté una carcajada para celebrar mi salida, pero él permaneció muy serio, de modo que proseguí-. ¿Dice usted que desde la India le envían órdenes de compra de tuberías Crane? Hummm. Si en la lejana India piden tuberías, deben de saber algo sensacional. Apúnteme para doscientas acciones; no, mejor aún, serán trescientas.
Mientras el mercado seguía ascendiendo hacia el firmamento, empecé a sentirme cada vez más nervioso. El poco juicio que tenía me aconsejaba vender, pero, al igual que todos los demás primos, era avaricioso. Lamentaba desprenderme de cualquier acción, pues estaba seguro de que iba a doblar su valor en pocos meses.
En los diarios actuales leo con frecuencia artículos relativos a espectadores que se quejan de haber pagado hasta un centenar de dólares por dos entradas para ver My Fair Lady.
(Personalmente, opino que vale esos 100 dólares.) Bueno, una vez pagué 138.000 dólares por ver a Eddie Cantor en el Palace.
Todos sabemos que Eddie es un cómico estupendo. Incluso él lo reconoce sin ningún inconveniente. Tenía una revista maravillosa. Cantaba Margie, Ahora es el momento de Enamorarse y Si conociesen a Sussie. Mataba de risa al público con sus bromas características, y terminaba cantando Whoope. En resumen, era un exitazo. Tenía ese algo magnético que hace destacar a una estrella del montón anónimo.
Cantor era vecino mío en Great Neck. Como era viejo amigo suyo, cuando terminó la representación fui a verle a su camerino. Eddie es un conversador muy persuasivo, y antes de que yo pudiera decirle lo mucho que había disfrutado con su actuación, me hizo sentar, cerró rápidamente la puerta, miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie le escuchaba y dijo:
-¡Groucho, te adoro!
No había nada de peculiar en aquel saludo. Así es como la gente del teatro habla entre sí. En el teatro existe una ley no escrita respecto a que cuando dos personas se encuentran (actor y actriz, actriz y actriz, actor y actor, o cualquier otra de las variaciones y desviaciones del sexo) deben evitar cuidadosamente los saludos habituales de la gente normal. En cambio, deben abrumarse mutuamente con frases de cariño que, en otros sectores de la sociedad, suelen estar reservadas para el dormitorio.
-Encanto -prosiguió Cantor-, ¿qué te ha parecido mi espectáculo?
Miré hacia atrás, suponiendo que habría entrado alguna muchacha. Desdichadamente, no era así, y comprendí que se dirigía a mí.
-Eddie, cariño -contesté con entusiasmo verdadero-, ¡has estado soberbio!
Me disponía a lanzarle unos cuantos piropos más cuando me miró afectuosamente con aquellos ojos grandes y brillantes, apoyó las manos en mis hombros y dijo:
-Precioso, ¿tienes algunas Goldman-Sachs?
-Dulzura -respondí (a este juego pueden jugar dos)-, no sólo no tengo ninguna, sino que nunca he oído hablar de ellas. ¿Qué es Goldman-Sachs? ¿Una marca de harina?
Me cogió por ambas solapas y me atrajo hacia sí. Por un momento pensé que iba a besarme.
-¡No me digas que nunca has oído hablar de las Goldman-Sachs! -exclamó incrédulamente-. Es la compañía de inversiones más sensacional de todo el mercado de valores.
Luego consultó su reloj y dijo:
-Hum. Hoy es demasiado tarde. La Bolsa está ya cerrada. Pero, mañana por la mañana, muchacho, lo primero que tienes que hacer es coger el sombrero y correr al despacho de tu agente para comprar doscientas acciones de Goldman-Sachs. Creo que hoy ha cerrado a ciento cincuenta y seis… ¡y a ciento cincuenta y seis es un robo!
Luego Eddie me palmoteó una mejilla, yo le palmoteé la suya y nos separamos.
¡Amigo! ¡Qué contento estaba de haber ido a ver a Cantor a su camerino! Figúrate, si no llego a ir aquella tarde al teatro Palace, no hubiese tenido aquella confidencia. A la mañana siguiente, antes del desayuno, corrí al despacho del agente en el momento que se abría la Bolsa. Aflojé el 25% de 38.000 dólares y me convertí en afortunado propietario de doscientas acciones de la Goldman-Sachs, la mejor compañía de inversiones de América.
Entonces empecé a pasarme las mañanas instalado en el despacho de un agente de Bolsa, contemplando un gran cuadro mural lleno de signos que no entendía. A no ser que llegara temprano, ni siquiera me era posible entrar. Muchas de las agencias de Bolsa tenían más público que la mayoría de los teatros de Brodway.
Parecía que casi todos mis conocidos se interesaran por el mercado de valores. La mayoría de las conversaciones sólo hablaban de la cantidad que tal y tal valor habían subido la semana pasada, o cosas similares. El fontanero, el carnicero, el panadero, el hombre del hielo, todos anhelantes de hacerse ricos, arrojaban sus mezquinos salarios -y en muchos casos, sus ahorros de toda la vida- en Wall Street. Ocasionalmente, el mercado flaqueaba, pero muy pronto se liberaba de la resistencia que ofrecían los prudentes y sensatos, y proseguía su continua ascensión.
De vez en cuando algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela. Incluso Barney Baruch, el Sócrates de Central Park y mago financiero americano, lanzó una llamada de advertencia. No recuerdo su frase exacta, pero venía a ser así: “Cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse”.
Yo no estaba presente en la Fiebre del Oro del 49. Me refiero a 1849. Pero imagino que esa fiebre fue muy parecida a la que ahora infectaba a todo el país. El presidente Hoover estaba pescando y el resto del gobierno federal parecía completamente ajeno a lo que sucedía. No estoy seguro que hubiesen conseguido algo aunque lo hubieran intentado, pero en todo caso el mercado se deslizó alegremente hacia su perdición.
Un día concreto, el mercado empezó a vacilar. Unos cuantos de los clientes más nerviosos cayeron presas del pánico y empezaron a descargarse. Eso ocurrió hace casi treinta años y no recuerdo las diversas fases de la catástrofe que caía sobre nosotros, pero así como al principio del auge todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todo el mundo quiso vender. Al principio las ventas se hacían ordenadamente, pero pronto el pánico echó a un lado el buen juicio y todos empezaron a lanzar al ruedo sus valores, que por entonces sólo tenían el nombre de tales.
Luego el pánico alcanzó a los agentes de Bolsa, quienes empezaron a chillar reclamando los márgenes adicionales. Esta era una broma pesada, porque la mayor parte de los accionistas se habían quedado sin dinero, y los agentes empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Desdichadamente, todavía me quedaba dinero en el banco. Para evitar que vendieran mi papel empecé a firmar cheques febrilmente, para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Luego, un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y se derrumbó. Eso de la toalla es una frase adecuada, porque por entonces todo el país estaba llorando.
Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240.000 dólares. (O ciento veinte semanas de trabajo, a 2.000 por semana.) Hubiese perdido más, pero ese era todo el dinero que tenía. El día del hundimiento final, mi amigo, antaño asesor financiero y astuto comerciante, Max Gordon, me telefoneó desde Nueva York. En cinco palabras, lanzó una afirmación que, con el tiempo, creo que ha de compararse con las citas más memorables de la historia americana. Me refiero a citas tan imperecederas como “No abandonéis el barco”, “No disparéis hasta que veáis el blanco de sus ojos”, “¡Dadme la libertad o la muerte!”, y “Sólo tengo una vida que dar por la patria”. Estas palabras caen en una insignificancia relativa al ponerlas junto a la frase notable de Max. Pero charlatán por naturaleza, esta vez ignoró incluso el tradicional “hola”. Todo lo que dijo fue: ”¡Marx, la broma ha terminado!”. Antes de que yo pudiese contestar, el teléfono se había quedado mudo.
En toda la bazofia escrita por los analistas de mercado, me parece que nadie hizo un resumen de la situación de una manera tan sucinta como mi amigo el señor Gordon. En aquellas cinco palabras lo dijo todo. Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, refiere la compañía.
Si mi agente hubiese empezado a vender mis acciones cuando empezaron a tambalearse, hubiese salvado una verdadera fortuna. Pero como no me era posible imaginar que pudiesen bajar más, empecé a pedir prestado dinero del banco para cubrir los márgenes que desaparecían rápidamente. Las acciones de Cobre Anaconda (recuerda que retrasamos treinta minutos la subida del telón para comprarlas) se fundieron como las nieves del Kilimanjaro (no creas que no he leído a Hemingway), y finalmente se estabilizaron a 2 ,7/8. La confidencia del ascensorista de Boston respecto a la United Corporation se saldó a 3,1/2. Las habíamos comprado a 60. La función de Cantor en el Palace fue magnífica y de tanta calidad como cualquier actuación en Broadway. Pero, ¿Goldman-Sachs a 56 dólares? Eddie, cariño ¿cómo pudiste? Durante la máxima depresión del mercado, podía comprárselas a un dólar la acción».
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Adagietto de la Sinfonía nº 5 de Gustav Mahler, en la Banda Sonora Original de Muerte en Venecia, 1971
Sevilla, 14/III/2023
Para no ser mudos, hay que empezar por no ser sordos.
Eduardo Galeano
Hoy se cumplen tres años de la entrada en vigor del confinamiento por la declaración del estado de alarma en el país, debido a la pandemia de la COVID-19. Hemos recorrido tres años muy difíciles y estamos constatando a diario que queda todavía mucho por reconstruir en el Estado y en el mundo en general, como consecuencia de la pandemia, agravado todo por la invasión de Ucrania, un año después, por si nos faltaba algo en este mundo al revés.
Por este motivo, vuelvo a compartir el artículo que publiqué el 14 de marzo de 2020, El músico de Venecia y el coronavirus, cuando iniciábamos un camino hacia ninguna parte por el desconcierto mundial en el que nos movíamos a diario. Fue el comienzo de una larga serie de artículos que más adelante recopilé en una publicación transida de esperanza, La ventana discreta, en la que me asomaba a un mundo nuevo, lo que se dio en llamar “la nueva normalidad” y que justificaba así en el Prólogo: “Estamos viviendo momentos difíciles con la expansión del coronavirus y los blogueros también tenemos una responsabilidad social ante esta situación. Es un aviso para navegantes actuales la importancia que tiene estar bien informados, con una responsabilidad transcendental de los poderes públicos en este caso. Necesitamos disponer de un plan de comunicación a nivel de Estado mediante el que se pueda disponer de la información exacta, veraz y objetiva hasta los límites que sea necesario conocer sin mezcla de mentira alguna. ¡Es el interés general!, tan cuidado por nuestra Constitución. Es la mejor vacuna en estos momentos porque la proliferación de noticias, algunas de ellas falsas e interesadas, está creando un tejido crítico de alta preocupación y desasosiego”. Era un auténtico aviso para navegantes en una situación que se avecinaba como muy conflictiva y preocupante”
Leo de nuevo el artículo citado y pienso que la cita de la literatura que figura al principio, sigue siendo una metáfora sobre la realidad de la vida de nuestros antepasados, que intentaron abordar épocas difíciles en las que el mal asolaba la humanidad y en las que se ha dejado para la posteridad un mensaje de la importancia de dar sentido a la vida, que es lo que más importa ante avisos tan importantes para navegantes, a pesar de lo que decía Groucho Marx con su sabiduría mordaz: “¿Por qué debería preocuparme de la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”. De todas formas, en aquella ocasión tan dura y desconocida, planteé la opción de entrar en la clínica del alma de cada casa, la biblioteca, para refugiarnos en la literatura y en la música. Decía en aquella ocasión que “Hoy ya no se habla de ir a lazaretos sino de permanecer en nuestras casas el tiempo que sea necesario hasta que el coronavirus se dé por controlado y se autorice la vuelta a la vida normal, acompañados en el caso de Sevilla por su calor tradicional de primavera y verano, porque “aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo también con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen. Aquello se justificaba porque Zweig escribió en aquella ocasión algo sorprendente para el alma de Andalucía y Sevilla: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”. Me acompañó también la música, en un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que sigo escuchando siempre con atención reverencial. Quizá me ayuda todos los días a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, “aquí [en Sevilla] se puede ser feliz”, tras una experiencia de juventud en esta ciudad. Lo hago extensivo a un sueño que persigo como si fuera una realidad: aquí, en el lugar del mundo en que cada uno vive, se puede ser feliz.
Hoy se cumplen tres años exactos de la entrada en vigor del estado de alarma y, como consecuencia de ello, de los confinamientos más extremos que ha conocido este país desde la guerra civil del siglo pasado. Durante este tiempo me he seguido esforzando en conocer la verdad de lo que ha ocurrido, con el objetivo de emitir juicios bien informados, lejos de músicos celestiales, como el de Venecia, que no han reconocido la gravedad de la epidemia en beneficio propio y lejos del interés general. El que quiera entender que entienda, porque hoy pocas palabras bastan.
(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.
Una pregunta de Gustav von Aschenbach en Muerte en Venecia, la obra inolvidable de Thomas Mann, a un músico que pasa junto a él pidiendo la voluntad, “¿Por qué desinfectan Venecia?” y la respuesta a la misma, “Está indicado por el calor y el siroco”, me han recordado -en este confinamiento legal y preventivo que estamos viviendo- la necesidad de que conozcamos en cada momento la verdad de lo que está pasando con el coronavirus, tal y como lo vengo expresando los últimos días. La insistencia de Aschenbach, que no se cree lo que le ha dicho el músico, traduce la inquietud legítima que tenemos en la sociedad por saber la realidad de lo que nos rodea por muy cruda que sea.
“¿De manera que no hay ninguna epidemia en Venecia?”, pregunta Aschenbach. “¿Una epidemia?”, contesta el músico de manera desafiante. “¿Qué epidemia va a haber? ¿Es epidemia el siroco? ¿Acaso es una epidemia nuestra Policía? ¡Usted bromea! ¡Una epidemia! ¡No diga usted eso! Sólo se trata de una medida de previsión policial. ¿Entiende usted? Una disposición en vista del tiempo bochornoso”.
Salvando lo que haya que salvar hoy, podemos cambiar la palabra siroco por coronavirus o policía por el estado de alarma y el acto de previsión policial como una medida para evitar mayores contagios y de previsión para contener en lo posible males mayores. El escritor Gustav von Aschenbach, uno de los protagonistas de la obra de Thomas Mann, prefirió abrazar el amor cerca de Tadzio desoyendo todas las recomendaciones para preservar su salud en una ciudad donde el cólera indio hacía estragos.
Esta cita de la literatura que tanto nos ha hecho reflexionar, es una metáfora sobre la realidad de la vida de nuestros antepasados que han intentado abordar épocas difíciles en las que el mal ha asolado la humanidad y en las que se ha intentado dejar para la posteridad un mensaje de la importancia de dar sentido a la vida, que es lo que más importa ante avisos tan importantes para navegantes.
El confinamiento en las casas impuesto por el Estado puede ser una buena oportunidad para acudir a la literatura y encontrar en ella un remanso de paz en el rincón de pensar que cada uno elija libremente en su casa. Hoy ya no se habla de ir a lazaretos sino de permanecer en nuestras casas el tiempo que sea necesario hasta que el coronavirus se dé por controlado y se autorice la vuelta a la vida normal, acompañados en el caso de Sevilla por su calor tradicional de primavera y verano, porque “aquí se puede ser feliz”. Así se expresaba Stefan Zweig en su visita a Sevilla en 1905, cuando comenzaba a despertar el siglo XX. Leo también con atención las páginas dedicadas a esta ciudad en un libro suyo muy interesante, De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia (1), escritas por un joven de veinticuatro años, buscando rincones que ya conocía por la obra de Mozart, pensando que la barbería de Fígaro iba a devolverle la comprensión de la relación de Don Juan y Carmen.
En estos días difíciles sigo leyendo a Stefan Zweig en la obra citada y sus palabras se graban en mi cerebro como el mejor bálsamo para tiempos complejos y de turbación: “¿no es una maravilla el hecho de que los hombres y el destino trabajen juntos durante siglos para construir una ciudad, y al final resulte una sonrisa en el rostro de la vida?”. Me acompaña también un “momento estelar de la humanidad” que sobrecogió a Zweig, la resurrección de Händel a través de su obra magna “El Mesías”, que escucho con atención reverencial. Quizá me ayude a comprender bien y en toda su extensión esa frase rotunda de Zweig, “aquí [en Sevilla] se puede ser feliz”, tras una experiencia de juventud en esta ciudad.
Con ella me quedo hoy a pesar de todo y porque necesito conocer la verdad de lo que está ocurriendo, lejos de músicos celestiales como el de Venecia que no la reconocen.
(1) Zweig, Stefan (2015). De viaje II: Francia, España, Argelia e Italia. Madrid: Sequitur.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Ida Vitale y cartel promocional del documental Ida Vitale (2022) / Fotocomposición del autor
Sevilla, 14/III/2023
La poeta uruguaya Ida Vitale ha viajado desde Montevideo a Málaga, a sus 99 años de edad, para presentar en el Festival de Málaga, en su 26ª edición, un documental que lleva por título su nombre y apellido, Ida Vitale (2022), rodado por la directora también uruguaya, María Arrillaga, manifestando en el acto de presentación y proyección del mismo, el pasado sábado 11 de marzo, algo que me ha hecho reflexionar sobre uno de los grandes principios de la vida: “Solo hay una cosa más importante que la palabra, la música”. No es la primera vez que la cito en este cuaderno digital, porque con ocasión de la celebración del Día del Libro 2019, se hizo una promoción oficial del mismo, junto a un acto especial, la entrega del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2018, en la que figuraba una frase suya que también me conmovió: “Hay libros que nos tienen en cuenta, ven en nosotros lo que de nosotros ignoramos. Descubrirlos es un placer duradero”.
La prelación de la música sobre la palabra hay que entenderla en el contexto en que lo dijo durante su estancia y presencia en el Festival, tal y como lo ha recogido el artículo de elDiario.es de hoy dedicado a ella: “Para Ida Vitale es la palabra lo único que puede ordenar el caos del mundo. Las únicas reglas que realmente funcionan son las ortográficas, y quizás por ello considera que el cine está un paso por encima de la literatura. Lo dice delante de la directora y volviendo a tirar de ironía. “En el cine justamente la palabra es lo que menos cuenta. En el cine son las imágenes las que se suceden, y la palabra puede ser suplida. Delante suyo (y señala a la directora) no puedo decir que la palabra es más importante que la imagen… Igual que delante de un pintor tampoco debería decirlo. Solo hay una cosa que es más importante que la palabra, y es la música. Eso sí, la buena música”.
Aunque comparto el fondo de lo que expresa Ida Vitale, en determinados momentos existenciales, sigo defendiendo que por encima de todo está la palabra, porque es la esencia de la identificación más exquisita de los seres humanos. Me reafirmo segundo a segundo de mi vida porque la grandeza del ser humano radica en demostrar a través de la inteligencia que lo biológico (la biosfera) solo tiene sentido cuando va hacia adelante y se completa en la malla pensante de la humanidad, en la malla de la inteligencia (la Noosfera). En definitiva, una de las tesis principales de mi maestro de juventud, Teilhard de Chardin, radicaba en llevar al ánimo de los seres humanos la siguiente investigación: estamos “programados” para ser inteligentes, para hablar. Todavía hoy me sobrecoge el descubrimiento de Selam (paz), al que dediqué un post específico en este cuaderno digital en 2006, la niña de Dikika, cuando se valoró la localización de su hueso hioides como un hallazgo trascendental para conocer el origen del lenguaje en el “equipo” de fonación pre-programado en los seres humanos, a diferencia de los chimpancés y macacos más próximos en nuestros antepasados (siempre se ha dicho -desde el punto de vista científico y hasta con cierto desdén- que los monos no hablan): “Y lo que me ha llamado la atención poderosamente, desde la anatomía de estos fósiles, ha sido el hallazgo de un hueso, el hioides [Hueso impar, simétrico, solitario, de forma parabólica (en U), situado en la parte anterior y media del cuello entre la base de la lengua y la laringe], que es el auténtico protagonista, porque su función está vinculada claramente a una característica de los homínidos: el hioides permite fosilizar el aparato fonador, es decir, hay una base para localizar la génesis del lenguaje, aunque tengamos que aceptar que el grito fuera la primera seña de identidad de los australopitecus afarensis”. Nunca sabremos si Selam, que cumpliría hoy tres mil millones, trescientos mil años, dijo alguna vez ¡mamá!, aunque su hueso hioides nos permite vislumbrar que sí habló.
En definitiva, lo expresado por Ida Vitale es sólo la constatación de que tanto la palabra como la música son una obra humana y que el orden de valoración que tengamos sobre ellas no es lo importante, no altera la quintaesencia de los seres humanos, el “producto” final, porque reitero que estamos “programados” para ser inteligentes, para hablar, para componer música, para disfrutarla. Para los investigadores y personas con fe, la posibilidad de conocer el cerebro es una posibilidad ya prevista por Dios y que se “manifiesta” en estos acontecimientos científicos. Para los agnósticos y escépticos, la posibilidad de descubrir la funcionalidad última del cerebro no es más que el grado de avance del conocimiento humano debido a su propio esfuerzo, a su autosuficiencia programada. Sería fácil comprender entonces el gran adagio sobre la música, expresado…, eso sí, con palabras, porque es compañera en la alegría, pero también medicina para el dolor: musica laetitiae comes, medicina dolorum. Incluso para comprender el sinsentido de las guerras.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Uno de cada tres NNA [niños, niñas y adolescentes] sufre pobreza de forma persistente vive en Andalucía
Sevilla, 13/III/2023
Cuando comencé a escribir páginas en este cuaderno digital, hace ya casi dieciocho años, declaré que quería cumplir varios objetivos y uno de ellos fue que sirviera de expresión de mi compromiso intelectual y social a través de un blog, un medio digital que se difunde a la Noosfera, la malla pensante o inteligencia colectiva y conectiva de la Humanidad. En este largo periodo de vida, he publicado 2.218 artículos, contando el de hoy, donde la pobreza infantil ha ocupado siempre un sitio especial, lo que llamo la “amura de babor” de mi embarcación preferida, La isla desconocida, la carabela imaginaria de José Saramago en su cuento de la isla desconocida. Esa es la razón de por qué vuelvo a escribir hoy sobre una situación social en nuestro país, en mi Comunidad, Andalucía, concretamente sobre la pobreza infantil en todas sus manifestaciones posibles, ahora con un enfoque diferente, saber cuánto cuesta esta situación social tan lacerante.
Para poder aproximarnos a esta realidad y poder emitir juicios bien informados, se acaba de publicar un informe muy interesante y prolijo en datos, El coste de la pobreza infantil en España, que deberíamos conocer con detalle las personas pre-ocupadas, con guion, de la situación de niños y niñas en nuestro país, en mi Comunidad, Andalucía. Se ha llevado a cabo bajo la coordinación del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil, impulsado por la Fundación “la Caixa” y en el que figuran como autoras del mismo, Olga Cantó, de la Universidad de Alcalá (Madrid) y Libertad González, de la Pompeu Fabra de Barcelona, en el que se resalta en la introducción algo muy importante, la importancia de la inteligencia colectiva, a la que también me he referido en bastantes ocasiones en este cuaderno digital: “El desarrollo social de un país se mide por la calidad de vida de sus ciudadanos y ciudadanas, especialmente la de sus niños, niñas y adolescentes (NNA). Si los hogares con NNA a cargo no pueden acceder a unas condiciones de vida dignas y a unos ingresos suficientes, las posibilidades de que una sociedad sea equitativa y cohesionada, a la vez que económicamente eficiente, se reducen. De esta manera, romper el círculo de la pobreza desde la infancia, además de ser una cuestión de justicia social, es de inteligencia colectiva”.
Prosigue la introducción explicando esta visión del problema que pocas veces se ha abordado, el impacto social y económico de la pobreza infantil en España, cuantificando los costes que esta supone para el país, de ahí su novedad: “Experimentar pobreza en la infancia limita las perspectivas educativas y laborales, a la vez que restringe las oportunidades y amplía las desigualdades sociales. Los niños y las niñas que han vivido situaciones de pobreza en edades tempranas tienen una mayor dificultad en la adquisición de habilidades básicas, un menor nivel de estudios, menos posibilidades de acceder a empleos cualificados, salarios más bajos, peor estado de salud, menor nivel de bienestar y un tejido más frágil de relaciones familiares y sociales. Crecer en un hogar en situación de pobreza o exclusión tiene efectos duraderos a lo largo de la vida de NNA. Estas consecuencias en la vida de NNA que se extienden a la edad adulta no son solo individuales, sino que se traducen en consecuencias para el conjunto de la sociedad y tienen, además, un elevado impacto económico. Este impacto se traduce enuna cifra sorprendente: 63.079 millones de euros de coste, unos 1.300 euros por persona, una magnitud que equivale al 5,1% del PIB español de 2019”.
A través de cinco capítulos y una conclusión, se aborda el problema de cuánto cuesta la pobreza infantil en España desde diversas perspectivas de sumo interés general: la importancia de conocer el coste de la pobreza infantil, cómo es la pobreza infantil en este país, a través de diversas claves para estimar su coste como fenómeno multidimensional y dinámico, así como el análisis de la década perdida (2008-2018) y sus consecuencias sobre la pobreza infantil; el coste real de la pobreza infantil en España, con sus costes asociados a la situación laboral y al estado de salud, para saber cuánto cuesta esta realidad lacerante, así como los factores a tener en cuenta para el diseño de políticas que reduzcan la pobreza infantil: edad de los niños, niñas y adolescentes, la situación laboral de los padres y madres, el nivel de estudios de los padres y madres, el tipo de hogar y, finalmente, su distribución territorial.
Cómo botón de muestra de la importancia de este informe, ha escogido un gráfico que se expresa por sí mismo y en el que figuran los datos de aproximación al coste real de la pobreza infantil en nuestro país:
Como he analizado en artículos anteriores, la situación de la pobreza infantil en Andalucía ha ocupado muchas páginas de denuncia en este cuaderno digital. Concretamente, cuando publiqué en 2020 el titulado, Pobreza familiar e infantil en Andalucía: ¿hasta cuándo hay que esperar soluciones?, fijé una cuantificación de pobreza infantil en Andalucía que se aproximaba a más de 800.000 niños y niñas en esta situación, uno de cada tres niños en este país en situación de pobreza, que tiene su correlación con la descrita en el informe que se acaba de publicar por el Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. Una vez más y con ocasión de este informe, se vuelve a reflejar esta situación, extremadamente preocupante en esta Comunidad, tal y como se aborda en el mismo a través del apartado dedicado a la distribución territorial de la pobreza infantil en España, donde Andalucía vuelve a ocupar el primer puesto en 2019, aunque es justo señalar que ha bajado siete puntos en relación con la que tenía en 2006, apreciándose que tanto en la Comunidad de Madrid como en Cataluña ha ocurrido lo contrario, con un incremento notable de la citada pobreza en la relación de 2019 respecto de 2006: “Uno de cada tres NNA que sufre pobreza de forma persistente vive en Andalucía, sin que las regiones más ricas se distancien del retrato anterior, ya que uno de cada cuatro NNA que estuvieron en situación de pobreza más de tres años seguidos vivía en Cataluña o en la Comunidad de Madrid”.
Como conclusión del informe interesa destacar algunos aspectos esenciales para comprender bien el problema, en el sentido de que “combatir la pobreza infantil además de ser una cuestión de justicia social, es también de inteligencia colectiva. Crecer en pobreza tiene costes a largo plazo, no solo a nivel individual, sino también para el conjunto de la sociedad. Además, estos costes aumentan si la experiencia de la pobreza es más severa, persistente o se da en un contexto de mayor desigualdad”. Tal y como se ha podido comprobar en el gráfico anterior, la realidad expuesta supone “un coste de, como mínimo, 63.079 millones de euros al año, que se traducen en unos 1.300 euros anuales por persona. Esta magnitud equivale al 5,1% del PIB de 2019 o, dicho de otra manera, el PIB español de ese año hubiera sido un 5,1% más elevado de no ser por los altos niveles de pobreza infantil. Esta cifra se sitúa muy por encima de la tasa de crecimiento anual media del PIB en nuestro país. Por lo tanto, mantener una pobreza infantil elevada no solo es injusto, sino que es claramente ineficiente. Calcular el coste de la pobreza infantil nos permite dimensionar mejor la inversión y las medidas necesarias para combatirla. La cifra elevada que se desprende de la estimación del coste en este estudio indica que la inversión destinada a combatir la pobreza infantil, si se hace de forma eficiente y desde edades tempranas, tiene un alto retorno económico y social para nuestro país”.
Como he afirmado en muchas ocasiones en este cuaderno digital al publicar este tipo de informes, ahí están los datos anteriormente expuestos, desnudos, que se deben conocer leyendo el citado resumen ejecutivo, junto a la gran pregunta que nos compromete a todos, qué hacer en una contraescuela del mundo al revés en nuestro país. En mi Comunidad Autónoma. Personalmente, lo tengo claro: compartir con datos, que sólo con un gobierno de Estado o Comunidad Autónoma, pre-ocupado (así, con guion) por la desigualdad actual económica, laboral y social en la población, no cualquier gobierno, porque todos no son iguales, que dicte leyes con urgencia para solucionar esta situación transformando la sociedad española, podremos avanzar en derechos y libertades que mejoren las condiciones de vida para salir de la pobreza en cualquiera de sus estadios, que afectan a millones de ciudadanos en este país, de andaluces y andaluzas, niños y niñas sobre todo, los más desfavorecidos, los pobres severos, los nadies. Para el presente y para el futuro más próximo, porque la realidad terca es que Andalucía sigue presentando datos muy preocupantes de pobreza y exclusión social, que afecta sobre todo a los niños y niñas de la Comunidad, sin olvidar a todos los niños y niñas, adolescentes también, sin excepción alguna, de este país tan controvertido.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Las películas son sueños que jamás olvidarás, ¿sabes?…
Steven Spielberg, Los Fabelman
Sevilla, 12/III/2023
Unas horas antes de que se inicie la ceremonia de la entrega de los Óscar 2023, quiero hacer un pequeño homenaje personal a Steven Spielberg que, por cierto, también cuenta con siete nominaciones en este certamen por su película Los Fabelman, con unguion basado en la historia de sus padres y su hermana, una familia judía, que llega a los Estados Unidos de los años 50 y 60, huyendo de la invasión nazi, ideada y rodada en el marco de la pandemia mundial de la COVID-19. Si lo hago hoy, es para recordar que su cine ha estado marcado siempre por su vida, sobre todo por el niño que fue, como tantas veces nos recordó José Saramago que no lo olvidáramos en la vida cotidiana de cada uno, de cada una, de todos, porque a mí me interesa mucho cómo el cine es capaz de recordarnos, como ocurría en aquella película extraordinaria de Bertrand Tavernier, Hoy comienza todo, basada en un guion de Dominique Sampiero, que aunque sea cierto que “hoy comienza todo”, sobre todo para los niños y niñas, en verdad, todo se parece al amor digno que nos conmueve, es decir, que nos perturba, inquieta, altera, que nos provoca situaciones placenteras que consuelan a nuestra persona de secreto con fuerza y eficacia, día a día, afectando de lleno nuestros sentimientos y nuestras emociones.
Esto ocurre, al fin y al cabo, porque aspiramos siempre a descubrir nuestra mejor historia y Spielberg se ha encargado de contarnos la suya, de fondo, en más de cien ocasiones, con títulos inolvidables entre los que destaco La lista de Schindler, sin ir más lejos. ¡Cómo no recordar la banda sonora de aquella película, compuesta por John Williams, con la interpretación memorable, al violín, de su tema principal, por parte de su gran amigo de vida y creencias, Itzhak Perlman, uno de los mejores violinistas de la historia de la música que aún comparte vida con nosotros! Escucharlo y sentirlo al mismo tiempo nos permite comprender que, efectivamente, el hombre, si quiere, no es un lobo para el hombre, porque todo lo humano no nos es ajeno (Terencio), es más, nos pertenece.
El reconocimiento que recibió el pasado mes de febrero, el Oso de Oro de Honor durante la 73 edición de la Berlinale, creo que corrobora estas palabras de admiración, en el sentido aristotélico más puro, hacia un contador de historias desde la óptica del niño sensible que lleva dentro. Él, con su humildad característica, lo justificó en breves palabras: “Algo debo haber hecho bien en la vida si estoy aquí, ante ustedes, recibiendo el premio al conjunto de mi carrera de uno de los mejores festivales de cine del mundo». Para mí, por ejemplo, Spielberg fue un modelo de solidaridad con el mundo infantil, su difícil mundo de secreto, cuando en momentos cruciales de mi vida profesional tuve la oportunidad de acercarme a un proyecto digital muy importante para los niños hospitalizados en los centros públicos del Sistema Sanitario Público de Andalucía, con un nombre mágico, Mundo de Estrellas. En el año 2000 estuve preparando un encuentro con él en Estados Unidos, por un proyecto que dirigía en ese momento, Starbright (hoy Starlight), del que aprendí muchas cosas. Pero en aquella ocasión me llamó la atención la publicación de un cuento, El traje nuevo del emperador (1), editado por la Fundación del mismo nombre y con el prólogo de Spielberg, que servía para financiar una parte de los gastos de los diferentes Proyectos de la entidad, que recomiendo en su versión al castellano y por sus magníficas ilustraciones, que suelo leer a menudo, sobre todo para refrescar siempre una recomendación del afamado director: ¡Cuidado con los tejedores espabilados!
Finalmente, en un fin imaginario, que siempre llega en el mundo del cine, más o menos como en las películas de la vida, me quedo con unas palabras de su madre que se pronuncian en Los Fabelmans: haz lo que te dicte el corazón. Es lo que aprendí también de otra película maravillosa, Cinema Paradiso, y de otro director que me ha marcado la vida, Giuseppe Tornatore, para comprender la magia del cine. Me refiero a la escena en la que Alfredo, el proyeccionista, le dice al oído a Totó, Salvatore en la edad juvenil y adulta, en unas escenas inolvidables, que salga de sí mismo para buscar islas desconocidas, las que describía extraordinariamente José Saramago en su cuento «La isla desconocida»: “La vida es más difícil… Márchate…, el mundo es tuyo, … no quiero oírte más, solo quiero oír hablar de ti… Hagas lo que hagas, ámalo”. Le ayudó a salir de su zona de confort y nunca he olvidado aquellas escenas ni aquellas palabras. Todo un símbolo que Steven Spielberg recrea cinematográficamente, de nuevo, en una película, Los Fabelman, a la que quedan pocas horas para que se le reconozca su mensaje extraordinario: el compromiso social de Steven Spielberg en un mundo al revés, para que renazca en nuestras vidas el niño que todos llevamos dentro, haciendo lo que nos dicte el corazón, amando siempre lo que hagamos, sobre todas las cosas. Será el mejor premio que podamos soñar, porque como se escucha en Los Fabelman, las películas son sueños que jamás olvidarás, ¿sabes?…
(1) The Starbright Foundation, El traje nuevo del emperador. Barcelona: Ediciones B., 1998.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Detalle del acto final de la manifestación de Sevilla, en la Plaza de la Encarnación (Las Setas), en defensa de la Sanidad Pública – 26/XI/2022 / JA COBEÑA
Primero. En la página 3911/1, en el Preámbulo, en el párrafo sexto:
Donde dice:
«En coherencia con el nuevo marco normativo, la presente orden tiene como objetivo desarrollar el sistema de presupuestación y tarifación de convenios o conciertos para la prestación de asistencia sanitaria en centros sanitarios concertados por el Servicio Andaluz de Salud. La especialidad en la contratación en la asistencia sanitaria concertada hace recomendable esta norma reglamentaria con objeto de complementar la normativa aplicable en materia de contratación administrativa.»
Debe decir:
«En coherencia con el nuevo marco normativo, la presente orden tiene como objetivo desarrollar el sistema de presupuestación y tarifación de convenios o conciertos para la prestación de asistencia sanitaria en centros sanitarios concertados por el Servicio Andaluz de Salud, garantizándose así el aseguramiento público y gratuito para el usuario de la prestación asistencial, acudiendo la administración a la colaboración privada para la prestación de la misma, sólo, en aquellas situaciones en que la cobertura prestacional relacionada con las garantías establecidas en materia de accesibilidad sea insuficiente en periodos coyunturales de mayor demanda o en situaciones de emergencias sanitarias, salvaguardando en todo caso la naturaleza pública de la cobertura, tanto en atención primaria como en hospitalaria. La especialidad en la contratación en la asistencia sanitaria concertada hace recomendable esta norma reglamentaria con objeto de complementar la normativa aplicable en materia de contratación administrativa.»
Dicho en roman paladino, no se corrige nada, porque además la corrección no es de un error, sino un refuerzo de valor, aclaración o justificación, que está expresamente previsto que no se debe llevar a cabo mediante esta potestad de la Administración, porque lo que se dice en el nuevo párrafo no es debido a un error material, de hecho o aritmético, como está previsto en la vigente Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, en su artículo 109.2, sino una supuesta “justificación vergonzante” de la Orden en toda regla, que tampoco tiene efecto alguno desde el ámbito legal, porque la corrección figura en el preámbulo pero no en la parte dispositiva de la Orden, que sigue diciendo en su objeto lo que dijo el día que se publicó, sin alteración alguna. Queda claro que se mantiene todo y no se enmienda nada y que la correcta técnica jurídica brilla por su ausencia, cuando debería estar presente siempre en este tipo de acciones administrativas de gran impacto social.
Lo que se tendría que haber hecho es publicar una nueva Orden en la que desaparecieran las dos cuestiones que han sembrado la discordia en relación con la prestación sanitaria a desarrollar por el Sistema Sanitario Público de Andalucía a través de medios ajenos, que es legítima y que se viene haciendo desde hace muchos años, aunque siempre haya sido una actividad muy cuestionada porque aflora un problema real y creciente de falta de estrategia de salud, crónica y crítica, con medios propios de carácter público, desnaturalizando una de los pilares básicos del Estado de bienestar. Me refiero de nuevo a lo manifestado en artículos anteriores, porque la Orden tal y como está redactada en la actualidad y a pesar de la mal llamada “corrección de errores” del preámbulo, deja “la puerta abierta, de par en par, para que los servicios sanitarios se lleven a cabo en espacios públicos por parte de empresas o entidades privadas, así como la contratación de “consultas médicas de atención primaria” [sic], aunque se declara la “rebaja” de las tarifas fijadas, dado que “Estas tarifas máximas se corresponden con consultas realizadas en las instalaciones de las empresas adjudicatarias, caso de no realizarse la prestación del servicio en dichas instalaciones la tarifa máxima se verá reducida al 35%” [dicho así exactamente].
La corrección de errores citada es una obviedad si se lee con detalle, porque el “aseguramiento público y gratuito” debe estar garantizado siempre, se presupone y creo que casi nadie ha pensado que cada uno tendría que pagar de aquí en adelante, de su bolsillo, la prestación requerida y derivada, en un bulo infundado que justificaría la corrección, como así se ha afirmado. Lo que si dudo, y mucho, es el cuidado que se observa en la actualidad en la contratación de servicios sanitarios en el ámbito privado cuando, por ejemplo, los datos personales comienzan a figurar en otros sistemas informáticos, también “privados”. La ordenación y organización de estos centros ajenos al Sistema Público siguen otras pautas respecto a un documento esencial en determinadas prestaciones, como por ejemplo es el “consentimiento informado”, donde los profesionales que intervienen en los mismos deben seguir unos protocolos de actuación que no tienen la garantía pública, desde la perspectiva del paciente, de ser iguales en la sanidad privada que lleva a cabo estas prestaciones sustitutorias. Me ha pasado recientemente, donde el primer consentimiento firmado en un centro público no me sirvió cuando tuve que acudir por derivación a un centro privado, seis meses después de la ordenación de la cita, obligándome a firmar uno “nuevo”, que tuve que leer con detenimiento, a petición propia, porque me lo dieron doblado por la página donde figuraba mi firma, que puedo asegurar que no decía lo mismo que el anterior, donde tenía que señalar cuestiones que teóricamente me tenía que haber explicado el facultativo que llevaba a cabo la intervención a realizar, “consentida”, en una relación médico/paciente que no se dio en ningún momento anterior a la intervención. Tampoco sé qué significa y cómo se analizan “aquellas situaciones en que la cobertura prestacional relacionada con las garantías establecidas en materia de accesibilidad sea insuficiente en periodos coyunturales de mayor demanda o en situaciones de emergencias sanitarias” porque, visto lo visto en la actualidad, “los periodos de mayor demanda” ya no son coyunturales sino estructurales, lo que significa que desde ya mismo se pueden llevar a cabo las actuaciones más conflictivas y declaradas en la Orden, sin más dilación.
Por último, creo que la naturaleza pública de la cobertura, también “aclarada” en la corrección de errores, se “desnaturaliza” de hecho y derecho, valga la redundancia, porque se resiente y mucho con la derivación de servicios sanitarios públicos a centros privados, gestionados sin profesionales, dinero, tiempo y espacios, públicos, con un matiz no inocente: “tanto en atención primaria como en hospitalaria”, es decir, en ambos supuestos de derivación, por si quedaba alguna duda sobre la atención primaria. Lo que se publicó ayer, con carácter extraordinario, no corrige nada, porque lo que hace es amplificar una decisión política tomada, que se mantiene y que no se enmienda. Bajo el paraguas de una ordenación administrativa de los convenios y conciertos, necesaria y legítima, se esconde realmente un desmantelamiento de la sanidad pública, no inocente, de consecuencias graves para la Comunidad de Bienestar en Andalucía. Esa es la verdadera cuestión.
José Antonio Cobeña Fernández
Ex secretario general del Servicio Andaluz de Salud (2000-2004)
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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