La respuesta está en la inteligencia digital

CEREBRO

¿Cuántos caminos tiene que andar un hombre antes de que le llaméis hombre?
¿Cuántos mares tiene que surcar la paloma blanca antes de poder descansar en la arena?
Sí, ¿y cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón antes de que sean prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mío,
está soplando en el viento
La respuesta, está soplando en el viento

Bob Dylan, Soplando en el viento (Blowin´in the wind)

He leído recientemente una entrevista apasionante con Josep Reger, responsable tecnológico de Fujitsu para Europa, África, Oriente Medio e India. Fujitsu es una empresa que conozco muy bien, he trabajado con ella en proyectos emblemáticos y estratégicos de la Junta de Andalucía y sé que invierte mucho esfuerzo empresarial en investigación y desarrollo digital. Tiene, por tanto, mi respeto antecedente y consecuente.

Reger plantea cuestiones de Estado Digital. Por esta razón, he analizado con detalle la citada entrevista y deseo realizar algunas observaciones sobre el contenido de la misma que me gustaría precisar. Quien me conoce sabe que he trabajado muchos años en estrategias públicas digitales y en las que siempre he tenido un hilo conductor: la inteligencia pública digital como motor de cualquier transformación social, con el imperativo categórico de que tiene que desarrollarse como estrategia de Estado. Por esta razón, coincido con él, para empezar, en una de sus reflexiones estrella: “La democracia antes se limitaba a cuestiones puramente políticas. En el futuro las decisiones democráticas van a girar cada vez más sobre la tecnología, sus consecuencias y sobre su influencia en la sociedad. Y por eso, necesitamos que haya una alfabetización tecnológica en la clase política. Tenemos que observar a nuestros parlamentos y preguntarnos cuántos de sus diputados entienden la tecnología y sus consecuencias. El panorama es preocupante: hemos de preguntarnos si necesitamos más representación de la tecnología en el brazo legislativo”. Totalmente de acuerdo, ante la ausencia clamorosa en nuestro país, sin ir más lejos, de estrategias públicas digitales de amplio espectro, como los antibióticos, sobre la que he escrito en bastantes ocasiones en mi blog, El mundo sólo tiene interés hacia adelante.

En la entrevista hay un hilo conductor que me ha preocupado en su planteamiento teórico y práctico, al manifestar que “Tenemos un problema: no entrenamos a la gente para el trabajo creativo. La universidad empezó hace muchos años intentando enseñar conocimiento, pero el conocimiento es cada vez menos importante; la creatividad a la hora de solucionar problemas lo es cada vez más”. Creo, sinceramente, que el término “conocimiento” es muy amplio y emparentado en muchas ocasiones con algo que caracteriza al género humano sobre los demás géneros y especies: la inteligencia, que es la que posibilita el conocimiento, porque es la capacidad para resolver problemas., cualquier problema, incluso los que genera la mal llamada “inteligencia artificial”. Sí estoy de acuerdo en que no vale cualquier conocimiento porque la inteligencia digital es la que tiene que presidir todos los currícula de la educación, a cualquier nivel en que se trate, pero si el denominador común de la misma es la proyección en conocimiento de la inteligencia digital, el éxito está garantizado. Una auténtica revolución en la Universidad actual española, sin ir más lejos.

Así lo he explicado en múltiples intervenciones públicas, al definir la inteligencia digital en cinco grandes acepciones que se pueden aplicar a diferentes ámbitos de la vida personal y profesional. Si, además, se proyecta sin cambiar sus acepciones primigenias al mundo público, político y administrativo, el éxito está servido, es decir, la respuesta ya no está en el viento del conocimiento a secas. Es así como lo concibo, en el texto y contexto del que habla Reger en su entrevista, tomando como base mi conceptualización de la inteligencia pública digital:

1. La ciudadanía es capaz de adquirir destreza, habilidad y experiencia práctica de las cosas que se manejan y tratan en la relación con el Gobierno y la Administración digital, con la ayuda de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación, nacida [la habilidad] de haberse hecho muy capaz de ella [por la voluntad del Gobierno correspondiente], en el marco de lo propugnado por el Artículo 103 de la Constitución al referirse de forma muy breve a la Administración. Conocimiento digital cocreativo en estado puro

2. El Gobierno digital correspondiente, a través de la Administración Pública, decide y aprueba mediante disposiciones, el desarrollo de la capacidad que tienen las personas de recibir información, elaborarla y producir respuestas eficaces, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación (Big Data).

3. El Gobierno digital correspondiente, a través de la Administración Pública, decide y aprueba que la inteligencia pública digital permite a la ciudadanía, a la que sirve, adquirir conocimiento por empoderamiento, como capacidad para resolver problemas o para elaborar productos que son de gran valor para el contexto comunitario o cultural en el que viva, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación (Big Data).

4. El Gobierno digital correspondiente, a través de la Administración Pública, debe saber discernir que la inteligencia digital es un factor determinante de la habilidad social, del arte social de cada ser humano en su relación consigo mismo y con los demás (Machine Learning, Big Data, ecosistemas de Blockchain), a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.

5. El Gobierno digital correspondiente, a través de la Administración Pública, debe desarrollar la capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, es decir, cuando ha superado la dialéctica del doble uso, con una vigilancia adecuada por parte de la Administración Pública (a través de Big Data de nuevo cuño, con nuevas fronteras éticas digitales).

Siempre recuerdo al Profesor Stephen Hawking cuando se decantó por una respuesta muy optimista –de las 25.000 que obtuvo- a la pregunta del millón de dólares que lanzó al ciberespacio en los primeros días de Julio de 2006: ¿cómo sobrevivirá la especie humana los próximos 100 años? Incluso hoy, a la inteligencia artificial, al big data, a la tecnología blockchain. La solución escogida confiaba en el ser humano. Prodigioso. Quedó claro que la respuesta no era inocente y albergaba una gran esperanza respaldada por un sabio no distraído, sino pre-ocupado por el sentido de la vida y su futuro. La respuesta está en las personas, en su conocimiento, no en los robots. Así de expeditivo. Y la ha dado un internauta muy particular, Semi-Mad Scientist (científico casi loco), tal y como lo recogió como reportaje muy impactante el diario El País, en su edición de 24 de agosto de 2006: “el caos no es algo nuevo, sino que “ha estado con nosotros desde hace mucho tiempo”, y que, a pesar de todo, el ser humano ha logrado sobrevivir. Afirma que somos una especie que siempre se ha adaptado y que seguiremos haciéndolo. Aunque reconoce que ahora hay peligros nuevos e identifica tres amenazas graves: una guerra nuclear, una catástrofe biológica y el cambio climático. Está convencido de que “los recursos que tenemos ahora probablemente no existirán en 100 años”, pero añade que “tampoco existían en el siglo pasado”. El científico casi loco sostenía que si Europa sobrevivió a la peste negra del siglo XIV, que se llevó por delante a un tercio de la población, el ser humano logrará superar cualquier catástrofe que pueda ocurrir. Después, él mismo se interroga sobre su optimismo: “¿Que por qué tengo está fe en la humanidad? Porque debo tenerla. (..) Creo tan firmemente que sobreviviremos como que el sol saldrá mañana”. Si no hay fe en la supervivencia, no puede haberla en nada más, concluye”.

La respuesta, decididamente, ya no está en el viento. Desde aquel aprendizaje ilusionante de 1972, donde todos los progresistas tarareábamos la canción de Dylan, han pasado 45 años, en el convencimiento de que merecía la pena luchar por dar respuesta a aquellas preguntas tan llenas de interés en un país que buscaba la libertad desesperadamente. Aunque sigamos preguntándonos con una actualidad rabiosa cómo podemos responder las cuestiones que planteaba aquella canción a las que seguimos obligatoriamente obligados a atender a pesar del tiempo transcurrido. Aunque cuestionemos, cada vez más, el porqué de la separación entre las personas, barrios, y naciones del planeta Tierra en estos tiempos modernos (otro título de Dylan, en 2006), más o menos como el protagonista de la película del mismo nombre (estrenada hace más de ochenta años) y cuya sinopsis nos recuerda la respuesta del científico casi loco que ha entusiasmado a Hawking: “un obrero de la industria del acero acaba perdiendo la razón, extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje de su trabajo. Después de pasar un tiempo en el hospital recuperándose, al salir es encarcelado por participar en una manifestación, en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín por lo que gana su libertad. Una vez fuera de la cárcel reemprende la lucha por la supervivencia, lucha que compartirá con una joven huérfana que conoce en la calle”. Fe en la supervivencia.

Por primera vez, en homenaje a Chaplin, Dylan y Hawking, cualquier parecido con la realidad actual de la inteligencia digital en estado puro ya no es tampoco pura coincidencia. Como Hawkins, la inteligencia humana permitirá al ser humano sobrevivir en un mundo digital sorprendente, cambiante, pero que no tiene vuelta atrás. La respuesta ya no está en el viento, repito, sino en el conocimiento aplicado que le permite a cada uno su inteligencia digital. Es el gran valor a construir y defender en la nueva ética digital a nivel mundial.

Por último y como decía Steve Jobs en sus presentaciones oficiales de carácter anual, … y una cosa más, una declaración de principios que siempre me acompaña: los ordenadores, el software y el hardware inventados por el cerebro humano, permiten hoy creer que llegará un día en que sabremos cómo funciona el cerebro cada segundo, y descubriremos que somos más listos que los propios programas informáticos que nos lo han facilitado, porque la inteligencia digital desarrolla la capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación. Eso sí, cuando están al servicio de la ciudadanía, cuando han superado la dialéctica infernal del doble uso: la utilización de los descubrimientos electrónicos para tiempos de guerra y no de paz.

Sevilla, 19/VI/2017

NOTA: la imagen que encabeza esta publicación se reproduce por cortesía del profesor Arturo Toga, neurólogo en la Universidad de California, de Los Ángeles (LONI), y director del Centro para la biología computacional. Figura en mi publicación Inteligencia digital. Una introducción a la noosfera digital, contextualizada, en la pág. 71 de la misma.