Los más válidos

No es sólo problema de término… Fondo y forma se hacen uno para cantar la validez de la vida, del mundo, de un hombre. ¿Qué hombre? Hoy hacemos presente a un hombre nuevo, más-válido, sin problemas de rampas y ascensores, tómbolas y cupones, beneficencias y privilegios. ¿Por qué? Sencillamente porque queremos romper barreras múltiples y ofrecer un mundo nuevo, rico en humanidad, a todos aquéllos que hemos llamado siempre «minusválidos».

Pensemos, por ejemplo, en una mente que desde fuera es juzgada con términos críticos, pero que interiormente brinda un mundo feliz, desconocido, digno de respeto, más válido que muchas mentes «lúcidas» que elucubran a diario sobre el sentido de la vida. Quizá sean unos brazos inmóviles, pero en actitud permanente de abrazar con alegría cualquier iniciativa para vivir. Quizá sean unas piernas quietas, firmes, pero listas para abrirse camino en su realización personal. Mente, brazos y piernas, gritan justicia y no privilegios, igualdad de oportunidades y no favoritismos humillantes. En el fondo es porque hay un cerebro y un corazón que manifiestan tener conciencia de ser «más válidos» que muchos de los que de una forma u otra nacemos diariamente a la existencia consciente con todo nuestro ser «a punto».

La validez de un acto o de una persona no se puede medir por un patrón oficial. La axiología brinda un campo amplísimo de investigación y reflexión sobre los valores del hombre, mundo y trascendencia, pero la persona no puede ser reducida a un robot de actitudes conforme a los moldes que pide una determinada sociedad. Desde la más recalcitrante teoría geneticista, hasta la ambientalista más audaz, se nos ofrecen un sinfín de posibilidades para establecer causas y nomenclaturas sobre comportamientos humanos, sufriendo la tipología armónica de los seres vivos, las consecuencias de lo humanamente incomprensible a nivel bio-psico-sociológico. Surge así, entre otras, la imagen del minusválido clásico. Esta expresión define a un hombre por determinados problemas físico-psíquicos que aparecen en su vida, pero no suele descifrar su mundo interior. Entre otras cosas, porque, afortunadamente, sigue siendo patrimonio personal e intransferible. Este mundo «debajo de la piel», muestra paradójicamente la validez de un hombre, de su hombre interior, de su hombre de secreto, que ante las cortapisas y dificultades del mundo, crece, corre, piensa y abraza…, porque en lo más profundo de su ser piensa que es más válido que los demás, al menos, igual que el otro. Quizá sea esta conciencia de igualdad la que un día venza la guerra de los términos y de las apreciaciones subjetivas.

En el fondo, habrá sido un triunfo sobre el orgullo del hombre «sano y completo». De todas formas, que no se olvide el neologismo.

El Correo de Andalucía, 20/VIII/1977

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