El verano, según el joven Alberti

Sevilla, 9/VIII/2023

Tenía tan solo 21 años cuando Rafael Alberti publicó, en 1924, Marinero en tierra, una de sus obras emblemáticas y por la que obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Literatura, en la modalidad de Poesía, en junio de 1925. En esta obra iniciática, excelente, figura un poema, Verano, que a pesar de su brevedad, dos veces buena, es de un calado especial, que hoy rescato del olvido para dar sentido a un verano complejo para la gobernabilidad del país:

—Del cinema al aire libre
vengo, madre, de mirar
una mar mentida y cierta,
que no es la mar y es la mar.

—Al cinema al aire libre,
hijo, nunca has de volver,
que la mar en el cinema
no es la mar y la mar es.

Es verdad que la aparente sencillez expresiva de Alberti en este poema no tiene nada que ver con su profundo mensaje, como bien se analiza en el Centro Virtual Cervantes cuando aborda la sinopsis de esta obra. “En lo que se refiere al lenguaje poético, la obra queda lejos de la espontaneidad irreflexiva. Muy al contrario, analizado en las sucesivas ediciones —y mudanzas— que Alberti revisó, Marinero en tierra es un conjunto ligado mediante un alto sentido de la madurez poética. Es Jesús Fernández Palacios quien destaca las virtudes del engranaje: «Desde “Sueño del marinero”, como prólogo en tercetos encadenados, pasando por los diez sonetos de la primera parte, las treinta y tres canciones de la segunda hasta los sesenta y cuatro poemas de la tercera —introducida esta última parte por una hermosa y alentadora carta de Juan Ramón Jiménez, fechada el 31 de mayo de 1925—, la obra entera se resume como un compendio de tradición y modernidad, donde se mezclan versos endecasílabos y alejandrinos con los de arte menor, las estrofas clásicas con las nuevas canciones, el lenguaje convencional con el experimental, los usos normales con los juegos de palabras, y las comparaciones más elementales con atrevidas, alógicas metáforas». («Marinero en tierra», Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 485-486, nov.-dic. 1990, p. 288).

Verano, es la canción 22 en este poemario tan querido por mí y tantas veces leído y sentido. Creo que Juan Ramón Jiménez, cuando le escribió la carta entusiasta que se cita anteriormente, estaba convencido de la excelencia de las canciones a incorporar en la edición final de Marinero en tierra, tal y como lo expresaba con bellas y sentidas palabras, dirigidas a su “querido amigo” Rafael Alberti: “[…] Las poesías de este libro -que yo había visto ya, el año pasado, en La verdad de nuestro fervoroso Juan Guerrero y en las copias que usted tuvo la bondad de enviarme para el primer – me sorprendieron de alegría; y sospechando que un brote así de una juventud poética no podía ser único, tenía grandes deseos de conocer el resto de sus canciones. No me había equivocado. Desde el arranque: … Y ya estarán los esteros rezumando azul de mar, hasta el final: Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera, la serie ésta del Puerto -que yo he elejido- es una orilla, igual que la de la bahía de Cádiz, de ininterrumpida oleada de hermosura, con una milagrosa variedad de olores, espumas, esencias y músicas. Ha trepado usted, para siempre, al trinquete del laúd de la belleza, mi querido y sonriente Alberti. La retama siempre verde de virtud es suya. Con ella, en grácil golpe, ha hecho usted saltar otra vez de la nada plena el chorro feliz y verdadero. Poesía «popular», pero sin acarreo fácil: personalísima; de tradición española, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ájil, graciosa, parpadeante: andalucísima. ¡Bendita sea la Sierra de Rute, en donde la nostaljia de nuestro solo mar del sudoeste le ha hecho exhalar a usted, hiriéndole a diario con la espada de sal de su brisa, esa esquisita sangre evaporada! Le voy a decir a El Andaluz Universal que adelante un , paraque pueda lucir todavía en el aire lijero de esta goteante primavera, la tremolante cinta celeste y plata de su Marinerito”.

El poema Verano me ha recordado en este agosto presente el aviso clásico que figura a veces en los títulos de crédito de las películas, porque cualquier parecido de la mar en el cinema con la mar verdadera es sólo pura coincidencia: Al cinema al aire libre, / hijo, nunca has de volver, / que la mar en el cinema / no es la mar y la mar es. Al fin y al cabo como nos pasa en la vida diaria, cuando representamos determinados papeles en la película vital que, a veces, no es la verdadera vida, porque nuestra vida no es esa sino la que es. O lo que es lo mismo, cambiando lo que haya que cambiar en nuestra experiencia vital en cualquier forma que se exprese: los personajes y hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia. Es verdadera la reflexión de Alberti: en el cinema, la mar no es la mar, porque la mar es.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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