¡Cuidemos bien el voto en este día!

Sevilla, 28/V/2023

Hoy, un día clave para la democracia en nuestro país, en el que se vota para elegir a representantes políticos en 12 autonomías y 8.131 ayuntamientos, he recordado de nuevo unas palabras preciosas de Juan Ramón Jiménez, poeta al que tanto admiro, a modo de introducción a su querido diario como poeta recién casado (1), recogidas del sánscrito -¡ay, la influencia de Zenobia!-, porque resumen perfectamente el cuidado extremo que debemos observar con nuestras responsabilidades individuales y colectivas en este día grande para la democracia:

¡Cuida bien de este día! Este día es la vida, la esencia misma de la vida. En su leve transcurso se encierran todas las realidades y todas las variedades de tu existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura.

El día de ayer no es sino sueño y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad y de cada mañana una visión de esperanza. ¡Cuida bien, pues, este día!

Es difícil encontrar un prontuario de cómo actuar de forma responsable en tiempos difíciles para la política digna, pero estas palabras de Juan Ramón Jiménez descubren todos los ámbitos de la vida de cada persona que ahora, más que nunca, deberíamos tener en cuenta mediante actos responsables, personales e intransferibles. Un día como hoy, en el que se vota, como debería ser al fin y al cabo cada día, encierra también todas las realidades y todas las variedades de la existencia, proyectadas en tres situaciones que nos llenan de esperanza en momentos que necesitamos reforzar ilusiones y oportunidades para seguir adelante, políticamente hablando: crecer caminando siempre hacia adelante, actuar de forma saludable d en tal forma que ennoblezca cada acto humano y descubrir la belleza de la hermosura de todo aquello que se hace bien respondiendo a la ética personal y colectiva, atendiendo al suelo firme (la solería de nuestra vida) que justifica todos los actos humanos, algo sobre lo que escribo con frecuencia en este cuaderno digital.

Este principio de realidad freudiano nos permite a su vez reflexionar sobre lo que ha ocurrido hasta ahora en la política general y municipal en este país, a veces algo más que un mal sueño, mientras que no se sabe cómo será el mañana. Juan Ramón Jiménez aborda esta dialéctica con una recomendación muy sabia: si hoy hacemos bien las cosas, votando de forma responsable, puede convertirse el tiempo transcurrido hasta ayer en un sueño y cada mañana en una visión de esperanza. Esa es la razón y no otra, de cuidar bien el voto de hoy, de este día mío, que es también tuyo, de los demás, de todos, porque encierra todas las realidades y todas las variedades de nuestra existencia: el goce de crecer, la gloria de la acción y el esplendor de la hermosura de la vida digna, viviendo la libertad que nos entrega hoy, de nuevo, la democracia.

(1) Jiménez, Juan Ramón, Diario de un poeta recién casado (1916-1917), Madrid: Visor Libros, 2011.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés/ y 10. ¿Dónde están el niño o la niña que fuimos?


Sevilla, 14/V/2023 (actualizado sobre el publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 20/V/2021).

Finalizo hoy una serie de artículos dedicados al inmenso mar de las preguntas en un tiempo, como el actual, lleno de dudas para vivir dignamente. He vuelto a leer una obra póstuma de Neruda, Libro de las preguntas(1), muy querida y presente en mi biblioteca del alma, escogiendo a lo largo de esta serie y hasta hoy algunas que resultan inquietantes cuando te aproximas a las cosas de personas mayores, porque ya no vivimos las cosas de niño, recordando aquella hermosas palabras de un viajero incansable, Pablo de Tarso, en su primera alocución a los Corintios (13, 11): «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño».

Acudo hoy de forma diligente a ese conjunto de preguntas de Neruda en su preciado libro, concretamente cinco, deteniéndome especialmente en el capítulo 44 (XLIV), en torno a su niñez:

¿Dónde está el niño que yo fui,
sigue adentro de mí o se fue?
¿Sabe que no lo quise nunca
y tampoco me quería?
¿Por qué anduvimos tanto tiempo
creciendo para separarnos?
¿Por qué no morimos los dos
cuando mi infancia se murió?
¿Y si el alma se me cayó
por qué me sigue el esqueleto?

Es importante recordar el niño o niña que fuimos, indagando en la memoria de hipocampo si continúa o no junto a nosotros, como hilo conductor de la primera de estas preguntas. Ya digo que desde la perspectiva de la ciencia del cerebro allí está, en el hipocampo, quizás en una espera tocada de ese caballito de mar inquieto por la ardiente impaciencia de ser recuperada a tiempo. La segunda es más desconcertante porque responde a la compleja niñez de Neruda, muchas veces citada en su obra. ¿Puede ser ahora un buen momento para recordarla? Cada uno, cada una sabe cómo fue y lo importante es no despreciarla o pasar por alto al buscarla en la estructura compleja de nuestro cerebro, porque también está allí.

La tercera pregunta es quizá la más desconcertante porque es la declaración del desgarro humano por el crecimiento en dos caminos que siempre se bifurcan, aunque siempre he creído que siguen caminando en paralelo sin que la niñez entre nunca en vía muerta. Los aprendizajes de la niñez rediviva lo demuestran en un sentido o en otro. La intensidad de las preguntas sube en el cuarto interrogante: ¿Por qué no morimos los dos / cuando mi infancia se murió? Aquí suele contar cada uno como le ha ido la vida o la feria (de la vida). ¡Cuántas veces añoramos la niñez por ello!, porque la niñez no muere en nosotros, se abandona.

La quinta y última pregunta es para mí la más profunda porque simboliza la pérdida del alma vestida de inocencia, porque es la verdadera seña de identidad de la infancia, que él explicaba muy bien a través del juego y los juguetes, como fueron siempre sus mascarones de proa y popa en su casa de Isla Negra: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche”.

He vuelto a Pablo de Tarso para ver si encontraba algo para ilusionar a los que hace tiempo hemos dejado de hacer las cosas de niño y la verdad es que me ha dejado lleno de dudas: «Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido». ¿Se refiere a las creencias expuestas por José Ferrater Mora en su obra El hombre en la encrucijada, como respuestas en diferido al enigma de vivir? (2). Él decía que necesitamos tener creencias, que no podemos vivir sin ellas, y a lo largo de las páginas de su tesis existencial demuestra que el mundo ha evolucionado hacia adelante gracias a que nuestros antepasados y muchas personas contemporáneas han tenido y tienen creencias en cuatro ámbitos, juntas o por separado, de una forma u otra, da igual, pero siempre relacionadas con las Personas, la Naturaleza, Dios/dioses o la Sociedad. Así durante muchos siglos. Nos necesitamos y juntos podemos hacer camino al andar. Puede ser una buena forma de encontrarnos cara a cara con el niño o niña que fuimos y que nunca debimos abandonar para resolver el enigma de vivir dignamente.

Hasta aquí hoy, con esta serie, qué quizás nos ayude a interpretar mejor este mundo al revés, como nos lo recordaba en mis años jóvenes el poeta malagueño Rafael Ballesteros, en una composición, Ni yo tampoco entiendo, que la hizo popular el grupo Aguaviva y que lo sintetizaba en una frase que tengo grabada en mi persona de secreto: De este mundo los dos sabemos poco. Y sin embargo, estamos aquí obligatoriamente obligados a entenderlo.

(1) Neruda, Pablo (2018). Libro de las preguntas. Barcelona: Seix Barral – Planeta.

(2) Ferrater Mora, José (1965). El hombre en la encrucijada. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 9. ¿Cómo se llama el mes que está entre mayo y junio?

Pablo Neruda

Sevilla, 13/V/2023 (publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 22/V/2021).

La vida está sujeta a un calendario inexorable: días, meses y años, uno tras otro, sin parar y sin caminos intermedios. Horas, minutos y segundos, uno tras otro también, perfectamente organizados y sincronizados. El refranero español, tan sabio, lo expresa de una forma especial: mayo y junio hacen un mes que el mejor del año es. Me ha sorprendido en esta ocasión la primera pregunta del capítulo 46 (XLVI) de la obra de Neruda objeto de esta serie, Libro de las preguntas, porque plantea una cuestión íntimamente relacionada con el tiempo y sus circunstancias: ¿Y cómo se llama ese mes / que está entre Diciembre y Enero? Quizás fue un día ya lejano, leyendo a Benedetti, cuando descubrí que él hablaba de cumpledías al referirse al consabido cumpleaños, como siempre, a modo de combate cuerpo a cuerpo con la vida ordinaria, con lo consuetudinario, porque ese cumpledías tiene lugar en un tiempo y en un momento particular de cada uno, “cuando en el instante en que vencen los crueles se entra a averiguar la alegría del mundo y mucho menos todavía se nota cuando volamos gaviotamente sobre las fobias o desarbolamos los nudosos rencores”.

Neruda hace una pregunta inquietante, hilvanada con otras a cual de ellas más interesante, cuando descubrimos que el calendario de nuestra vida es lo más íntimo de nuestra propia intimidad, sin casi nada que ver con el almanaque gregoriano que nos invade a través del Mercado, tan medido, tan tirano, aunque todo se presente a veces como las doce uvas de un racimo para simbolizar un año:

¿Y cómo se llama ese mes
que está entre Diciembre y Enero?
¿Con qué derecho numeraron
las doce uvas del racimo?
¿Por qué no nos dieron extensos
meses que duren todo el año?
¿No te engañó la primavera
con besos que no florecieron?

Todo es tiempo y ya lo he analizado en varias ocasiones en este cuaderno digital. Casi siempre he enmarcado mis reflexiones en torno a un tratado existencialista, Qohélet, donde se detallan veintisiete momentos cruciales del ciclo vital de cualquier persona y su entorno desarrollado con un denominador común llamado “tiempo”, en una dialéctica permanente de contrarios: nacer, morir, plantar, arrancar lo plantado, sanar, destruir, edificar, llorar, reír, lamentarse, danzar, lanzar piedras, recogerlas, abrazarse, separarse, buscar, perder, guardar, tirar, rasgar, coser, callar, hablar, amar, odiar, guerra y paz. Es muy importante destacar que en las diferentes formas de vivir expuestas anteriormente, existen muchas realidades positivas, catorce concretamente: nacer, plantar, sanar, edificar, reír, danzar, abrazarse, buscar, guardar, coser, callar, hablar, amar y vivir en paz. Comprobamos de esta forma que la historia de las experiencias vitales humanas obedece a la búsqueda de un sano equilibrio con los tiempos difíciles de las restantes experiencias que podríamos calificar como negativas (con matices).

Quizás ha llegado el momento de interpretar el tiempo fuera de su encorsetado cronograma y primar esta búsqueda de razones positivas para vivir cada segundo de cada día, de cada mes, para que parezca que el tiempo se detiene en un ciclo que sólo tiene un nombre: felicidad, porque hay que sacar tiempo para disfrutar lo que dice Qohélet (una persona que le gusta vivir en comunidad, compartir), porque era la experiencia de sus antepasados a lo largo de los siglos, aunque para que no se nos suban los humos a la cabeza (todos podemos ser histéricos, palabra derivada de la griega “ústéra”, útero, que explica que los humos se nos suben a la cabeza y así nos va…), él nos dice que seamos prudentes a la hora de valorar las 27 experiencias de los tiempos de cada uno, de cada una, en su totalidad y entender qué significado tiene vivir, aunque sea de forma temporal propia, apasionadamente.

Con esta perspectiva, lo de menos es cuantificar el tiempo en horas y días, por ejemplo, cuando parece que se detiene “como si no pasara o se nos fuera casi sin darnos cuenta” en nuestra realidad más próxima. Comprenderemos mejor las preguntas restantes de Neruda, porque cuando somos felices, durante un tiempo, creemos que los meses duran a veces años y que la primavera de besos y abrazos necesarios puede aparecer en cualquier estación del año. O no. De ahí sus inquietantes preguntas para este mes de Mayo y la más sugerente que hago en este aquí y ahora: ¿cómo se llama el mes que está entre mayo y junio? La respuesta no está en el viento, que diría Bob Dylan, sino en la forma que tiene cada persona de interpretar el tiempo que nos pertenece y atrapa casi sin darnos cuenta.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 8. Cuando salir del túnel sigue siendo una respuesta

A quién le puedo preguntar
¿Qué vine a hacer en este mundo?

Pablo Neruda, Libro de las preguntas (XXXI)

Sevilla, 12/V/2023 (publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 23/V/2021).

El artículo que sigue es un extracto adaptado del que publiqué en plena pandemia. Hoy, he respetado el núcleo de mis palabras sobre la pregunta de Neruda, ¿No será nuestra vida un túnel?, en una normalidad anormal, porque vivimos momentos políticos muy complejos y con gran afectación de la democracia. Los túneles nos lo diseñan a diario los llamados “hombres de negro”, los mediocres, los aguafiestas diversos de la vida, los políticos indecentes, los negacionistas de todo lo que se mueve, los profesionales de los silencios cómplices, pero para salir de ellos tenemos oportunidades como las que nos presentan ahora las elecciones diversas del país, al poder votar, porque todos los trenes políticos no son iguales ni los políticos que los conducen tampoco.

La mejor respuesta la escribí aquel día, porque de trajes éticos va la vida, para no ir desnudos al caminar despiertos… y poder experimentar con el voto político nuevas claridades, que tanta falta hacen.

Sevilla, 19/VI/2020

Cuando salir del túnel es una pregunta (o varias)

Para mí, salir del túnel es una pregunta… o varias, según se mire. Lo aprendí de Pablo Neruda, leyendo su precioso Libro de las preguntas, en el que me detengo hoy al llegar a la XXXV, ¿No será nuestra vida un túnel?:

No será nuestra vida un túnel
entre dos vagas claridades?

O no será una claridad
entre dos triángulos oscuros?

O no será la vida un pez
preparado para ser pájaro?

La muerte será de no ser
o de sustancias peligrosas?

El problema radica en comprender qué quiso decir Neruda al escribir estas palabras llenas de misterio. ¿Qué son las claridades? Pienso que nuestros objetivos vitales: dos, tres, muchos, truncados a veces por el llamado principio de realidad, triángulos oscuros en nuestras vidas. Entre peces y pájaros anda el juego de preguntas, aunque sabemos que somos peces o pájaros dependiendo del agua o cielo que probemos o sobrevolemos, si sabemos que son, de acuerdo con la famosa parábola de David Foster Wallace que recogió en un discurso que pronunció en 2005 en la ceremonia de graduación de los alumnos del Kenyon College (Ohio): “Van dos peces nadando por el mar y se encuentran con un pez más viejo que viene nadando en dirección contraria. El pez mayor los saluda y les dice, “Buenos días, chicos. ¿Qué tal está el agua?”. Los dos peces jóvenes siguen nadando y al cabo de un rato uno de ellos mira al otro y le pregunta, «¿Qué demonios es el agua?» Yo diría también ¿Qué demonios es el cielo? Al final del túnel, lo peor es no saber quiénes somos o si un virus peligroso puede impedir que nos hagamos estas preguntas.

Quizás encuentro la mejor respuesta a este ramillete de preguntas en la inmediatamente anterior del libro citado, la XXXIV: Con las virtudes que olvidé, ¿me puedo hacer un traje nuevo?

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 6. ¿Es verdad que las esperanzas deben regarse con rocío?

¿Cuántas iglesias tiene el cielo?
¿Por qué no ataca el tiburón a las impávidas sirenas?
¿Conversa el humo con las nubes?
¿Es verdad que las esperanzas deben regarse con rocío?

Pablo Neruda, Libro de las preguntas, IV

Sevilla, 10/V/2023 (publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 25/V/2021).

El capítulo IV del Libro de las preguntas plantea cuatro interrogantes muy llamativos que pueden tener respuesta dependiendo del color del cristal con el que se miren. De las cuatro, me quedo hoy con la cuarta porque en tiempos de coronavirus hay que buscar apasionadamente las esperanzas, tantas como ilusiones y sueños tengamos en la actualidad, aplicando indefectiblemente el principio de realidad, pero siendo conscientes de que necesitan “regarse con rocío” constantemente. Su ideología no era inocente, como militante del partido comunista chileno, según he manifestado en reiteradas ocasiones en este cuaderno digital al citar al filósofo neomarxista Georg Lukács (1885-1971), en El asalto a la razón: “[…] no hay ninguna ideología inocente: la actitud favorable o contraria a la razón decide, al mismo tiempo, en cuanto a la esencia de una filosofía como tal filosofía en cuanto a la misión que está llamada a cumplir en el desarrollo social. Entre otras razones, porque la razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y, por tanto, impulsándola o entorpeciéndola” (1).

Hace 44 años escribí un artículo sobre un gran teórico de la esperanza, Ernst Bloch, porque siempre ha sido una virtud que he cuidado en mi azarosa vida, en una permanente búsqueda de islas desconocidas. Decía en aquella ocasión que cuando muere un filósofo, el ser humano [él decía “hombre”, en un contexto filosófico universal del ser humano] se resiente, porque es algo parecido a que la vida se roba sabiduría a sí misma. La obra de Ernst Bloch, me obligaba en mi juventud, de una forma u otra, a recordar algunas reflexiones suyas que todavía hoy aportan luz en el camino de búsqueda de la verdad a través de la esperanza. Bloch, por encima de teorías y prácticas, era filósofo. Su espíritu abierto y en camino le hizo adoptar una postura de sabio ante un mundo pluriforme. Era hijo de su época y debido a su experiencia frente al irracionalismo, su filosofía se hace más auténtica, más veraz. En definitiva, su marxismo era muy puro, bien estructurado, enormemente esperanzador. Aquí radica la quintaesencia de su doctrina: concebir la esperanza como principio humano para vivir la trascendencia, es decir, la posibilidad permanente de que el ser humano se realice plenamente en comunión con otros.

Para esto es necesario, por encima de todo, vivir una fe secular con la fuerza del mensaje mesiánico que aporta el marxismo. Para Bloch, el primer fallo del marxismo llamado oficial radica en su negación de la religión como dínamis, como fuerza arrolladora que es capaz de saciar el hambre de realización personal que tiene todo ser humano. Es un planteamiento idealista, pero quizá el único camino. Bloch insiste en la profundización del marxismo como idealismo impregnado de realidad, que lleva a la revolución social dentro de unos parámetros humanos, no estrictamente materiales. Planteamos así una perspectiva de futuro donde el ser humano es el gran artífice del mundo, sirviéndose de la naturaleza, de los valores morales e incluso de la estética. Indicaba también, que no debemos olvidar su conexión con el pensamiento de Georg Lukács. La realidad analizada por Bloch no es un todo presente, ya hecho. Si existe la realidad es gracias a un proceso (ya, pero todavía no). Y si hay proceso, hay pasado, presente y futuro. Este futuro-presente es, para Bloch, la autoconciencia.

Esta realidad-futuro-presente es dialéctica y asume sus limitaciones propias. La filosofía sería la encargada de transformar el mundo de la dialéctica sujeto-objeto, llevando al hombre al autoconvencimiento de la necesidad de desaparición del proletariado: “La filosofía no puede realizarse sin la supresión del proletariado y el proletariado no puede autosuprimirse sin que se realice la filosofía”. En un mundo dominado por la economía, Bloch se admira del poder intelectual y cultural como agentes transformadores de la sociedad, donde el ser humano, una vez más, es el centro por la asunción de su conciencia. Frente al principio materialista de Marx de que la realidad social determina la conciencia del hombre, Bloch presenta a la conciencia individual del hombre como determinante de la historia y de su historia, enfrentándose cotidianamente con la insatisfacción humana vivida en necesidad y negación. Por ello, el ser humano lucha por alcanzar su plenitud. El hecho es que todavía no la ha alcanzado. Esta “hambre cósmica” se experimenta en el deseo de alcanzar un sentido pleno de la vida: “La sustancia, la materia humana no está todavía ni determinada ni completa sino que se halla en un estado utópico abierto, un estado en el que todavía no ha aparecido su auto-identidad. Por consiguiente, no sólo el existente específico, sino toda la existencia dada y aún el mismo ser tiene márgenes utópicos que rodean la actualidad con posibilidades reales y positivas”.

La esperanza surge al experimentar el ser humano que si todavía no ha alcanzado el futuro, el presente no es el fin. Y el hecho de vivir éste no le motiva para lograr la plenitud de su ser. Esta hambre es impulso cósmico y la esperanza consiste en dejarse impregnar de este impulso. El ser humano no acaba su existencia con la muerte. Aquí Bloch se separaba una vez más del marxismo oficial. Argumentaba que una lucha por un no existencial, no tendría sentido. Es necesaria, por tanto, la inmortalidad personal. El proceso de unión de almas cantará un día la sociedad sin clases, siempre y cuando el hombre no abandone la lucha en el sentido de que todo cuanto vivimos y experimentamos todavía no es la realización plena o el futuro aparentemente “utópico”.

He querido compartir hoy un principio ético llamada “esperanza”, que he mantenido en mi vida y que he ido alimentando hasta hoy de lecturas ideológicas no inocentes. El éxito filosófico de Bloch, con su teoría del principio “esperanza”, fue demostrarnos que tenemos que llegar a ser “ateos” por la gracia de Dios, es decir, hay que creer en la trascendencia sin un Trascendente alienador. Por ello, hay que rechazar de base la superstición y la mitología de la religión. Sólo así, el ser humano adquirirá su desarrollo pleno. En definitiva, permitirá regar con rocío, todos los días, las esperanzas legítimas que cada uno tiene, dando respuesta a la pregunta profunda de Neruda, aprendiendo a ser felices cada día, una experiencia de esperanza en el amor, entre otras, como hambre cósmica en tiempos de coronavirus.

(1) Lukács, G. (1976). El asalto a la razón. Barcelona: Grijalbo, pág. 5.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 5. ¿Deberían ser obligatorios los sueños?

Recuerdo los ojos de mi esposa otra vez. Nunca veré cualquier cosa más aparte de esos ojos. Ellos preguntan.

Antoine de Saint Exupéry, en Terre des Hommes, 1939

¿Trabajan la sal y el azúcar
construyendo una torre blanca?
¿Es verdad que en el hormiguero
los sueños son obligatorios?
¿Sabes qué meditaciones
rumia la tierra en el otoño?
(¿Por qué no dar una medalla
a la primera hoja de oro?)

Pablo Neruda, Libro de las preguntas, XVI

Sevilla, 9/V/2023 (publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 26/V/2021).

Las fábulas han sido siempre aleccionadoras. Las hormigas han estado presentes en muchas de ellas y Esopo es el rey en este género literario, aunque Neruda no se queda atrás. En esta ocasión, hace una pregunta, ¿Es verdad que en el hormiguero / los sueños son obligatorios?, que no me ha dejado indiferente, porque una persona como yo, preocupada siempre por conocer a fondo el comportamiento humano desde la ciencia en sus múltiples ramificaciones, sabe que las hormigas son un ejemplo de inteligencia animal porque saben, desde que nacen, que han venido al mundo para resolver problemas. Si no, que se le lo digan a las cigarras. Así lo aprendí en mi carrera profesional cuando leí una obra fascinante, Sistemas emergentes, de  Steven Johnson (1), con un subtítulo que sobrecogía al recordarlo en la lectura de sus primeras páginas: O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software. Casi nada: inteligencia digital compartida.

Esto es así, porque el ser humano, las mujeres y los hombres, las niñas y los niños, tenemos el recurso principal: la inteligencia emergente, como estructura que siempre anda preocupada por organizarse espontáneamente, adaptándose permanentemente mediante retroalimentación positiva a determinadas situaciones propicias o adversas, pero con un fin común: vivir conforme a un plan que permite resolver problemas con un objetivo muy claro también: ser felices, estando obligatoriamente obligados a soñar despiertos, resolviendo de una vez por todas la pregunta de Neruda, Y la ciudad y el barrio en el que vivimos, nuestro gran hormiguero actual, es un patrón excelente para cooperar en esta búsqueda legítima de felicidad. O de infelicidad, por el urbanismo adverso, los problemas sociales y la pandemia actual, por ejemplo en la dialéctica emergente vivienda/murienda, neologismo que aprendí de un maestro que tuve en mi juventud, empeñado en ser solidario con las personas del barrio de Triana, en Sevilla, que más sufrían y menos tenían, sin capacidad alguna para soñar en aquellas fechas.

Es emergente esta inteligencia comparada con las hormigas porque se demuestra que lo que ocurre en las ciudades nunca nos es ajeno. Existen patrones escritos desde hace millones de años y las ciudades se reinventan permanentemente: “¿por qué ha triunfado el superorganismo de la ciudad sobre otras formas sociales? Como en el caso de otros insectos sociales, hay varios factores, pero uno crucial es que las ciudades, como las colonias de hormigas, poseen una inteligencia emergente: una habilidad para almacenar y recabar información, para reconocer y responder a patrones de conducta humanos. Contribuimos a esa inteligencia emergente, pero para nosotros es casi imposible percibir nuestra contribución porque vivimos en la escala incorrecta” (2).

La emergencia es la evolución de reglas simples a complejas: las hormigas crean colonias. Ahí están. Las personas que habitan una ciudad crean barrios siempre, los nuevos hormigueros. Ahí están. El software aprende a reconocer patrones siempre que se le den las instrucciones precisas. La inteligencia está en la base de los cerebros humanos, los que permiten hacer más simple la vida para vivir mejor. Y emergen hacia el exterior, naciendo, saliendo y teniendo principio siempre de otra cosa, en la interpretación que la Real Academia da a estos vocablos sobre emergencia y construidos de la misma forma.

Tenemos que pensar que la hormigas son sabias, fundamentalmente porque hay especies en las que la longevidad es su seña de identidad, enseñando las reinas, a las más jóvenes, muchas cosas de la vida. Precisamente, la longevidad es el resultado de que siendo tantas se organicen perfectamente, porque científicamente se ha demostrado que viven como un grupo, trabajan para el grupo, colaboran, se protegen, se ayudan, hasta pueden fabricar medicamentos para evitar que ciertas bacterias se propaguen en el interior de una colonia. Es lo mismo que ocurre con el ser humano, en sus ciudades y barrios, los hormigueros de hoy día, intentando recuperar la normalidad después de la amarga experiencia de la pandemia actual que asola el mundo.

Es verdad lo manifestado por Neruda y propongo una respuesta solidaria a su pregunta: estamos obligatoriamente obligados a soñar en nuestras ciudades y barrios hormigueros para que el viaje de la vida sea siempre hacia alguna parte feliz de nuestra existencia, porque tenemos un recurso que intentan controlar como mercancía los hombres de negro (dueños del Gran Supermercado del Mundo), que se llama inteligencia emergente. Debemos conocerla bien y compartirla juntos con «tu puedo y mi quiero» de cada día, porque forma parte de nosotros desde el momento precioso en el que nacimos y porque nos acompaña siempre como lo más íntimo de nuestra propia intimidad, para ayudarnos a resolver los problemas diarios de la vida. Al fin y al cabo, vivir es soñar.

Audio de Mario Benedetti recitando Vamos juntos

(1) Johnson, S. (2003). Sistemas emergentesO qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software. Madrid: Turner-FCE.

(2) Johnson, S., Ibídem, p. 90.

NOTA: la imagen es un fragmento de una fotografía de Man Ray, Le somneil, realizada en 1937 y en la que aparecen Consuelo de Saint-Exupéry (esposa-rosa del autor de El principito, tan de actualidad siempre) y Germaine Huguet, que figuraba en el programa oficial de una exposición sobre El surrealismo y el sueño, celebrada en Madrid, en 2014 en el Museo Thyssen-Bornemisza.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 4. ¿Hasta cuándo hablan los demás si ya hemos hablado nosotros?

¿Hasta cuándo hablan los demás
si ya hemos hablado nosotros?

Pablo Neruda, El libro de las preguntas, XI

Sevilla, 8/V/2023, (publicado en la serie original, Preguntas de Mayo, el 27/V/2021)

Quien hojea este cuaderno sabe que tengo un respeto reverencial al silencio, aprendido por muchos reveses de la vida y porque he sentido cansancio existencial al haber escuchado a la altura de mi película vital determinadas cosas que hubiera preferido no escucharlas nunca. Me gustaría hacer un paralelismo de la pregunta de Neruda y cambiar la palabra hablar por callar: ¿Hasta cuándo callan los demás si ya hemos callado nosotros? Creo que sería una buena respuesta sintetizada en el silencio y en el diálogo como corolario suyo, tal y como lo expresó de forma magistral Antonio Machado: para dialogar, preguntad primero; después… escuchad. Pero ahora no es así, porque hablan los demás, hablamos nosotros y asistimos a una nueva Babel en la nueva normalidad, repitiendo los mismos fallos que en la antigua, porque hablamos y hablamos pero no nos entendemos. Ni los de arriba, ni los de abajo, ni los de la derecha, ni los de la izquierda. No hay forma humana de entendernos cuando estamos obligatoriamente obligados a hacerlo, como nos lo recordaba en mis años jóvenes el poeta Rafael Ballesteros, en una composición, Ni yo tampoco entiendo, que la hizo popular el grupo Aguaviva y que lo sintetizaba en una frase que tengo grabada en mi persona de secreto: De este mundo los dos sabemos poco. Y sin embargo, estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo.

Este país va por unos derroteros de hablar todos sin parar y no callar nadie, dando igual lo que se diga, aunque asistimos a un fenómeno muy peligroso de contrarios, porque el silencio, cuando se produce, emerge como si se hubiera instalado en la complicidad anónima que no defiende a nada y a nadie, aunque veamos las mayores tropelías en nuestro mundo de alrededor, en un gesto mafioso que pensándolo bien es una lacra social que va ganando puntos a diario. No nos han enseñado a callar con dignidad. Por no hablar de los opinadores mayores del reino, colaboradores televisivos y supuestos líderes de opinión, más bien del cotilleo indecente, una nueva plaga que se extiende como una mancha de aceite y se pasan todo el día hablando por tierra, mar y aire de lo divino y de lo humano más rastrero, caiga quien caiga y cueste lo que cueste decirlo porque les resulta gratis total en sus conciencias y en sus silencios cómplices.

Con este panorama tan mediocre y preocupante, acudo una vez más a mi clínica del alma, es decir, mi biblioteca, para rescatar urgentemente un libro precioso, El arte de callar (1), recordando el primer principio de ese arte, Sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio, y el decimocuartoEl silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. En definitiva, ética cerebral y social del silencio y preparación para el diálogo, en una actitud donde hablar ocupa su auténtico lugar, preguntando primero y escuchando después hasta el momento en que rompamos ese silencio porque lo que tenemos que decir es mucho más valioso que mantenernos callados.

Escribo hoy estas líneas, como vengo haciendo a lo largo de estos diecisiete años de vida del blog, porque creo que tengo que decir cosas más importantes que el silencio y porque necesito diferenciar el heno de la paja de lo que se dice e informa a diario, reteniendo algunos pensamientos, pero no disfrazando ninguno. También, porque creo en el diálogo, pero con dos fases muy claras e inalienables: preguntar siempre antes de hablar y escuchar después. Los demás hablarán siempre conmigo o para mí, si antes he hablado en ese momento clave a través de mi silencio que pregunta y escucha. No lo olvido.

(1) Dinouart, A., El arte de callar. Madrid: Siruela (4ª ed.), 2003.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 3. ¿Me puede contestar alguien qué vine a hacer en este mundo?

Pausa – IZAL – Sonia Lafuente, patinadora olímpica

Sevilla, 7/V/2023, (publicado en la serie original el 29/V/2021)

¿A quién le puedo preguntar
qué vine a hacer en este mundo?
¿Por qué me muevo sin querer,
por qué no puedo estar inmóvil?
¿Por qué voy rodando sin ruedas,
volando sin alas ni plumas,
y qué me dio por transmigrar
si viven en Chile mis huesos?

Pablo Neruda, El libro de las preguntas, XXXI

Estamos desconcertados en nuestra vida porque caminamos en un mundo sin respuestas a cuestiones fundamentales de nuestro acontecer diario, siendo conscientes desde hace ya mucho tiempo de algo que aprendí de Mario Benedetti en mis años jóvenes: cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas. La pregunta de Neruda que he escogido hoy es de una carga de profundidad inmensa: ¿A quién le puedo preguntar /  qué vine a hacer en este mundo?, obligándonos a hacer una pausa en la búsqueda incesante de islas y respuestas desconocidas.Recientemente, creo que encontré un camino, entre otros, en el difícil mundo de las respuestas para todo escuchando una canción de Rozalén con un título sugerente “Y Busqué”, cuya sinopsis nos la presenta ella misma como aviso afectuoso para navegantes en los mares procelosos de las preguntas: “es una subida al templo Tepozteco, en México, una subida a la cima de cualquier montaña. Una metáfora. El camino que nos toca andar… Es un viaje interior, un intento de búsqueda de respuestas al sentido de las cosas, de la Vida, un “porqué estoy yo aquí”. Al final la respuesta se hace clara en soledad. Siempre buscamos fuera lo que nace dentro…”.

Invito a escucharla y seguir la letra de esta hermosa canción, palabra a palabra, porque todas juntas nos dan una solución muy inteligente: las respuestas a lo que está pasando, entre las que se encuentran las de Neruda, están en nuestro interior, es decir, en nuestra inteligencia individual, emocional y sentimental, porque es la única que nos guía en la resolución de cada problema diario: Y busqué, y busqué, y busqué / hasta la cima. / Y no hallé, y no hallé, y no hallé / el sentido a mis días. / Y busqué, y busqué, y busqué / hasta el fin. / La respuesta estaba dentro de mí. Cada estrofa de la canción es una página de vida y del alma. Aplicarlas en nuestra situación concreta es el desafío ante las grandes preguntas de la Vida, con mayúscula, como la canta Rozalén agregando siempre a sus notas las metáforas y el lenguaje de signos, aunque a veces tengamos el alma en los huesos. Junto a Neruda, creo que podemos descubrir una nueva forma de buscar respuestas a los grandes interrogantes de la vida gracias a un gran descubrimiento: la respuesta está dentro de mí. En este camino tan complejo de búsqueda de respuestas, siempre he creído en la importancia de la ética de situación, que me ha acompañado siempre como complemento extraordinario de la ética (a palo seco) que he asumido siempre, la que aprendí hace muchos años, una nueva forma de vida, tal y como la definió excelentemente el profesor López-Aranguren en su famoso tratado de Ética, publicado en 1958, como raíz de la que brotan todos los actos humanos. Ahora, como solería hecha en nuestras vidas, que justifica nuestras respuestas ante tantas preguntas de cada existencia humana.

En mis años jóvenes descubrí que era imprescindible abordar la ética de situación como guía y camino para el discernimiento humano más digno, de la que me enamoré para siempre, frente al dogmatismo de la Iglesia Católica que hacía estragos en este país y, sobre todo, en la dictadura que me tocó vivir amargamente. Aquellas clases del Profesor Häring [del que fui alumno durante un Curso impartido por él durante nueve meses en una Universidad romana] me abrieron los ojos definitivamente sobre la importancia de hacer uso de la libertad en momentos transcendentales de la existencia, tanto en la vida como en la muerte. Me lo explicaba Häring en las clases y, personalmente, en su humilde habitación del Alfonsianum en Roma, porque había prestado servicios en la aviación alemana de Hitler, como capellán y en Rusia, donde aprendió que tenía que atender siempre a cualquier ser humano aplicando la ética de situación, fuera amigo o enemigo, actitud que le acarreó serios disgustos y la separación final de aquellos servicios militares por ser considerado persona non grata para el ejército alemán. El problema radicaba en que había contemplado mucha muerte indigna en directo y había tenido que ayudar a muchas personas a vivir y a morir alejado del dogma católico que había aprendido y enseñado en su proceso de evolución ética. Häring sufrió mucho por sus actitudes éticas sobre la vida y la muerte hasta su fallecimiento, sobre todo por el trato recibido por la iglesia oficial, a la que recordó que cuando era citado en Roma para justificar su doctrina de libertades ante el dicasterio eclesial, le recordaba algo tan grave como estar presente ante Hitler en un juicio sumarísimo. Häring me enseñó a defender la vida digna, en cualquier circunstancia, sin más limitación que la aplicación de la ética de situación en su defensa plena y con el amparo de la ley correspondiente.

La ética de las respuestas a las Preguntas de la Vida no debería estar sometida a la moda o al mercado, como una mercancía más, tal y como sucede ahora, porque bien entendida es una actitud permanente ante la vida personal y social, pública y privada, sostenida en el tiempo que corresponda vivir a cada uno, es decir, una forma de vida. Vuelvo a comprender perfectamente que las respuestas a las preguntas de Neruda en su capítulo XXXI (31) tienen todo su sentido en la aplicación de la ética de situación de cada uno, entendida como una nueva forma de vida, como la raíz de la que brotan todos los actos humanos, como una solería sobre la que pisa nuestra vida y que justifica nuestras respuestas personales e intransferibles ante las preguntas de cada existencia humana, en cada aquí y ahora. Es lo que Benedetti llamaba “baldosas” en su poema PausaDe vez en cuando hay que hacer una pausa / contemplarse a sí mismo / sin la fruición cotidiana / examinar el pasado / rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades. En el fondo, esto que estamos haciendo hoy a través de estas palabras es navegar sin prisa, con pausas, buscando con ética personal y de situación la Ítaca que todos tenemos derecho a soñar y con un deseo confesable: que no esté lejos alcanzarla en la distancia y en el tiempo que cada uno, cada una, vive en su devenir diario.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Cartones con alma

El editor cartonero Javi Gil y la poeta Luz Pichel, en La cartonera del escorpión azul (rtve.es)

Sevilla, 22/III/2023

Cuando lo único que te ofrece la vida, a veces, es tener la dureza del acero para sobrevivir, aparecen experiencias humanas que dan sentido a lo que hacemos a diario las personas que tenemos la impresión de vivir «equivocados» de siglo, mucho más cuando creemos que está diseñado por el enemigo. Me ha ocurrido al descubrir una isla desconocida, mi misión “posible” en este cuaderno digital, al conocer ayer la existencia de una experiencia nacida en Argentina, que se ha consolidado también en Madrid, con un nombre sorprendente: la cartonera del escorpión azul, cuya sinopsis oficial, presentada por la televisión pública de este país, en su espacio “La aventura de saber”, nos dice que “Las editoriales cartoneras nacen durante los años del corralito en Argentina. Eloísa cartonera es considerada la primera. Su intención es dignificar las condiciones de vida de los recolectores de cartón por las calles. Se paga más caro el kilo de cartón y se invita a los cartoneros a convertirse en editores e incluso en poetas. El resultado son libros artesanales fabricados con cartón y realizados de una manera barata y sostenible. Nos acercamos a la madrileña Cartonera del escorpión azul”.

En el reportaje citado se cuenta, con brevedad “graciana” (lo breve, si bueno, dos veces bueno), que este proyecto editorial, La cartonera del escorpión azul, nace en 2020, durante la pandemia, a través de una idea muy clara del poeta Javi Gil, editor de la misma, sobre la necesidad contextual de interacción humana ante tanta soledad, en el que se busca que los autores, poetas, sean interpretados por un diálogo caligráfico excelente a través de la mano artística de Chilis Cubero, que lee primero cada libro para expresarlo después a través de una escritura muy bella, la esencia de la caligrafía, interviniendo después un autor gráfico que ilustra los poemas,  haciendo también una “lectura” desde su arte, lo que da como resultado obras muy personalizadas de cada autor o autora, como se explica detalladamente en el reportaje. Así lo explica la poeta Olga Muñoz sobre como editar sus poemas “finos y afilados”, a los que Javi Gil buscó “casa y vestido”, en una interpretación maravillosa del alma de este editor, en la que el cartón es una envoltorio especial, un auténtico regalo, tal y como lo expresa también la poeta Luz Pichel, cuando afirma que cada obra realizada en torno al cartón y a la caligrafía utilizada a su propósito, “no es una edición sino un regalo”, porque transmite algo fundamental: “los cartoneros tienen ese encanto de lo pobre, del tacto…” y al final lo que se obtiene es pura artesanía.

Una actividad relevante de este proyecto es la de los talleres en los que participan los autores “editando” ellos mismos sus libros en torno al cartón, presentando uno de ellos, “Los camaleones en la azotea”, en el que Javi Gil “sólo” les ofreció cartones con su sello editorial para que ellos mismos crearan su editorial bajo el nombre que se creó el taller, con una puntualización que me pareció sorprendente: en cada libro lo que manda es el cartón que lo envuelve, es decir, si toda la edición no es idéntica, mejor todavía, porque cada uno tiene su propia identidad. Verdaderamente sorprendente en los tiempos que corren, tan “modernos”, porque es el triunfo de la obra artesanal sobre la producción industrial. Como bien dice Javi Gil, “cada cartón tiene su memoria, ya sea de un detergente o de la leche”, que los protegió en algún momento de su vida como mercancía y esa “naturalidad esencial” es lo que da más valor a cada obra poética, lo que les ofrece su alma.

La base del proyecto nació en Argentina a través de Eloísa Cartonera, que iluminó a Javier Gil para darle vida en nuestro país. Escuchar a este editor con alma de cartón, cómo explica el nacimiento del proyecto en Argentina sobrecoge, pero al mismo tiempo ofrece una perspectiva esperanzadora sobre el alma humana para llevarnos a una reflexión: un triste cartón que protege cosas normalmente, mercancías, puede también envolver vida, porque a través de la mano humana, se demuestra que tiene alma. A mí me lo enseñó hace ya muchos años nuestro hijo Marcos, cuando un día nos pusimos a valorar lo que las cajas de cartón suponen en la vida de un niño frente a los juguetes actuales. No pertenezco a la escuela maniquea que defiende todo lo anterior como lo mejor y lo de hoy lo peor, enfrentándonos constantemente a la historia, porque soy miembro activo del club de los que creen que el mundo sólo tiene interés hacia adelante. Pero la realidad de la caja de cartón, como las que envolvían primitivamente cosas materiales y utilizan en la actualidad las editoras cartoneras como la de Javi Gil, nos hace valorar lo sencillo y creativo frente al tecnicismo actual. En 2014 escribí un artículo en este cuaderno digital, Cajas de cartón, en el que ya hablaba de estos cartones con alma. Creo que la caja de cartón, tan humilde ella, siempre ofrecía y ofrece posibilidades a almas concretas, consiguiendo vida propia, y ésa es la diferencia frente a los juegos y juguetes de hoy.

 The Adventures of a Cardboard Box from Studiocanoe on Vimeo.

Cuando el alma actúa el éxito está garantizado y la inteligencia creadora se hace patente a todas luces. Sin la inteligencia, el cartón no es nada. Esa es la clave de esta pequeña historia, como en tantas experiencias de la vida. La verdad es que Marcos, nuestro hijo, siempre sacaba partido y daba vida al cartón más pequeño. Ponía su alma en ello y eso lo aprendimos de él. Es la razón de que hoy haya escrito estas palabras, también con alma.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

La primavera, según Cernuda, nos ilumina la mente

Ramón Gaya, Retrato de Luis Cernuda, 1932 (Ver nota)

Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente

Luis Cernuda, en Ócnos

Sevilla, 21/III/2023, Día Mundial de la Poesía / Actualizado a las 12:50 CET

Anoche, a las 22:24 horas en España, entró oficialmente la primavera en este país. Llega, al menos, como una buena noticia que nunca falla. Por este motivo vuelvo a publicar, actualizado, el artículo que hace un año escribí sobre este regalo de la naturaleza, a la que tanto maltratamos, pero que ella vuelve una vez más a entregarnos su júbilo, que según Cernuda, vence la desesperanza y el miedo al iluminar nuestra mente.  

Cuando llega esta estación, la primavera en Sevilla, Cernuda me recuerda siempre cosas importantes con su prosa poética, porque lo único que sabemos es que no sabemos en realidad lo que nos pasa y él nos ayuda a entenderlo (1), fundamentalmente porque estamos atravesando una etapa histórica plagada de dificultades y sinsentidos en un mundo al revés. En este caso, cuando canta a la primavera recordando a su tierra natal desde la tragedia del exilio, añorando cómo la naturaleza cuida a Sevilla:

Este año no conoces el despertar de la primavera por aquellos campos, cuando bajo el cielo gris, bien temprano a la mañana, oías los silbos impacientes de los pájaros, extrañando en las ramas aún secas la hojosa espesura húmeda de rocío que ya debía cobijarles. En lugar de praderas sembradas por las corolas del azafrán, tienes el asfalto sucio de estas calles; y no es el aire marceño de tibieza prematura, sino el frío retrasado quien te asalta en tu deambular, helándote a cada esquina.

Abstraído en este imaginar, marchas con nostalgia por la avenida del parque, donde revuela espectral a ras de tierra y te precede, fugitiva ala terrosa, una hoja del otoño último. Tan reseca es y oscura, que se diría muerta años atrás; imposible su verdor y frescura idos, como la juventud de aquel viejo, inmóvil allá, traspuesta la reja, hombros encogidos, manos en los bolsillos, aguardando no sabes qué.

Al acercarte luego, hallas que el viejo tiene a sus pies manojos de flores tempranas, asfodelos, jacintos, tulipanes, de vívidos colores increíbles en esta atmósfera aterida. Casi da pena verlas así, expuestas en mercado norteño, como si ellas también sintieran su hermosura indefensa ante la hostilidad sombría del ambiente.

Pero la primavera está ahí, loca y generosa. Llama a tus sentidos, y a través de ellos a tu corazón, adonde entra templando tu sangre e iluminando tu mente; quienes a la invocación mágica, a pesar del frío, lo sórdido, la carencia de luz, no pueden contener el júbilo vernal que estas flores, como promesa suya, te han traído e infundido en tu miedo, tu desesperanza y tu apatía.

La primavera, con su luz y fragancia de azahar en Sevilla, llama a mis sentidos y se aloja en mi corazón, regalándome un júbilo de emociones y sentimientos, a modo de flores, que me ayudan a caminar en un mundo loco, al revés, que nos asola y nos da miedo, desesperanza y apatía, con una misión posible que necesitamos ahora más que nunca: iluminar la mente. También, para comprender qué significa la paz en tiempos de guerra, tan lejos, tan cerca.

Hoy se celebra también el Día Mundial de la Poesía, auspiciado por la UNESCO y adoptado como tal en la 30ª Conferencia General en París en 1999, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro. Conmemora a su vez «una de las formas más preciadas de la expresión e identidad y lingüística de la humanidad. La poesía, practicada a lo largo de la historia en todas las culturas y en todos los continentes, habla de nuestra humanidad común y de nuestros valores compartidos, transformando el poema más simple en un poderoso catalizador del diálogo y la paz». Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, nos lo recordaba el año pasado mediante un mensaje con motivo de esta celebración en el que manifiesta lo siguiente, con una referencia expresa a los pueblos indígenas: La orquestación de las palabras, el colorido de las imágenes y la contundencia de una buena métrica otorgan a la poesía un poder sin parangón. Como forma de expresión íntima que permite abrirse a los demás, la poesía enriquece el diálogo que cataliza todo progreso humano y es más necesaria que nunca en tiempos turbulentos. Ello es especialmente cierto  para  los  pueblos  indígenas,  cuyas  lenguas  y  culturas  se  ven  cada  vez  más  amenazadas,  en  particular  por  el  desarrollo  industrial,  el  cambio  climático y los conflictos. Para estas comunidades, la poesía desempeña un importante papel en el mantenimiento de la diversidad lingüística y cultural y en la conservación de la memoria.

En este contexto local y mundial, expreso a Luis Cernuda, mi paisano, el más sincero agradecimiento a su obra, porque siempre reconozco el trabajo que hizo con amor desde su alma exiliada, tan lejos de sus primaveras en Sevilla, cuando escribía estas palabras desde la sordidez de Escocia, que le llevaban a recordar entrañablemente su niñez y juventud en esta ciudad, en la que Stefan Zweig siempre pensó que se podía ser feliz. Aprendí de él algo muy importante que pidió a sus paisanos en esta sacrosanta ciudad: el reconocimiento a su trabajo bien hecho y envuelto en bellas palabras, que siempre lo merece ahora y en cualquier estación del año: «más el trabajo humano, con amor hecho, merece el reconocimiento de los otros». No lo olvido en este tiempo tan difícil y complejo, porque hoy día me duele todavía que su país y sus paisanos olvidemos algo simbólico que nos enseñó él a comprenderlo: el valor intrínseco de la poesía, de la prosa poética, porque la primavera, por ejemplo, llama a nuestros sentidos, y a través de ellos a nuestro corazón, adonde entra templando nuestra sangre e iluminando nuestra mente. ¿Existe algo más bello?

Finalizo esta reflexión especial con un ejemplo del trabajo bien hecho de Mozart al ensalzar también la primavera, en una obra dedicada a Haydn en 1785, en un cuarteto recogido en su catálogo como No. 14 K. 387 in Sol mayor, fruto de un largo y laborioso trabajo, según sus palabras, del que he elegido el tercer movimiento (Andante cantabile), De la primavera, como homenaje al compositor salzburgués, interpretados por un cuarteto nacido en aquella ciudad, Hagen Quartet, que lo expresa de forma especial. Una delicia, en un día en el que la entrada de la nueva estación se celebra con una espera y esperanza sentidas. Para seguir viviendo y construyendo un mundo diferente, más amable, más cercano, más humano.

(1) Cernuda, Luis, La Primavera, en Ócnos (Poesía completa, vol. I), Madrid: Siruela, 1993.

NOTA: El 27 de diciembre de 2018, el Estado adquirió por 10.000 euros, en el remate final de una subasta de Durán, el Retrato de Luis Cernuda, 1932 (O/L, 65 x 55 cm.), pintado por Ramón Gaya: “Se ofrecía, también de su mano, un dibujito previo, a tinta, muy sencillo, pero como una especie de primera idea o boceto del óleo (23 x 18,5 cm.), fechado también en 1932. Ambos habían estado presentes en la muestra Entre la realidad y el deseo. Luis Cernuda 1902-1963, en la Residencia de Estudiantes en Madrid y en el Convento de Santa Inés en Sevilla, en 2002, y aparecían también, con otras piezas que se subastaban, en el libro A una verdad. Luis Cernuda (Sevilla-Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1988), edición coordinada por Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet. Ambos fueron vendidos por los precios iniciales, 10.000 euros el óleo y 3.000 la tinta, y en ese precio fueron adjudicados al Estado cuando ejerció su derecho”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN:José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

A %d blogueros les gusta esto: