Hablemos de comprender la gobernabilidad de España

Siempre hacia adelante  –  DAR YASIN (AP) | 25-11-2011
El ciclista, en medio de una espesa niebla, mira a cámara mientras no detiene su avance por una de las calles de Srinagar (India)

¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Jorge Wagensberg

Sevilla, 11/VIII/2023

Nos acercamos a fechas muy importantes para el presente y futuro de este país, concretamente en la semana próxima, en la que echará a rodar la nueva Legislatura con la constitución formal del Congreso, la votación para la presidencia del mismo y la de su Mesa. Después del paréntesis político veraniego, para quien lo haya disfrutado, empezamos a tomar conciencia, de nuevo, del resultado de las elecciones generales del pasado 23 de julio, fragmentado, donde se ha incorporado al lenguaje político ciudadano una palabra importante en estos tiempos, gobernabilidad, la cualidad de [un Estado] gobernable (según la Real Academia Española de la Lengua), su gobernanza, sobre todo cuando se analiza la aritmética terca actual de escaños repartidos entre los partidos que configuran los dos grandes bloques de derechas e izquierdas y que, a priori, sin coaliciones, no alcanzan la mayoría necesaria para presidir el país.

Ante este marco tan complejo, creo que sólo cabe diálogo y comprensión política de la situación actual, con un asunto de fondo que está marcando la agenda de los dos bloques en liza para alcanzar la gobernabilidad del país desde el día en el que se conocieron los resultados: qué papel juega en estos momentos el independentismo catalán, con unas siglas concretas, Junts, que también tiene nombre propio: Carles Puigdemont.

En este sentido, traigo hoy a colación un artículo que escribí en 2021, Comprender y perdonar, esa es la cuestión, que salvando lo que haya que salvar por el tiempo transcurrido, sigue teniendo una actualidad plena por su contenido. Lo reproduzco de nuevo y cada uno puede sacar la conclusión que mejor convenga en relación con lo que se nos viene encima sobre la difícil gobernabilidad del país, pero alertando de que hay un hilo conductor muy importante para coronar esta cima política tal alta y compleja: hay que abordar con urgencia el encaje de la realidad territorial del país en la Constitución, con una modificación de la misma en términos federales, comprendiendo y perdonando lo que pasó en el proceso catalán, entendiendo lo que está pasando también en el País Vasco o en Galicia y Valencia, por ejemplo, porque al final hablamos del encaje sustitutivo de la planificación actual de Comunidades por Federaciones, sin sesgo independentista alguno, agregando ahora, además, a los indultos ya alcanzados en Cataluña, una nueva realidad legal: la amnistía.

Lo manifestaba al finalizar esas palabras, porque tienen todo su sentido hoy: “necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado, ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano)”.

Comprender y perdonar, esa es la cuestión

Sevilla, 10/VI/2021

Estamos viviendo un tiempo muy complejo en este país en torno a los indultos de las personas juzgadas en el proceso independentista de Cataluña. Creo firmemente en la reconciliación y en la sana utilización de una palabra de esencia lingüística catalana, seny, que recoge muy bien un sentir que deberíamos adoptar todas las personas que creemos en la comprensión, el perdón y en la regeneración de la sociedad. Ha llegado el momento de avanzar en ese difícil proceso de entendimiento con Cataluña, algo que ya he manifestado anteriormente en este cuaderno digital, situando en el centro de todos los próximos encuentros de Estado el diálogo político con espíritu machadiano, con las preguntas necesarias de las partes intervinientes y su correspondiente actitud de escucha, con un objetivo claro: hablar de la nueva y posible configuración territorial y federal de España en la que Cataluña tenga la cabida que busca en alternativas independentistas que hoy día no tienen viabilidad en un Estado de Derecho.

Esa es la razón de por qué recurro al “seny”, el sentido común, algo tan querido por el pueblo catalán, pero en el sentido que aprendí de mi gran maestro Ferrater Mora: “El seny no excluye, sino que muchas veces postula, el atrevimiento y la osadía, todo lo que, desde cierto punto de vista, puede parecer insensato, pero que, visto desde el horizonte de la continuidad, se convierte en una actitud sensata. El auténtico seny no se limita a perseguir lo más accesible, las realidades cotidianas e inmediatas; el auténtico seny, podríamos decir el ideal del seny, es perseguir lo que es justo, conveniente y correcto, aunque esta persecución sea en algunos momentos la acción más insensata que se pueda imaginar”. También, Impecable, sobre todo cuando ambos han contemplado hoy la fuente que tantas veces recordaba Machado en la búsqueda de su sentido de la vida, haciendo camino al andar.

Decía también Ferrater Mora que la escuela escocesa que ha estudiado el sentido común se centra en la concepción de Reid cuando afirma este autor que “hay un cierto grado de sentido que resulta necesario para convertirnos en seres capaces de leyes y de gobierno propio” (1). El antecedente del seny demuestra que este sentido (común) es como una especie de facultad regulativa que “nos permite fundar nuestros juicios sin caer en el escepticismo ni en el dogmatismo”.

Pero también hay que hablar de comprensión y perdón en el proceso catalán, vía indultos, algo imprescindible para salir del inmovilismo de Estado que no conduce a ningún sitio. En cierta ocasión escuché una frase excelente, un auténtico aforismo, que no olvido al escribir estas líneas: perdonar es comprender y a veces se comprende tanto que no hay nada que perdonar. Comprendo que sea difícil trasladar esta feliz construcción de los pensamientos y sentimientos a las realidades más próximas en este territorio llamado España y que habitamos, tan maleducado en su sentido más profundo y cainita de base, pero todo el esfuerzo que se haga para caminar unidos es poco por hacer viable el diálogo basado en la comprensión del otro y de sus argumentos. Somos un país muy poco dado a preguntar y escuchar, a pesar de que hace años el propio Machado nos alertó de esta debilidad nacional: para dialogar, preguntad primero: después… escuchad.

Me gusta leer aforismos, sobre todo los de un maestro como Jorge Wagensberg, que desgraciadamente falleció en 2018, sabiendo que ya en el siglo XVIII se definía por primera vez el lema “aforismo”, en el Diccionario de Autoridades, como “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Recuerdo con especial atención uno, entresacado entre otros dedicados a la interdisciplinariedad (2), que lo considero de especial interés para los que necesitamos viajar imaginariamente a islas desconocidas para solucionar problemas de este país y no tener problemas al elegir qué llevarnos para meditar en la persona de secreto que se queda sola ante la comprensión y el perdón. Dice exactamente así: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Es verdad. Sobre todo, cuando la comprensión es fruto del perdón por lo que no acabamos de comprender, en una tautología de términos que se confunden casi siempre en estos tiempos tan modernos. Porque perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Vivimos momentos desconcertantes, porque no sabemos lo que nos pasa a los de alma inquieta. Nos rodea una mediocridad política galopante y una desvergüenza de lo corrupto que casi todo lo invade de forma silente, mucho más allá del territorio de la política profesional porque están instaladas en la sociedad. Solo nos queda comprender el comportamiento humano que nos rodea, porque nada nos puede ni debe ser ajeno, tomando conciencia de que no tenemos nada mejor que hacer si queremos comprender lo que nos pasa. Y lo que pasa es que la realidad nos rodea, porque la tenemos a mano en cualquier ámbito en el que nos movemos al despertar cada día. Y hay que comprenderla, caminando por las aceras de la vida que nos llevan al interesante Club de las Personas Dignas.

Un aforismo de Jorge Wagensberg precioso y útil, sobre todo en una sociedad de mercado que en este aquí y ahora de la comprensión no necesita recurrir al poderoso caballero don dinero. Es el deber de vivir con los demás y el derecho a comprenderlo para aprender a perdonar a los que hacen cosas que no nos gustan y seguir luchando por transformar la sociedad (la que no es digna, justa y equitativa). Aunque, repito, estamos advertidos: perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Incluso, a las personas condenadas por el traído y llevado proceso catalán de independentismo.

Necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado, ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

(1) Ferrater Mora, José (1980, 2ª ed.). Diccionario de Filosofía (4). Madrid: Alianza Editorial, pág. 2985.

(2) Wagensberg, Javier (2017, 26 de abril). La interdisciplinariedad en aforismos, en Babelia (El País.com).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!