¿Ampara la Constitución la felicidad de este país?

Constitución de 1812. Artículo 13 (Facsímil)

Sevilla, 12/X/2023

He escrito en muchas ocasiones, en este cuaderno digital, sobre la gran tarea de la inteligencia humana: aprender a ser felices. En esta tarea estoy desde que descubrí las posibilidades innatas y adquiridas que nos ofrece la inteligencia creadora de felicidad, de cada una, de cada uno, para lograr este fascinante cometido, con una protección garantizada por el llamado Estado de Bienestar, como su denominador común. La felicidad dejó de ser un proyecto personal y social inocente desde el momento que supimos, como personas, que teníamos que convivir en proyectos vitales diferentes, bajo gobiernos diferentes, porque todos no son iguales ni facilitan esa felicidad de la misma forma, desde la salvaguarda de la equidad social en todas las manifestaciones posibles. Por tanto, ser ciudadanas, ciudadanos o tener educación para ser ciudadanas o ciudadanos, es la verdadera cuestión: hay que aprender a ser felices. Ese fue el gran proyecto de Educación para la Ciudadanía en nuestro país, desde 2006, que fue finalmente derogado por la derecha ultramontana, a partir de 2012, acusado falsamente de “adoctrinamiento ideológico”.

La gran tarea de la inteligencia es desarrollar actos felices en la vida diaria y ordinaria, al introducirnos en los vericuetos de la sociedad justa y feliz: conocimiento de las utopías para mejorar el mundo y cómo se puede alcanzar la felicidad personal y política, siendo un exponente de ello la frase resumen de la Constitución de 1812, que decía: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación”. Ser felices debe ser un proyecto común: construir una “Casa” común, asumir la compasión y la solidaridad como actitudes proactivas para sentirnos protagonistas de un gran proyecto humano que trascienda situaciones que no permiten ver más allá de nuestras realidades personales, familiares y sociales. En definitiva, ser muchas veces voces de los que no tienen voz, de los nadies. Junto a la inteligencia, también hay que reconocer los sentimientos y las emociones, como la eclosión auténtica de una correcta vida afectiva, feliz en definitiva para los ciudadanos y ciudadanas de este país.

En los tiempos que corren, no vendría mal recuperar en el seno de la memoria constitucionalista de este país, el artículo anteriormente citado de la Constitución de 1812, la Pepa, la primera que fue promulgada en España: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bien estar de los individuos que la componen”, promulgada el 19 de marzo de ese año y derogada dos años después, el 4 de mayo de 1812. Lo necesitamos, bajo los parámetros del llamado Estado de Bienestar, que rescato hoy como claro objeto implícito del deseo político del próximo Gobierno, en estas fechas tan especiales, ¡ojalá fuera así! y para que no se olvide.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!