Lo aprendí de personas de nombre Juan

Camarón de la Isla, interpretando Viejo Mundo, en su obra magna, La leyenda del tiempo, 1979

Sevilla, 24/VI/2024

Muchas personas llevan en nuestro país el nombre de Juan o Juana, en sus diferentes versiones, vinculadas en la celebración de su “santo “ al Bautista (24 de junio) o al Apóstol (27 de diciembre) -quien lo celebre a estas alturas de la supuesta laicidad del Estado-, como símbolo de una tradición multisecular que se perdió hace ya muchos años, cuando se decidía en el seno de cada familia el nombre de los hijos e hijas porque era un programa o proyecto de vida, es decir, el nombre encerraba en sus letras y grafía una historia personal y colectiva, familiar, que siempre se debía contar. Llevaban con mucho orgullo su nombre, su Vida. Era un momento apasionante que daba pleno sentido a la vida propia y a la de los demás.

En este contexto, repaso mi agenda para localizar y felicitar a amigos y amigas, también a maestros y maestras de vida que llevan este nombre, cada uno, cada una, con su estela. Sin dejar a nadie atrás, tengo presente hoy a un poeta llamado Juan Ramón Jiménez, que me mostró en su obra maestra, Platero y yo (Domingo, LXVIII), la existencia de otro poeta, matemático y astrónomo, Omar Jay´yam (1057-1123), al que leía bajo un árbol lleno de pájaros que no se iban, refrendado en su esencia, años más tarde, por un investigador andaluz de otros mundos, Marte, también de nombre Juan, Pérez Mercader por más señas, que me dio a conocer unas reflexiones de Jay´yam a través de Camarón de la Isla, interpretando una bulería, Viejo Mundo, con letra adaptada por Kiko Veneno, en una obra sublime para “escuchaores” de flamenco, La leyenda del tiempo, publicada en 1979.

En 2006, ese maestro, de nombre Juan Pérez Mercader, culminó su intervención magistral sobre un planeta cada día menos lejano, “La exploración de Marte en el siglo XXI”, a la que asistí como alumno privilegiado, con una canción de Camarón, Viejo Mundo, destacando una estrofa con versos de Jay´yam, pura esencia de sus Rubaiyat:

El mundo es un grano de polvo en el espacio
La ciencia de los Hombres, palabras
Los pueblos, los animales y las flores de las siete colinas,
Son sombras de la nada.

Con este sentimiento de la relativa importancia de nuestras vidas, formando parte de ese grano de polvo en el espacio, del que desgraciadamente nos adueñamos día a día, maltratando a la Madre Naturaleza hasta hacernos los unos a los otros la vida imposible, sólo me quedan palabras para recobrar la importancia de los nombres de personas que nos aportan casi todo en la vida, con palabras tan bellas como las del poeta de Moguer, las de un astrofísico que investiga sobre el más acá de la vida o la forma de transmitir Camarón el significado de la humildad humana para cantarla a la posteridad. Todos con un nexo común, las bellas palabras de Omar Jay´yam.

Además, en el caso del nombre Juan, porque sé lo que significa, lo que ha perdurado a lo largo de los siglos, cuando ponerlo era una tarea encomendada a padres y abuelos, sentados hace miles de años en las orillas de los ríos Tigris y Éufrates, en la actual Irak, preparando el gran acontecimiento del nacimiento de los nuevos descendientes de sus familias, porque los nombres que debían llevar no eran inocentes sino un programa de vida para formar parte de la genealogía familiar. Me parece una aventura extraordinaria, que se debería rescatar como lección de la historia para cada uno, cada una, para todos. 

Lo que he recordado son impecables proyectos de vida, según la historia, de personas de nombre Juan, que siguen siendo necesarios e imprescindibles. La historia sigue siendo una gran maestra de vida. Para que no se olvide, ni siquiera un momento y expresado hoy en palabras de felicitación dedicadas a las personas que conozco, de nombre Juan o Juana, cuyo nombre en hebreo, Yohanan, su “programa de vida”, significaba que “iba a tener el corazón cerca de los que menos tienen”, porque Dios era “miseri-cordioso” (así, con guion) con la familia que “ponía ese nombre” y porque siempre “estaría cerca de ellos”, porque era su protector. 

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!