En tiempos de turbación, defendamos la alegría como un derecho

Mario Benedetti

Sevilla, 22/XII/2024

En el día del sorteo extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional, con más de doscientos años de historia en nuestro país, vuelvo a recordar que más allá de la suerte, tenemos que defender algo que es consustancial con ella. Me refiero a la alegría, entendida como trinchera, destino, principio, bandera, certeza y, por encima de todo, como un derecho. Así lo aprendí de Mario Benedetti y así lo comparto hoy de nuevo, como el hilo conductor de la campaña del Sorteo extraordinario de Navidad de este año: “compartirlo es extraordinario”.

Es verdad que el Club de los Tibios, Mediocres, Tristes y Apocalípticos, sin mezcla de alegría alguna, tiene cola para darse de alta y militar en él, en estos tiempos revueltos y difíciles. Por ello, vuelvo a refugiarme hoy en un poema de Mario Benedetti, Defensa de la alegría, a modo de manual para contrarrestar esta corriente no inocente que suelen abanderar los líderes que propician el ocaso de cualquier democracia.

En estos días “navideños “ y de Loterías, en los que se nos obliga por parte del Mercado Global a estar alegres y muy pendientes de la suerte, en la dialéctica de azar y necesidad, como si lo que ocurre en nuestro alrededor no tuviera a veces importancia alguna, creo que es urgente defender la alegría [auténtica] como una bandera / defenderla del rayo y la melancolía / de los ingenuos y de los canallas / de la retórica y los paros cardiacos / de las endemias y las academias. Por encima de todo, como un derecho.

Abro su libro Cotidianas, escrito entre 1978 y 1979, para leer de forma pausada el poema citado, lleno de sentimiento y para escucharlo más fuerte que el viento, como aprendí de Rafael Alberti en un canto inolvidable a la dialéctica del verso cuando sólo es para algunos frío pensamiento.

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera 
defenderla del escándalo y la rutina 
de la miseria y los miserables 
de las ausencias transitorias 
y las definitivas 

defender la alegría como un destino 
defenderla del fuego y de los bomberos 
de los suicidas y los homicidas 
de las vacaciones y del agobio 
de la obligación de estar alegres 

defender la alegría como un principio 
defenderla del pasmo y las pesadillas 
de los neutrales y de los neutrones 
de las dulces infamias 
y los graves diagnósticos 

defender la alegría como una bandera 
defenderla del rayo y la melancolía 
de los ingenuos y de los canallas 
de la retórica y los paros cardiacos 
de las endemias y las academias 

defender la alegría como una certeza 
defenderla del óxido y la roña 
de la famosa pátina del tiempo 
del relente y del oportunismo 
de los proxenetas de la risa 

defender la alegría como un derecho 
defenderla de dios y del invierno 
de las mayúsculas y de la muerte 
de los apellidos y las lástimas 
del azar y también de la alegría.

La realidad terca es que entre tibios, mediocres, tristes y apocalípticos anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en los que dudan de los grandes valores de la democracia y la alegría humana que lleva dentro. Cuando se instalan en nuestras vidas, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que un mediocre, además triste y tibio. No digamos, apocalípticos de vocación. Por ello, es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones.

Estoy muy preocupado con la perpetuidad de este Club de la Tristeza Global desde tiempos del Apocalipsis. He escrito con frecuencia en este cuaderno sobre esta realidad y un compromiso de los que pertenecemos al Club Virtual de las Personas Dignas es desenmascararlos con prisa existencial y de supervivencia: “Estamos instalados en el reino de la mediocridad. Hay que desenmascarar a los mediocres, dondequiera que estén, porque viven en un carnaval perpetuo. Este país no logra sacar distancia a esta lacra que nos pesa desde hace bastantes años porque ahora, en el país de los tuertos desconcertados, el mediocre es el rey. Es una plaga que se extiende como las de Egipto casi sin darnos cuenta. Los encontramos por doquier, en cualquier sitio: en la política, en las artes, en los medios de comunicación social, en la educación, en los mercados, en las religiones y en las tertulias que proliferan por todas partes en el reino de la opinión. Los mediocres suelen meter la mano en los platos de las mesas atómicas y virtuales, en las que a veces nos sentamos, con total desvergüenza. Son siempre de “calidad media, de poco mérito, tirando a malo”, como dice el Diccionario de la Real Academia. También, tóxicos o tosigosos, que suelen complicar la vida a los demás por su propia incompetencia” (1).

Necesitamos rescatar el principio alegría en nuestra vida, ante tanto desmán de los tristes, tibios, mediocres y apocalípticos, voceros del principio de que “todo va mal”. Sería recomendable que utilizáramos una linterna ética para descubrirlos, con un manual de instrucciones en el que se indique que una vez encendida y al igual que hacía Diógenes de Sinope cuando buscaba personas íntegras, debemos gritar a los cuatro vientos algo urgente: ¡buscamos personas dignas y honestas! Es probable que las personas tibias, tristes y mediocres salgan huyendo, rompiendo las filas de su Club, del que hablaba al principio, porque no soportan dignidad alguna que les puede hacer sombra. Si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad, en cualquier estamento, probablemente muy cerca de donde vivimos, estamos y somos.

Benedetti nos anima a defender la alegría ante tantos agoreros mayores del Reino, con palabras necesarias que hoy no olvido, sabiendo que hay que defenderla como un principio / defenderla del pasmo y las pesadillas / de los neutrales y de los neutrones / de las dulces infamias / y los graves diagnósticos.

(1) https://joseantoniocobena.com/2015/02/17/hay-que-desenmascarar-a-los-mediocres/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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