El erudito, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, es el “hombre que solo tiene una tintura superficial de ciencias y artes”. Y una pequeña confidencia a propósito del lema: el tema que utilizo para escribir en este blog, se denomina “El erudito”, nacido en el conocimiento creativo de la empresa somadesign. Y sobre esta palabra voy a escribir hoy unas reflexiones que deseo contextualizar en los tiempos que corren.
En España se dedicó mucho tiempo en el siglo XVIII, por parte de escritores de la época, a comentar de forma más o menos ingeniosa, un fenómeno que sacudía la sociedad española contemporánea, siendo un referente sempiterno la sátira Los eruditos a la violeta (1772), escrita por José Cadalso y Vázquez de Andrade, un escritor andaluz nacido en Cádiz en 1741, contra un tipo de educación entonces frecuente: la erudición meramente superficial, debiéndose emplear especial atención al subtítulo puesto por su propio autor: «Curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones, para los siete días de la semana, publicado en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco». ¿Por qué la referencia a la violeta? Porque era uno de los perfumes preferidos por los jóvenes a la moda.
La advertencia del autor sobre los eruditos, que aporto para su conocimiento completo en una experiencia del programa “Verbo sonoro” de RTVE.es, refleja un sentir popular de rechazo a los supuestos sabios de la época, de cualquier época, de hoy, al señalar que en todos los siglos y países del mundo han pretendido introducirse en la república literaria [por qué no, política] unas personas ineptas, “que fundan su pretensión en tener cierto aparato artificioso de literatura”, palabrería pura que llamamos hoy, plagados de personas que opinan de lo divino y de lo humano, sin compasión alguna, cuando apenas han saludado los principios de la auténtica sabiduría. Y cada uno, cada una, que lo aplique en su ámbito personal, profesional y familiar.
Dos siglos y medio después, los autores de este tema, El erudito, explican por qué han preparado este diseño, partiendo de la base de que es un diseño de código abierto, entregado a la comunidad de blogueros y blogueras que piensan que el diseño y el contenido de un blog no es algo trivial, algo superfluo que solo pretende distraer o impactar a los visitantes sin más argumentos de fondo y forma. Es un tema dedicado a las personas que nos leen, como Vd., bastante lejos de métricas, clics, o aparato tecnológico de este cuaderno. Es decir, está dedicado a los que frecuentemente estamos solos ante el peligro, con una desnudez extrema ante el mundo, que no queremos solo distraer a los que nos leen, sino que en la clave que aprendí hace bastantes años de Ítalo Calvino (El arte de empezar y al arte de acabar), comprometido con lo que escribo, se me ofrece mejor que nunca el fenómeno de la página en blanco, donde tengo todas las posibilidades de decir todo o nada, pero por encima de todo que diga algo de forma especial.
Y ante la falsa erudición me acompaña siempre la constancia en el estudio, representada aquí, en este cuaderno, por la tipografía que se utiliza en este tema, El erudito, con clara alusión a la tipografía que lleva ese nombre Constantia, diseñada por John Hudson en 2003 tratándose de una romana muy hermosa y elegante, con un cierto toque caligráfico.
Cadalso ha aportado una dura reflexión sobre aquellas personas aparentemente cultas, sabias, con escaso conocimiento de todo lo que comentan y hablan, tertulianos archiconocidos, que solo viven de apariencias, llamando la atención sobre un hecho constatable para él, en tono satírico: siete días de la semana bien aprovechados pueden prepararnos para ser unos auténticos eruditos a la violeta, pero olvidándonos que construir un conocimiento auténtico de la vida, de las cosas y de los hechos que nos rodean, necesitan el tiempo que vivimos a diario y dedicados a estar cerca del conocimiento de lo que ocurre, en una sociedad que brinda hoy más que nunca muchas posibilidades de adquirirlos a través de la inteligencia digital, entendida como la capacidad de adquirir conocimientos, desarrollar habilidades y tomar decisiones, para enfrentarnos a los problemas de la vida, con la ayuda de las tecnologías de la información y comunicación. Con un fin muy concreto: ser más libres y vivir lejos de la falsa erudición que ni siquiera permite saludar de cerca a la sabiduría.
Sevilla, VI/XI/2011
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