Mímesis, cuando el arte imita la vida

Sevilla, 12/VIII/2023

Ante el cambio climático, busco interpretaciones de la vida, de la naturaleza, de lo que hacemos con ellas, para aprender sus mensajes y copiarlos, por su histórica sabiduría y porque sé que “la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida, pero cuando el arte imita a la vida se llama mímesis”. Así lo he escuchado en el vídeo promocional de la exposición que se inauguró el pasado mes de abril en Barcelona, en el Museo Europeo de Arte Moderno, cuya exposición Mímesis | Representational Art 2023, arte figurativo en definitiva, recogió 61 obras en las que destacaban pinturas de Antonio López, Gottfried Helnwein, Guillermo Lorca, Don Eddy, Jeremy Mann, Alex Kanevsky, entre otros.

En la sinopsis de esta exposición se decía que “El arte figurativo ha sido parte integrante de las artes visuales durante siglos, experimentando un enorme resurgimiento en popularidad en los últimos años. Las obras muestran el mundo que nos rodea, a menudo con un enfoque realista o una representación exacta, desde la condición humana, pasando por cuestiones sociales y culturales, hasta la percepción de nuestro entorno. La pintura figurativa se ha utilizado para representar una amplia gama de emociones, historias y temas, convirtiéndose en una poderosa forma de expresión que transmite mensajes de importancia social y política, además de captar la belleza de lo cotidiano. También la cultura popular se ha inspirado a menudo en la pintura figurativa, sobre todo el cine, a través de películas que exploran temas y cuestiones como el romance, la belleza, el miedo y la condición humana”.

Gottfried Helnwein, Los desastres de la guerra, en Mímesis | Representational Art 2023 / Museo Europeo de Arte Moderno

Personalmente es un arte que me emociona al contemplarlo y en España tenemos un gran maestro, Antonio López, entre otros, al que admiro y he dedicado bastantes páginas en este cuaderno digital, que en la exposición también está presente con obras inéditas junto a una de su mujer, María Moreno, gran artista figurativa también, ya fallecida. Para reforzar el hilo conductor de la misma y su realidad contemporánea en un mundo tan convulso, esta muestra tuvo como objetivo “dar visibilidad a la habilidad y creatividad de artistas contemporáneos que están superando los límites del arte figurativo tradicional además de descubrir los estilos artísticos y técnicas actuales, a través de obras que reflejan las diversas visiones y perspectivas, y de la exploración de nuevos temas que estudian la belleza y la relevancia de la experiencia humana. La temática en esta muestra se basa en la propia experiencia del autor o en su interpretación de los acontecimientos del mundo que le rodea. Algunas obras muestran un detallado realismo, capturando las complejidades del mundo natural con notable precisión. Otras son más abstractas y juegan con la forma y el color para crear imágenes dinámicas e impresionistas. A pesar de estas diferencias, todas las obras de la exposición están conectadas por su compromiso con el arte figurativo y su capacidad para atraer al espectador a través de su poderoso uso de la narración visual. Con un carácter vibrante, dinámico y atemporal, esta muestra introduce al espectador en una amplia gama de estilos y técnicas, y proporciona una comprensión más profunda del genio creativo del artista. Explorando esta exposición, se podrá obtener una visión única de las vidas y experiencias de aquello que se representa en las obras, y comprender más profundamente la condición humana en nuestros días. Los artistas de esta exposición han creado obras cautivadoras que desafían las percepciones del espectador y le invitan a mirar el mundo a través de una nueva perspectiva”.

Biomímico. Proyecto del artista mural Eric Okdec, en Sevilla / JA Cobeña

Si algo me admira es la capacidad de muchos artistas figurativos de retratar la condición humana en todas sus manifestaciones posibles. La pintura figurativa, realista, no me es ajena como tampoco lo es nada humano, recordando a Terencio. No la olvido, fundamentalmente porque he entendido su mensaje: La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida, pero cuando el arte imita a la vida se llama mímesis. Una derivada de ella, la interpreté personalmente en este cuaderno digital como alumno de la Facultad de la Calle, por estar matriculado en la Universidad de la Vida. Los albores de Sevilla ofrecen siempre regalos inesperados, cuando en el paseo del amanecer claro y luminoso de esta ciudad, Sevilla, me encuentro frecuentemente unas palabras inolvidables en una pintura mural del Polígono de San Pablo, una obra esplendorosa del artista Eric Okdec: biomímico no es cosechar los recursos de la naturaleza, pero [sí lo es] el sentarse a sus pies como estudiantes. Así escrito, sin modificar palabra alguna, salvo los corchetes. Junto a este lema tan sorprendente, se encuentra otra acepción no menos aleccionadora: biomímica es la práctica de pedir prestados los diseños principales de la naturaleza para crear más productos y procesos sostenibles. Maravilloso. Tampoco lo he olvidado, sobre todo en los en los tres mundos que tantas veces he estudiado en la Academia y en los que estamos instalados a diario: el mundo propio, el de nuestro alrededor y del de los demás, que dicho de forma petulante en alemán suenan extraordinariamente bien: eigenwelt, umwelt y mitwelt. Las dos definiciones anteriores en torno a la Mímesis son fantásticas si las analizamos con detenimiento. La primera, porque la cosa radica en no explotar los recursos de la naturaleza sin compasión alguna, sino aprender continuamente de ella “como estudiantes sempiternos”. Es lo que nos recuerda a diario el problema recurrente del cambio climático y de la Suciedad Plástica instaurada en la superficie y fondos de los océanos y mares que nos rodean. La segunda acepción, es reveladora de lo que podemos aprender de los diseños de la propia naturaleza, porque si lo hiciéramos podríamos vivir mejor, creando nuevos productos con diseños naturales prestados sin interés comercial alguno y, por tanto, más sostenibles.

Volvemos a lo mismo con esta pintura mural figurativa: la vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida, pero cuando el arte imita a la vida se llama mímesis.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Hablemos de comprender la gobernabilidad de España

Siempre hacia adelante  –  DAR YASIN (AP) | 25-11-2011
El ciclista, en medio de una espesa niebla, mira a cámara mientras no detiene su avance por una de las calles de Srinagar (India)

¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Jorge Wagensberg

Sevilla, 11/VIII/2023

Nos acercamos a fechas muy importantes para el presente y futuro de este país, concretamente en la semana próxima, en la que echará a rodar la nueva Legislatura con la constitución formal del Congreso, la votación para la presidencia del mismo y la de su Mesa. Después del paréntesis político veraniego, para quien lo haya disfrutado, empezamos a tomar conciencia, de nuevo, del resultado de las elecciones generales del pasado 23 de julio, fragmentado, donde se ha incorporado al lenguaje político ciudadano una palabra importante en estos tiempos, gobernabilidad, la cualidad de [un Estado] gobernable (según la Real Academia Española de la Lengua), su gobernanza, sobre todo cuando se analiza la aritmética terca actual de escaños repartidos entre los partidos que configuran los dos grandes bloques de derechas e izquierdas y que, a priori, sin coaliciones, no alcanzan la mayoría necesaria para presidir el país.

Ante este marco tan complejo, creo que sólo cabe diálogo y comprensión política de la situación actual, con un asunto de fondo que está marcando la agenda de los dos bloques en liza para alcanzar la gobernabilidad del país desde el día en el que se conocieron los resultados: qué papel juega en estos momentos el independentismo catalán, con unas siglas concretas, Junts, que también tiene nombre propio: Carles Puigdemont.

En este sentido, traigo hoy a colación un artículo que escribí en 2021, Comprender y perdonar, esa es la cuestión, que salvando lo que haya que salvar por el tiempo transcurrido, sigue teniendo una actualidad plena por su contenido. Lo reproduzco de nuevo y cada uno puede sacar la conclusión que mejor convenga en relación con lo que se nos viene encima sobre la difícil gobernabilidad del país, pero alertando de que hay un hilo conductor muy importante para coronar esta cima política tal alta y compleja: hay que abordar con urgencia el encaje de la realidad territorial del país en la Constitución, con una modificación de la misma en términos federales, comprendiendo y perdonando lo que pasó en el proceso catalán, entendiendo lo que está pasando también en el País Vasco o en Galicia y Valencia, por ejemplo, porque al final hablamos del encaje sustitutivo de la planificación actual de Comunidades por Federaciones, sin sesgo independentista alguno, agregando ahora, además, a los indultos ya alcanzados en Cataluña, una nueva realidad legal: la amnistía.

Lo manifestaba al finalizar esas palabras, porque tienen todo su sentido hoy: “necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado, ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano)”.

Comprender y perdonar, esa es la cuestión

Sevilla, 10/VI/2021

Estamos viviendo un tiempo muy complejo en este país en torno a los indultos de las personas juzgadas en el proceso independentista de Cataluña. Creo firmemente en la reconciliación y en la sana utilización de una palabra de esencia lingüística catalana, seny, que recoge muy bien un sentir que deberíamos adoptar todas las personas que creemos en la comprensión, el perdón y en la regeneración de la sociedad. Ha llegado el momento de avanzar en ese difícil proceso de entendimiento con Cataluña, algo que ya he manifestado anteriormente en este cuaderno digital, situando en el centro de todos los próximos encuentros de Estado el diálogo político con espíritu machadiano, con las preguntas necesarias de las partes intervinientes y su correspondiente actitud de escucha, con un objetivo claro: hablar de la nueva y posible configuración territorial y federal de España en la que Cataluña tenga la cabida que busca en alternativas independentistas que hoy día no tienen viabilidad en un Estado de Derecho.

Esa es la razón de por qué recurro al “seny”, el sentido común, algo tan querido por el pueblo catalán, pero en el sentido que aprendí de mi gran maestro Ferrater Mora: “El seny no excluye, sino que muchas veces postula, el atrevimiento y la osadía, todo lo que, desde cierto punto de vista, puede parecer insensato, pero que, visto desde el horizonte de la continuidad, se convierte en una actitud sensata. El auténtico seny no se limita a perseguir lo más accesible, las realidades cotidianas e inmediatas; el auténtico seny, podríamos decir el ideal del seny, es perseguir lo que es justo, conveniente y correcto, aunque esta persecución sea en algunos momentos la acción más insensata que se pueda imaginar”. También, Impecable, sobre todo cuando ambos han contemplado hoy la fuente que tantas veces recordaba Machado en la búsqueda de su sentido de la vida, haciendo camino al andar.

Decía también Ferrater Mora que la escuela escocesa que ha estudiado el sentido común se centra en la concepción de Reid cuando afirma este autor que “hay un cierto grado de sentido que resulta necesario para convertirnos en seres capaces de leyes y de gobierno propio” (1). El antecedente del seny demuestra que este sentido (común) es como una especie de facultad regulativa que “nos permite fundar nuestros juicios sin caer en el escepticismo ni en el dogmatismo”.

Pero también hay que hablar de comprensión y perdón en el proceso catalán, vía indultos, algo imprescindible para salir del inmovilismo de Estado que no conduce a ningún sitio. En cierta ocasión escuché una frase excelente, un auténtico aforismo, que no olvido al escribir estas líneas: perdonar es comprender y a veces se comprende tanto que no hay nada que perdonar. Comprendo que sea difícil trasladar esta feliz construcción de los pensamientos y sentimientos a las realidades más próximas en este territorio llamado España y que habitamos, tan maleducado en su sentido más profundo y cainita de base, pero todo el esfuerzo que se haga para caminar unidos es poco por hacer viable el diálogo basado en la comprensión del otro y de sus argumentos. Somos un país muy poco dado a preguntar y escuchar, a pesar de que hace años el propio Machado nos alertó de esta debilidad nacional: para dialogar, preguntad primero: después… escuchad.

Me gusta leer aforismos, sobre todo los de un maestro como Jorge Wagensberg, que desgraciadamente falleció en 2018, sabiendo que ya en el siglo XVIII se definía por primera vez el lema “aforismo”, en el Diccionario de Autoridades, como “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Recuerdo con especial atención uno, entresacado entre otros dedicados a la interdisciplinariedad (2), que lo considero de especial interés para los que necesitamos viajar imaginariamente a islas desconocidas para solucionar problemas de este país y no tener problemas al elegir qué llevarnos para meditar en la persona de secreto que se queda sola ante la comprensión y el perdón. Dice exactamente así: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Es verdad. Sobre todo, cuando la comprensión es fruto del perdón por lo que no acabamos de comprender, en una tautología de términos que se confunden casi siempre en estos tiempos tan modernos. Porque perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Vivimos momentos desconcertantes, porque no sabemos lo que nos pasa a los de alma inquieta. Nos rodea una mediocridad política galopante y una desvergüenza de lo corrupto que casi todo lo invade de forma silente, mucho más allá del territorio de la política profesional porque están instaladas en la sociedad. Solo nos queda comprender el comportamiento humano que nos rodea, porque nada nos puede ni debe ser ajeno, tomando conciencia de que no tenemos nada mejor que hacer si queremos comprender lo que nos pasa. Y lo que pasa es que la realidad nos rodea, porque la tenemos a mano en cualquier ámbito en el que nos movemos al despertar cada día. Y hay que comprenderla, caminando por las aceras de la vida que nos llevan al interesante Club de las Personas Dignas.

Un aforismo de Jorge Wagensberg precioso y útil, sobre todo en una sociedad de mercado que en este aquí y ahora de la comprensión no necesita recurrir al poderoso caballero don dinero. Es el deber de vivir con los demás y el derecho a comprenderlo para aprender a perdonar a los que hacen cosas que no nos gustan y seguir luchando por transformar la sociedad (la que no es digna, justa y equitativa). Aunque, repito, estamos advertidos: perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Incluso, a las personas condenadas por el traído y llevado proceso catalán de independentismo.

Necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado, ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

(1) Ferrater Mora, José (1980, 2ª ed.). Diccionario de Filosofía (4). Madrid: Alianza Editorial, pág. 2985.

(2) Wagensberg, Javier (2017, 26 de abril). La interdisciplinariedad en aforismos, en Babelia (El País.com).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Una noche de agosto, según Platero y él, Juan Ramón Jiménez

Portada de la primera edición de Platero y yo, 1914

Sevilla, 10/VIII/2023

Platero y yo está grabado a fuego en mi alma de secreto, porque sigue siendo un libro para personas mayores, como Juan Ramón Jiménez explicaba en su advertencia al público lector, a los hombres que lean este libro para niños, asumiendo por mi parte que es un libro escrito también para adultos, sobre todo para los que todavía llevamos con orgullo un niño dentro, tal y como lo describía también Saramago en ocasiones especiales: «siempre he llevado dentro al niño que fui», aunque la confesión final en este aviso de Juan Ramón es para tenerla en cuenta: Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren. También habrá excepciones para hombres y para mujeres, etc.

En cualquier caso, deberíamos leer Platero y yo con frecuencia, yo lo hago, para comprender bien que las palabras pueden ayudarnos a entender que otro mundo es posible, tal y como lo expresó Juan Ramón Jiménez tan cerca de Platero, dejándonos llevar por el niño que fuimos o que seguimos siendo.

Por esta razón y siguiendo la estela de una generación de poetas en torno al año 1927, del siglo pasado, a la que me he aproximado desde que comenzó agosto en mi patera particular, que cuando llueve mucho en la alta mar de la vida, se moja y se hunde como las demás, he abierto Platero y yo por su capítulo 66, porque recuerdo que hablaba de fuego en el mes de agosto, en Lucena, no muy lejos de Moguer, con el candor de las palabras en este libro de niños, niñas y mayores de cualquier género, asunto que tampoco pasa por alto en este capítulo, al comentar con cierto encanto y desdén, quién podría ser su pirómano imaginario, alguien con la figura afeminada de Pepe el Pollo, un Oscar Wilde moguereño, famoso personaje real en el pueblo, cuyos bolsillos reventaban de largas cerillas de Gibraltar

LXVI

Fuego en los montes

¡La campana gorda!… Tres…, cuatro toques… ¡Fuego!

Hemos dejado la cena, y, encogido el corazón por la negra angostura de la escalerilla de madera hemos subido, en alborotado silencio afanoso, a la azotea.

…¡En el campo de Lucena! grita Anilla, que ya estaba arriba, escalera abajo, antes de salir nosotros a la noche… ¡Tan, tan, tan, tan! Al llegar afuera—¡qué respiro!—, la campana limpia su duro golpe sonoro y nos amartilla a los oídos y nos aprieta el corazón.

—Es grande, es grande… Es un buen fuego…

Sí. En el negro horizonte de pinos, la llama distante parece quieta en su recortada limpidez. Es como un esmalte negro y bermellón, igual a aquella Caza, de Piero di Cosimo, en donde el fuego está pintado sólo con negro, rojo y blanco puros. A veces brilla con mayor brío otras, lo rojo se hace casi rosa, del color de la luna naciente… La noche de agosto es alta y parada, y se diría que el fuego está ya en ella para siempre, como un elemento eterno… Una estrella fugaz corre medio cielo y se sume en el azul, sobre las Monjas… Estoy conmigo…

Un rebuzno de Platero, allá abajo, en el corral, me trae a la realidad… Todos han bajado… Y en un escalofrío, con que la blandura de la noche, que ya va a la vendimia, me hiere, siento como si acabara de pasar junto a mí aquel hombre que yo creía en mi niñez que quemaba los montes, una especie de Pepe el Pollo—Oscar Wilde moguereño—, ya un poco viejo, moreno y con rizos canos, vestida su afeminada redondez con una chupa negra y un pantalón de grandes cuadros en blanco y marrón, cuyos bolsillos reventaban de largas cerillas de Gibraltar…

El verano suele ser una estación propicia para leer todo aquello que acumulamos a lo largo del año con la excusa de no disponer de tiempo suficiente en otras estaciones… Volver a leer libros que marcan nuestras vidas, como puede ser “Platero y yo”. Estoy muy de acuerdo con Alberto Manguel en su reflexión acerca de la ocasión que nos brinda el verano para leer sin reloj, para reencontrarnos con situaciones especiales que podemos rememorarlas después: “los libros de nuestras vacaciones llevan consigo, quizás más que cualquier otro, trazas de memoria: de amistades perdidas, de juegos extraños, de adultos que en el recuerdo son inconcebiblemente jóvenes, de habitaciones que no eran nuestras. Sobre todo, memorias de olores y perfumes: de hierba recién cortada, helado de vainilla, loción a leche coco, aire salado, sudor limpio en sábanas recién planchadas, fresas silvestres tibias, cloro, salchichas asadas, zumo de limón, juguetes de caucho que han estado demasiado tiempo al sol. Y sobre todo, el olor del papel barato de los libros de bolsillo, leídos al sol y salpicados de agua de mar”.

Piero di Cosimo, Una escena de caza (ca. 1494-1500), Museo de Arte Metropolitano de Nueva York

Un detalle último. He observado con atención reverencial el cuadro La caza, de Piero di Cosimo, identificado hoy día como Una escena de caza, que cita Juan Ramón Jiménez en el capítulo dedicado al fuego en los montes. Es una metáfora de la vida muy actual, porque los protagonistas, personas de todo tipo y con actitudes muchas veces aberrantes respecto de los animales, ¡es la historia de la humanidad!, están “a lo suyo”, cazándolos a palo limpio, mientras que el bosque arde como si no pasara nada: “el fuego está pintado sólo con negro, rojo y blanco puros”, decía Juan Ramón Jiménez, tan cerca de su querido Platero. Una metáfora muy actual en nuestro mundo al revés, en el que cada uno pinta el cambio climático como le va, algunos y algunas como si no fuera con ellos la cosa, al igual que la realidad que pintó di Cosimo hace ya tanto tiempo. Por eso, las palabras del poeta suenan como una premonición para el siglo XXI, para este mes de agosto de 2023: La noche de agosto es alta y parada, y se diría que el fuego está ya en ella para siempre, como un elemento eterno…

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

El verano, según el joven Alberti

Sevilla, 9/VIII/2023

Tenía tan solo 21 años cuando Rafael Alberti publicó, en 1924, Marinero en tierra, una de sus obras emblemáticas y por la que obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Literatura, en la modalidad de Poesía, en junio de 1925. En esta obra iniciática, excelente, figura un poema, Verano, que a pesar de su brevedad, dos veces buena, es de un calado especial, que hoy rescato del olvido para dar sentido a un verano complejo para la gobernabilidad del país:

—Del cinema al aire libre
vengo, madre, de mirar
una mar mentida y cierta,
que no es la mar y es la mar.

—Al cinema al aire libre,
hijo, nunca has de volver,
que la mar en el cinema
no es la mar y la mar es.

Es verdad que la aparente sencillez expresiva de Alberti en este poema no tiene nada que ver con su profundo mensaje, como bien se analiza en el Centro Virtual Cervantes cuando aborda la sinopsis de esta obra. “En lo que se refiere al lenguaje poético, la obra queda lejos de la espontaneidad irreflexiva. Muy al contrario, analizado en las sucesivas ediciones —y mudanzas— que Alberti revisó, Marinero en tierra es un conjunto ligado mediante un alto sentido de la madurez poética. Es Jesús Fernández Palacios quien destaca las virtudes del engranaje: «Desde “Sueño del marinero”, como prólogo en tercetos encadenados, pasando por los diez sonetos de la primera parte, las treinta y tres canciones de la segunda hasta los sesenta y cuatro poemas de la tercera —introducida esta última parte por una hermosa y alentadora carta de Juan Ramón Jiménez, fechada el 31 de mayo de 1925—, la obra entera se resume como un compendio de tradición y modernidad, donde se mezclan versos endecasílabos y alejandrinos con los de arte menor, las estrofas clásicas con las nuevas canciones, el lenguaje convencional con el experimental, los usos normales con los juegos de palabras, y las comparaciones más elementales con atrevidas, alógicas metáforas». («Marinero en tierra», Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 485-486, nov.-dic. 1990, p. 288).

Verano, es la canción 22 en este poemario tan querido por mí y tantas veces leído y sentido. Creo que Juan Ramón Jiménez, cuando le escribió la carta entusiasta que se cita anteriormente, estaba convencido de la excelencia de las canciones a incorporar en la edición final de Marinero en tierra, tal y como lo expresaba con bellas y sentidas palabras, dirigidas a su “querido amigo” Rafael Alberti: “[…] Las poesías de este libro -que yo había visto ya, el año pasado, en La verdad de nuestro fervoroso Juan Guerrero y en las copias que usted tuvo la bondad de enviarme para el primer – me sorprendieron de alegría; y sospechando que un brote así de una juventud poética no podía ser único, tenía grandes deseos de conocer el resto de sus canciones. No me había equivocado. Desde el arranque: … Y ya estarán los esteros rezumando azul de mar, hasta el final: Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera, la serie ésta del Puerto -que yo he elejido- es una orilla, igual que la de la bahía de Cádiz, de ininterrumpida oleada de hermosura, con una milagrosa variedad de olores, espumas, esencias y músicas. Ha trepado usted, para siempre, al trinquete del laúd de la belleza, mi querido y sonriente Alberti. La retama siempre verde de virtud es suya. Con ella, en grácil golpe, ha hecho usted saltar otra vez de la nada plena el chorro feliz y verdadero. Poesía «popular», pero sin acarreo fácil: personalísima; de tradición española, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ájil, graciosa, parpadeante: andalucísima. ¡Bendita sea la Sierra de Rute, en donde la nostaljia de nuestro solo mar del sudoeste le ha hecho exhalar a usted, hiriéndole a diario con la espada de sal de su brisa, esa esquisita sangre evaporada! Le voy a decir a El Andaluz Universal que adelante un , paraque pueda lucir todavía en el aire lijero de esta goteante primavera, la tremolante cinta celeste y plata de su Marinerito”.

El poema Verano me ha recordado en este agosto presente el aviso clásico que figura a veces en los títulos de crédito de las películas, porque cualquier parecido de la mar en el cinema con la mar verdadera es sólo pura coincidencia: Al cinema al aire libre, / hijo, nunca has de volver, / que la mar en el cinema / no es la mar y la mar es. Al fin y al cabo como nos pasa en la vida diaria, cuando representamos determinados papeles en la película vital que, a veces, no es la verdadera vida, porque nuestra vida no es esa sino la que es. O lo que es lo mismo, cambiando lo que haya que cambiar en nuestra experiencia vital en cualquier forma que se exprese: los personajes y hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia. Es verdadera la reflexión de Alberti: en el cinema, la mar no es la mar, porque la mar es.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Gabriel Celaya y su poesía, un arma cargada de futuro en el presente agosto

Gabriel Celaya (1911-1991)

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Gabriel Celaya, en La poesía es un arma cargada de futuro

Sevilla, 8/VIII/2023

Agosto sigue muy presente en la memoria histórica y democrática de la cultura. Un ejemplo lo tenemos en Miguel Hernández, cuando impartió una conferencia en el Ateneo de Alicante, el 21 de agosto de 1937, con el título  “La poesía como un arma”, que suponía una elocuente declaración de principios: “La poesía es para mí una necesidad y escribo porque no encuentro remedio para no escribir. La sentí, como sentí mi condición de hombre, y como hombre la conllevo, procurando a cada paso dignificarme […]. En la guerra, la escribo como un arma, y en la paz será un arma también, aunque reposada” (1). Si traigo a colación esta cita es porque hoy quiero dedicar unas palabras especiales a la poesía social de Gabriel Celaya, simbolizada en el poema La poesía es un arma cargada de futuro, publicado en 1955 (2), que se considera prototipo de ella, denostado muchas veces por algunas voces críticas, pero alabado en numerosas ocasiones por quienes se han acercado y se acercan hoy a él salvando su texto y contexto personal y social:

Cuando ya no se espera nada personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
con un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades,
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo de prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse
.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía–herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.

La verdad es que sobrecoge la lectura de este poema, en un género literario que muchos consideran inútil, porque para ellos es una mera contemplación burguesa de lo que está pasando, a través de bellas palabras, pero sin mezcla de compromiso personal y social alguno, aunque personalmente comprendo muy bien y comparto abiertamente la tesis mantenida en el tiempo, que expresó de forma magistral Nuccio Ordine, sobre la utilidad de lo aparentemente inútil, a lo largo de sus obras más significativas.

Es verdad, también, que la poesía no sólo es un arma de futuro, sino de presente, que puede y debe transformar la sociedad a través de la palabra, que en definitiva puede ser “útil” en el mundo actual frente al estereotipo que se le cuelga muchas veces de “inútil”. Luis García Montero, poeta y escritor al que aprecio y admiro, lo resumió perfectamente en un artículo que no olvido (3): “Por respeto a la poesía, debemos negarnos a que se convierta en una carta blanca para decir o escribir tonterías. Se puede estar en contra de la hostilidad de John Locke contra la poesía, sin caer en la trampa de despreciar lo útil. Me parece más interesante afirmar, contra los gobernadores y los buitres del negocio, que la poesía es tan útil como la ciencia o la técnica. El asunto no es superficial. Está en juego el espacio del saber democrático. El libro de Nuccio Ordine [La utilidad de lo inútil] da suficientes datos para abandonar la vieja polémica entre letras, ciencias y técnica. Es una inercia reaccionaria el desprecio de las ciencias y las letras. Conviene tenerlo claro para afirmar después que es también muy reaccionario despreciar el saber humanístico. Estamos hablando de cosas decisivas, como los programas de estudio, las universidades y la educación”. Queda claro en estos momentos tan delicados en el país, por el desprecio a la cultura y la censura galopante que ejercen las derechas, de teórico centro y ultras, autodenominadas “gentes de bien”, ante el resto, el populacho, que somos según ellos millones y, por supuesto, gente de mal: la poesía debe ser un arma para transformar el presente, que construye el mejor futuro de un país.

Entiendo así, mejor que nunca, las palabras de Celaya en el poema citado hoy como ejemplo: Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse, porque su poesía No es una poesía gota a gota pensada. / No es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos / y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. / Son palabras que todos repetimos sintiendo / como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. / Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. / Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos. Así lo dejó escrito y así lo comparto, para el presente y para la posteridad, una sucesión de presentes útiles.

(1) cargada_bague_PASAVENTO_2017_V5_N2.pdf (uah.es)

(2) Celaya, Gabriel,  (1969), en Cantos íberos, Poesías completas, Madrid: Aguilar, 1969.

(3) La utilidad de lo inútil por Luis García Montero (infolibre.es)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Blas de Otero y la palabra que le quedaba en agosto de 1955

¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo.

Blas de Otero, en una carta dirigida a Vicente Aleixandre en 1955

Sevilla, 7/VIII/2023

Buscando islas desconocidas en este mes de agosto tan especial, he encontrado una carta del poeta Blas de Otero (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) dirigida a Vicente Aleixandre, el 18 de agosto de 1955, que me ha parecido una lección histórica de importancia capital para conocer a este poeta, con una trazabilidad familiar muy compleja y desde el punto de vista existencial también, con pérdida de fe incluida:

Querido Vicente: Te escribo esta carta aunque me da vueltas la cabeza, pero estoy tan solo que necesito hablar con alguien y creo que mejor que contigo… Por eso tu carta me hizo como siempre mucha compañía y además el regalo que me anuncias, yo sé que tú me has visto bien aunque yo me enseño tan poco y por eso lo que escribas estará bien y lo de menos es el estilo que es tan puro («buen sentido…») como he visto en el de Hidalgo. Pero pasa luego que la vida, no acabo de poder con ella, no me tengo a mí mismo, esta es la verdad y encima han sucedido tantas cosas, y las verdaderas son las que no sabe nadie no las que dicen. Pero tú ya sabes que yo no me desanimo y llegaré a la muerte deshecho pero no vencido. Yo no miento pero mi libro que quieren darlo en «Cantalapiedra» no sé qué hacer no me considero al nivel de mi palabra, ojalá fuese cierto lo que en este sentido dicen. Lo de menos es que los poemas sean regulares para mí, pero es lo que publiqué, no para otros, pero la conciencia es cada vez mayor, me está resultando ya monstruosa. ¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo. Yo no escogí mi sitio de nacimiento y luego toda esta España, la de los periódicos y la censura que no es broma en mi caso y el no tener ahora un medio de vida todavía, ni la mujer, pero así es más bonito, lo que hace falta es que tenga fuerzas que vencimiento jamás lo tendré. Perdona todo esto, Vicente. Es para ti, claro, por eso lo he hecho. No sé qué contarte de otras cosas, ahora no tengo ganas.

Un fuerte abrazo

Blas

Dámaso no me envió el libro, será el verano, ya lo recibiré.

En el contexto de su situación personal, en una revolución interior constante hacia la poesía social, cuando dice “Cantalapiedra” se refiere a su obra Pido la paz y la palabra, que se publicó ese año, 1955, en Ediciones Cantalapiedra, en Torrelavega (Santander), siendo la palabra lo único que de verdad le quedó siempre y que tan maravillosamente nos legó en un poema de este libro que no olvido, En el principio, que he citado en numerosas ocasiones en este cuaderno digital:

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Al leer varias veces la carta dirigida a su amigo del alma, Vicente Aleixandre, he comprendido mejor que nunca este poema tantas veces citado por mí y que permanece intacto en mi persona de secreto. Aún así, he querido compartirlo hoy de nuevo, comprendiendo la soledad sonora de Blas de Otero: ¿Qué iba a haber escrito desde mi vida? Demasiado he hecho. Queramos o no, el hoy inmediato y el mañana es del pueblo. Para que no se olvide, en momentos de turbación política, ni siquiera un momento, siguiendo sus pasos cuando decía que “yo no me desanimo y llegaré a la muerte deshecho pero no vencido”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Los sentidos de las noches de agosto, según Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre

Sevilla, 6/VIII/2023

No es la primera vez que me aproximo a la obra de mi paisano Vicente Aleixandre en este cuaderno digital, al que dediqué en febrero un pequeño homenaje, Vicente Aleixandre vuelve a Ibiza desde Sevilla, en relación con su publicación emblemática, Historia del corazón, por una experiencia inolvidable durante mi estancia en la isla, al comprar un ejemplar “perdido y robado” en un mercadillo muy famoso en el mundo jipi, que devolví inmediatamente a su legítima dueña, la Biblioteca Pública Insular, de donde nunca debió salir, para que los niños y niñas, jóvenes y personas mayores, en Ibiza, puedan leer a este autor extraordinario a través de una obra simbólica y de una calidad excepcional, que vuelve a esa tierra preciosa desde la ciudad en que nació y para tener un sitio en sus estanterías de uso público.

En este recorrido que estoy haciendo, día a día, de los recuerdos y semblanzas sobre este mes, por parte de poetas que figuran en mi biblioteca mental, he elegido hoy uno escrito por Aleixandre, Agosto (1), dedicado a las noches de este mes tan romano y laico, donde destaco la belleza de sus palabras hilvanadas en torno a un hecho: la noche tiene sentidos, aunque no lo sepamos descubrir a tiempo porque el mundo entero es ciego. Recomiendo su lectura atenta y pausada, porque quizás, después de asimilar bien lo que expresa con maravillosas palabras, descubramos que las noches de este mes pueden proporcionarnos algo más que oscuridad, sobre todo para quienes tienen los ojos bien abiertos, sabiendo de su generosidad, porque desde el momento que la contemplamos fijamente, todo el espacio partido está para mí, para nosotros. Late su corazón porque su sangre está viva, erguida.

Agosto

Plantada, la noche existe.
Vientos de mar sin esfuerzo.
Cuajante, estrellas resulta
–signos de amor– y luceros.
Luceros, noche, centellas
se ven partirte del cuerpo.
La noche tiene sentidos.
¿Qué buscas? Se te ven bellos
desplantes a solas; alzas
tu forma, cristales negros,
que chocan de fe y de luces
contra las brisas, enteros.
Rotunda afirmas la vida
tuya, noche, aquí en secreto:
secreto que está callado
porque el mundo entero es ciego:
que tú lo gritas, la noche,
te vendes, ¡te das!, en sueltos
ademanes sin frontera
para los ojos abiertos.
Todo el espacio partido
está para mí. Te encuentro
feliz y cierta, carente
ya de flojos, torpes lienzos,
liberales los sentidos,
los pulsos altos, enteros,
cuajante la forma impura
sin compasión, bajo el cielo,
y en la abierta sombra mate
tu sangre, erguida, latiendo.

Para finalizar estas palabras, un nuevo deseo para Ibiza, como un ejemplo nada más,  acompañado por las noches de agosto de Aleixandre, acá y acullá. Espero que en las noches de este mes, tan especiales desde que comienzan a ser una realidad cósmica tras sus famosas puestas de sol, los lugareños y turistas sepan apreciar los sentidos descritos por Aleixandre y se conviertan en una historia inolvidable en el corazón de cada persona que deseen contemplarlas de forma diferente, porque ellas afirman, rotundas, su propia vida, aunque el mundo entero esté hoy ciego.  

(1) Aleixandre, Vicente, Ámbito, Madrid: Visor, 1976, pág. 61.

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UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Miguel Hernández nos dejó su palabra desde una cárcel de agosto

Josefina Manresa y Miguel Hernández, 1937

Recordar a Miguel Hernández es un deber de España, un deber de amor.

Pablo Neruda

Sevilla, 5/VIII/2023

En el mes de agosto de este año, en el que ha pasado a ser de dominio público la obra de Miguel Hernández, deseo recordar un poema suyo precioso, Después del amor, escrito entre 1938 y 1941 durante su estancia en la cárcel, aunque fue publicado póstumamente por primera vez en 1958, en Cancionero y romancero de ausencias. Hoy, comparto con la malla pensante de la humanidad, porque es el lugar donde debe estar, fuera del mercado, un poema que nos dejó para que siempre lo cuidáramos con esmero, lejos de mercancías, dictaduras y ultraderechas que no entienden de amor, pero sí de odio:

No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.
El amor, pálido y solo.

Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados
por el amor, por el odio,
por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.
Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

«Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso».

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.

Me ha emocionado leerlo de forma pausada, para intentar comprender la profundidad de su mensaje, dando rienda suelta a las emociones y sentimientos, sobre todo a estos últimos que son los que permanecen en el alma humana. Y me quedo con los versos finales, una premonición para los que hacemos camino al andar en un mundo al revés, en el que algunos se empeñan en recordarnos que el amor no es perpetuo / en nadie, ni en mí tampoco. / El odio aguarda su instante / dentro del carbón más hondo. / Rojo es el odio y nutrido. / El amor, pálido y solo. Esa es la razón de la búsqueda de razones para vivir en la vida, en la que el amor es lo único que le da especial sentido a la existencia, aunque a veces esté, como nos lo recordaba Miguel, pálido y solo:

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.

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UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Agosto, en los inviernos chilenos de Pablo Neruda

Pablo Neruda

Sevilla, 4/VIII/2023

En un mundo al revés, lleno de contrapuntos diarios, he escogido hoy un soneto de Pablo Neruda como muestra de un derecho propio y maravilloso de la naturaleza, como es el invierno en estas fechas en Chile. Así lo interpretaba, cargado de sentimiento hacia la naturaleza de su país (soneto LXXIV, en Cien sonetos de amor):

El camino mojado por el agua de Agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.

Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de Chile.

Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.

Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.

Este maravilloso mundo al derecho, cuando se respeta la naturaleza, nos muestra una forma de aprehender la vida con sus contrapuntos. Ahora, en Chile, disfrutan de un tiempo ligado per se al invierno, como fenómeno natural en un país en el que ayer se alcanzaron 37ºC, un episodio de calor inédito que muestra a las claras qué está pasando con el cambio climático, ante el negacionismo que acompaña si piedad alguna al ocaso de la democracia, cubriendo de mentiras este mundo al revés. La noticia en prensa era así de inquietante: “Hubo un tiempo en Buenos Aires e incluso Santiago de Chile en que el frío podía ser algo más que una molestia. Eso ya es parte del pasado. Lo inédito y a la vez inquietanteviene de la mano de un calor en invierno, lo que es una contradicción a los que los especialistas comienzan a acostumbrarse. De hecho, el pasado martes se registraron 30ºc en la capital argentina, el valor más alto desde que el Servicio Meteorológico Nacional registra a diario las variaciones climáticas. Habría que remontarse a 1942 para encontrar un caso aproximado: 24,6 ºC. La localidad chilena de Vicuña, en la cordillera de la región de Coquimbo, a unos 450 kilómetros al norte de Santiago, anotó el mismo martes 37 ºC, la cifra más alta desde 1951. En varias ciudades uruguayas se registraron el miércoles temperaturas similares”.

Ante este fenómeno imparable del cambio climático, es probable que Neruda no hubiera podido realizar ahora estas afirmaciones tan bellas de su país, porque sus caminos no están ya mojados por el agua de agosto, por la pertinaz sequía que les invade, ya que no pueden brillar como si fueran cortados por la luna. Neblinas, espacios o cielos, no pueden ahora crecer con fríos sueños, sonidos y pescados. Tampoco el vapor de las islas combate ahora la comarca, ni palpita el mar sobre la luz de Chile. Es verdad que en el invierno chileno se esconden las hojas, porque la naturaleza es sabia en el florecer de la vida, atentos a lo que pase en esta realidad, que aquí en España o allá en Chile está avisando a un terco mundo que no quiere enterarse de lo que está pasando. Lleva razón el poeta cuando afirma que ciegos somos, sujetos al cauce sigiloso del movimiento, adiós, del viaje, del camino: / adiós, caen las lágrimas de la naturaleza. No porque lluevan ahora estas lágrimas, que no ocurre, sino porque la naturaleza tampoco lo puede expresar así por la pertinaz sequía que azota a este mundo al revés y porque está muy triste, empeñada en que la comprendamos y respetemos de una vez por todas, para que de verdad lo entendamos los humanos.

Me queda la palabra de Neruda en este verano/invierno dual, porque hasta que no se demuestra lo contrario, no detecto movimiento alguno en el cambio poético. Lo expresado por él, cuando lo escribió para el presente suyo y para la posteridad, nos sigue ayudando hoy a interpretar, lo que de verdad nos está pasando.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

Para inspirarme en agosto, nadie mejor que Ángel González

Ángel González

Sevilla, 3/VIII/2023

Leía hace unos días, en una guía de viajes de Asturias, que la lectura de La Regenta de Leopoldo Alas Clarín, una obra que ya conocía y que figura en mi clínica del alma, mi querida biblioteca, me podía inspirar para conocer esta “región plural” a través de la literatura, recomendándola en primer lugar, entre otras. Es verdad que en ella se hace un retrato intimista de su capital, Oviedo, a través de una denominación, Vetusta, elección no inocente para trazar el hilo conductor de su magna obra. Siendo verdad que es una obra siempre recomendable, situada en el contexto histórico de esta ciudad a finales del siglo XIX, saltó en ese momento en mi mente un autor nacido en esa ciudad, el poeta Ángel González, muy presente en este cuaderno digital a lo largo de los años. Es por ello que hoy recurro a él en un viaje especial hacia alguna parte, porque siempre me ofrece una lectura realista de la vida y de su país, el mío, con profunda desazón en muchas ocasiones, aunque aportando siempre luz, vida y fuego en la penumbra del alma. Probablemente, me ayude a conocer mejor su querida región, contada y cantada de forma especial por el poeta de corazón andaluz Pedro Garfias, nacido en Salamanca, hijo de un onubense y una sevillana, en una composición excelsa, muy querida por la llamada “izquierda” de esa Comunidad: Asturias si yo pudiera / Si yo supiera cantarte / Asturias verde de montes / Y negra de minerales / Yo soy un hombre del sur / Polvo, sol, fatiga y hambre / Hambre de paz y horizontes / Hambre / Bajo la piel resecada / Ríos solidos de sangre / Y el corazón asfixiado […]. Hoy, otro hombre del sur, busca aprehenderla de la mejor posible.

Después de un profundo respiro, me detengo en una breve autobiografía de González: “Nací en Oviedo en 1925. El escenario y el tiempo que corresponden a mi vida me hicieron testigo –antes que actor- de innumerables acontecimientos violentos: revolución, guerra civil, dictaduras. Sin salir de la infancia, en muy pocos años, me convertí, de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Regreso, casi viejo, a los orígenes, súbdito de nuevo de la misma Corona. Zarandeado así por el destino, que urdió su trama sin contar nunca mi voluntad, me resigné a estudiar la carrera de Leyes, que no me interesaba en absoluto pero que tampoco contradecía la costumbre, casi norma de obligado cumplimiento (“todo español es licenciado en Derecho mientras no se demuestre lo contrario”), a la que se sometían en su mayor parte los jóvenes de mi edad y de mi clase social –clase media, transformada en mi caso, como consecuencia de la guerra civil, en muy mediocre. Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo poesía fue, antes que por otras razones, para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir. Pero yo hubiese preferido ser músico –cantautor de boleros sentimentales- o tal vez pintor. Fui, en cambio, funcionario público. En 1970 vine por vez primera a América –México y EE. UU.-, y empecé a quedarme por ese continente a partir de 1972 (profesor visitante en las universidades de New México, Utah, Maryland y Texas). En la actualidad, enseño literatura española contemporánea en la Universidad de New México”.

Lo he entendido mejor cuando también me he acercado a otra forma de identificarse en la vida, en su soledad sentida, ideológica, sobre todo cuando lo expresa con la fuerza de sus palabras: “Aquí, Madrid, mil novecientos / cincuenta y cuatro: un hombre solo / Un hombre lleno de febrero, / ávido de domingos luminosos, / caminando hacia marzo paso a paso, / hacia el marzo del viento y de los rojos / horizontes —y la reciente primavera / ya en la frontera del abril lluvioso… / —Aquí, Madrid, entre tranvías / y reflejos, un hombre: un hombre solo. / —Más tarde vendrá mayo y luego junio, / y después julio y, al final, agosto—. / Un hombre con un año para nada / delante de su hastío para todo” (1).

Al final de nuestro acontecer diario, inexorable, siempre viene agosto, donde somos y estamos ahora, aunque a diferencia de lo que expresa Ángel no me encuentro solo a pesar de mi matusalénica edad, como decía Benedetti, porque soy un hombre, es verdad, con un año más, delante de una esperanza en todo. La soledad que siento es más en la vertiente ideológica, porque es verdad que cuando se intenta vivir con la coherencia del sentimiento de clase al lado, es más difícil encontrar a las personas que desean vivir lo mismo. A pesar de ello, no me siento con hastío para todo, porque leyendo de nuevo a Ángel González, llego a un soneto precioso, Donde pongo la vida pongo el fuego (2), grabado en mi memoria de secreto, porque sin salir nunca de su infancia se convirtió “de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía”. Zarandeado siempre por el destino, que urdió su trama sin contar nunca con su voluntad:

Donde pongo la vida pongo el fuego
De mi pasión volcada y sin salida.
Donde pongo el amor, toco la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.

Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
Vuelvo a empezar sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
No me doy por vencido, y sigo, y juego

Lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca la esperanza es muerte.

Si sale amor, la primavera avanza.
Pero nunca o amor, la fe segura:
Jamás o llanto, pero mi fe es fuerte.


La vuelvo a leer varias veces, para convencerme de que mi fe es fuerte, porque a veces, en la vida, sale amor al siempre va y porque sé que el verano en el que estamos instalados, avanza para unirnos y para que tengamos fe en que, de esta forma, jamás seremos vencidos…, ni estaremos solos.

(1) González, Ángel, Palabra sobre palabra. Barcelona: Planeta-Seix Barral, 2018, p. 16.

(2) González, Ángel, Ibidem, p. 128.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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