Josephine Nivison retrató su soledad junto a Edward Hopper

Sevilla, 27/IX/2023

Es frecuente encontrar en este cuaderno digital páginas dedicadas a las compañeras de vida de grandes artistas, varones por más señas, que vivieron eclipsadas por múltiples motivos a la sombra de ellos, pasando a ser colas de cometas, como llamaba a esta situación María Teresa León, la compañera fiel de Rafael Alberti. Es el caso de Josephine Nivison, más conocida desgraciadamente como Josephine Hopper, también como Jo, a secas, modelo sempiterno de amante, compañera y esposa del pintor Edward Hopper, a quien una obra publicada recientemente en la emblemática editorial francesa Gallimard, Un pas de deux, escrita por Javier Santiso, le devuelve su sitio histórico de forma digna, así como el brillo y esplendor que nunca se le reconoció en su vida y obra junto al pintor. La sinopsis oficial, presentada por el autor de esta obra, no deja lugar a dudas: “Esta novela retrata la vida y obra de Edward Hopper a través de los ojos de su esposa, también artista. Josephine constata así sin concesiones una existencia amurallada a la sombra de un hombre por el que sacrificó su talento y su aspiración a la felicidad. Este amante, que nunca dejó de alejarse, sólo lo retuvo convirtiéndose en su modelo y, al final, en todas las mujeres a la vez, a falta de ser suya. La magnífica y cruel historia de esta pareja en la mano devoradora de la creación es llevada por un lenguaje lírico y habitado que explora la profundidad de los sentimientos, desde la esperanza de los comienzos hasta la inmensa pena por lo que se perdió inexorablemente en la noche”.

En la citada sinopsis de la editora figura también una frase del libro que recuerda los sentimientos cruzados de la pintora sobre Hopper: «A veces sueño que me veo dando pinceladas, la sangre sube a mis ojos, recupero el pelo de la bestia, destruyo los verdes, dejo caer diferentes capas de azules en el lienzo. Estoy entonces como un ángel en medio de los tubos, sorteando los charcos de colores, y el hombre que está a mi lado, sin estar allí, se convierte en nada más que un recuerdo lejano, un fuego loco, un grito en las vetas del lienzo”. Me he detenido en la portada del libro, un cuadro muy famoso de Hopper, Sol de la mañana (1952), en el que aparece su esposa Josephine (Jo), con 69 años, porque tiene un significado especial, que resumo en palabras ya publicadas en este cuaderno durante la pandemia del COVID-19: “Él abordaba con frecuencia la realidad de la espera en muchos cuadros con ventanas y puertas que suponen un respiro en la soledad de cada protagonista y en situaciones personales, familiares, de pareja, a modo de juego existencial en las que cada uno tenemos que buscar la mejor salida al conflicto de vivir confinados con virus o sin él. Los óleos representan muy bien nuestra situación actual, porque son retratos anticipados. Estamos muchas veces solos ante el peligro, en silencio y permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar, reflexionar y pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades. Parando un momento. Estamos viviendo todavía, durante el estado de alarma, en espacios cerrados frente al enemigo único, atrincherados, aunque siempre nos quedan ventanas amplias o pequeñas, desnudas, como invitando a saltar a través de ellas observando los cuadros de Hopper, porque no tienen limitación alguna, solo el vértigo existencial legítimo para trascenderlas y volver a la vida para recorrer las grandes alamedas de la desescalada en libertad”.

Josephine Nivison, Obituary, s.d. Whitney Museum of American Art

Lo que nunca pudo pintar Hopper fue el pensamiento de Josephine en su soledad sonora, que ahora nos lo retrata en formato de novela Javier Santiso. Estoy muy interesado en leerla en su francés nativo, porque podré conocer sentimientos y emociones que harán brillar la vida y obra de Josephine. Sobre todo para acompañarla en ese sentimiento de soledad que tan admirablemente retrató siempre Hopper a Jo, su mujer, compañera , amante y, sobre todo, modelo permanente de inspiración en su presente vital y artístico. También, para comprenderla como cola de cometa en la vida del pintor. En esa clave están escritas estas palabras, algo que sucedió también a muchas mujeres en este país, sobre todo en una de las dos Españas que nos helaba siempre el corazón. Al buen entendedor de olvidos, con pocas palabras basta. Ellas, hoy, también Josephine Nivison, lo merecen todo, en letra grande, con emoción política y con la dignidad de la memoria histórica que merecen. Con melancolía.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!