Ideología a través de un viejo roble

Quienes comen juntos, permanecen juntos

Palabras, en El viejo roble

Sevilla, 30/X/2023

Estoy muy atento en las singladuras diarias hacia islas desconocidas. En esta ocasión ha sido una película del director Ken Loach, El viejo roble, que nunca ha hecho un cine inocente, sino siempre cargado de ideología. Curiosamente, ha ganado recientemente el Premio del Publico en la Sección Oficial de la Semana Internacional del Cine de Valladolid, así como el Premio a Mejor actor, Dave Turner, lo que me ha confirmado que estamos necesitados de reconocer, en estos tiempos tan modernos y difíciles, que necesitamos ideología, cada día, como Juan Ramón Jiménez pensaba del amor y de la poesía, salvando las distancias.

Ken Loach sigue haciendo de las suyas a través del cine, en un momento crucial de su matusalénica edad, 87 años, que diría Benedetti, junto a su guionista preferido, Paul Laverty, un inseparable en su trabajo cinematográfico, tan dilatado en el tiempo. En esta ocasión, la breve sinopsis de la película deja entrever un mensaje que personalmente me interesa rescatar en este país tan cainita y dual, en el que la derecha y su principal aliada, la derecha del más allá, muestran signos de fobia a casi todo lo que se mueve, sobre todo si son emigrantes sin retorno: “The Old Oak [El viejo roble] es el último pub que queda en un antiguo pueblo minero en el condado de Durham, al noreste de Inglaterra. Debido a que se están cerrando las minas, la gente se está yendo del país. Por lo tanto, las casas aquí son baratas y están vacías, razón por la cual los refugiados sirios se alojan allí. Uno de ellos, la joven Yara, se hace amiga de su casero”.

Lo importante de su mensaje, sin incurrió en espóiler, es destacar el hilo conductor de la película que, según Loach (1), “[…] completa una especie de trilogía con ‘Yo, Daniel Blake‘ y ‘Sorry We Missed You’. Las anteriores analizaban las consecuencias de las políticas neoliberales que han acabado por dictaminar que si eres pobre es por tu culpa. La pobreza ha acabado por ser un crimen y tienes que ser castigado por ello. Si no aceptas lo que te dice el Estado, te cortan los subsidios. La jornada de ocho horas, la asistencia médica, las vacaciones pagadas… Todo eso ha vuelto a estar discutido en la economía gig [2]. La nueva película mira a las zonas que han sido abandonadas y donde la industria ha desaparecido. Son lugares que se han convertido en forraje para la extrema derecha donde el racismo señala desde los medios y desde determinados políticos a los inmigrantes como la causa de todos los males. Y, obviamente, no lo son. No son ellos los que destruyeron nuestra sanidad ni los que causaron la crisis de vivienda ni los responsables de la crisis climática. Y es ahí, en efecto, en la sociedad abandonada donde nació la película, que fue idea de Paul”.

Otra visión la he obtenido de una entrevista recogida en elDiario.es, “Ken Loach: La izquierda necesita un líder radical para desafiar al sistema económico”, donde Loach manifiesta sin lugar a duda alguna cuál es el hilo conductor de la película, a través de otra entrevista aleccionadora, de la que entresaco una respuesta excelente ante la pregunta sobre el mensaje de esperanza que transmite su última obra: “Si no tenemos esperanza no podremos ver que tenemos la fuerza para poder hacer cambios radicales que salvaguarden el planeta, cambios para tener una sociedad igualitaria que no nos explote. No veremos que podemos vivir en paz. Para lograr todo esto necesitamos confianza en que hay un camino y en que tenemos la fuerza para seguir ese camino. Creo que esa es la definición de esperanza, entender que puedes mejorar las cosas. Si crees que no puedes mejorar las cosas, entonces eso te lleva a la desesperación, y cuando estás desesperado, buscas a alguien fuerte, o a un grupo fuerte para que resuelva tus problemas por ti. Esa es la esencia de las películas de Hollywood. Ya sabes, el vaquero con armas muy grandes que entra en el pueblo y dispara a los malos. Eso no es esperanza. Esa es la política de la desesperación, y quien capitaliza eso es la extrema derecha. La extrema derecha es el último recurso de las grandes corporaciones, de las grandes empresas. Fueron las grandes corporaciones las que apoyaron a los nazis en los años 30 y alentaron el populismo y fomentaron el racismo. Lean la prensa, miren los medios, miren a los políticos que los representan. Son políticos que hablan de enjambres de inmigrantes. Hablan de ser invadidos por inmigrantes. Ese es el caldo de cultivo para la extrema derecha y, por supuesto, algunas personas desesperadas caen en la trampa porque es una respuesta fácil. La esperanza es política. No puedes esperar que las cosas pasen porque cruzas los dedos. Que las cosas ocurran es cosa tuya. Hay un camino a seguir, y la gran piedra sobre la que podemos construir ese camino es la solidaridad. Solidaridad con las personas que huyen de la guerra, del hambre, del cambio climático cuando su tierra se vuelva insostenible. Esa es nuestra esperanza, y la esperanza nos da confianza y fuerza para hacer cambios”.

Una vez más el cine es un medio fantástico para avanzar en mensajes de liberación del alma humana y de solidaridad para enfrentarnos a un mundo convulso que da muy pocas posibilidades, a veces, de sobrevivir dignamente ante el enemigo disfrazado de mil maneras posibles. Es algo que deberíamos aprender de Loach, porque a través de pequeñas cosas y gestos diarios podemos mejorar el mundo en el que vivimos y somos. Es lo que responde cuando le preguntan si ha sentido alguna vez que sus películas han logrado cambiar algo, por pequeño que sea: “Me gustaría decir que sí, pero creo que no. Son sólo películas, luego depende de lo que hagas al salir del cine. Espero que al menos haya dado mi apoyo a quienes exigen luego los cambios, o que haya generado preguntas en la mente de la gente. Espero que, al menos, por un momento, haya dado una pequeña sacudida al poder establecido. Pero, al final, se trata sólo de unas pequeñas películas europeas. Somos una voz dentro de un coro. Un coro que pide un cambio radical. Pero hay un ruido mucho mayor, más ruidoso, el de aquellos que quieren mantener las cosas como están porque se están beneficiando temporalmente de ello. Y tienen voces mucho más fuertes. Controlan la prensa, controlan la radio y difunden su hipocresía, sus mentiras y su racismo. Pero la gente puede ver la realidad de sus vidas y creo que, si podemos aprovechar eso, les podremos hacer mirar y conocer la gran desigualdad y el gran peligro en el que nos encontramos. La solidaridad es la clave. Si podemos arrimar nuestro hombro, eso es lo máximo que podemos hacer”. Excelente reflexión. Los robles viejos tienen también una misión que cumplir: dar fortaleza a la vida, al alma humana, tal y como aprendí hace muchos años del mejor elogio que se podía hacer a la encina: dar corazón.

¡Gracias, Ken Loach y Paul Laverty! Hoy, como un símbolo de solidaridad mundial, me uno a la protagonista de la película, Yara, para decirlo también en sirio: ¡Shucran!,

(1) Ken Loach: «Existe una autocensura producto del miedo que dictamina que si criticas a Israel eres antisemita» | Cine (elmundo.es)

(2) Gig economy – Qué es, definición y concepto | 2023 | Economipedia 

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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