Necesitamos, como el comer, política pedagógica

Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad

Michael Ignatieff, Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política

Sevilla, 10/XI/2023

Estamos viviendo en este país momentos trascendentales para su presente y futuro democrático y ahora, más que nunca, necesitamos asistir en la escuela de un país al revés, a clases de política pedagógica, entendida no como adoctrinamiento, como se intenta desprestigiar y manipular por los de siempre, sino como la actividad que deben llevar a cabo, en este caso y por una parte, la principal, los partidos del arco parlamentario de izquierda, para presentar, diciendo la verdad y sólo la verdad, lo que significa un pacto de un futuro gobierno de coalición para la próxima legislatura, donde ha adquirido un protagonismo total la amnistía, en relación con el procés soberanista de Cataluña y sin desmerecer de forma alguna el resto de los pactos políticos para garantizar la investidura del nuevo Gobierno para la próxima legislatura. Lo digo alto y claro porque estamos asistiendo a una pugna para adueñarse del relato sobre esta realidad ya pactada con los partidos independentistas, en el que se sabe poco o nada de sus objetivos políticos, más allá de los que hemos podido conocer en el documento del pacto firmado ayer con Junts, de tan sólo cuatro páginas, que yan dado para interpretaciones torticeras de todo tipo y con alcances muy peligrosos y apocalípticos casi siempre, que no responden a la realidad literal de ese texto. También, de forma contemporánea, porque esa política pedagógica debería ser respetada por los medios de comunicación social honestos y comprometidos con decir la verdad y sólo la verdad, porque haberlos haylos, que deberían presentar las noticias y las opiniones, tertulianos incluidos, sin permitir rastro alguno de mentiras o calificaciones espurias.

Precisamente por estas razones, creo que ahora más que nunca necesitamos conocer en un alarde de pedagogía política que echo de menos, conocer la verdad de lo que se ha pactado y pactará hasta llegar a la investidura del próximo presidente del Gobierno en España, así como el desarrollo posterior del programa de ese gobierno para la próxima legislatura, a modo de verdad final, aunque soy consciente de que en política nada causa más problemas que decir la verdad, como aprendí hace ya bastantes años del expolítico canadiense Michael Ignatieff, en su obra Fuego y cenizas. Lo merecemos, en principio, los más de doce millones de personas que con nuestro voto vamos a hacer posible un nuevo gobierno de coalición, pero también lo necesita todo el país, para que no se adueñen del relato verdadero sobre la amnistía, por ejemplo, aquellos que interpretan siempre la política como la que se lleva a cabo para “las personas de bien”, con el altavoz conectado siempre para la desmesura y la corrupción mental generalizada, con objeto de que no volvamos a escuchar aquello de que ´España se rompe´, que ´vamos hacia una dictadura´ o que sólo el Rey, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y el ejército, lo militar por supuesto, pueden parar tanta desmesura y desgobierno de lo que ellos llaman, en su relato populista, ‘ la gente de mal’. No olvido en estos momentos al gran filósofo Emilio Lledó cuando afirmó que le preocupaba la corrupción mental, que un ignorante con poder determine nuestra vida, ante la que hay que vacunarse urgentemente.

Lo he manifestado en este cuaderno digital en alguna ocasión y en clave de política pedagógica: nos tenemos que convencer de que nada es estático en política porque todo cambia, panta rei, siguiendo el adagio de Heráclito de Éfeso. Es verdad. Quienes no se adaptan a los entornos cambiantes, sufren mucho porque pierden seguridad en el quehacer y qué sentir político de todos los días. En España, ante la realidad de Cataluña, hemos reaccionado siempre tarde y mal, agarrándonos a la Constitución en su lado más punitivo como un clavo ardiendo, en lugar de entenderla como un noray al que se deben asegurar los cabos cuando llegamos de la alta mar de los conflictos o del que hay que quitarlos para poder navegar en mares abiertos de libertad. Y la historia demuestra que esta realidad viene de antiguo, desde la etapa presocrática, cuando Heráclito pretendió que las personas dignas nos acostumbráramos a pensar que todo fluye y que nada permanece, como actitud vital, incluso las Constituciones, porque solo hay que pensar en: nadie se baña dos veces en el mismo río o en el mismo mar. Porque no controlamos la perpetuidad de lo que hacemos, vivimos, somos, sentimos y conocemos. Es verdad, porque si comprendiéramos estas palabras excelentes de Aristóteles en su tratado más político, pueden cambiar las asociaciones de ciudadanos (el que quiera entender que entienda), las Comunidades, la Constitución, pero hay un magma que aglutina todo, la propia Constitución, que es a la que debe atenderse siempre para resolver sobre la identidad del Estado. Aunque haya un cambio, incluso radical, de los individuos y las organizaciones en las que se integran, que son los que componen el Estado.

Reiteraré, una y mil veces, las que hagan falta, que la democracia es obra de millones de personas en este país, algo que debería figurar como asignatura aprobada en el currículum ´político´, de cada ciudadano y ciudadana que vive en este territorio en el que somos y estamos. Esa es la razón de la frase de Joseph Brodsky, La verdadera tragedia no es cuando muere el héroe, sino cuando muere el coro, que aparece en la cita introductoria del libro Atenas 403, un libro recomendable para entender qué significa la amnistía, por ejemplo, en el momento actual, porque lo peor que puede pasar es que desfallezca el coro de millones de demócratas convencidos de que otro país plural y democrático es posible. Vivimos en un mundo al revés, porque utilizamos las palabras como armas arrojadizas, cuando nos viene en gana y dependiendo del contexto en que se digan. ¿Nos gusta la palabra “independencia” como imperativo categórico tanto personal como colectivamente hablando? Depende, todo depende. ¿Comprendemos qué significa amnistía, aplicado a Cataluña en su justo sentido? No tanto, pero resulta que también hemos evolucionado con otra palabra, fijada, que brilla y dar esplendor social, que se llama democracia, que está regulada por leyes, que no se debe saltar uno a la torera, también cuando nos viene en gana, porque quiero o me gusta ser legítimamente independiente (amparándome, dicen muchos, el derecho internacional que es el único que me vincula como ciudadano del mundo). Las Comunidades Autónomas en España, con una Constitución reguladora, que estoy seguro de que comprenden bien los alcances reales de las políticas independientes que hacen los Gobiernos correspondientes, con una independencia bien entendida, saben que hay una delgada o gruesa línea roja (según como se mire), que se llama soberanía popular que ampara los tres poderes para hacerla posible y que se recogen en la Carta Magna. Es todo el pueblo español el que decide, no solo una parte de él. La Constitución no prohíbe dialogar, ni que nunca se pueda cambiar su articulado, en fondo y forma. Hagámoslo y con urgencia absoluta, en beneficio de todos, porque este gran país lo necesita y porque hay que atender demandas territoriales y sociales muy concretas.

Lo expuesto anteriormente, a modo de primeros apuntes de una clase de política pedagógica en esta escuela imaginaria de la España al revés, no creo que nos sobre por falta de interés general para comprenderlo, porque creo firmemente que lo que necesitamos saber es qué es lo que de verdad está pasando y que alguien, algunos políticos dignos sin ir más lejos, que existen por miles, nos lo cuenten democráticamente de la mejor forma posible, ahora y siempre, sin intermediarios, por tierra, mar y aire, para que lo podamos entender todos, sin lenguaje de artificio y con el denominador común de la verdad política que siempre debería llevar dentro. Sinceramente, es lo que echo en falta en estos momentos.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA – ISRAEL/HAMÁS, ¡Paz y Libertad!