Cuando el cine nos ayuda a soñar y mirar de otra forma la vida

El mar será muy grande, muy ancho y muy hondo: ¡la gente va allí a bañarse! Yo no he visto nunca el mar. El maestro nos dice que iremos a bañarnos. Yo digo que no voy a ir porque tengo miedo de que me voy a ahogar.

Lucía Carranza, una alumna de la Escuela Nacional Mixta de Bañuelos de Bureba (Burgos), en el cuaderno El MarVisión de unos niños que no lo han visto nunca, enero de 1936.

Sevilla, 19/XI/2023

Anoche cumplí un sueño en el cine de gran pantalla, al contemplar, sentir y mirar detenidamente la mar imaginaria en una película imprescindible en los tiempos que corren, El maestro que prometió el mar, sobre la que ya he escrito en este cuaderno digital, donde se cuenta una historia que me conmovió al vivirla de cerca, la de un maestro, Antoni Benaiges Nogués, nacido en un pueblo de Tarragona, Mont-roig del Camp, en 1903, que ejerció su preciosa tarea en un destino rural desde 1934, concretamente en la Escuela Nacional Mixta de Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de Burgos, de infeliz memoria por su trágico fusilamiento, llevado a cabo el 25 de julio de 1936, recién iniciada la guerra civil, siendo enterrado en una fosa común que todavía no se ha podido localizar, para mayor escarnio de sus familiares y allegados más directos, así como para la memoria histórica y democrática de este país.

Hoy, recordando esta trágica historia en mi memoria democrática y como muestra de respeto a tantos maestros y maestras de este país, que también fueron fusilados y vejados durante la guerra civil y años posteriores de la dictadura, he recuperado un relato de Eduardo Galeano en El libro de los abrazos, con un título programático, La función del arte, I, que también podría ser la del cine, porque resume bien lo que sentí durante toda la proyección:   

Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.  Viajaron al sur.  Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas dunas de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedo mudo de hermosura.  Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

– ¡Ayúdame a mirar!

Es lo que aquellos niños y niñas de la Escuela Nacional Mixta de Bañuelos de Bureba, sintieron en los meses preparatorios para conocer ese mar que soñaban de diferentes formas y que dejaron plasmadas en su cuaderno monográfico elaborado artesanalmente en su pequeña imprenta artesanal, bajo la atenta mirada de su querido maestro, Antoni, a secas. Les ayudó a saber cómo era el encanto de su vida diaria y… el del mar, antes de verlo por primera vez, porque él les enseñó desde el primer momento a mirarlo. Ese cuaderno concreto tenía una fecha de edición: enero de 1936. Seis meses más tarde, la locura de la guerra civil acabó con todas las ilusiones de esos niños y niñas, forjadas durante días y meses de trabajo arduo y eficaz de su maestro. El 25 de julio de 1936, unos días después de su apresamiento infame, fue asesinado de un tiro en la nuca, de la manera más vil que se pueda imaginar, gracias al terrible silencio cómplice, que tanto detesto, de los salvadores de aquella patria y su bandera rojigualda, que no hicieron nada por evitarlo.

He recordado hoy estos hechos verdaderos, para que no se olviden ni siquiera un momento, en días aciagos para este país, en los que parece que no hemos aprendido nada de los trágicos sucesos de la pasada guerra civil, en un país tan dual y cainita por definición. Los niños y niñas de aquél pueblo, que fueron alumnos y alumnas de un maestro extraordinario, imprescindible para la historia de este país, como símbolo de otros muchos durante la guerra civil y los años posteriores de dictadura, que los ayudó a mirar la vida de otra forma, sintieron la necesidad de saber mirar el mar de la vida, porque soñar lo hicieron de forma expresa a través de sus redacciones en el cuaderno mágico que sus pequeñas manos imprimieron, uno a uno, sin descanso alguno y para la posteridad democrática de este país. En definitiva un ejemplo extraordinario para aprender a mirar, soñar y vivir democráticamente en común, en libertad y sin hacernos daño.

Tal y como finalizaba en mi artículo anterior, En memoria de Antoni Benaiges Nogués, un maestro imprescindible, escribo de nuevo estas palabras, con alma, para que no se olvide la maravillosa obra didáctica de este maestro rural, ni siquiera un momento, porque hay que decirlo alto, claro y fuerte: estamos avisados. Como ejemplo a secundar, podemos aprender y reforzar la historia democrática de este país, viendo esta película y leyendo una obra monográfica que ha servido para elaborar el guion de la misma,  El maestro que prometió el mar, una publicación coordinada por Francesc Escribano, difundiéndolas a los cuatro vientos para reforzar nuestra democracia, en momentos cruciales como los que estamos viviendo en la actualidad ante la legislatura progresista y de su futuro alentador, ya iniciada, cargada también de legítimas esperanzas. Como las que transmitió el maestro Benaiges a tantos niños y niñas de un pueblo burgalés, Bañuelos de Bureba, recordados hoy gracias a la magia del cine y de la memoria democrática, que nos enseñan hoy, una vez más, el arte de soñar y mirar.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA – ISRAEL/HAMÁS, ¡Paz y Libertad!