La cultura Disney, no inocente, cumple cien años

Sevilla, 21/XI/2023

Desde que era niño, haciendo las cosas de niño y pensando también como un niño, he vivido de cerca la cultura Disney en todas sus proyecciones posibles. He dibujado todos los protagonistas de mis años de infancia, con especial atención al pato Donald, Mickey Mouse, Minnie Mouse, Pluto y Goofy, imágenes que guardo en mi memoria de hipocampo. Es verdad que mí personaje preferido era Peter Pan, el de Disney (1953) y su mundo de nunca jamás. Este año, se cumple el centenario del nacimiento de esta factoría de sueños y deseos no inocentes, fundada en 1923 por Walt Disney junto a su hermano Roy, celebrándolo con la presentación de una nueva película, Wish. El poder de los deseos, rodada con tecnología de última generación, con algún guiño a las anteriores, en la que han intentado hacer un repaso visual a su intrahistoria y que, leyendo entre líneas, se puede atisbar en su sinopsis oficial: ”En Wish: El poder de los deseos, Asha, una optimista con mucho ingenio, pide un deseo tan potente que le responde una fuerza cósmica, una pequeña bola de energía ilimitada llamada Estrella. Juntas, Asha y Estrella se enfrentan a un imponente enemigo, el Rey Magnífico, gobernante de Rosas, para salvar a su comunidad y demostrar que cuando la voluntad de una persona conecta con la magia de las estrellas, pueden ocurrir cosas maravillosas. Con las voces en versión original de la actriz ganadora del Premio de la Academia,Ariana DeBose como Asha, Chris Pine como Magnífico y Alan Tudyk como Valentino (la cabra favorita de Asha), la película está dirigida por el ganador del Óscar, Chris Buck (Frozen. El reino del hielo, Frozen II) y FawnVeerasunthorn (Raya y el último dragón), producida por Peter Del Vecho (Frozen. El reino del hielo, Frozen II) y coproducida por Juan Pablo Reyes (Encanto). Jennifer Lee (Frozen. El reino del hielo, Frozen 2) es la productora ejecutiva y Lee y Allison Moore (Night Sky, Manhunt) son las guionistas del proyecto. Con canciones originales de la cantante y compositora nominada al Grammy, Julia Michaels y del productor/compositor/músico ganador del Grammy, Benjamin Rice, además de música del compositor Dave Metzger”.

El hilo conductor, una vez más, el poder de los deseos y cómo interviene la magia de una estrella para conseguirlos, frente al poder omnímodo de un rey malvado, porque de ellas, las estrellas, vienen casi siempre las soluciones a los grandes problemas de la vida, establece una dialéctica rey malo/ heroína buena, con la ayuda misteriosa de una estrella. Esto sucede porque los humanos no podemos hacer las cosas bien solos, lo que nos lleva a analizar este relato con detalle, para dejar a cada personaje en su sitio en este loco mundo, porque el mundo real no funciona así, a pesar de que la película se anuncia como portadora de “una historia que lleva un siglo esperando a ser contada”. Ha pasado ese siglo y visto lo visto, los reyes siguen estando desnudos, a la manera de Andersen, dejando mucho que desear en algunos casos; las princesas de toda la vida, que lo consiguen todo aunque vengan de extracción social pobre, ya no son tales, porque la mujeres han dado pasos de gigante por sí mismas, gracias a sus creencias de empoderamiento y no a Disney, huyendo despavoridas de esta representación sempiterna de la mujer “princesa rescatada”, de ese nombre; los sueños ya no necesitan de estrella alguna para ser alcanzados y para encontrar el auténtico sentido de la vida no es necesario seguir llamando a las puertas del castillo del rey, de cualquier patriarca, sobre todo a la de los regalos para ser felices, porque el secreto está en buscarnos a nosotros mismos para saber quiénes somos.

Exactamente, lo que nos recomendó José Saramago en su “Cuento de la isla desconocida”, donde la mujer que zurcía en palacio cerca del filósofo del rey, sabía cuál era la fórmula mágica para ser felices y dignos en la vida: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual”.

Un día, hace ya muchos años, a modo de una película íntima, sin factoría Disney alguna que me alumbrara la vida, decidí ampliar el horizonte de miras de este cuaderno de bitácora, con nuevas y blancas letras: cuaderno de inteligencia digital para buscar islas desconocidas… Es lo que hicieron los protagonistas del cuento de Saramago al finalizar su microhistoria y, quizá, la tuya y la mía, la vuestra, queridos tripulantes digitales: “Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma”.

Les aseguro que, con profundo respeto a las historias de Disney, convertidas en guiones no inocentes para aprehender la vida, cualquier parecido de lo que he contado en este cuaderno digital, con la realidad de sus casi dieciocho años de vida, no es pura coincidencia. Sólo me viene a la cabeza, en el momento de escribir estas líneas, una petición a la vida, un “deseo”: ojalá llegue el día en el que se pueda rodar una película sobre el cuento de Saramago, como guion mágico, lejos de Disney, que nos permita descubrir la principal isla desconocida que existe en elmundo, la que cada persona lleva dentro, para que se cumpla el deseo más digno de cada uno, cada una, con sus cadaunadas: ser felices, sin estrellas que nos digan lo que tenemos que hacer en los momentos más difíciles, cuando en la penumbra vital hacemos camino al andar.

Es verdad lo que decía al principio: cuando era un niño, hacía las cosas de niño y me aferraba en algunas ocasiones a Peter Pan, tan niño como yo, porque deseaba ser como él y no crecer en un mundo al revés, de cartón piedra, diseñado por el enemigo (o por la factoría Disney, la de toda la vida). Era mi deseo (wish) íntimo, sin estrella alguna que iluminara este sentimiento, que todavía perdura en mi niñez rediviva.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA – ISRAEL/HAMÁS, ¡Paz y Libertad!