Los más capacitados

Sevilla, 16/I/2024

El Pleno del Congreso de los Diputados, en sesión extraordinaria que se celebra hoy en el Senado, acaba de debatir y aprobar por mayoría, excepto con la abstención de VOX, la tramitación directa y en lectura única de la Proposición de Reforma del artículo 49 de la Constitución, promovida por los grupos parlamentarios Popular y Socialista, y que tiene por objeto la «actualización en lenguaje y contenido», del artículo dedicado a los derechos y a la protección de las personas con discapacidad, tal y como se explica en la exposición de motivos. Con esta reforma se eliminarán de la Constitución los conceptos de «disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos», según la comunicación oficial del Congreso. De esta forma, “el jueves próximo debatirá el Pleno, en una única sesión, el texto y las enmiendas presentadas en su caso. Para su aprobación, y de acuerdo con el artículo 167 de la Constitución, deberá ser aprobado por una mayoría de tres quintos de los diputados. Alcanzada dicha mayoría, la iniciativa se remite al Senado para continuar su tramitación parlamentaria y donde también se exige la misma mayoría”.

La nueva redacción propuesta establece en su punto primero que «las personas con discapacidad ejercen los derechos previstos» en el Título I «en condiciones de libertad e igualdad reales y efectivas». También fija que «se regulará por ley la protección especial que sea necesaria para dicho ejercicio». Asimismo, el punto segundo define que «los poderes públicos impulsarán las políticas que garanticen la plena autonomía personal y la inclusión social de las personas con discapacidad, en entornos universalmente accesibles. Igualmente, fomentarán la participación de sus organizaciones, en los términos que la ley establezca. Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y los menores con discapacidad».

De acuerdo con la nota de prensa oficial, “La reforma planteada dice en su exposición de motivos que la Constitución «consagra la dignidad de la persona y el libre desarrollo de la personalidad como claves de bóveda de nuestro Estado social y democrático de Derecho» y que «una de las plasmaciones concretas de esta configuración es su artículo 49, dedicado específicamente a la protección de las personas con discapacidad», un precepto que «situó en su día a España en la vanguardia de la protección de este colectivo». Además, en la iniciativa se explica que en los últimos años, «la protección de las personas con discapacidad se ha visto impulsada por el Derecho Internacional», cuyo eje es la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad; que tanto la legislación estatal como autonómica se ha adaptado a dicha normativa internacional y que, paralelamente, «la sociedad civil articulada en torno a las personas con discapacidad ha venido planteando a los poderes públicos la necesidad de acomodar¿ el artículo ¿a la realidad social y a la normativa internacional». Por todo ello, concluye la exposición de motivos, «resulta necesario proceder a la reforma del artículo 49 de la Constitución, de manera que este precepto vuelva a ser referencia para la protección y promoción de los derechos de las personas con discapacidad en España».

En este contexto, publico de nuevo un artículo mío de opinión que apareció el 20 de agosto de 1977, Los más válidos, en la página de opinión en El Correo de Andalucía, un periódico muy valorado durante la Transición por su compromiso social activo en favor de la democracia naciente, porque cuarenta y seis años después creo que mantiene su fondo y forma en relación con el cambio propuesto respecto de las personas discapacitadas, donde sólo he cambiado la referencia a “hombres” que aparecía en el original, por “personas”, dado que aquella denominación genérica del ser humano era propia de la época.

Los más válidos

No es sólo problema de palabras … Fondo y forma se unen para cantar la validez de la vida, del mundo, de las personas. ¿Qué personas? Hoy hacemos presente a personas nuevas, más-válidas, sin problemas de rampas y ascensores, tómbolas y cupones, beneficencias y privilegios. ¿Por qué? Sencillamente porque queremos romper barreras múltiples y ofrecer un mundo nuevo, rico en humanidad, a todos aquéllos que hemos llamado siempre «disminuídos».

Pensemos, por ejemplo, en una mente que desde fuera es juzgada con términos críticos, pero que interiormente brinda un mundo feliz, desconocido, digno de respeto, más capacitada que muchas mentes «lúcidas» que elucubran a diario sobre el sentido de la vida. Quizá sean unos brazos inmóviles, pero en actitud permanente de abrazar con alegría cualquier iniciativa para vivir. Quizá sean unas piernas quietas, firmes, pero listas para abrirse camino en su realización personal. Mente, brazos y piernas, gritan justicia y no privilegios, igualdad de oportunidades y no favoritismos humillantes. En el fondo es porque hay un cerebro y un corazón que manifiestan tener conciencia de ser «más capaces» que muchos de los que de una forma u otra nacemos diariamente a la existencia consciente con todo nuestro ser «a punto».

La validez de un acto o de una persona no se puede medir por un patrón oficial. La axiología brinda un campo amplísimo de investigación y reflexión sobre los valores del hombre, mundo y trascendencia, pero la persona no puede ser reducida a un robot de actitudes conforme a los moldes que pide una determinada sociedad. Desde la más recalcitrante teoría geneticista, hasta la ambientalista más audaz, se nos ofrecen un sinfín de posibilidades para establecer causas y nomenclaturas sobre comportamientos humanos, sufriendo la tipología armónica de los seres vivos, las consecuencias de lo humanamente incomprensible a nivel bio-psico-sociológico. Surge así, entre otras, la imagen del “disminuido” clásico. Esta expresión define a una persona por determinados problemas físico-psíquicos que aparecen en su vida, pero no suele descifrar su mundo interior. Entre otras cosas, porque ese mundo, afortunadamente, sigue siendo patrimonio personal e intransferible. Este mundo «debajo de la piel», muestra paradójicamente la validez de un ser humano como los demás, de su mundo interior, de su persona de secreto, que ante las cortapisas y dificultades del mundo, crece, corre, piensa y abraza…, porque en lo más profundo de su ser piensa que es más capaz que los demás, al menos, igual que el otro. Quizá sea esta conciencia de igualdad la que un día venza la guerra de los términos y de las apreciaciones subjetivas. En el fondo, habrá sido un triunfo sobre el orgullo de la persona “sana y completa”.

El Correo de Andalucía, 20/VIII/1977

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/06/140602_opinion_discapacitados_felices_men

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

“La memoria infinita” permite olvidar el olvido

Sevilla, 16/I/2024

Chile tiene en su memoria democrática cincuenta años de dolor dentro, desde que en 1973 sufriera un golpe de Estado cruento y desolador, con daños colaterales de todo tipo que hacen imposible su olvido. Precisamente, ahora, vuelve a nuestras pantallas de cine este recuerdo, en una película documental que refuerza la importancia de respetar siempre la memoria democrática de un país, de la que nosotros, en España, tampoco deberíamos estar tan lejos en determinadas ocasiones. Aprendí en su día de Eduardo Galeano que «no hay nada mejor que olvidar el olvido», recuperar de la mejor forma posible la memoria de un país, de su pasado: “Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión.

En este contexto, leo hoy la sinopsis de la película chilena ‘La memoria infinita’, estrenada la semana pasada en los cines comerciales de este país, multipremiada en encuentros internacionales de cinematografía en diferentes versiones, que describe a la perfección una obra suprema del cine documental de ese país, marcada por un compromiso social activo, no inocente: “La memoria infinita cuenta la conmovedora historia de amor de Augusto y Paulina, que han estado juntos y enamorados hace más de 25 años. Hace 8 años sus vidas cambiaron para siempre con el diagnóstico de Alzheimer de Augusto. En un relato sobre el recuerdo individual y colectivo, Augusto, quien fuera un destacado periodista cultural de la televisión chilena, y Paulina, reconocida actriz y ex ministra de cultura, dialogan entre la reconstrucción de la memoria e identidad, y a la vez mantienen vivo ese amor cómplice inquebrantable”.

No es una película para contarla y ya está, sino para verla y sentirla en su justo desarrollo argumental, llevándonos de la mano para comprender el ejemplar compromiso personal y profesional de sus protagonistas para cuidar la memoria histórica de su país, arrasada durante la dictadura de Pinochet y para que se olvide el olvido mediante la atención diaria a la memoria democrática infinita, que ahora puede salvar al pueblo chileno en términos de consolidación de la dignidad humana. Se está escribiendo mucho sobre la intrahistoria de esta película, pero quiero resaltar unas palabras del artículo publicado en el diario.es, Amor, enfermedad y memoria histórica en el conmovedor documental chileno que aspira al Oscar, por su contenido especial en relación con su producción y recorrido humano y político: “El inicio fue “la historia de amor”, pero los recuerdos de él [Augusto Góngora], su trabajo y “todo el material de su programa Teleanálisis” empezaron a salir en las grabaciones, y el tema de la memoria empezó a cobrar fuerza. Un trabajo que llega cuando se cumplen 50 años de aquel golpe de Estado. Paulina Urrutia y Maite Alberdi creen que en Chile se vivió un proceso de cambio justo cuando Augusto comenzó a contar de forma clandestina lo que ocurría: “Lo que pasaba no era un discurso oficial que todos viéramos. Era clandestino, se pasaban las cintas en mano. Tomó muchos años poder hablar sin miedo de ciertos temas en los canales oficiales, pero creo que el país se sintió con la libertad de comunicar abiertamente esa historia. La película habla también de este momento. Podemos hacer actos conmemorativos, pero si no recordamos el dolor de lo que nos pasó en el cuerpo con esas situaciones, nunca vamos a vivir realmente el duelo histórico y, por supuesto, se van a volver a repetir los hechos”. Paulina Urrutia recuerda una cita de Augusto para reforzar esta teoría, “la única manera de hacer memoria es con vocación de futuro” y añade que es una labor de todos que esa memoria no se pierda: “El ejercicio de la memoria, el recuperar nuestra historia, es un ejercicio permanente y es maravilloso cuando el arte toma parte de esa tarea que es una tarea ciudadana y una tarea de Estado”.

Con estas palabras reivindico en su fondo la persona y la obra política de Salvador Allende, porque quiero mantener viva su memoria en mi persona de secreto, que diría Ortega y Gasset, junto a la de todos, cuando seguimos defendiendo su presencia en nuestras vidas, como presidente, siempre presente en democracia, siempre. Me retiro a mi rincón de pensar y escucho la banda sonora de la película, grabando en mi memoria de hipocampo la letra de su melodía final, La danza de las libélulas, obra revisada especialmente por su compositor para esta delicada ocasión, Manuel García, chileno por más señas, con un mensaje implícito: Ahora parece que yo / debo mirar hacia el mar / descubrir la noche y su reflejo entre los botes / Mañana vas a encontrar una flor que te dejé / contra el pecho abrazarás su suave fuego / y en una danza sutil, libélulas del jardín / cruzarán el cielo de tus sentimientos. También, ¿A dónde van?, de Silvio Rodríguez. Es la oportunidad para no olvidar el olvido, para comprender junto a Galeano que «la memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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