A la gente no le gusta que uno tenga su propia fe

Si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano, se calla la vida y la palabra. 

Sevilla, 24/I/2024

Estamos viviendo tiempos modernos y difíciles, donde la coherencia es a veces flor de un día, precisamente cuando necesitamos más que nunca mantenerla viva, porque sé que el amor y el sufrimiento siempre auna voluntades, tal y como lo cantaba excelentemente Quilapayún en su Cantata de Santa María de Iquique. Ante las guerras en muchas coordenadas mundiales y las más cercanas en nuestro país, según se entienda la palabra ´guerra´, como buenos entendedores que somos, que de todo hay en la viña del señor, debemos blindar nuestras mentes y corazones para salvaguardar la coherencia ética de cada uno ante tanto desvarío.

En este contexto, Paco Ibáñez, de cuyo nombre quiero acordarme hoy, me enseñó hace ya muchos años que a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe, yo diría desde una perspectiva más laica todavía, que cada uno, cada una, tenga su propia creencia y la mantenga hasta el final de sus días, por pura coherencia, obstinación según Hesse o porque los principios éticos se defienden siempre, con ardor guerrero, porque no se tiene otros (por coherencia mínima). Repaso de nuevo la letra de la canción, La mala reputación, creada y cantada por Georges Brassens, porque es un himno a los inconformistas de corazón y mente, a los que no nos da todo igual, porque todos no son ni somos iguales, por mucho que los de siempre pretendan agruparnos a todos en un único rebaño y con pensamiento único:

En mi pueblo sin pretensión
Tengo mala reputación,
Haga lo que haga es igual
Todo lo consideran mal,
Yo no pienso pues hacer ningún daño
Queriendo vivir fuera del rebaño;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal
Salvo los ciegos, es natural.

Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me supo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo
Salvo los mancos, quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón
Y a la zaga va un ricachón
Zancadilla pongo al señor
Y aplastado el perseguidor
Eso sí que sí que será una lata
Siempre tengo yo que meter la pata;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe.
Todos tras de mí a correr
Salvo los cojos, es de creer.

No hace falta saber latín
Yo ya se cual será mi fin
En el pueblo se empieza a oír
Muerte, muerte al villano vil
Yo no pienso pues armar ningún lío
Con que no va a Roma el camino mío

No a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe

Todos, todos me miran mal
Salvo los ciegos, es natural

Escuchada esta canción de nuevo y leída con atención la letra original, en este tiempo de  deserciones ideológicas continuas y abandonos de barcos de compromiso social activo, vuelvo a tener fe en las personas que comparten esta forma de cantar permanentemente a la vida, porque nos da mucho a cambio del deber de entenderla, sabiendo que de este mundo casi todos sabemos poco, aunque “estamos aquí, obligatoriamente obligados a entenderlo” (así lo cantaban los cantores de Aguaviva, con letra del poeta malagueño Rafael Ballesteros, a los que no olvido). Cantar sentimientos envueltos en palabras y melodías, es una excelente misión para alegrar cada segundo de la vida de cada uno, cada una, dándole sentido. Basta ahora un ejemplo muy enriquecedor, junto a la canción de Brassens interpretada de forma especial por Paco Ibáñez, al recordar también la letra de “Si se calla el cantor”, de Horacio Guarany (1972) e inmortalizada por Mercedes Sosa en mi banda sonora personal, porque sigue más presente que nunca en mi vida cantora:

Si se calla el cantor calla la vida
Porque la vida, la vida misma es todo un canto.
Si se calla el cantor, muere de espanto
La esperanza, la luz y la alegría.

Si se calla el cantor se quedan solos
Los humildes gorriones de los diarios.
Los obreros del puerto se persignan
Quién habrá de luchar por su salario.

Que ha de ser de la vida si el que canta
No levanta su voz en las tribunas
Por el que sufre, por el que no hay
Ninguna razón que lo condene a andar sin manta.

Si se calla el cantor muere la rosa
De qué sirve la rosa sin el canto.
Debe el canto ser luz sobre los campos
Iluminando siempre a los de abajo.

Que no calle el cantor porque el silencio
Cobarde apaña la maldad que oprime.
No saben los cantores de agachadas
No callarán jamás de frente al crimen.

Que se levanten todas las banderas
Cuando el cantor se plante con su grito
Que mil guitarras desangren en la noche
Una inmortal canción al infinito.

Si se calla el cantor calla la vida.

Por estas razones y en el afán de hoy, me basta escuchar a los cantores Paco Ibáñez, Horacio Guarany y Mercedes Sosa (Facundo Cabral afirmaba que cantante es el que puede cantar, mientras que cantor es el que debe cantar). Personalmente, creo que ante tanto grito estéril mundial, debía decir algo más valioso que el silencio, aunque sé que a la gente no le gusta que uno tenga su propia fe y que muchos, no todos, creen firmemente que todos no somos iguales. También sé que nos miran mal a los que pensamos así y que ante tanto desatino el canto debe ser luz sobre los campos iluminando siempre a los de abajo y que no calle el cantor, porque el silencio cobarde apaña la maldad que oprime. Estoy convencido de que si se callan…, el cantor, el compositor, el escritor, el soñador, el bloguero, el político digno, el artista o el ciudadano anónimo, no conformes con las injusticias que pasan en nuestro mundo cotidiano, en nuestro país, en nuestra Comunidad, en nuestros entornos familiares, laborales y sociales, se calla la vida y la palabra.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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