13 y martes, ni te cases ni te embarques

Sevilla, martes y 13 de febrero de 2024

A pesar del pronóstico histórico de los agoreros mayores de nuestro Reino actual, he decidido hacer hoy, ante la pantalla digital en blanco, una singladura corta por islas conocidas de este cuaderno digital, encontrándome en esta bitácora tan especial un mapa muy importante para comprender bien este día de infortunio, con un título muy atractivo, En martes y 13, ni te cases ni te embarques, que conservo tal cual, en su día y año de autos, 13 de diciembre de 2022, martes por supuesto.

He vuelto a leerlo como si fuera hoy lo que escribí ayer y he decidido compartirlo con la Noosfera, la malla pensante de la humanidad, tal como la definieron en el siglo pasado Teilhard de Chardin y Tom Wolfe, cada uno con su cadaunada existencial. Espero que a todos nos sirva hoy para seguir navegando por los mares procelosos del miedo a la libertad.

Dicen algunos miembros de lo que llamo el ‘Club de los tristes, tibios y mediocres’, que hoy, martes y 13, era lo que nos faltaba, en una superstición reflejada en una paremia (refrán, proverbio, adagio o sentencia), con una larga historia, que es constatable en muchos lugares del mundo, es decir, que no ha sido una “tontería humana más”, como algunos la tildan, sino que en compañías aéreas como Iberia, entre otras internacionales, pude constatar muchas veces que suprimía esa fila 13 en su flota de aviones, justificándolo como muestra de respeto hacia pasajeros que sufren una fobia con un nombre bastante raro: triscaidecafobia, definida como “miedo irracional al número 13”, en todas sus manifestaciones posibles.

El Centro Virtual Cervantes, que cuida con esmero nuestro idioma, dedica unas palabras al enunciado básico de este refránEn martes, ni te cases ni te embarques, explicándolo con las siguientes observaciones: “Se recomienda no hacer nada arriesgado el martes, por considerarse un día aciago, de mala suerte”, este refrán como tal se usa con alta frecuencia, la fuente es oral y de transmisión boca a boca, aunque tiene un especial interés por sus observaciones: “Como el martes estaba consagrado a Marte, el dios de la guerra en la mitología latina, se consideraba día de mal agüero para emprender algo importante. A esa superstición aluden también los refranes En todas partes tiene cada semana su martes y Para un hombre desgraciado, todos los días son martes. En otras culturas, como la egipcia o la turca, era considerado asimismo día aciago. Algunos historiadores españoles relacionaban esta superstición con el hecho de que en martes se produjeron algunas importantes derrotas de los moros a las tropas cristianas. En otros países, el día aciago es el viernes. Este refrán es uno de los pocos refranes supersticiosos que se dicen en la actualidad”. Igualmente, en el enunciado desarrollado, en tal día como hoy, En martes y trece, ni te cases ni te embarqueslas variantes que publica son muy curiosas: En martes, ni tu tela urdas ni tu hija cases (Correas1627 1816); En martes, ni te cases ni te embarques, ni de los tuyos te apartes (Cuba, Panamá) (1001 nº 431); En martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes (Colombia, México, Puerto Rico, Rep. Dominicana) (1001 nº 431) y En martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu mujer te apartes (Argentina) (1001 nº 431). Merecería la pena conocer los contextos históricos en los que se enraízan estas variantes y una oportunidad comienza con la consulta de los hiperenlaces descritos.

Para completar este día aciago para muchos, no para mí precisamente, traigo a colación una reflexión ya publicada en este cuaderno digital, en torno a este refrán básico y sin variantes. En una sola frase, ¡Cuénteme la verdad!, está encerrado un bello relato de la escritora Diane Setterfield, El cuento número trece, que nace en las primeras páginas de la novela cuando la afamada escritora inglesa Vida Winter escribe una carta a Margaret Lea, persona muy vinculada a una librería de su padre que ha trasteado desde que era pequeña, biógrafa de “perdedores” no de personajes de gran relumbrón y “cuidadora” de libros, pidiéndole que vaya a su casa para hacer algo que siempre está dando vueltas en su cabeza desde que un avispado periodista del Banbury Herald le solicitó en una entrevista que le contara la verdad: “Señorita Winter, cuénteme la verdad”. Ella tenía su propio criterio sobre la verdad con mayúscula y minúscula y así lo manifiesta en la carta citada: “Mi queja no va dirigida a los amantes de la verdad, sino a la Verdad misma. ¿Qué auxilio, qué consuelo brinda la Verdad en comparación con un relato? ¿Qué tiene de bueno la Verdad a medianoche, en la oscuridad, cuando el viento ruge como un oso en la chimenea? ¿Cuándo los relámpagos proyectan sombras en la pared del dormitorio y la lluvia repiquetea en los cristales con sus largas uñas? Nada. Cuando el miedo y el frío hacen de ti una estatua en tu propia cama, no ansíes que la Verdad pura y dura acuda en tu auxilio. Lo que necesitas es el mullido consuelo de un relato, la protección balsámica, adormecedora, de una mentira”.

La carta finaliza comunicando a Margaret Lea que ha llegado ese ansiado momento de contar la verdad, citándola para ese primer encuentro un lunes, en un lugar determinado y a una hora concreta. Lo que viene después hay que trabajarlo con la mente, los sentimientos y las emociones, hasta llegar a descubrir cuál es el cuento número trece, camino que no voy a desvelar hoy por razones obvias. ¿Por qué esta referencia de esta novela en un día como hoy? Fundamentalmente, porque es una fecha y un día de calendario que tiene mala fama, que casi todo el mundo conoce, sobre todo las personas que fijan bodas y cruceros, por ejemplo, por el evidente riesgo popular que corren. Conocer la verdad de por qué esta mala fama, es una búsqueda de la verdad con minúscula que tiene múltiples interpretaciones aunque las más arraigadas culturalmente son las vinculadas con el valor simbólico de los números, donde el doce ocupa un lugar estelar y porque el uno y el tres, cada uno por separado, han jugado un papel muy importante en la historia de la humanidad. La elección de esta novela, de nuevo, es un guiño al poder de la literatura para convertir algo aparentemente inútil en una muestra de nueva interpretación de la vida, de sus secretos más allá de los números queridos u odiados por sí mismos.

El secreto de la distinción entre la verdad y la mentira del número trece lo refleja muy bien Vida Winter en la primera página de la novela, como cita premonitoria y a modo de dedicatoria, que aparece como referencia de sus cuentos famosos: “Todos los niños mitifican su nacimiento. Es un rasgo universal. ¿Quieres conocer a alguien? ¿Su corazón, su mente, su alma? Pídele que te hable de cuando nació. Lo que te cuente no será la verdad: será una historia. Y nada es tan revelador como una historia” (Cuentos de cambio y desesperación). 

Hoy, cuando nos hemos despertado, este cuento sobre el día trece y martes de este tiempo tan complejo sigue con nosotros, esperando su lectura y la mejor interpretación posible de la Verdad. Probablemente, podría ser tu historia, la mía o la nuestra jamás contadas, llenas de verdad, revelación y misterio en un día de calendario normal, según se mire. Eso sí, sin superstición alguna.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Josep Renau y su visión no inocente de la sociedad de consumo

Sevilla, 12/II/2024

He visitado hoy la exposición Visiones expandidas, una isla desconocida para mí, aunque con el hilo conductor del maravilloso mundo que ofrece siempre el hecho de poder fotografiar la vida, actividad cultural no inocente a la que he dedicado bastantes páginas en este cuaderno digital.

En su página web oficial, se presenta la exposición como “una lectura cronológica lineal de la historia de la fotografía experimental desde finales del siglo xx hasta la actualidad. […] A principios del siglo xx, dadaístas, surrealistas y constructivistas exploraron los límites del lenguaje fotográfico como un medio para plasmar el espíritu de los tiempos modernos. Imágenes abstractas, fotomontajes o fotogramas obtenidos sin intervención de la cámara permitieron expresar las inquietudes formales, sociales y políticas del momento. Desde la segunda mitad del siglo xx, la experimentación fotográfica sigue desdibujando los límites entre pintura, escultura, cine y performance. Un recorrido desde los inicios de la experimentación fotográfica a partir de obras de la colección del Musée National d’Art Moderne – Centre d’Art Georges Pompidou, estructuradas en seis secciones temáticas: Luces, Movimiento, Alteraciones, Recrear mundos, La visión a prueba y Anatomías”.

Josep Renau, Sociedad de consumo, 1972

La experiencia ha sido extraordinaria y he podido constatar el recorrido histórico de las técnicas fotográficas y las ideologías que siempre han llevado dentro, eligiendo para esta isla desconocida y descubierta hoy, una obra de Josep Renau (1907-1982), fotomontador, muralista y cartelista valenciano, con un título muy significativo, Sociedad de consumo (1), que se explica por sí mismo. Creo que se entiende muy bien su mensaje, cuando se lee, con el detalle que se merece, la biografía del autor, a quien tengo que reconocer que no conocía hasta el encuentro de hoy, que traigo al puerto seguro de una singladura especial, ideológica sin duda alguna, no inocente, como homenaje a la memoria democrática de este país.

Efectivamente y como ocurre con las ideologías, las fotografías nunca son inocentes, porque siempre hay un ojo humano detrás que ordena. Me pasó cuando supe del fallecimiento del fotógrafo francés Marc Riboud en 2016, que muchas personas recordarán por su famosa fotografía de la chica con la flor, por cierto, no inocente. He conocido el hilo conductor de su profesión, por una frase de un especialista en los cuidados del ojo, del siglo XIII, Pietro Spanno, que llegó a ser Papa bajo el nombre de Juan XXI: “El ojo es un miembro noble, redondo y radiante. Ver es el paraíso del alma”. Ese es el secreto y la magia del ojo humano cuando ordena el clic que fija momentos especiales de la vida para la posteridad. Igual que cuando se fotografía el dolor o la muerte, muchas veces con alto riesgo personal de profesionales excelentes, comprometidos, facilitando imágenes recientes, por ejemplo de las guerras de Ucrania y Gaza, entre otras, que desgraciadamente ya son habituales para el procesamiento de nuestra retina y que tanto nos hacen pensar, cumpliendo su función.

(1) Sociedad de consumo, 1972. Fotomontaje original de fotografías a las sales de plata sobre papel, coloreadas a mano, recortadas y pegadas sobre cartón. Fundación Josep Renau – IVAM.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

En memoria de Seiji Ozawa, el maestro que prestó siempre atención reverencial a la música

Seiji Ozawa (1935-2024)

Sevilla, 11/II/2024

El pasado 6 de febrero falleció en su casa de Tokio, a los 88 años, como consecuencia de un paro cardiaco, Seiji Ozawa, gran maestro de la música y director de orquesta de fama internacional. Suya es una reflexión sobre la música con la que me identifico plenamente: «La música es tan internacional como una puesta de sol. Se puede ver desde Paris o desde Tokio, pero siempre habrá gente que la disfrute o aprecie más. Todo el mundo puede disfrutar de Mozart, pero no todas las mentes están dispuestas a prestarle atención». Fundamentalmente, porque cuando se vive cerca de la música, se descubre que es compañera en la alegría y medicina para el dolor (musica laetitiae comes, medicina dolorum), tal y como aparece en la tapa de mi clave.

En 2020 dediqué unas palabras, en este cuaderno digital, a un diálogo extraordinario entre dos grandes maestros de la literatura y de música, respectivamente, Haruki Murakami y Seiji Ozawa, unidos por su nacionalidad japonesa y experiencias personales y vitales. Hoy vuelvo a publicarlas como pequeño homenaje a su vida y obra, consolidada en la Orquesta Sinfónica de Boston (1973-2002), a la que dedicó prácticamente toda su vida.

Murakami y Ozawa: un diálogo magistral

Se ha publicado en la editorial Tusquets un libro muy esperado en su traducción al español, Música, sólo música, que recoge las conversaciones mantenidas por dos maestros de la literatura y de la música, Haruki Murakami y Seiji Ozawa, a lo largo de dos años, desde 2010. Es una joya bibliográfica, porque resume una vida de amor y respeto mutuo, de ambos maestros, a la música y a la literatura. Como adelanto, adjunto a continuación un fragmento facilitado por la editora, que simboliza muy bien el alcance de estos encuentros y su legado en favor de la cultura para todos. Me han parecido memorables las palabras de Leonard Bernstein en la presentación del Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Brahms, a cargo de Glenn Gould y bajo la dirección del propio Bernstein con la Filarmónica de Nueva York, que se puede escuchar en directo en la playlist que adjunto a continuación.

FRAGMENTO

PRIMERA CONVERSACIÓN

En esencia, sobre el Concierto para piano y orquesta n.º 3 en Do menor de Beethoven.

Mantuvimos esta primera conversación en mi casa de Kanagawa, al oeste de Tokio, el 16 de noviembre de 2010. Nos dedicamos a sacar vinilos y cedés de las estanterías, los escuchábamos y después los comentábamos. Para evitar que la conversación saltara de un asunto a otro mi plan era abordar un tema concreto. En esta primera ocasión decidimos, por tanto, centrarnos en el Concierto para piano y orquesta n.º 3 en Do menor de Beethoven. Después decidimos comentar la interpretación de Gould y Bernstein del Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms, que ya he mencionado antes. Se daba la circunstancia de que Ozawa tenía programado un concierto de la obra de Beethoven con la pianista Mitsuko Uchida al mes siguiente en Nueva York. 

Finalmente, a causa de una dolencia crónica de espalda agravada por el largo viaje hasta Nueva York y una neumonía como consecuencia de la ola de frío que azotaba la ciudad ese invierno, Ozawa se vio obligado a ceder la batuta a un sustituto y la misma tarde del concierto tuvimos la oportunidad de hablar durante tres horas seguidas de esa obra. Hicimos algún que otro descanso para evitar que se fatigara en exceso, a fin de que él tomase sus medicamentos y pudiera comer algo, como le había prescrito el médico.

Comienzo de la playlist por el Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms, acompañando la lectura del libro.

MURAKAMI: Recuerdo que hace tiempo me habló de una interpretación del Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Brahms a cargo de Glenn Gould y con Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York. Antes de comenzar, Bernstein se dirigió al público y anunció que se disponían a interpretar el concierto de acuerdo con el criterio del señor Gould, con el cual él no estaba de acuerdo.

OZAWA: Sí, yo estaba allí como asistente de dirección de Lenny (Leonard). De pronto, antes de empezar, Lenny salió al escenario y se dirigió al público. Por aquel entonces yo no entendía bien el inglés, así que le pregunté a la gente de mi alrededor qué decía y pude hacerme una idea general.

MURAKAMI: Ese episodio está incluido en el disco que tengo aquí.

Palabras de Bernstein

No se apuren. El señor Gould está aquí (el público ríe con cierto disimulo). Enseguida vendrá. Como ya sabrán ustedes, no tengo costumbre de hablar antes de los conciertos, a excepción de los pases de los jueves por la noche, pero ha ocurrido algo peculiar que merece, creo, una o dos palabras por mi parte. Están a punto de escuchar una interpretación, digámoslo así, poco ortodoxa del Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms, muy distinta de cualquier otra que yo haya podido escuchar, o incluso soñar, hasta ahora por sus notables y amplios tempi, así como por sus desviaciones respecto a las dinámicas indicaciones del propio Brahms. No puedo decir que esté totalmente de acuerdo con el señor Gould, y eso pone en evidencia una importante cuestión: ¿qué pinto yo aquí dirigiéndolo? (Murmullos de la audiencia.) Lo dirijo porque el señor Gould es un artista tan serio e importante que no me queda más remedio que tomar en consideración cualquier cosa que se le ocurra de buena fe, y en este caso su concepción es lo suficientemente interesante como para convencerme de que ustedes deberían escucharlo. Pero la pregunta anterior sigue en pie. ¿Quién manda en un concierto, el solista o el director? (El público ríe cada vez más abiertamente.) La respuesta, obviamente, es que unas veces manda uno, y otras el otro, dependiendo de quien se trate. Casi siempre, ambos se las arreglan para trabajar juntos, ya sea mediante la persuasión, el encanto o incluso las amenazas. (Risas.) Eso permite ofrecer una interpretación coherente. En toda mi vida profesional sólo en una ocasión me he visto obligado a someterme por completo a la concepción radicalmente nueva, e incompatible con la mía, de una obra, fue la última vez que interpreté junto con el señor Gould. (El público estalla ahora en carcajadas.) Hoy, sin embargo, las discrepancias entre nuestros puntos de vista son tan enormes que creo necesario permitirme este pequeño descargo de responsabilidad. Por lo tanto, y volviendo a la pregunta de antes, ¿por qué lo dirijo? ¿Por qué no aprovecho para organizar un pequeño escándalo y busco un solista que lo sustituya, o dejo a mi asistente que se haga cargo de dirigirle? Pues porque estoy fascinado, encantado, de tener la oportunidad de ofrecerles una nueva visión de una obra tantas veces interpretada. Más aún, porque el señor Gould interpreta en muchos momentos con una frescura y una convicción sorprendentes. También porque todos nosotros podemos aprender algo de este extraordinario artista y sesudo intérprete. Y en último lugar porque en la música existe lo que Dimitri Mitrópoulos llamaba «el elemento deportivo», una curiosidad, un ansia de aventura, de experimentación, y les aseguro que toda esta semana de ensayos ha sido una verdadera aventura trabajar con el señor Gould para preparar este concierto. El resultado de ello es lo que les presentamos hoy aquí. (Aplausos sostenidos.)

OZAWA: Sí, sí. Fue algo así, aunque ya entonces no me pareció oportuno que lo dijera antes del concierto. De hecho, aún lo pienso.

MURAKAMI: Al menos Bernstein se lo tomó con sentido del humor y el público se rio a pesar de cierta confusión inicial.

OZAWA: Sin duda. A Lenny se le daba muy bien hablar.

MURAKAMI: No hay nada que objetar a su discurso. No revela nada malo entre ellos dos, tan sólo advierte de antemano que el tempo de la obra es de Gould, no suyo.

Empieza la música.

MURAKAMI: Mmm… Es verdad, el tempo resulta extrañamente lento. Creo entender lo que quería decir Lenny con su advertencia.

OZAWA: Esta parte es claramente un amplio compás de dos por dos, y en cada una de las secciones hay que contar un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Pero Lenny dirige como si fueran las seis seguidas porque los compases de dos por dos son demasiado amplios para mantener un intervalo consistente entre los golpes. No le quedaba más remedio que hacerlo así. Lo normal es uno… y dos…, y él lo dirige como uno… dos… Seguramente hay muchas formas de ejecutarlo, pero es así como se ejecuta casi siempre. Aquí, por el contrario, con un tempo tan lento no podía mantener un intervalo consistente entre los golpes, por lo que debería ser un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Por eso no fluye bien y se para todo el tiempo.

MURAKAMI: ¿Y el piano? OZAWA: Estoy seguro de que pasa lo mismo.

Empieza el piano (4:29).

MURAKAMI: Es verdad, el piano va muy lento.

OZAWA: Sí, pero tiene un sonido excepcional, sobre todo si no lo has oído nunca. Das por hecho que así es como funciona la pieza, como si fuera una hermosa melodía del campo.

MURAKAMI: No debe de ser fácil interpretarlo alargándolo de esa manera.

OZAWA: No. Escuche cuando llega a esta parte. Uno no puede dejar de maravillarse.

MURAKAMI: Por aquí (el volumen aumenta y entran los timbales) (5:18) la orquesta suena como si fuera por su lado.

OZAWA: Cierto. Esta no es la grabación del Manhattan Center, ¿verdad? ¿Es la del Carnegie Hall?

MURAKAMI: Sí, es la grabación en directo del concierto en el Carnegie Hall.

OZAWA: Claro. Por eso el sonido es tan apagado. Al día siguiente se hizo otra grabación ya programada en el Manhattan Center.

MURAKAMI: ¿De la misma obra?

OZAWA: La misma, pero nunca llegó a comercializarse.

MURAKAMI: No, estoy bastante seguro de que no se puede encontrar.

OZAWA: También estuve en esa grabación. Era ayudante del director. Cuando Lenny decía que podía haber dejado la dirección en manos de su asistente, se refería a mí. (Risas.)

MURAKAMI: De no haber llegado a un acuerdo entre ellos, usted habría ocupado el puesto de Bernstein… En cualquier caso es un concierto en el que se nota mucha tensión.

OZAWA: Sin duda. No está muy pulido.

MURAKAMI: Al tocar tan lento da la sensación de que, en cualquier momento, todos se van a poner a tocar como les parezca.

OZAWA: Exacto. Está a punto de que ocurra.

MURAKAMI: Por cierto, cuando Gould tocó con la Orquesta de Cleveland, George Szell y él no llegaron a ningún entendimiento y al final Szell renunció en favor de su ayudante. Lo leí en alguna parte.

Empieza a sonar la sección de piano del primer movimiento (5:56).

OZAWA: Suena extrañamente lento, pero si Gould toca así, la cosa funciona, ¿no le parece? La impresión no es mala.

MURAKAMI: Debía de tener un sentido del ritmo muy desarrollado. No sé cómo explicarlo, pero me da la sensación de que es capaz de alargar el sonido y ajustarlo todo el tiempo al marco de la orquesta.

OZAWA: Entendió a la perfección el flujo de la música, pero Lenny también. Ambos se dedicaban en cuerpo y alma.

MURAKAMI: Pero ¿no es una pieza que suele interpretarse como un estallido de pasión?

OZAWA: Sí, tiene razón. Aquí no se aprecia demasiada pasión.

El piano toca el hermoso segundo tema del primer movimiento (7:35).

OZAWA: Esta parte, por ejemplo, con este ritmo funciona bien. Me refiero al segundo tema. ¿No le parece?

MURAKAMI: Sí, está bien.

OZAWA: La parte anterior con un sonido más fuerte produce una sensación un tanto áspera, poco sofisticada, pero esta parte seduce.

MURAKAMI: Acaba de decir que Lenny también entendía perfectamente el flujo de la música, que se dedicaba en cuerpo y alma a ella, y a pesar de todo no está usted de acuerdo con el hecho de que un director se dirija al público antes del concierto como hizo él, ¿verdad?

OZAWA: No, no. Nunca me ha parecido una buena idea, pero se trataba de él y más o menos convenció a todo el mundo.

MURAKAMI: Quiere decir que es mejor escuchar la música tal cual, sin prejuicios, ¿verdad? Sin embargo, yo entiendo que Bernstein quería aclarar de quién era la idea de interpretar así.

OZAWA: Supongo.

[…]

Continúa este apasionante diálogo abordando temas tan sugerentes como los coleccionistas de discos y la segunda conversación, sobre Brahms, en el Carnegie Hall, la interpretación de Ozawa con la Saito Kinen Orchestra y la mágica relación de la escritura con la música. También abordan el trabajo de Ozawa como director asistente a las órdenes de Leonard Bernstein, el significado de las partituras, la interpretación sorprendente de La consagración de la primavera, algo parecido a una historia oculta. Más adelante, hablan sobre tres grabaciones de la Sinfonía fantástica dirigidas por Ozawa, la batuta de Eugene Ormandy y una nueva conversación, sobre la música de Gustav Mahler, curiosidades de los encuentros de Bernstein con Mahler y la evolución histórica de este compositor a la que dedican grandes tramos de sus diálogos interminables y profundos.

Finaliza su interludio IV, del blues de Chicago a Shinichi Mori y la quinta conversación, sobre las alegrías de la ópera (la ópera es divertida), con la confesión de Murakami de que no había nadie tan alejado de la ópera como él. La anécdota de Milán en 1980, de la que fue protagonista Ozawa por un abucheo anunciado y del que ya había sido advertido por von Karajan, se recoge también, situación en la que la madre del director creía que cuando le abucheaban le estaban reconociendo su gran talla internacional, cuando era todo lo contrario. Una situación delicada que Pavarotti resolvió con su inmensa delicadeza y ternura: «Seiji, si te abuchean es porque has alcanzado la cumbre».

Los diálogos culminan con la sexta conversación, con un mensaje aleccionador y sugerente: no existe una única forma de enseñar porque uno la inventa a medida que avanza, concluyendo estos intercambios del alma con un emocionante epílogo de Seiji Ozawa.

Es un libro para leer de forma pausada, compartiéndolo con las obras maestras de grandes compositores referenciadas en su diálogo. Es la razón de por qué acompaño la playlist proporcionada por la editora del libro, Tusquets, para deleite de los amantes de la música y de la literatura que, cuando caminan juntas, ennoblecen el alma humana. Gracias a ambos maestros, Murakami y Ozawa, aunque el libro nos haya llegado nueve años después de su publicación en japonés a nivel mundial. Nunca es tarde, porque la música y la literatura son intemporales para el alma…, su gran intérprete.

(1) Murakami, Haruki y Ozawa, Seiji (2020). Música, sólo música. Barcelona: Tusquets Editores.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

Lucía, una niña singular, merece hoy el mejor Goya

Sevilla, 10/II/2024

En abril de 2023 dediqué un pequeño homenaje a una película rodada en este país, 20.000 especies de abejas, que me conmovió, porque contaba una historia especial sobre la singularidad trans desde la perspectiva de una niña y su pequeño mundo íntimo y personal, en una sociedad tan proclive a las etiquetas y prejuicios de todo tiempo, sin mezcla de comprensión alguna.

Como manifiesto más adelante, esta película no es inocente, hay una ideología en ella y cumple una misión muy importante: contar, de forma especial, una historia cercana, honesta y sincera, impregnada de valores humanos, que ayuda en definitiva a transformar la sociedad actual.

Por este motivo, vuelvo a publicar aquellas palabras sobre la historia de Lucía, declarando, horas antes del comienzo de la ceremonia, que es mi candidata a la mejor película de los premios Goya 2024, aunque más allá de este reconocimiento cinematográfico, sólo sirva para dignificar a los niños y niñas de este país que no son aceptados socialmente en su singularidad trans.

Lucia o el encanto de una niña singular

Desde hace bastantes meses sigo de cerca una aventura apasionante, la de la película dirigida por Estibaliz Urresola Solaguren, autora también de su guion, 20.000 especies de abejas, multipremiada a pesar de su corta vida, que hoy se estrena en las salas de nuestro país, en la que se narra algo de especial interés por su trasfondo humano en un mundo en el que se vive de forma difícil la diversidad y la singularidad, tal y como la explica la sinopsis oficial de esta obra de arte: “Cocó [Sofía Otero], de ocho años, no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce en ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre Ane, (Patricia López Arnaiz), sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde reside su madre Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain), estrechamente ligada a la cría de abejas y la producción de miel. Este verano que cambiará sus vidas obligará a estas mujeres de tres generaciones muy distintas a enfrentarse a sus dudas y temores. Y sobre todo, a Ane a ser por fin honesta consigo misma”.

He leído todo lo que podido sobre la génesis de la película y he encontrado algo de marcado interés ante la realidad pura y dura del mercado cinematográfico, porque esta película no es mercancía sino un producto que nace a través de una productora también singular, Gariza films, que tiene intereses muy diferentes a los que fomenta ese mercado y sus mercancías, de las que la industria del cine tampoco se libra: “es una productora feminista e independiente que crea y produce proyectos audiovisuales desde 2010. El cine es nuestra manera de vivir, nuestra pasión. Por eso, realizamos nuestros proyectos siempre desde la cercanía y la sinceridad”. Sus características principales son: el apoyo al talento joven “porque creemos en el talento de los jóvenes emergentes que como nosotras crean proyectos de gran calidad que tienen muchas, pero muchas cosas que contar al mundo”, ser una productora feminista, es decir, “un espacio libre para poder dar voz a las historias que tienen que ser contadas. Apostamos por nuevas directoras que proyectan diferentes perspectivas. Queremos un cine igualitario, en el que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades de mostrar su creatividad e ingenio cinematográfico y trabajamos por conseguirlo. ¡Y lo conseguiremos!”, así como hacer un cine independiente y de autor: ”visibilizamos las películas que crecen al margen del epicentro de la industria. Cuidamos cada detalle de cada proyecto en el que participamos y garantizamos la diversidad”. Y, por último, defienden la escucha, la cercanía y la honestidad: “nos encanta escuchar nuevas historias, el vértigo que se siente al principio de un proyecto y formar parte de pequeños y grandes equipos de trabajo. Para nosotras cada proyecto tiene unas necesidades diferentes, y es nuestra labor reconocerlas y responder adecuadamente a cada una de ella, de forma individualizada y personalizada”.

Todo lo anterior es lo que está detrás de una historia tan hermosa como la que narra esta bellísima película, porque es un hecho constatable que la producción de la misma no es inocente, hay una ideología detrás de cada producción y llevan a cabo algo muy importante: contar, de forma especial, una historia cercana, honesta y sincera, impregnada de valores humanos, que ayude en definitiva a transformar la sociedad actual. La película tiene ya un amplio reconocimiento cinematográfico mundial, como ganadora en la Berlinale del Oso de plata 2023 a la mejor interpretación de la jovencísima actriz con sólo nueve años, Sofía Otero y la Biznaga de oro en el Festival de Málaga de este año a la mejor película, en la que la directora lanzó un mensaje reivindicativo: «Creo que cada vez más hay una voluntad de poner en valor y visibilizar las infancias trans. Es muy importante que estos niños encuentren su sitio en el mundo. Con esta película he querido hablar de ello desde el enfoque de la familia y cómo se transforman todos sus miembros cuando tienen que acompañar a una persona que se está expresando de una forma distinta a la que todos habíamos concebido«. También obtuvo la Biznaga de Plata a Mejor Actriz de Reparto para Patricia López Arnáiz.

Conocí hace dos meses la intrahistoria de esta película, que me conmovió: “Un proyecto que nació cuando Urresola conoció el caso de Ekai, un niño trans de 16 años que se suicidó tras luchar por un tratamiento hormonal que nunca logró. “Dejó una carta y me conmovió”, recuerda la directora. “Era una carta de despedida, pero al mismo tiempo me conmovió la esperanza que proyectaba él en esa carta hacia la generación de las niñas y los niños que vinieran detrás de él, que vivieran un escenario de más aceptación y donde lo tuvieran más fácil que él. Recuerdo que, a raíz del caso de Ekai, hubo un despertar, por lo menos en la sociedad vasca, sobre esta temática, que yo creo que no formaba parte de la agenda social ni del imaginario. No pensábamos que lo trans pudiera estar ya presente desde las infancias más tiernas”, […] Un despertar que luego se multiplicó por toda España y que también provocó movimientos reaccionarios como “ese autobús naranja que intentaba preservar los pensamientos más rígidos de la idea del género y de las identidades”. “Creo que justamente lo que logró ese autobús fue dar mucha más repercusión y altavoz a esta realidad”, dice la autora sobre la campaña que impulsó HazteOír. 20.000 especies de abejas nació en 2018, cuando Urresola comienza el proceso de investigación y las entrevistas a las familias de niñas y niños trans. Su proceso de creación ha ido en paralelo con la evolución de la sociedad española que ha concluido en la aprobación de la ley trans que coincide en el tiempo con la presentación del filme en la Berlinale”.

Leí ayer una reseña en RTVE sobre esta película en la que se hacía una comparación con otra obra maestra de este país, El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, por la mirada tan cautivadora de Ana Torrent, como ahora es la de Sofía Otero: “El simbolismo del universo de las abejas vuelve a llevarnos a la cinta de Víctor Erice. De la colmena a las abejas. Aunque la de Erice no representaba con ellas la diversidad, en ambos casos sí entraña la complejidad en los enlaces familiares y busca mostrarse la sorpresa que encierra la infancia, el descubrimiento del mundo adulto a temprana edad, de la conciencia de uno mismo. Una distancia de 50 años entre ambos títulos, que se enlazan también a través de la hechizante mirada de sus protagonistas, porque, al igual que ocurrió con la de Ana Torrent, la de Otero se quedará para siempre en la historia de nuestra retina cinematográfica”.

Amo el cine y deseo que esta película, 20.000 especies de abejas, haga un recorrido maravilloso de divulgación de la parte más ejemplar del mundo cinematográfico, como escuela de vida. Escribí en este cuaderno digital, tiempo atrás, que cuando era pequeño me emocionaban las dos palabras inglesas, The End, que aparecían siempre en los últimos planos de las películas de sesión continua, en los cines refrigerados del ferragostomadrileño. Fue especial el día de Candilejas, porque Chaplin era un ídolo de mi vida en el barrio Salamanca, en Madrid, para un niño del Sur que soñaba con su tierra de origen, viviendo el discreto encanto de la burguesía, tan lejana de la ternura triste de Charlot, de los cómicos, como el que representaba el payaso Calvero en aquella hermosa película. También, el de El chico, con un mensaje que debido a mi corta edad me situaba más cerca del niño John en su experiencia vital al vivir separado de su madre. Todas las películas tienen un final (es lo que tienen de malo…), 20.000 especies de abejas, también, pero la vida sigue dispuesta a ofrecernos siempre miles de oportunidades para creer que todavía es posible ser y estar en el mundo de otra forma, soñando despiertos para volver a verlas como en el caso de “El chico” o la protagonizada por la realidad de Lucía, porque deseamos cambiar aquello que no nos hace felices, que mina a diario la persona de todos o la de secreto que llevamos dentro.

El cine de mi infancia contemplaba siempre descansos pero, cuando soñamos, la vida no se detiene sino que solo esperamos, mientras caminamos, que se cumplan los deseos irrefrenables de alcanzar resultados pretendidos en cuestiones de tanto calado como las que se tratan en esta película. Descansar es, a veces, despertar a nuevas experiencias de lo que está por venir, donde cualquier parecido con la realidad, a diferencia de lo que ocurre con las películas, no es pura coincidencia, sino el fruto de un sueño realizado, porque es legítimo que así sea. Es lo que esperaba siempre en su mundo tan singular, Lucía, la protagonista de 20.000 especies de abejas, una bella película para el siglo XXI, en un país tan controvertido como el nuestro que, afortunadamente, ya dispone de un marco legal propicio para salvaguardar la diversidad de género, a través de la recientemente promulgada Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, que deberíamos conocer todos para respetarla y llevarla a la práctica en nuestra azarosa vida diaria. Fundamentalmente, porque en 20.000 especies de abejas, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

La zorra y la oveja negra

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso

Sevilla, 7/II/2024

Voy a intentar emular a Augusto Monterroso en su brevedad a la hora de escribir sobre una fábula que tiene que ver con las ovejas negras y las zorras, aprovechando el vendaval que ha azotado nuestro país, a una de las dos Españas, “horrorizada” por el triunfo de una canción, Zorra, que lo representará en Eurovisión 2024, así como del dúo que la canta, Nebulossa, en un ataque de edadismo sin compasión alguna. Monterroso, en una obra suya, La oveja negra y demás fábulas (1), que guardo como oro en paño en mi clínica del alma, mi biblioteca, ha salido a mi encuentro y me ha recordado que su oveja negra aparece en la letra de Zorra: Ya sé que soy solo una zorra / Que mi pasado te devora / Ya sé que soy la oveja negra / La incomprendida, la de piedra / Ya sé que no soy quien tú quieres (lo sé) / Entiendo que te desespere (lo sé). También, que a su fábula, La oveja negra, que da título a su obra, sería importante ponerle música hoy, eso sí como cantores, no cantantes, puesto que los cantores o cantoras deben hacerlo, porque entregan siempre un mensaje dentro de la canción, mientras que los cantantes pueden hacerlo también (Facundo Cabral dixit), pero muchas veces sin alma dentro:

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Sustituir oveja negra por zorra, la de la canción, ayuda a comprender la nueva fábula en pleno siglo XXI, en nuestro país por supuesto. Sobran más palabras, aunque cuando me he despertado, la España de siempre, la que hiela el corazón, todavía sigue aquí (como el dinosaurio).

(1) Monterroso, Augusto. La oveja negra y demás fábulas, Madrid: Santillana, 2002 (4ª ed.), p. 25.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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Tenemos miedo a quedarnos fuera (de casi todo)

Sevilla, 5/II/2024

Si somos sensibles a la soledad humana y al dolor que nos ocasiona el acoso social diario por tierra, mar y aire, descubrimos el miedo a quedarnos fuera de casi todo, aunque el capitalismo feroz sigue explotando el filón inagotable filón del consumo insaciable de todo lo que se mueve a nuestro alrededor. El acrónimo para definir esta situación ha llegado para quedarse e instalarse en nuestras vidas, FOMO, «fear of missing out«, es decir, el “miedo a perderse algo», un síndrome que deja al descubierto el apetito insaciable de llegar siempre a tiempo de “aquello” que deseamos o nos inducen a desearlo, cualquier cosa, porque sabemos que si no somos rápidos, según marcan los tiempos del mercado y sus mercancías, para reservarlo o adquirirlo antes de que se agote, no podremos disfrutarlo, llevándonos de la mano y de la mente a una frustración desmedida, de consecuencias a veces desconocidas por su alcance como conflicto psicológico no fácil de resolver.

Manuel Rivas lo explica muy bien, con su habitual maestría, en una conferencia que ya he recogido en este cuaderno digital, Por una luciérnaga (La ecología de las palabras en el manuscrito de la tierra), que figura en su libro Lo que queda fuera, que recomiendo para una lectura atenta de su fondo y forma: “Mi último libro, un poemario, se titula O que fica fóra (‘Lo que queda fuera’). De alguna forma, es una respuesta al síndrome más extendido de nuestro tiempo, dominado por el Tecnopoder y la superstición del «solucionismo tecnológico». Ese síndrome es conocido por las siglas FOMO, es decir, Fear of Missing Out. El miedo a quedarse fuera. Fuera de la Gran Cháchara. Fuera de juego. No estar a la última. En el fondo, pienso que ese síndrome puede ser la versión de un antiguo miedo. El miedo al abandono. Podríamos darle la vuelta y pensar que, justamente, lo más importante es «lo que queda fuera». Lo que no es efímero”.

Salvando lo que haya que salvar, he escrito sobre una versión de este miedo a quedarnos fuera, referido al mundo digital, concretamente sobre el síndrome de la última versión, como rasgo patológico que preocupa cada día más a la sociedad científica. No está catalogado como tal, todavía, en la Clasificación Internacional de Enfermedades, pero estaría muy cerca de un cuadro patológico de frustración que podríamos definirlo como un “sentimiento displacentero de incompletud que surge como consecuencia de un conflicto psicológico no resuelto”, en relación con la no posesión de la última tecnología de la información y comunicación, el último gadget tecnológico en sus múltiples manifestaciones, la última recomendación de las redes, de los y las influencers.

Lo más grave del fenómeno expuesto es que la versión de la inteligencia humana no sé tampoco por cual versión va. La del alma, ni lo cuento. La del corazón, creo que ya va por una versión inalcanzable. Y mientras la compulsión del Mercado nos lleva a lo último de lo último que indican los gurús de la mercadotecnia, porque lo que ya tenemos está anticuado y me deja fuera de la modernidad, del teórico progreso en el que debo vivir, me encuentro que la ultimísima versión de casi todo ya está agotada, que no hay entradas para cualquier espectáculo del mundo y que no quedan ya productos de la recomendación última del mercado. Y la frustración es enorme, porque “el sentimiento displacentero de incompletud” de las personas que se frustran, porque se quedan fuera permanentemente de lo que el Mercado llama “mundo actual y moderno”, es decir, que no tienen la última versión de todo lo que está quieto o se mueve a nuestro alrededor, las lleva a vivir una realidad que, desgraciadamente, tampoco será la última posible.

Para intentar comprender lo que significa quedarnos fuera de ese mundo de engaño, me quedo con la reflexión de Manuel Rivas, cuando al hablar del FOMO, del “miedo a quedarse fuera. Fuera de la Gran Cháchara. Fuera de juego. No estar a la última”, nos ofrece una solución responsable: “En el fondo, pienso que ese síndrome puede ser la versión de un antiguo miedo. El miedo al abandono. Podríamos darle la vuelta y pensar que, justamente, lo más importante es «lo que queda fuera». Lo que no es efímero”. En esa tarea estoy, a veces confundido, porque creo que para abordarla me he equivocado de siglo, a pesar de que cada día que pasa frecuento el futuro, convencido de que el mundo sólo tiene interés hacia adelante.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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