
Te marchaste sin decirnos adiós / Yo sé que tú no pudiste decirnos adiós / ¿No sabes tú que tampoco / nosotros hemos podido / decirte adiós? / Tiempos malditos y tristes / en los que hasta un triste adiós / hay sombras que lo prohíben.
Rafael Alberti, Canción 55, Baladas y canciones del Paraná (1953-1954)
Sevilla, 16/III/2024
Nueve meses después de haber publicado en este cuaderno digital un artículo, Personas mayores pidieron ayer en Madrid, verdad, justicia y reparación para las víctimas del COVID-19 en las Residencias, vuelvo a recordar de nuevo aquella tragedia, porque hay que olvidar el olvido. Siguiendo a Fray Luis León, “como decíamos ayer”, como dije entonces, la vida, a veces, demuestra su cara desnuda y vergonzante de silencios cómplices ante las injusticas sociales que se producen a diario, reforzando de esta forma el Estado de Malestar y con paradojas incomprensibles cuando vemos, por ejemplo, que se “premian» con millones de votos a responsables de desaguisados inhumanos, con resultados de muerte, de un calado excepcional. En el caso que me ocupa hoy de nuevo, la muerte de personas mayores por el «abandono» a su suerte, durante la pandemia en todo el país, pero especialmente en Madrid, debería remover nuestras conciencias -más allá de las cifras frías- de una vez por todas y exigir responsabilidades políticas de todo tipo. Sentí una emoción especial al ver aquellos días, en junio de 2023, un grupo de personas, familiares fundamentalmente de personas mayores fallecidas durante la primera ola de la pandemia, manifestándose tres años después ante las puertas de los juzgados de Plaza de Castilla, coincidiendo con la declaración de una persona, Alberto Reyero, exconsejero de Políticas Sociales del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso, que al menos ha reconocido la amarga situación vivida bajo su responsabilidad política en esos días terribles de 2020 durante la pandemia. Lo sorprendente es que no es una «causa general» por lo ocurrido en todo el país, como señaló el juez instructor de esta causa que afectaba sólo a dos residencias de Madrid, sino los trámites derivados de una querella presentada por un grupo de afectados, en la que se pide que se investigue a fondo lo ocurrido y que se depuren las responsabilidades por los protocolos de no derivación de residencias a hospitales, concretamente en esa Comunidad.
Si escribo hoy, de nuevo, sobre esta situación lacerante, es para amplificar y divulgar un informe, imprescindible, para conocer la verdad de lo ocurrido en las residencias de mayores, en Madrid, que publicó ayer la Comisión Ciudadana por la Verdad, impulsada por asociaciones de familiares y sociedad civil, en el que se informa que el 21,5% de mayores que vivían en residencias fallecieron en los meses de marzo y abril del año fatídico de la pandemia, 2020, por la mala atención y porque no se les derivó a hospitales. El resultado final es demoledor: más de 4.000 mayores muertos en 2020 en residencias de Madrid se podrían haber salvado.
Creo, a la luz de este informe, que no hay que bajar la guardia en relación con este asunto de tanta transcendencia humana, personal, social y, también, de delimitación de responsabilidades políticas, caiga quien caiga, porque estos hechos no deberían quedar impunes. Es más, no deberían prescribir, ante la pasividad social de un país que está viviendo el ocaso de la democracia. Por esta razón de la razón y del corazón, público hoy esta reflexión, con objeto de que quien la lea contribuya a su difusión máxima, en homenaje a las miles de personas mayores que murieron por la indignidad política de quienes tomaron decisiones que avergüenzan cualquier conciencia en personas dignas. Por extensión, a sus familiares y a los profesionales que les ayudaron, como pudieron, a morir en medio de esta injusticia manifiesta.
Lean el informe, por favor, porque nos permite emitir juicios bien informados, no opiniones. Es lo mínimo que podemos hacer para contribuir al esclarecimiento final y justo de estos hechos. Colabore, por favor, en su difusión, porque en este caso, entre otros muchos, debemos olvidar el olvido.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!

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