Federico García Lorca fue un socialista puro

Eduardo Ugarte (i), Pedro Salinas (c) y Federico García Lorca (d), delante del camión de La Barraca

El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta

Federico García Lorca, en Doña Rosita la soltera, o el lenguaje de las flores (1935)

Sevilla, 18/IX/2024

Tengo que agradecer al cantor Miguel Poveda (sabiendo que cantor es el que debe y cantante el que puede hacerlo, diferencia clave para comprender el compromiso social de los artistas, tal y como aprendí en su día de Facundo Cabral), que me recordara el viernes pasado, en su espectáculo en la bienal de Flamenco de Sevilla, muy centrado en Federico García Lorca, concretamente en su Poema del Cante Jondo, la necesidad de rescatar en cada aquí y ahora, su vida y obra como la mejor expresión de que olvidamos el olvido de la memoria histórica y democrática de este país.

El poeta granadino, al igual que hace ahora Miguel Poveda como artista, defendió la necesidad de las expresiones de la cultura al alcance de todos, fundamentalmente de los que menos tienen, implicándose en el proyecto de La Barraca, durante el tiempo que fue posible hasta la llegada de la guerra civil. En una entrevista del 7 de abril de 1933 en el diario La Voz, García Lorca defendió que en los momentos tan críticos como los que vivía España, el teatro tenía el deber de afrontar los problemas sociales, porque la noción del arte por el arte ya resultaba insostenible. Y con respecto a su última obra, La Casa de Bernarda Alba, manifestó algo que no deberíamos olvidar: «Ahora estoy trabajando en una nueva comedia. Ya no será como las anteriores. Ahora es una obra en la que no puedo escribir nada, ni una línea, porque se han desatado y andan por los aires la verdad y la mentira, el hambre y la poesía. Se me han escapado de las páginas. Mientras haya desequilibrio económico, el mundo no piensa. Ya lo tengo visto. Van dos hombres por la orilla de un río. Uno es rico, otro es pobre. Uno lleva la barriga llena, y el otro pone sucio el aire con sus bostezos. Y el rico dice: ‘¡Oh, qué barca más linda se ve por el agua! Mire, mire usted, el lirio que florece en la orilla.’ Y el pobre reza: ‘Tengo hambre, no veo nada. Tengo hambre, mucha hambre.’ Natural. El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad. Nunca jamás se podrán figurar los hombres la alegría que estallará el día de la Gran Revolución. ¿Verdad que estoy hablando en socialista puro?”.

Por si quedara alguna duda sobre su ideología, tampoco olvido lo manifestado en una entrevista en el diario madrileño El Sol, fechada en 1934, en la que el poeta expresó claramente su posición: “Yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada. Y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. Se refería concretamente a los nadies de siempre, que todavía existen por doquier, a los que dedicó Eduardo Galeano hace ya bastantes años unas palabras especiales, cargadas de un profundo significado: Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, / corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:/ Que no son, aunque sean. / Que no hablan idiomas, sino dialectos. / Que no profesan religiones, sino supersticiones. / Que no hacen arte, sino artesanía. / Que no practican cultura, sino folclore. / Que no son seres humanos, sino recursos humanos. / Que no tienen cara, sino brazos. / Que no tienen nombre, sino número. / Que no figuran en la historia universal, / sino en la crónica roja de la prensa local. // Los nadies que cuestan menos que la bala que los mata.

Vemos a los nadies de hoy a diario, cerca, muy cerca, mucho más cerca de lo que creemos, en nuestro país, en nuestra Comunidad y surge la gran pregunta: ¿qué hacemos por ellos, por los migrantes, como un ejemplo paradigmático del mundo actual de nadies y que arrastra tanta hambre? Tristemente, poco, porque hay que reconocer que la Gran Revolución, con la que García Lorca soñaba, sigue sin llegar. Mientras, el hambre hace estragos, hambre de casi todo, incluso la de los hambrientos de paz que aspiran a la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad. Son palabras de García Lorca que nos quedan, las de un socialista puro.

Me quedo ahora escuchando la interpretación de Miguel Poveda, ensalzando un poema de García Lorca, ¡Ay!, uno de sus poemas del cante jondo, junto a la guitarra espléndida de Jesús Guerrero, con una buena letra, breve, dos veces buena. Quizás entendamos mejor que nunca la frase enunciada anteriormente, “Yo siempre soy y seré partidario de los pobres. Yo siempre seré partidario de los que no tienen nada. Y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”:

El grito deja en el viento
una sombra de ciprés.

(Dejadme en este campo,
llorando.)

Todo se ha roto en el mundo.
No queda más que el silencio.

(Dejadme en este campo,
llorando.)

El horizonte sin luz
está mordido de hogueras.

(Ya os he dicho que me dejéis
en este campo,
llorando.)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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