Sevilla, 13/X/2024
Amo el cine. En los primeros días de este mes leí una crítica de Carlos Boyero, maestro en estas artes, sobre una película dirigida por Pilar Palomero, de título enigmático, Los destellos, una adaptación de un relato de Un corazón demasiado grande, de Eider Rodríguez, que me conmovió y conturbó, algo que le pasó a él y que contaba en breves palabras: “Ocurre con determinadas y escasas películas. Al menos, a mí. Y es que te transmiten hipnosis mientras que las ves y las escuchas, pero ese alboroto emocional que te provoca, esos personajes que no hablan demasiado de sus problemas ni son impúdicos, pero con los que tienes la impresión de haberlos conocido profundamente y que te han implicado en sus tristes circunstancias, permanecen incrustados en tu memoria y en tus sentimientos”.
Al verla y sentirla anoche, reconozco que me dejó tocado, que no hundido. La sinopsis oficial según Boyero, me había orientado sobre su hilo conductor: “Palomero utiliza virtuosamente la cámara, nada que ver con el exhibicionismo, para describir lo que ocurre en el corazón de esta gente, la implicación de una cría para conseguir que su madre, alguien que dispone de una pareja sólida, la ayude en cuerpo y alma y que la despedida de este mundo de su antiguo y desolado marido (no nos cuentan que pasó entre ellos, cuáles fueron las razones del naufragio, ni falta que hace) sea lo menos solitaria posible, que el terror y la devastación física y mental se vean atenuados por la cercanía de esa hija tan fiel, dulce, natural, pragmática y amada y de una antigua esposa con la que alguna vez debió de haber existido el esplendor en la hierba”.
No mucho más que decir, sólo sentir y reflexionar para hacer el mejor camino posible al andar por esta azarosa vida que compartimos la gente de bien y que amamos el cine, convencidos de que cualquier parecido con la realidad de lo que ayer vi, no es pura coincidencia con la forma de interpretar la vida algunas personas. Eso sí, con su sentimiento dentro. Y gracias a una dirección impecable de Pilar Palomero y a interpretaciones sublimes, destacando, por orden, las de Patricia López Arnaiz, Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista, en esta película, otorgada por el jurado oficial en el último Festival de Cine de San Sebastián, la de Antonio de la Torre y el encanto personal de Marina Guerola, expresado de forma magistral en un delicado baile entre padre e hija, abrazados, al son de A tu vera, cantada por Lola Flores.
Excelente película. No se la pierdan. El día después, el que siempre amó Benedetti, voy a mi clínica del alma, mi biblioteca, para leer un capítulo de Platero y yo, la obra sublime de Juan Ramón Jiménez, dedicado a la nostalgia, en uno de los mejores destellos corales, en familia, que pude contemplar y escuchar, extasiado, en esta película:
Platero, tú nos ves, ¿verdad? ¿Verdad que ves cómo se ríe en paz, clara y fría, el agua de la noria del huerto; cuál vuelan, en la luz última, las afanosas abejas en torno del romero verde y malva, rosa y oro por el sol que aún enciende la colina?
Platero, tú nos ves, ¿verdad?
¿Verdad que ves pasar por la cuesta roja de la Fuente vieja los borriquillos de las lavanderas, cansados, cojos, tristes en la inmensa pureza que une tierra y cielo en un solo cristal de esplendor?
Platero, tú nos ves, ¿verdad?
¿Verdad que ves a los niños corriendo arrebatados entre las jaras, que tienen posadas en sus ramas sus propias flores, liviano enjambre de vagas mariposas blancas, goteadas de carmín?
Platero, tú nos ves, ¿verdad?
Platero, ¿verdad que tú nos ves? Sí, tú me ves. Y yo creo oír, sí, sí, yo oigo en el poniente despejado, endulzando todo el valle de las viñas, tu tierno rebuzno lastimero…
La vida está hecha de detalles. Al menos es lo que ha intentado reflejar Pilar Palomero en esta preciosa película: “En este caso, sentía que el guion me pedía un lenguaje diferente, que se relacionaba con estar presente, con ver, con escuchar con los sentidos. Por eso los detalles o las pequeñas cosas son tan importantes aquí, porque te conectan con la vida. Son cuestiones que a menudo no percibimos y quería ponerlas de manifiesto a través de las imágenes, sin verbalizarlas. Era un gran reto, porque me exigía un tempo diferente para los planos, para su duración”.
Salí del cine con el mismo sentimiento de Boyero expresado en su crítica: “Volveré a ver esta película. Es de verdad. Es emocionante”. Es la pura verdad que tanto necesitamos, pequeños detalles que nos hagan la vida más amable, día a día.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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