
Zapatos en una orilla del Danubio (Budapest), en memoria de las víctimas del Holocausto / Can Togay y Gyula Pauer, 2005
Sevilla, 26/X/2024
En este mundo al revés, me conmueve y conturba conocer cómo se trata a los migrantes que huyen de su horror particular, casi siempre en familia, que intentan un día tras otro entrar en Estados Unidos por la frontera mexicana, con medidas de la Administración Biden, que ha endurecido las condiciones legales para impedir que estas familias migrantes puedan alcanzar sus legítimos sueños de libertad.
En este contexto, he leído lo que está pasando estos días en Nogales, en la frontera de México con Arizona, otro lugar en el mundo caliente de la migración, que se comenta por sí sólo y que hiela el alma humana: “María Gabriela está sentada en el banco metálico llamando por teléfono mientras se seca las lágrimas con la manga de la camiseta gris. Sus dos hijos, un niño de apenas cuatro años y una niña un poco más mayor, están sentados a su lado. Los ojos oscuros, abiertos como platos. La niña se apoya en el respaldo y da una patada al aire. Las zapatillas, ennegrecidas por el polvo, no tienen cordones. Ninguno de los zapatos de las decenas de deportados que se aglomeran fuera del puerto de entrada de Nogales, en la frontera de México con Arizona, los tiene. Los oficiales norteamericanos, “la migra”, se los cortan una vez detenidos para impedir que huyan. Se trata de una práctica habitual”.
Me ha costado trabajo seguir leyendo esta crónica periodística, pero expone con el dramatismo que lleva dentro, la realidad de la migración mundial, un viaje hacia ninguna parte que inician millones de personas a lo largo y ancho del mundo en busca de un mundo mejor que les permita vivir en paz y obtener la alimentación y condiciones de vida digna indispensables, porque en sus países de origen sólo existe el terror y el miedo a morir por un precio simbólico que impone el contexto social y el desorden político no inocente en el que viven a diario. En definitiva, sus vidas no valen nada.
A lo largo de la crónica citada, aparece una palabra, deportación, que está desgraciadamente de moda. En Europa, por ejemplo, está haciendo estragos el modelo Meloni, auspiciado por la presidenta italiana, para crear espacios de deportación “pura y dura” en otros países, no europeos por supuesto, en este caso Albania, como bálsamo de Mirabrás, para “acoger” la nueva política migratoria europea. Nuevo siglo, nuevos modelos de deportación, como si la historia no nos hubiera enseñado nada de su significado profundo, del que Europa sabe mucho.
Las deportaciones no llevan a nada bueno. Con el gesto despreciable de cortar los cordones de las zapatillas de esos niños de los que hablaba al principio, he recordado, salvando lo que haya que salvar, la imagen de unos zapatos en una orilla del Danubio (Budapest), en broce inmovilizado, en memoria de las víctimas del Holocausto, que simbolizan todavía hoy la barbarie nazi en Hungría (1944-1945), sumiéndome de nuevo en un silencio sepulcral, porque se dice casi todo mediante una representación simbólica de aquellas personas judías, que por el mero hecho de serlo, se les despojaba de sus zapatos y caían fusilados al Danubio. Sus autores lo quieren recordar para que la historia no sea injusta con ellos, con sus antepasados, que fueron coherentes hasta el final.
Al final, constatamos una vez más que el desprecio hacia el ser humano sigue vivo. Mientras que digiero este drama, valoro hoy más que nunca el significado de aquellos zapatos coherentes de quienes los llevaban, con sus creencias dentro, así como el de las zapatillas con los cordones cortados, de unos niños y niñas migrantes, que no entienden nada de lo que está pasando en este loco mundo al revés. Comprendo mejor que nunca, junto a Galeano, que si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana. Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, LÍBANO, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
¡Paz y Libertad!

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