
Sevilla, 15/XI/2024 – 8:44 (UTC+1)
Cuánto daño se está haciendo a la democracia en este país y por extensión obvia a los que la defendemos siempre, partiendo de la gran reflexión de Terencio, “nada de lo humano me es ajeno”, porque también se puede referir a cualquier acontecimiento humano que nos desborde desde la perspectiva ética de la vida, como por ejemplo el de la DANA de Valencia en estos últimos días. Las mentiras sobre lo ocurrido y las noticias falsas asociadas, que propician de forma letal un golpe bajo y persistente a la democracia, necesitada ahora y más que nunca en nuestro país, de un Estado de derecho, constitucional, ordenado y organizado, hacen un daño irreparable a esa democracia tan necesaria como imprescindible que confía en el Estado de Derecho para atender a la sociedad, en este caso tan maltrecha: “La desconfianza en el Estado, en la ciencia, en la prensa de calidad, en el prójimo, es lo que hace que se rompan las costuras del tejido social. Hay un batallón de soldados de la industria del odio coordinado y sembrando desconfianza sobre el barro valenciano. Solo nos queda defender esa confianza, porque el pueblo salva al pueblo: pagando entre todos el sueldo de médicas, enfermeros, bomberos, forenses y meteorólogos” (1).
Mejor no se puede expresar, pero los especialistas en máquinas de fango, no el valenciano precisamente, siempre están en estado de alerta para contaminar todo lo que tocan, apropiándose de expresiones de la izquierda latinoamericana de mi juventud, por ejemplo con la frase estereotipada y en las manos del temido merchandising capitalista, “sólo el pueblo salva al pueblo”, en camisetas y tazas por doquier, dándole la derecha global la vuelta a su honroso significado histórico, adulterándolo de principio a fin, llevándose por delante a personas dignas, jóvenes sobre todo, que también lo pintan y proclaman, porque es una frase que “mola” lo suficiente en estos momentos de DANA, pero sin mezcla para ellos de maldad alguna, los jóvenes auténticos del “puente de la solidaridad”, tantas veces lleno de almas nobles que hemos visto estos días, presa en muchos casos de una manipulación indecente de la derecha, de sus ultras y asociados. Eso es lo triste, la apropiación indebida de expresiones de la izquierda, con canciones incluidas, donde se dilapida el sentido profundo del “pueblo unido, jamás será vencido”, también, por no recordar ahora, por mi respeto reverencial a la Cantata de Santa María de Iquique, cuando cantaba Quilapayún aquella estrofa hermosa que decía “con el amor y el sufrimiento se fueron aunando voluntades”. Es que no es lo mismo, coreado, pintado o gritado por gente de mal, que utiliza esa maledicencia como fango arrojadizo y sin compasión alguna hacia nada y hacia nadie, fundamentalmente para hacer daño al Estado actual, porque lo consideran “ilegítimo” y, por supuesto, siempre “fallido”.
Igualmente, se ha hecho referencia a esta frase, descontextualizándola de la carta que Antonio Machado envió durante la Guerra Civil a su amigo ruso David Vigodsky, en la que afirmaba que “En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”. Lo que ocultan, a sabiendas, es el final de esa carta, en la que Machado ensalza al Gobierno Republicano, el Estado: “En Madrid libertado o en Leningrado libre, yo también tendría sumo placer en estrechar su mano. Por de pronto me tiene usted en Valencia (Rocafort) al lado del Gobierno cien veces legítimo de la gloriosa República española y sin otra aspiración que la de no cerrar los ojos antes de ver el triunfo definitivo de la causa popular, que es – como usted dice muy bien – la causa común a toda la humanidad progresiva”. Personalmente, lo que le pido a la derecha de este país y sus derivadas, es que no use el nombre de Antonio Machado en vano.
Tiempo vendrá, en el día después de la DANA, para examinar lo que ha pasado en Valencia y juzgar lo que sea necesario, siempre que se haga mediante juicios bien informados. Lo merecen las personas que han fallecido o desaparecido, sus familiares y amigos más próximos, las miles de personas afectadas directamente por la tragedia DANA, las personas demócratas y con conciencia de clase de este país, porque desde el Estado es imprescindible y urgente que se atienda y restaure todo lo que han perdido, como está haciendo desde el primer momento de esta tragedia, sin dejar atrás la identificación legal de los dirigentes irresponsables, políticos de alta graduación y los que se esconden, aparentemente de graduación intermedia y baja, aunque se sabe quienes son, porque no estuvieron a la altura de las circunstancias por omisión, por incapacidad política manifiesta, a la que se le suma la maledicencia continua. Héroes aparentes de la mediocracia en este país, inútiles a sueldo público, que es necesario identificar para que se separe el trigo de la paja política, porque todos los políticos no son iguales, ni los Gobiernos a los que pertenecen tampoco, sea el Central o el Autonómico, que los especialistas en máquinas de fango los sitúan con responsabilidades diferentes, de forma interesada y no inocente, según sople el viento antidemocrático que corresponda.
En España no hay Estado Fallido, ni sólo el Pueblo puede salvar al Pueblo, sin más. La Constitución lo deja bien claro, en su artículo primero, con dos apartados que no admiten cambio de orden: 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político y 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
Si el Estado no funciona o falla, los poderes de ese Estado, que emanan del Pueblo, reconocimiento posible gracias a la Democracia, pueden cambiar de signo político, gracias a la democracia, a través de los valores superiores de su ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, que se sustentan temporalmente en las elecciones generales. Ese es el camino y no mediante proclamas populistas adulteradas en su esencia, que tanto daño hacen a la sociedad en su conjunto.
Lo que es innegable es que miles de funcionarios públicos y militares, que forman parte del Estado que actúa, que atiende al pueblo, que aprueba las ayudas millonarias para devolver lo que la DANA se ha llevado por delante, inundan las calles embarradas de los pueblos afectados en Valencia por esta tragedia climática. Prestan servicios públicos al Pueblo, junto a él, para entregar lo que el Pueblo necesita ahora. En definitiva, para salvarlo también.
NOTA: la imagen de cabecera se recuperó de ValenciaExtra, el 5/XI/2024.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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¡Paz y Libertad!

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