Navidad, tiempo de recuerdos

Me acuerdo de esas veces en que no
sabes si estás muy feliz o muy triste.

Joe Brainard (1942-1994), Me acuerdo

Sevilla, 20/XII/2024

En tiempo de navidad buscamos muchas veces refugiarnos paradójicamente en los mejores recuerdos, utilizando la memoria como el mejor recurso/escudo humano en el cerebro. Es una época del año propicia para los recuerdos de familiares y amigos, ausentes y presentes, así como de situaciones que desde mi niñez rediviva siempre se procuraba que tuvieran un halo de felicidad, aunque no fuera real, como ocurre en la vida misma. 

En este contexto anímico, he recurrido una vez más a lo que me ofrece mi clínica del alma, mi biblioteca, como bálsamo para estos tiempos revueltos. He vuelto a abrir el libro de Joe Brainard, Me acuerdo (1), porque con sus “me acuerdo…” comprendo mejor el porqué de la soledad sonora de muchas personas a la hora de quedarse solas consigo mismas, más en su caso histórico al tener que demostrar al mundo que su soledad gay lo podía conducir a la muerte por sida, como fue su caso. Conjugar el verbo acordarse sería un ejercicio práctico para compartir experiencias necesarias en la vida. Porque por mucho que nos esforcemos en olvidar, el hipocampo cerebral particular nos recuerda que todavía están allí millones de grabaciones neuronales para cuando las queramos rescatar de la filmoteca existencial. Con la dificultad añadida de que muchas veces, estos recuerdos “nos vienen” a borbotones, sin control posible. El libro de Brainard se presentó en sociedad en 2009 como “inclasificable” y “obra excepcional” y Paul Aster llegó a decir de él que “era tan polifacético que él mismo parecía uno de sus propios collages. Más conocido como artista que como escritor, su inclasificable libro Me acuerdo se consideró una obra excepcional desde su irrupción en 1970 en el panorama literario de Estados Unidos. Su impacto fue tal que, años después, Georges Perec escribió su Je me souviens bajo el modelo de Brainard, y se lo dedicó a éste. La fórmula es tan simple que escritores como Ron Padgett, poeta y gran amigo de Brainard, se preguntaron: «¿Por qué no se nos habrá ocurrido a nosotros una idea tan elemental?». Su original forma, basada en una repetición casi de mantra, recoge más de mil evocaciones que empiezan con las palabras «Me acuerdo». Se trata de frases, en su mayoría breves, que activan un resorte en la mente al rescatar imágenes con las que han crecido varias generaciones de todo el mundo. Una entrañable mirada a lo más íntimo de la vida de Brainard y un retrato de la cultura y del imaginario popular del Estados Unidos de los cuarenta y los cincuenta. Me acuerdo es una obra maestra. Los libros supuestamente más importantes de nuestro tiempo serán olvidados uno tras otro, pero la pequeña y modesta joya de Joe Brainard perdurará. Con frases sencillas y contundentes, traza el mapa del alma humana y altera de forma permanente la manera en que miramos el mundo. Me acuerdo es a la vez increíblemente divertido y profundamente conmovedor. Además, es uno de los pocos libros completamente originales que he leído”.

La memoria, que nos devuelve respuestas a los “me acuerdo…”, es lo que más nos pertenece, lo verdaderamente personal e intransferible en el cerebro de cada persona, lo irrepetible en el otro. Es lo que nos permite convertirnos permanentemente en nosotros mismos. Solo basta un pequeño ejercicio de parada “técnica” vital, detenernos unos minutos en el acontecer diario y comenzar a pensar bajo la estructura recomendada por Brainard: me acuerdo de…, y así hasta que el bienestar o malestar nos permita disfrutar del recuerdo o comenzar un sufrimiento posiblemente innecesario. Porque de todo hay en la memoria -¿viña?- de cada una, de cada uno, no “del Señor”, sobre todo cuando establecemos una relación humana a lo largo de la vida, ya sea familiar, de amistad o profesional y planteamos el siguiente dilema ante un recuerdo especial: Yo me acuerdo..., ¿y tú? Siempre esperamos que la respuesta sea algo más que el silencio o el olvido.

Guillermo Altares dijo en cierta ocasión en torno al libro de Brainard, que “algunos Me acuerdo son pedazos inocentes de memoria, otros escarban en las partes ocultas de nuestras vidas, algunos tienen sabor, olor, luz, algunos son crepúsculos dorados y otros amaneceres tristes, muchos ni siquiera sabemos dónde han estado escondidos, los hay que son como las magdalenas proustianas y aparecen a borbotones. (¿En el fondo qué es En busca del tiempo perdido si no un gigantesco Me acuerdo?), pero todos ellos son importantes, todos ellos son nosotros. Los Me acuerdo son algo que tenemos que tal vez hayamos perdido, pero que hemos recuperado”.

Mientras que ordeno mis “me acuerdo…”, escucho la melodía principal de un me acuerdo… especial, Amarcord (yo me acuerdo), en un dialecto muy querido por Fellini de su tierra natal, Rímini, para que no olvidemos nunca la verdadera memoria histórica de nuestras vidas. Sobre todo, la que nos reconforta y nos ayuda a no mantener silencios cómplices, con nosotros mismos y con los demás, intentado recuperar en nuestra vida personas y momentos que nos devuelven el sentido de nuestra vida, la obstinación de ser legítimamente felices y pretender que los demás también lo sean a través de los mejores recuerdos. Sin que, necesariamente, tenga que ser en el tiempo de Navidad.

Melodía principal de Amarcord (Fellini) / Nino Rota

(1) Brainard, Joe, Me acuerdo, 2009. Madrid: Sexto piso.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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