Exiliadas chilenas: heroínas, ejemplares, protagonistas de la memoria democrática en su país

Arpillera de Francoise de Menthon, Museo de la Memoria y los Derechos Humanos – Santiago de Chile

Sevilla, 19/I/2025

Personalmente, he estado siempre muy cerca de Chile, por las desgraciadas consecuencias que trajo para ese país el golpe de estado de 1973. He vivido cada aniversario de aquel luctuoso suceso, como si hubiera ocurrido ayer. Lo sentí como algo propio en mis años jóvenes, los de Cliff Richard y su más allá. No lo olvido.

Por esta razón de respeto a la memoria histórica de lo sucedido en Chile, me llamó ayer la atención la lectura en el diario El País, de un artículo, Más allá del relato masculino: las chilenas que narraron su exilio durante la dictadura de Pinochet, porque es verdad que también es necesario recordarlo desde una perspectiva de género. Es lo que ha llevado a cabo la periodista y antropóloga Carolina Espinoza Cartes, en una publicación reciente, Exiliadas, publicado ahora en España dentro de la Colección Historia Memoria de La Parcería Edita, con prólogo de la arqueóloga e historiadora Esther López Barceló, que trata las historias personales e intransferibles de 60 mujeres que tuvieron que abandonar el país por el citado golpe de estado de Pinochet, iniciando un exilio como historia interminable de resistencia, a la que hay que agregar un gran olvido desde su rol de género. La publicación “ordena los testimonios de las mujeres alrededor de seis ejes: la llegada al país de acogida, la familia, las relaciones afectivas, trabajo y estudio, militancias y activismo político y la posibilidad —o no— del retorno. Detrás de cada fragmento, explica la autora, hay horas de conversaciones, “mucha observación y escucha”. “En algún momento tienes que preguntar por cosas de las que sabes que va a haber silencios. Pero, a lo mejor, existe una remota posibilidad de que como han pasado 40 o 50 años de esa situación de violencia política, quizá este sea el momento de hablar”, cuenta Espinoza, que aclara que no quería que el tono del libro fuera “victimista” pero tampoco “buenista”, en el sentido de “presentar al migrante como una persona que supera su destino y se sobrepone”.

El problema básico detectado en las entrevistas ha sido el hecho de echar raíces en territorios desconocidos, obra ciclópea para cada mujer en el exilio, todavía más agudizado si el proceso era junto a una familia desorientada desde la perspectiva más profunda y humana: “Ese echar raíces que iba desde colocar un cuadro de Salvador Allende o de Violeta Parra en el piso nuevo, hasta invitar a todo el edificio al cumpleaños de sus hijos, como cuenta en el libro Cristina Alarcón, exiliada en Barcelona: “A mí me criticaban porque cuando hacía el cumpleaños de las niñas invitaba a todos los niños de la escalera y me decían, ¿tú estás loca? Yo digo, no, porque en mi país la gente celebra los cumpleaños más que los santos y mis hijas no tienen familia acá”.

Me ha conmovido también conocer las dos tablas de salvación que narran las mujeres entrevistadas: la palabra, que siempre les queda (Blas de Otero, dixit) y el bordado de arpilleras sobre tela de saco. Un ejemplo recogido en el libro, vale más que mil palabras: “Para algunas, como Nivia Alarcón, exiliada en Francia, las arpilleras supusieron una epifanía. “Todos estos recuerdos amargos habían quedado almacenados en mi mente y no afloraron hasta 2013, un día en el que, estando en Chile, visité el Museo de la Memoria y su colección de arpilleras de la resistencia, hechas por las familiares de detenidos desaparecidos. Estallé en llanto y dije: esto es lo que tengo que hacer, contar todo lo que viví a través de la arpillera, no puedo hablar, no puedo cantar, pero puedo bordarlo”.

La publicación hoy de estas palabras, que aún me quedan, homenajeando siempre a Blas de Otero, es olvidar el olvido de las mujeres exiliadas chilenas que sufrieron y aún sufren las consecuencias del golpe de estado en 1973. Es mi pequeña contribución para ofrecerles visibilidad en su trayectoria ejemplar, de auténticas heroínas y protagonistas de la memoria histórica y democrática de su país.

NOTA: La arpillera entregada por Madame de Menthon al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, que figura en la cabecera de este artículo, “fue un regalo que recibió junto a su marido Pierre en 1975, estando en la ciudad de Chartres (Francia) en un almuerzo organizado con un grupo de familias chilenas refugiadas, entre ellas recuerdan a la familia Garrido. Pierre de Menthon fue embajador de Francia en Chile entre 1972 y 1974, quién acogió en la residencia diplomática a cientos de chilenos luego del golpe de Estado. Esta arpillera está hecha con telas usadas y representa a Pedro y María rodeados de refugiados, a la derecha está Chile rodeado de alambradas, y a su izquierda la Torre Eiffel. Esta arpillera representa el agradecimiento a la solidaridad y acogida humanitaria que recibieron en estos tiempos difíciles miles de chilenos”.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA O LO MÁS PARECIDO A ELLA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!