
La obispa episcopaliana Mariann Edgar Budde y el presidente Trump, en la catedral de Washington, el pasado 21 de enero – RTVE / NOTICIAS – 22/I/2025
Sevilla, 26/I/2025 – 09:30 h (CET+1) – Actualizado 14:08
Lo dijo la RAE en 2021: “En español, con sentido equivalente al inglés «woke», existe el adjetivo tradicional «concienciado, -da»”. También hay que recordar que en 2017, el diccionario Oxford definió la nueva acepción de «woke», como: «Ser consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo».
Esta palabra inglesa, woke (desperté, despierto), está haciendo estragos y resulta que su traducción correcta al español, concienciado o concienciada, denuncia que es más antigua que el hilo negro, aunque no ha cobrado protagonismo especial hasta que ha llegado en tromba a nuestro país por el impulso ultraderechista americano en la última década. Hay que recordar que su origen está en la lucha antirracista en Estados Unidos, cuando esa palabra se utilizó por primera vez en 1938 por el músico afroestadounidense Lead Belly, en una entrevista para advertir sobre los peligros de la discriminación racial en el sur del país, por lo que había que despertar.
Hoy día lo woke no gusta a las derechas, como casi nunca lo hizo en el túnel del tiempo americano, por lo que deciden que hay que acabar como sea con la cultura DEI que la representa, a través de tres iniciales como acrónimo, Diversidad, Equidad e Igualdad en la sociedad actual, con proyecciones concretas en la defensa del multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar. O lo que es lo mismo para las derechas ultramontanas y su más allá, en una traducción limpia de la cultura woke: hay que eliminar como sea la concienciación que propugna el Estado Woke, socialmente hablando, con proyección a cuidar de ciudadanos concienciados de cómo acabar con las desigualdades sociales, es decir, acabar con legislaciones políticas DEI expuestas anteriormente, que defiendan la diversidad, la equidad y la igualdad, como derechos humanos incontestables.
En el Foro de Davos clausurado en l viernes pasado, hemos escuchado al presidente argentino Milei vociferar contra la cultura woke, a la que él llama wokeísmo o socialismo cool, un virus mental y un “cáncer que hay que extirpar en la sociedad actual”. Tampoco se han quedado atrás Trump y Musk, en una semana para olvidar, cuando nos referimos al nuevo orden mundial que pretenden imponer desde la nueva presidencia. A Trump le viene de antiguo esta alergia a todo lo que suene a woke, cultura a la que ha calificado como una auténtica tiranía y fascismo de extrema izquierda. En estos días de investidura presidencial, la ha vuelto a atacar en un acto relevante llevado a cabo en la Catedral Nacional de Washington, en un servicio religioso con motivo de su toma de posesión el pasado 21 de este mes, en el que la obispa episcopaliana Mariann Edgar Budde, le dijo cara a cara lo siguiente, en un discurso o sermón calificado de woke para el presidente: “En nombre de nuestro Dios, le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo. Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas”. Trump no se cortó un pelo y la llamó radical de izquierda, que lo odiaba: “Tenía un tono desagradable y no era ni convincente ni inteligente”. Igualmente se manifestó Elon Musk, llegando a decir de la obispa, en su red social, que “ella contrajo el virus woke, muy grave”.
Vienen tiempos de guerra abierta a todo lo que suene a woke y debemos estar preparados para adoptar las actitudes de coherencia para acabar con las desigualdades sociales, es decir, votar a partidos políticos que permitan legislar políticas DEI, que defiendan la diversidad, la equidad y la igualdad entre otras decisiones progresistas como consecuencia de ese voto, tomar conciencia de que hay que responsabilizarse de seguir defendiendo día a día, segundo a segundo, el progreso social que permite transformar la sociedad, no solo cambiarla. Al fin y al cabo, lo que hace ya muchos años llamábamos tener conciencia crítica o ética, incluso de clase, es decir, la que nos llevaba a someter a juicio (del griego “crisis”) lo que pasaba a nuestro alrededor, la que nos permitía y nos sigue permitiendo hoy día ser coherentes y defender, concienciados y despiertos, la diversidad humana y el progreso social en sus múltiples manifestaciones, con una actitud clara y convincente ante la realidad social que nos rodea.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
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