El cine social de nuestro país bien merece los premios Goya

Sandra Romero, Por donde pasa el silencio

Sevilla, 5/II/2025

Se aproxima una fecha importante para la historia del mejor cine en nuestro país, el próximo sábado 8 de febrero, con motivo de la entrega de los Premios Goya 2025 en su 39ª edición, donde hay una presunta vencedora viva voce, El 47, con varias candidaturas, película a la que dediqué una reflexión profunda el pasado 16 de enero en este cuaderno digital, El ‘47’, un ejemplo de reivindicación vecinal que no olvida el recuerdo y el daño. Personalmente la recomendaba porque, en los tiempos que corren, es un lujo verla y sentirla para cuidar la ideología de compromiso con los que menos tienen, los nadies, tan cerca de nosotros a pesar de que les negamos su visibilidad en nuestra ciudades y barrios, es decir, es una película que representa perfectamente ese claro objeto de deseo para los que amamos el cine social. Lo denuncia la cantora Valeria Castro con su encanto personal en el estribillo de El borde del mundo, durante la proyección de los títulos de crédito: Y aunque me quede en el borde del mundo / Y aunque no entiendan que por qué pregunto / Y aunque me traten siempre de extraño / Y aunque pasen y pasen los años / No se olvida el recuerdo ni el daño.

Quien sigue de cerca estas páginas conoce mi aprecio por el llamado “cine social”, necesario, útil, de compromiso indiscutible con la sociedad actual para reflejarla de la mejor forma, contando historias que conmuevan al espectador. Junto al 47 es imprescindible acordarme hoy de otra película de corte social, Por donde pasa el silencio, candidata también a un premio Goya en la categoría a la mejor dirección novel, la de Sandra Romero (Écija, 1993), guionista también de la película, que representa con dignidad excelsa al cine andaluz. La sinopsis de la película ayuda a comprender su hilo conductor: “Antonio tiene que volver a Écija, una ciudad en el interior de Andalucía, después de mucho tiempo. Es Semana Santa. Allí se reencuentra con su familia y con su hermano mellizo Javier que tiene una discapacidad física y necesita su ayuda. Antonio tendrá que manejar esta situación y enfrentase a una difícil decisión: quedarse y ayudar a los suyos o volver a la vida que ha construido fuera”. Lo más interesante de esta película es saber que el guion responde a hechos reales como la vida misma y aunque suene a tópico cinematográfico, cualquier parecido con la realidad, en este caso, no es pura coincidencia.

También quiero traer a colación otra película candidata a los Goya 2025, Los destellos, a la que también dediqué palabras de elogio en este cuaderno digital, dirigida por Pilar Palomero, de título enigmático, una adaptación de un relato de Un corazón demasiado grande, de Eider Rodríguez, que me conmovió y conturbó al verla, fundamentalmente porque ideológicamente defiendo algo importante, para mí la utilidad de lo aparentemente inútil: la vida está hecha de detalles. Al menos es lo que ha intentado reflejar Pilar Palomero en esta preciosa película: “En este caso, sentía que el guion me pedía un lenguaje diferente, que se relacionaba con estar presente, con ver, con escuchar con los sentidos. Por eso los detalles o las pequeñas cosas son tan importantes aquí, porque te conectan con la vida. Son cuestiones que a menudo no percibimos y quería ponerlas de manifiesto a través de las imágenes, sin verbalizarlas. Era un gran reto, porque me exigía un tempo diferente para los planos, para su duración”.

Las tres películas merecen los Goyas en sus correspondientes candidaturas. Las voto así, en conciencia, porque transmiten realidades vitales que no debemos olvidar, compromisos para garantizar la mejor transformación posible de la sociedad. Las tres son la pura verdad que tanto necesitamos, pequeños detalles que nos hacen la vida más amable, día a día, porque la solidaridad contemplada y narrada en El 47 con la reivindicación social y vecinal que lleva dentro, la dureza del mundo rural y de las dependencias varias que se hacen todavía más duras cuando menos se tiene, tal y como lo trata Por donde pasa el silencio, así como el encanto de cuidar con detalle a quienes amamos por encima de todo, hasta el final de sus días, en Los destellos, todo ello en una mezcla posible de sentimiento y conciencia social de clase, hace que creamos en la magia transformadora del cine social porque, al igual que las ideologías, nunca es inocente. Lo transmitía y cantaba con sentimiento pleno Valeria Castro con su encanto personal en el estribillo de El borde del mundo, durante la proyección de los títulos de crédito en El 47: Y aunque me quede en el borde del mundo / Y aunque no entiendan que por qué pregunto / Y aunque me traten siempre de extraño / Y aunque pasen y pasen los años / No se olvida el recuerdo ni el daño.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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