En tiempos de turbación busco refugio en el arte

Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 – Nápoles, 1654)María Magdalena en éxtasis, 1620-25.

Sevilla, 8/IV/2025

Hace unos años, expresé en este cuaderno digital la emoción que sentí al descubrir dos cuadros concretos de Artemisia Gentileschi, en los que la protagonista era siempre la misma mujer, María Magdalena en estado de melancolía, pero sobre todo cuando vi un tercero, el de María Magdalena en éxtasis, dando la razón a una reflexión muy acertada de Víctor Hugo, la melancolía es la felicidad de estar triste, porque no creo tanto en la situación de éxtasis de la Magdalena como en la de su auténtica melancolía, es decir, un estado de soledad y tristeza, un sentimiento que puede inundar el alma humana y recrearnos en él porque siempre queda la esperanza de la espera de algo o alguien que estuvo o que llegará a tiempo para hacernos felices. Contemplando esta María Magdalena, suenan muy bien las palabras de Neruda en este momento: Mariposa de sueño, te pareces a mi alma y te pareces a la palabra melancolía.

Me emociona tanto este cuadro de éxtasis, que provoca en mí un sentimiento de plenitud en mi alma de secreto, pero la emoción es algo muy diferente del sentimiento. Es un estado afectivo pasajero pero de alcance incalculable. El sentimiento, por el contrario, nos deja con un afecto permanente hacia algo o alguien. Somos emocionentes, personas que vivimos las emociones de una forma muy especial y que intenté describir en un relato publicado también en este cuaderno digital en 2010, Emocionentes, en el que explico la forma de vivir plenamente las emociones en nuestra vida.

En este contexto, he conocido un proyecto de investigación a través del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, la Universidad Rey Juan Carlos y Quirónsalud, con un título muy sugerente, Emociones a través del arte, que aporta “un análisis objetivo y cuantitativo de las emociones generadas por la contemplación de obras de arte”, uniendo arte, tecnología y salud: “¿Qué sentimos al observar una obra de arte? ¿Qué emociones despiertan el color, la composición o la mirada de un retrato? Aunque la experiencia del arte es profundamente subjetiva, nuestras reacciones pueden medirse y analizarse”.

Esta es la gran aportación científica de este proyecto, “Mediante técnicas de análisis biométrico, neuromarketing y comportamiento, y con la ayuda de la inteligencia artificial, se han identificado las emociones predominantes en 125 obras de las colecciones Thyssen-Bornemisza, descubriendo de este modo el poder transformador del arte y sus vínculos con nuestro bienestar emocional”. En concreto y a partir de los datos obtenidos en el estudio, “se ha construido una experiencia visual interactiva única donde explorar qué emociones despiertan las obras. A través de barras de colores se representan las emociones identificadas por los participantes en el estudio. Cada barra contiene una de las siete emociones analizadas: alegría, aversión, desprecio, ira, miedo, sorpresa y tristeza. Puedes filtrar por cada una de ellas y visualizar cuánto de cada emoción hay en las obras del museo”. Además, “La combinación de datos objetivos (mediciones biométricas) y subjetivos (autoinformes) ha permitido validar las emociones identificadas mediante herramientas tecnológicas. De este modo avanzar en la comprensión de las emociones humanas puede ayudar en la creación de aplicaciones prácticas que aprovechen el impacto del arte para mejorar la salud y el bienestar de las personas”.

He visualizado los resultados expuestos y creo que es un avance espectacular en el análisis de nuestras emociones, que muchas veces acaban en sentimientos especiales como estados afectivos duraderos que nos reconfortan. Recomiendo conocer bien este proyecto de investigación, que nos ofrece un refugio anímico en estos tiempos de turbación. La emoción ganadora ha sido la alegría, de las siete estudiadas, demostrando que “con un 26,64 % es la emoción más sentida por los participantes”. En definitiva, se ha podido constatar que “aplicaciones prácticas que beneficien directamente a la sociedad a través de aquellas obras que tengan una carga emocional positiva, pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de pacientes, médicos, familiares y otro personal de apoyo presente en los hospitales”.

Reitero lo expuesto al principio: me emociona el arte, por ejemplo a través de unos cuadros en concreto, grabados en mi memoria de hipocampo, que provocan en mí un sentimiento de plenitud en mi alma de secreto, siendo consciente de que la emoción es algo muy diferente del sentimiento. Es un estado afectivo pasajero pero de alcance incalculable. El sentimiento, por el contrario, nos deja con un afecto permanente hacia algo o alguien. Somos emocionentes, personas que vivimos las emociones de una forma muy especial, pero que las cuidamos sobre todo para que se conviertan en sentimientos. Fundamentalmente, porque son estados afectivos duraderos que permanecen siempre en nuestra alma de secreto, recordando a Rafael Alberti: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón más que el viento. / El verso sin él no es nada. / Sólo verso. O lo que es lo mismo, el arte sin corazón y sentimiento es eso, sólo arte.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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