Se cumplieron los peores augurios en torno al estreno de “La familia de la tele” en la televisión pública

Sevilla, 6/V/2025 – 16:10 h (CET+2)

Comienzo con una confesión pública: ayer no vi el programa “La familia de la tele” en ninguno de sus dos tramos, pero he leído atentamente varias crónicas y el denominador común para mí es claro y rotundo: no es lógico que Televisión Española, un ente público, haya contratado un programa tan controvertido, tal y como escribí el pasado 29 de abril en este cuaderno digital, a pesar de que lo presente a los cuatro vientos como un canto a la “diversidad, inclusión, solidaridad, y servicio público”.

Es verdad que sólo fue su presentación oficial, a través de una carrera de “presentadores y colaboradores estrella” para llegar a Prado del Rey, a las puertas del plató 5 y de un desfile-cabalgata de carrozas posterior con gigantes y cabezudos que llevaban “sorpresa” dentro, llámese Isa Pantoja o Rocío Carrasco (sin comentarios), sin entrar todavía en el citado plató y contenidos, que se mostrarán hoy, pero como botón de muestra intuyo que el programa no presagia nada bueno.

Los datos de audiencia en el primer tramo fueron de un 8.7% de share y 769.000 espectadores, continuando en el segundo con un 9.1% y 708.000 televidentes, respectivamente. Datos modestos en un estreno tan promocionado a bombo y platillo desde el ente público, pero que revelan que la televisión pública hace una apuesta de gran riesgo y desde mi punto de vista innecesaria y contraproducente, por mucho que repitan de forma machacona que el programa ofrece “diversidad, inclusión, solidaridad, y servicio público”. La crónica del diario El País, lo califica en pocas palabras como “una charlotada faraónica a mayor gloria de la incultura y el analfabetismo funcional”.

Ante lo expuesto anteriormente, vuelvo a publicar mi artículo de la semana pasada, unos días antes de su entrada sorprendente en televisión española, reafirmándome en mis presagios nada halagüeños sobre su estreno nacional, que me llevan a resaltar una vez más la misión de RTVE definida perfectamente en su Código Ético: “RTVE responde al carácter de empresa de servicio público, por lo que debe ofrecer una información rigurosa, independiente y plural, así como un entretenimiento de calidad; fomentar el debate, la innovación y la creación; y apoyar la difusión de las artes, la ciencia y la cultura. Todo ello bajo las premisas de cohesionar y dar cauce a la participación”.

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“La familia de la tele”, sorprendente y preocupante estreno en la televisión pública

Gustavo Bueno / Telebasura y democracia

Sevilla, 29/IV/2025 – 07:50 h (CET+2)

Ayer, un día aciago para el país por el apagón eléctrico masivo de causa todavía desconocida, estaba previsto el estreno en TVE, de nuevo frustrado, de un espacio televisivo, La familia de la tele, en una operación rescate del denostado “Sálvame”, de infeliz memoria, producto de la fábrica Mediaset y su matriz de raíces berlusconianas, no inocentes por cierto, a través de una productora, La Osa Producciones Audiovisuales, en una nueva etapa de expansión dejando atrás la etapa bajo la denominación de Fabricantes Studio, que creó el universo televisivo “Sálvame”. El nuevo programa ha cambiado de denominación, pero incorpora en bloque a antiguos componentes de producción, presentadores y elenco de “colaboradores”, eufemismo de personajes de cuyo nombre no quiero acordarme ahora, porque fueron representantes cualificados de la televisión basura.

Escucho y veo con bastante desasosiego cómo directivos de la televisión pública justifican este rescate, introduciendo un término, “familia”, en el nuevo título del programa para edulcorar esta operación televisiva, sobre la que pesa una mochila histórica a través de sus representantes rescatados que, en múltiples ocasiones, sobrepasaron las barreras éticas que se deberían respetar por encima de todo en este tipo de programas, con demandas judiciales incluidas. Como botón de muestra, la cadena pública anuncia así el nuevo programa, con un lenguaje cuando menos hiperbólico: “Un equipo único del que no querrás separarte. Cercanía, profesionalidad y facilidad para conectar con la audiencia. Así podríamos definir a cuatro comunicadores que, lejos de necesitar presentación, forman parte de la idiosincrasia de generaciones de todas las edades. María Patiño, Aitor Albizua, Inés Hernand y Belén Esteban serán los rostros que nos acompañarán cada tarde. Un equipo que ya se prepara para todo lo que está por venir y que, como viene siendo habitual, tiene preparado multitud de contenido con el que nos harán disfrutar diariamente”. Veremos.

Creo sinceramente que la filosofía del todo vale en favor de ofrecer a la audiencia un espectáculo de la realidad “entretenida” de lo que está pasando, debería cuidarse especialmente por la televisión pública en aras de respetar hasta la saciedad el contenido de este tipo de espacios, sobre todo porque su código ético tiene un nivel de exigencias institucionales y profesionales que trascienden la guerra sin cuartel de subir las audiencias a cualquier precio, cuestión delicada cuando hablamos de la financiación exclusiva de RTVE con dinero público.

Ante esta situación, recuerdo una publicación del filósofo Gustavo Bueno, a quien he dedicado ya algunas palabras de reconocimiento explícito en este cuaderno digital, en la que hacía un análisis muy fino de la relación de la telebasura con la democracia (1) (Telebasura y democracia, 2002), aunque quizás algunos desconozcan que ya se había aproximado a la realidad de la televisión con un ensayo anterior, sobre televisión que se plasmó en un primer ensayo (Televisión: apariencia y verdad, 2000). Le llamaban de todos los platós que existían en este país en el año de la publicación y Gustavo Bueno se esforzaba por explicar la dialéctica de las tesis desarrolladas en su libro, de la mejor forma que era posible para él, un filósofo que se zambullía con la metafísica con una facilidad pasmosa, diciendo cosas tan interesantes como que “Sin basura no podríamos vivir”, algo que se constata hoy más que nunca cuando vemos el comportamiento humano con las famosas toallitas húmedas, por ejemplo, que tanto daño hacen a la naturaleza y, finalmente, a nuestros propios bolsillos por lo que se paga por el concepto genérico de “residuos y su tratamiento” que suena mejor. Más preocupante era la afirmación rotunda de que “Cada pueblo tiene la televisión que se merece”, porque al final la televisión, salvo raras excepciones, transmite lo que está ocurriendo en un país y la política nunca es ajeno a ello, porque la televisión y la política nunca son inocentes. De ahí el inmenso valor que se debería dar a la televisión pública que debería ser única y exclusivamente una televisión de servicios veraces y objetivos.

Pero, ¿qué se entiende por basura? La palabra “basura”, a la que se refería el profesor Bueno, “…viene de barrer, que es una apelación que consiste en separar de unas texturas dadas lo que sobra. Ahora bien, estas texturas pueden ser adventicias, polvo o lo que sea, o segregadas por ello mismo, las heces o la descomposición del objeto”. Cuando vemos la basura en el mar de plásticos que casi forman islas flotantes de centenares de kilómetros, podemos asociarlo fácilmente con las horas que se dedican en televisión a reproducir lo peor de lo peor del ser humano en sus múltiples manifestaciones: cine, espectáculo en vivo, realities, concursos, telerrealidad, telenovelas, anuncios de apuestas y juego, entrevistas despiadadas, docuseries, etc., etc. Atendiendo a nuestra lengua española, “basura” viene del latín vulgar versūra acción de barrer, derivado del latín verrĕre “barrer” (RAE, Edición del Tricentenario).

La sinopsis del libro de Bueno era rotunda: “Partiendo de la premisa «sin basura no podríamos vivir», Gustavo Bueno analiza el concepto de telebasura teniendo presente que «la basura muchas veces está en el que ve la televisión» y no en el propio medio. Para ello, ha seguido la experiencia de Gran Hermano con la mentalidad de un antropólogo, sabiendo que se trataba de un observatorio de la realidad española. Telebasura y democracia recoge el brillante análisis de este filósofo sobre las razones del éxito de un programa que ha llegado a convocar antes sus televisores a once millones de españoles. En su nueva obra, Gustavo Bueno define la basura para después profundizar en los espacios televisivos, al tiempo que repasa la programación de la televisión española de las últimas décadas con el fin de recordarnos que en una sociedad democrática la audiencia siempre debe tener la última palabra.  “La audiencia en la sociedad democrática, es la que manda y la televisión basura tiene que obedecer a esta demanda. Y no ya por razones éticas o morales, sino por razones de simple supervivencia democrática. Lope de Vega, hombre de teatro, conocía las leyes del mercado siglos antes de la televisión: «Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio para darle gusto”.

A través de cinco capítulos, Gustavo Bueno analizaba de forma exhaustiva la expresión “telebasura” en sí misma, con una intencionalidad meramente “clasificatoria” y no inculpatoria, distinguiendo entre televisión basura “fabricada” y “desvelada”, también la relación de la misma con la “intimidad”, la democracia y la realidad en España en la década de los setenta, incorporando el fenómeno de la televisión de la Transición. Salvando lo que haya que salvar hoy día, no ha perdido actualidad, porque con independencia de que el libro estuviera muy centrado en el programa Gran Hermano, por el impacto que supuso desde su estreno en 2000 en el país, la realidad que recoge sobre la “basura” como concepto que nos engulle como seres humanos y que acabamos viviendo desde hace centenares de siglos con ella, nos hace pensar que algo tenemos que hacer para aprender a convivir con ella. Porque existir a día de hoy, existe. Además, en la televisión perdura de una forma especial.

Hay programas en la actualidad, que mezclan lo divino con lo humano y saltan de una realidad a otra, con unos fundidos que pasan, sin inmutarse, de la risa al llanto o espanto por las consecuencias de lo que estamos viendo y escuchando sobre la geopolítica mundial y el ocaso de la democracia. Creo que todo no vale y que ahora más que nunca se debería cuidar este nuevo programa de la televisión pública. No vale cualquier opinión de colaboradores o tertulianos sin preparación alguna o conductores de programas que no tengan sentido del límite en sus afirmaciones, sin medida alguna en la interpretación de lo que es mejor para la televisión de entretenimiento.

Si es verdad el aserto de Gustavo Bueno expuesto anteriormente de que “Cada pueblo tiene la televisión que se merece”, es decir, si queremos que la telebasura desaparezca de nuestras vidas, lo primero que tenemos que hacer es cambiar como sociedad y propugnar un cambio urgente de valores. A título de ejemplo y visto lo visto, merecemos siempre una televisión diferente, empezando por la televisión pública, cuyo Código Ético (28 de agosto de 2019) deberíamos conocer todos los ciudadanos de este país, con una misión, visión y unos valores que deberíamos conocer y defender hasta sus últimas consecuencias las personas que no queremos aceptar los principios de la telebasura, ni los que dicta la dictadura de Mercado en determinadas televisiones privadas:

Misión

RTVE responde al carácter de empresa de servicio público, por lo que debe ofrecer una información rigurosa, independiente y plural, así como un entretenimiento de calidad; fomentar el debate, la innovación y la creación; y apoyar la difusión de las artes, la ciencia y la cultura. Todo ello bajo las premisas de cohesionar y dar cauce a la participación.

Visión

Desde su función de servicio público, RTVE tiene siempre como horizonte ser el medio de comunicación de referencia en España. Para ello, acerca las identidades nacional y autonómica a todos y cada uno de los españoles. Desde una visión global, realiza el trabajo con un criterio estrictamente profesional y difunde los valores constitucionales.

Valores

RTVE defiende y promueve en su programación los valores constitucionales, especialmente los de libertad, igualdad, pluralismo y tolerancia, sobre los que se asienta la convivencia democrática. Sus valores los marca la Ley y se reflejan en su actividad.

A lo anterior hay que agregar los “principios de conducta” porque ante lo que está pasando en la realidad, “RTVE considera que la confianza de los ciudadanos, clientes, proveedores y colaboradores externos, así como del entorno social en el que desarrolla su actividad, se fundamenta en la integridad y responsabilidad en el desempeño profesional de cada uno de sus empleados. La integridad se entiende como la actuación ética, honrada y de buena fe. La responsabilidad profesional se entiende como la actuación proactiva, eficiente y enfocada a la excelencia, la calidad y la voluntad de servicio”. Excelente reflexión televisiva de carácter público.

Estoy convencido de que Gustavo Bueno, recogería sin problema alguno una reinterpretación más amable de las palabras de Lope de Vega expuestas anteriormente, porque hoy, con una televisión publica y digna, respetando los principios de conducta enumerados más arriba, podríamos afirmar que «Si el vulgo es digno, es justo hablarle y contarle cosas sobre lo que está pasando de forma digna para darle gusto”.

(1) Bueno, Gustavo, Telebasura y democracia, 2002. Barcelona: Ediciones B.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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