¡Santiago, abre España a la libertad y al progreso! (II)

Sevilla, 25/VII/2025, festividad del Apóstol Santiago – 12:34 h (CET+2) – Actualizado del original publicado en 2022.

Utilizo con frecuencia la escritura circular, Repasando hoy este cuaderno, he recordado un artículo que escribí en 2022 sobre el apóstol del que se celebra hoy en España su santo y patronazgo estatal, que conserva en esencia todo su valor y análisis de contexto social en el momento de escribirlo. Vuelvo a publicarlo, convencido hoy más que nunca de que España, como el mundo, sólo tiene interés hacia adelante, siempre y cuando permanezca abierta a la libertad y progreso veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, sin descanso alguno. como hermosa tarea del sentir democrático y progresista de un país que cuida siempre a los que menos tienen, a los tratados despóticamente a veces y desgraciadamente como nadies o inmigrantes.

En 2017 visité Galicia y su ciudad emblemática, Santiago de Compostela,  contemplándola desde el primer momento como una representación obvia de una tierra conservadora de su tradición, de su cultura, de su amplio conocimiento del mundo, de sus viajeros hacia muchas partes. En aquella visita pensé en una frase que a lo largo de su historia ha sufrido interpretaciones contrapuestas dependiendo de dónde se situaban las comas y la ideología al interpretarla, porque nunca fue una frase inocente: ¡Santiago, cierra, España!, que casi siempre la hemos conocido tal y cómo lo escribieron e interpretaron Cervantes en Don Quijote de la Mancha o el mismo Valle-Inclán en Luces de Bohemia, aunque sin entrar nunca en su verdadero contenido histórico y muy lejos de unirlo a la tradición jacobea. La traducción correcta de la frase es la que justifica su origen, rememorando a Santiago Matamoros, en la Reconquista, como grito de guerra: Santiago (él ayuda a exterminar a los musulmanes), cierra (forma de interpretar que el ejército o las tropas están preparadas para atacar) y, por último, España, todas las palabras por separado, siendo la defensa e integridad de España la razón que justificaba la acción contra el mundo musulmán. Así, durante muchos siglos porque Santiago Apóstol es el patrón de este país, aunque mucho podemos decir los ciudadanos como marineros demócratas del mismo.

Sinceramente, no me gusta nada esta versión que muchos dan por auténtica, aunque es verdad que la he simplificado mucho para que se entienda bien lo que quiere decir. Me quedo hoy día con la que figura en Don Quijote de la Mancha y la que nos aportó Valle-Inclán en Luces de Bohemia. El primero porque el diálogo entre el bueno de Sancho Panza y el Quijote no tiene desperdicio:

—Yo así lo creo —respondió Sancho— y querría que vuestra merced me dijese qué es la causa porque dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: «¡Santiago, y cierra España!». ¿Está por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta?

—Simplicísimo eres, Sancho —respondió don Quijote—, y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido, y, así, le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas que acometen, y muchas veces le han visto visiblemente en ellas derribando, atropellando, destruyendo y matando los agarenos escuadrones; y desta verdad te pudiera traer muchos ejemplos que en las verdaderas historias españolas se cuentan (1).

La segunda versión, porque la ideología estaba detrás de lo que quería decir un protagonista de la obra citada de don Ramón, Dório de Gádex (andaluz, por más señas), defendiendo el modernismo ante el integrismo del país: “Voy a escribir el artículo de fondo, glosando el discurso de nuestro jefe: «¡Todas las fuerzas vivas del país están muertas!», exclamaba aun ayer en un magnífico arranque oratorio nuestro amigo el ilustre Marqués de Alhucemas. Y la Cámara, completamente subyugada, aplaudía la profundidad del concepto, no más profundo que aquel otro: «Ya se van alejando los escollos». Todos los cuales se resumen en el supremo apostrofe: “Santiago y abre España, a la libertad y al progreso”. Bastante disgusto costó a Valle-Inclán esta interpretación de la falta de libertad en este país.

En aquél viaje a Galicia en 2017 no vi a Santiago Apóstol por ninguna parte. A través de las calles del Hórreo, Vilar y Franco, fuimos a la plaza del Obradoiro, encontrándonos con un tremendo desencanto artístico: la policromía del Pórtico de la Gloria no se podía contemplar en su justo sentido porque todo estaba en obras de restauración y limpieza. Andamios por allá y por acullá. Sólo se podía acceder a la catedral por dos sitios, con colas interminables: una para abrazar al santo [sic] y otra para visitar la catedral. Indescriptibles eran las aglomeraciones, desconcierto y filas, que me recordaban (con el debido respeto a los peregrinos de corazón y razón) lo que llamaba Rafael Alberti, “anónimos tropeles de gente que en todo ven una lección de arte, pero a ti (Dios) no te ven por ningún sitio”. Desistimos de guardar las colas, porque nos gusta más bajar al río, que es lo que suplicaba San Pedro, sentado y en bronce inmovilizado, cuando preguntaba a Jesucristo por qué le besaban tanto sus pies gastados en la Basílica de su nombre (según Alberti), porque al fin y al cabo es lo nuestro (2):

Di, Jesucristo, ¿Por qué
me besan tanto los pies?

Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.

Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río;
volver a ser pescador,
que es lo mío.

Creo que a Santiago, su fiel amigo, después llamado apóstol por la Iglesia Católica de Roma, así como a su compañero Pedro, les diría Jesucristo lo que a nadie le diría, que escribía también Alberti en el poema citado anteriormente, Entro Señor en tus iglesias, en su obra Roma, peligro para caminantes, porque que no sé si a estas alturas de la vida, pasaría lo mismo al andar por las calles de Santiago de Compostela para poder abrazarlo y verlo de nuevo.

Me sigue agradando la interpretación de la frase de Valle Inclán, al recordarla hoy de nuevo, ¡Santiago, abre España a la libertad y al progreso!, porque en estos tiempos convulsos necesitamos creer que es posible abrirnos a un nuevo pacto de Estado, más que nunca, ante el flagrante ocaso de la democracia.

(1) Cervantes, Miguel de (2004), Don Quijote de la Mancha, 2004. Edición del IV Centenario. Madrid: Real Academia Española, 2ª Parte, Capítulo LVIII, pág. 988s.

(2) Alberti, Rafael, Basílica de San Pedro, en Roma, peligro para caminantes, 1968. México: Joaquín Mortiz.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL

¡Paz y Libertad!

Recuerdos en el 150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado / 5. Demofilia (amor al pueblo)

Un hombre afectado por la DANA, en Valencia (ValenciaExtra, 5/XI/2024)

Sevilla, 25/VII/2025 – 08:34 h (CET+2)

Descubrí en octubre del año pasado, con motivo de la Dana en Valencia, el amor al pueblo, la demofilia que profesó siempre Antonio Machado, mediante una referencia a la locución “solo el pueblo salva al pueblo”, que se utilizó de forma interesada y torticera por la ultraderecha de este país, descontextualizándola por ejemplo de lo expresado por el poeta sevillano y de alma andaluza y universal, en una carta que envió durante la Guerra Civil a su amigo ruso David Vigodsky, en la que afirmaba que “En España lo mejor es el pueblo”.

Con tal motivo, constaté el significado auténtico de esta expresión, que no aparece en el Diccionario de la Lengua Española (RAE), pero sí en el Diccionario del Español Actual, patrocinado por la Fundación BBVA, que lo recoge como “Amor al pueblo o gobierno para el pueblo”, precedido de una consideración de lema “política y raro».

Para mí fue una lección inolvidable y es el motivo fundamental por el que adjunto de nuevo la publicación original de mi artículo en este cuaderno digital, recordando la “demofilia” que mostró Antonio Machado a lo largo de su vida: “En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”.

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Ni vivimos en un Estado fallido, ni sólo el pueblo salva al pueblo

Sevilla, 15/XI/2024 – 8:44 (UTC+1)

Cuánto daño se está haciendo a la democracia en este país y por extensión obvia a los que la defendemos siempre, partiendo de la gran reflexión de Terencio, “nada de lo humano me es ajeno”, porque también se puede referir a cualquier acontecimiento humano que nos desborde desde la perspectiva ética de la vida, como por ejemplo el de la DANA de Valencia en estos últimos días. Las mentiras sobre lo ocurrido y las noticias falsas asociadas, que propician de forma letal un golpe bajo y persistente a la democracia, necesitada ahora y más que nunca en nuestro país, de un Estado de derecho, constitucional, ordenado y organizado, hacen un daño irreparable a esa democracia tan necesaria como imprescindible que confía en el Estado de Derecho para atender a la sociedad, en este caso tan maltrecha: “La desconfianza en el Estado, en la ciencia, en la prensa de calidad, en el prójimo, es lo que hace que se rompan las costuras del tejido social. Hay un batallón de soldados de la industria del odio coordinado y sembrando desconfianza sobre el barro valenciano. Solo nos queda defender esa confianza, porque el pueblo salva al pueblo: pagando entre todos el sueldo de médicas, enfermeros, bomberos, forenses y meteorólogos” (1).

Mejor no se puede expresar, pero los especialistas en máquinas de fango, no el valenciano precisamente, siempre están en estado de alerta para contaminar todo lo que tocan, apropiándose de expresiones de la izquierda latinoamericana de mi juventud, por ejemplo con la frase estereotipada y en las manos del temido merchandising capitalista, “sólo el pueblo salva al pueblo”, en camisetas y tazas por doquier, dándole la derecha global la vuelta a su honroso significado histórico, adulterándolo de principio a fin, llevándose por delante a personas dignas, jóvenes sobre todo, que también lo pintan y proclaman, porque es una frase que “mola” lo suficiente en estos momentos de DANA, pero sin mezcla para ellos de maldad alguna, los jóvenes auténticos del “puente de la solidaridad”, tantas veces lleno de almas nobles que hemos visto estos días, presa en muchos casos de una manipulación indecente de la derecha, de sus ultras y asociados. Eso es lo triste, la apropiación indebida de expresiones de la izquierda, con canciones incluidas, donde se dilapida el sentido profundo del “pueblo unido, jamás será vencido”, también, por no recordar ahora, por mi respeto reverencial a la Cantata de Santa María de Iquique, cuando cantaba Quilapayún aquella estrofa hermosa que decía “con el amor y el sufrimiento se fueron aunando voluntades”. Es que no es lo mismo, coreado, pintado o gritado por gente de mal, que utiliza esa maledicencia como fango arrojadizo y sin compasión alguna hacia nada y hacia nadie, fundamentalmente para hacer daño al Estado actual, porque lo consideran “ilegítimo” y, por supuesto, siempre “fallido”.

Igualmente, se ha hecho referencia a esta frase, descontextualizándola de la carta que Antonio Machado envió durante la Guerra Civil a su amigo ruso David Vigodsky, en la que afirmaba que “En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud”. Lo que ocultan, a sabiendas, es el final de esa carta, en la que Machado ensalza al Gobierno Republicano, el Estado: “En Madrid libertado o en Leningrado libre, yo también tendría sumo placer en estrechar su mano. Por de pronto me tiene usted en Valencia (Rocafort) al lado del Gobierno cien veces legítimo de la gloriosa República española y sin otra aspiración que la de no cerrar los ojos antes de ver el triunfo definitivo de la causa popular, que es – como usted dice muy bien – la causa común a toda la humanidad progresiva”. Personalmente, lo que le pido a la derecha de este país y sus derivadas, es que no use el nombre de Antonio Machado en vano.

Tiempo vendrá, en el día después de la DANA, para examinar lo que ha pasado en Valencia y juzgar lo que sea necesario, siempre que se haga mediante juicios bien informados. Lo merecen las personas que han fallecido o desaparecido, sus familiares y amigos más próximos, las miles de personas afectadas directamente por la tragedia DANA, las personas demócratas y con conciencia de clase de este país, porque desde el Estado es imprescindible y urgente que se atienda y restaure todo lo que han perdido, como está haciendo desde el primer momento de esta tragedia, sin dejar atrás la identificación legal de los dirigentes irresponsables, políticos de alta graduación y los que se esconden, aparentemente de graduación intermedia y baja, aunque se sabe quienes son, porque no estuvieron a la altura de las circunstancias por omisión, por incapacidad política manifiesta, a la que se le suma la maledicencia continua. Héroes aparentes de la mediocracia en este país, inútiles a sueldo público, que es necesario identificar para que se separe el trigo de la paja política, porque todos los políticos no son iguales, ni los Gobiernos a los que pertenecen tampoco, sea el Central o el Autonómico, que los especialistas en máquinas de fango los sitúan con responsabilidades diferentes, de forma interesada y no inocente, según sople el viento antidemocrático que corresponda.

En España no hay Estado Fallido, ni sólo el Pueblo puede salvar al Pueblo, sin más. La Constitución lo deja bien claro, en su artículo primero, con dos apartados que no admiten cambio de orden: 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político y 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Si el Estado no funciona o falla, los poderes de ese Estado, que emanan del Pueblo, reconocimiento posible gracias a la Democracia, pueden cambiar de signo político, gracias a la democracia, a través de los valores superiores de su ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, que se sustentan temporalmente en las elecciones generales. Ese es el camino y no mediante proclamas populistas adulteradas en su esencia, que tanto daño hacen a la sociedad en su conjunto.

Lo que es innegable es que miles de funcionarios públicos y militares, que forman parte del Estado que actúa, que atiende al pueblo, que aprueba las ayudas millonarias para devolver lo que la DANA se ha llevado por delante, inundan las calles embarradas de los pueblos afectados en Valencia por esta tragedia climática. Prestan servicios públicos al Pueblo, junto a él, para entregar lo que el Pueblo necesita ahora. En definitiva, para salvarlo también.

(1) https://elpais.com/tecnologia/2024-11-02/solo-el-pueblo-salva-al-pueblo-las-redes-reaccionarias-a-la-carga-contra-el-estado-fallido.html

NOTA: la imagen de cabecera se recuperó de ValenciaExtra, el 5/XI/2024.

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