Saramago nos comprometió a llevar el color azul a Marte

Un azul para Marte

Sevilla, 12/VIII/2025 – 08:13 h (CET+2)

Agosto puede ser una gran oportunidad para acercarnos a la obra literaria de José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998. Una forma de hacerlo puede ser leer y disfrutar visualmente de un relato suyo publicado recientemente, Un azul para Marte (Lumen infantil, 2025, trad. Basilio Losada), que el autor escribió en 1969 para el periódico A Capital, que se incorporó posteriormente al volumen de crónicas Deste Mundo e do Outro (1971). La edición está ilustrada por Claudia Legnazzi, jugando con la simbología de los colores tratados en este texto breve, que hace un gran trabajo para complementarlo, así como para comprender el contexto ético interplanetario como hilo conductor de la obra.

La sinopsis oficial, dos veces buena por su brevedad obvia, permite situar al lector ante este relato redivivo: “Un viaje poético e ilustrado al planeta más cercano a la Tierra de la mano de José Saramago. “Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años… Me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra”. La invitación al viaje está abierta. A través de un poético texto de José Saramago en el que cuenta lo que encuentra en el planeta Rojo, nos abocamos a un recorrido repleto de imágenes y color al que acompañan las hermosas ilustraciones de la talentosa Claudia Legnazzi”.

A continuación, publico un fragmento inicial del relato publicado, para que quien esté interesado o interesada en conocerlo en su breve extensión, lo haga junto al lenguaje visual que incorpora:

Un Azul para Marte 

Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (si la noche dura en los polos seis meses,no sé qué no han de caber diez años en una noche marciana) y tomé muchas notas sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo contribuir, en la medida de mis escasas fuerzas, al progreso de la humanidad a la que enorgullece pertenecer. Este punto es muy, muy importante. Y espero, algún día los marcianos vienen a pedir cuentas de mis actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no sé cuantos billones de hombres y mujeres que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defensa. En Marte, por ejemplo, cada marciano es responsable de todos los marcianos. No estoy seguro de haber entendido bien qué quiere decir esto, pero mientras estuve allí(y fueron diez años, repito), nunca vi que un marciano se encogiera de hombros (He de aclarar que los marcianos no tienen hombros, pero seguro que el lector me entiende). Otra cosa que me gustó en Marte que no hay guerras. Nunca las hubo. No sé como se las arreglan y tampoco ellos supieron explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclararles qué es una guerra, según los patrones de la tierra. Hasta cuando les mostré dos animales salvajes luchando (también los hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas siguieron sin entenderlo. A todas mis tentativas de explicación por analogía, respondían que los animales son animales y los marcianos son marcianos.Y desistí. Fue la única vez que casi dudé de la inteligencia de aquella gente. Con todo,lo que más me desorientó en Marte fue el no saber qué era campo y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una experiencia muy desagradable, os lo aseguro. 

[…]

Como practico la máxima platónica de que siempre hay que seguir aprendiendo, ancora imparo, recomiendo un artículo excelente publicado el pasado domingo en elDiario.es, No necesitamos viajar a Marte: diez lecciones de José Saramago para la humanidad del futuro, a modo de crítica literaria de este relato aleccionador, del que destaco las “Diez lecciones ‘marcianas’…” como reflexión profunda de lo que quiso transmitir Saramago al escribir este relato: Hospitalidad hacia el extranjero, Protección de los servicios públicos, Compromiso activo, Pacifismo, Contra el determinismo biológico, Sin desigualdades geográficas, Contra el utilitarismo, Defensa de la educación humanista, Contra la colonización (espacial) y la Búsqueda incansable. Impecable lectura aplicada al contexto mundial actual.

Me ha alegrado conocer este cuento de Saramago, aunque los lectores y lectoras de este cuaderno digital saben cuánto aprecio una joya de este autor que guardo en mi alma y corazón, El cuento de la isla desconocida, un gran relato e hilo conductor siempre presente en cada hoja de este blog, desde hace ya casi veinte años. También he recordado las palabras finales de otro cuento suyo, La flor más pequeña del mundo, porque después de leer Un azul para Marte, resuenan ahora con más fuerza que nunca:

Y ésa es la moraleja de la historia.

Éste era el cuento que yo quería contar. Me da mucha pena no saber narrar historias para niños. Pero por lo menos ya conocéis cómo sería la historia, y podréis explicarla de otra manera, con palabras más sencillas que las mías, y tal vez más adelante acabéis sabiendo escribir historias para los niños…

¿Quién me dice que un día no leeré otra vez esta historia, escrita por ti que me lees, pero mucho más bonita?…”.

De ahí que me permita afirmar hoy que este relato de Saramago nos comprometió a llevar el color azul a Marte y no la especulación de su suelo gracias al turismo espacial, de coste indecente y preconizado por el hombre más rico del mundo y que ha propiciado, como una de sus acciones estelares, el cierre de USAID, la agencia internacional americana de ayuda al desarrollo, con un daño irreversible a los países más pobres del mundo, que probablemente causará más de catorce millones de muertes hasta 2030 por desatención humana y solidaria.

Una cosa más. El color azul me ha recordado que Borges ya lo citó al plantear en su Prólogo a Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, interrogantes muy serios sobre la experiencia marciana: “Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza. Vencen los hombres y el autor no se alegra de su victoria. Anuncia con tristeza y con desengaño la futura expansión del linaje humano sobre el planeta rojo -que su profecía nos revela como un desierto de vaga arena azul, con ruinas de ciudades ajedrezadas y ocasos amarillos y antiguos barcos para andar por la arena”. Estoy de acuerdo con Bradbury cuando manifestó de forma enigmática que los marcianos existen y somos nosotros. El que quiera entender que entienda.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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