El Mensaje del Rey, breve y con carencias de gran calado institucional

Mensaje de Navidad del Rey

Sevilla, 25/XII/2025 – 21:47!h UTC (CET+1)

Nada mejor que recordar a Baltasar Gracián, cuando afirmó en su afamado Oráculo Manual y el Arte de la Prudencia, que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”, una vez visto y leído el Mensaje de Navidad del Rey, anoche, desde una interpretación democrática, obligadamente constitucional y más allá de la atrezzatura buscada especialmente para esta ocasión: sede del Palacio Real, de pie durante los nueve minutos y dos segundos que duró la lectura de 1.126 palabras que contenía, un minúsculo belén, un árbol de Navidad y, como plató central, el frío Salón de Columnas con tapices incluidos. Desde mi punto de vista, el Mensaje fue breve y relativamente bueno, lo que me aleja bastante de considerarlo dos veces bueno.

Sobre el contenido del mensaje, creo que el Rey abordó cuestiones de Estado, que resumo también brevemente, aunque considero que es necesario leer el texto íntegro, sin interpretación ajena alguna que pueda contaminarlo.

En primer lugar, situó la intervención desde “nuestra convivencia democrática, a través de la memoria del camino recorrido y de la confianza en el presente y en el futuro”, al haberse cumplido este año el 50 aniversario de “nuestra transición democrática”. Obviamente citó el mejor resultado de aquel momento, la aprobación de la Constitución de 1978 como el conjunto de propósitos compartidos sobre el que se edifica nuestro presente y nuestro vivir juntos, un marco lo bastante amplio para que cupiéramos todos, toda nuestra diversidad”.

A esta introducción obligada, siguió la referencia de otro éxito democrático en esta Transición, la incorporación de España al proceso de integración europeo que fue “el otro paso decisivo, ilusionante y movilizador. Y también fue el resultado de un compromiso colectivo: el de un país que quería cerrar una etapa marcada por un prolongado distanciamiento de una Europa con la que compartimos principios y valores y un proyecto común de futuro. Europa no sólo trajo modernización y progreso económico y social: afianzó nuestras libertades democráticas”.

También abordó cuestiones de Estado: “Vivimos tiempos ciertamente exigentes. Muchos ciudadanos sienten que el aumento del coste de la vida limita sus opciones de progreso; que el acceso a la vivienda es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; que la velocidad de los avances tecnológicos genera incertidumbre laboral; o que los fenómenos climáticos son un condicionante cada vez mayor y en ocasiones trágico. Tenemos muchos desafíos… Y los ciudadanos también perciben que la tensión en el debate público provoca hastío, desencanto y desafección. Realidades, todas ellas, que no se resuelven ni con retórica ni con voluntarismo”. Es obvio que dejó desafíos sin citar, echando personalmente de menos las referencias expresas a los problemas acuciantes en relación con la educación pública a todos los niveles, por recortes permanentes en su financiación y dotación de personal, la insoportable situación de la sanidad pública, con un drama sin abordaje urgente institucional referido por ejemplo a las listas de espera en atención especializada y quirúrgica, junto al desmantelamiento del modelo de la atención primaria como piedra angular del Sistema Nacional de Salud, en definitiva la falta de estrategia pública sanitaria a nivel de Estado y su necesaria proyección en las Autonomías, las deficiencias mantenidas en el tiempo en relación con los Servicios Sociales, así como la falta de atención integral al problema de la vivienda en todas sus proyecciones posibles, no sólo en lo que afecta a los jóvenes citados en su Mensaje.

Es importante señalar que sí abordó un problema galopante en nuestra sociedad, la convivencia: “Pero la convivencia no es un legado imperecedero. No basta con haberlo recibido: es una construcción frágil. Por esa razón, todos debemos hacer del cuidado de la convivencia nuestra labor diaria. Y para ello necesitamos confianza. En este mundo convulso, donde el multilateralismo y el orden mundial están en crisis, las sociedades democráticas atraviesan, atravesamos, una inquietante crisis de confianza. Y esta realidad afecta seriamente al ánimo de los ciudadanos y a la credibilidad de las instituciones. Los extremismos, los radicalismos y populismos se nutren de esta falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro”.

Evidentemente, se trata de asumir una realidad flagrante en nuestro país, la falta de diálogo: “Recordemos —en esta víspera de Navidad— que, en democracia, las ideas propias nunca pueden ser dogmas, ni las ajenas, amenazas; que avanzar consiste en dar pasos, con acuerdos y renuncias, pero en una misma dirección, no correr a costa de la caída del otro; que España es, ante todo, un proyecto compartido: un modo de reunir —y de realizar— los intereses y aspiraciones individuales en torno a una misma noción del bien común”.

Me agradó que recogiera en su Mensaje una llamada de atención a la responsabilidad compartida para sacar al país del atolladero actual: “Pero tenemos un gran activo: nuestra capacidad de recorrerlos juntos. Hagámoslo con la memoria de estos 50 años y hagámoslo con confianza. El miedo solo construye barreras y genera ruido, y las barreras y el ruido impiden comprender la realidad en toda su amplitud. Somos un gran país. España está llena de iniciativa y de talento, y creo que el mundo necesita —más que nunca— de nuestra sensibilidad, de nuestra creatividad y nuestra capacidad de trabajo, de nuestro sentido de la justicia y de la equidad y de nuestra apuesta decidida por Europa, sus principios y sus valores. Podremos lograr nuestros objetivos, con aciertos y errores, si los emprendemos juntos; participando todos, orgullosos, de este gran proyecto de vida en común que es España”.

Fue, en general, una mera declaración de principios, nada más. Sinceramente, esperaba mucho más dado el delicado momento político del país. Quedaron muchos asuntos sin tratar y eché de menos una referencia expresa a la Memoria Democrática, la fragilidad actual del Estado de Bienestar, en proyecciones de demolición programada del Sistema Nacional de Salud o de la Educación Pública en todos sus niveles, desde la Educación Infantil a la Universitaria, con proyecciones manifiestas del citado del citado Malestar, en la pobreza estructural y severa del país, especialmente a la pobreza infantil, o a la que sufren mayoritariamente los nadies, en exclusión social permanente. Igualmente, no dedicó palabra alguna a la inmigración y a cómo emerge una política en contra de la asunción de esta realidad en el país, con movimientos xenófobos de un marcado peligro social, así como a todo lo que suena diferente con especial incidencia en los colectivos LGBTIQ+ y sus diferentes proyecciones en la actualidad. Muchas ausencias en un momento muy delicado del país.

Finalizo como señalaba al principio de esta reflexión democrática, citando a Baltasar Gracián: el Mensaje del Rey fue breve y formalmente bueno, aunque manifiestamente incompleto y con grandes ausencias sociales de relevancia vital en el país, lo que me aleja bastante de considerarlo, como demócrata, dos veces bueno.

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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

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