Ayer falleció el cantor y poeta Pablo Guerrero (1946-2025), a quien escuché con pasión en mis años jóvenes porque me acompañaba en el camino de lucha por la democracia, en las postrimerías de la dictadura franquista. Vuelvo a recordarlo hoy, con palabras que figuran desde 2023 en este cuaderno digital. Le agradezco que me alumbrara con su canto en la oscuridad de mi compromiso personal hacia la conquista de las libertades en este país, sobre todo porque me dolía de la democracia, para que lloviera la libertad a cántaros.
Cuando era joven y hacía las cosas de joven, dejando atrás las cosas de niños, en la clave que aprendí del creacionismo paulino, seguía de cerca, en una de las dos Españas, al cantor Pablo Guerrero, porque puso su alma de secreto y la de todos en una canción, A cántaros (1972), que se convirtió en un himno motivador para los que vivíamos preocupados por el presente y futuro de este país, ya en los estertores de la dictadura. De ahí una de las muestras de mi respeto casi reverencial a la memoria democrática de este territorio hispánico tan dual y cainita, en una canción emblemática para después de una guerra y un tiempo de dolor y silencios.
Recuerdo perfectamente cómo nos reuníamos grupos de jóvenes de aquella época y cantábamos al unísono las palabras de Pablo Guerrero, porque era verdad, teníamos que salir del túnel de la dictadura, tenía que llover, además a cántaros, que no era cualquier cosa en su significado más profundo. Necesitábamos que lloviera esperanza como gotas de rocío que regaran cada segundo de presente y futuro en nuestras vidas. He vuelto a escuchar hoy a Pablo Guerrero, acompañado de Luis Pastor, Lourdes Guerra, Cristina Lliso, Olga Manzano, Ismael Serrano, Olga Román, Manuel Cuesta y Álvaro Urquijo, amigos y amigas a los que me uno, porque estamos convencidos de que todavía hoy tiene que volver a llover democracia en este país, junto al agua real secuestrada por el cambio climático como una de las peores intervenciones humanas en la naturaleza, sabiendo que hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que llover a cántaros:
Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes pero, ¿quién nos ata? Dame la mano y vamos a sentarnos bajo cualquier estatua. Que es tiempo de vivir y de soñar y de creer que tiene que llover a cántaros. Estamos amasados con libertad, muchacha, pero, ¿quién nos ata? Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio, preparada tu marcha. Hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que llover a cántaros. Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad. Planearán vender la vida y la muerte y la paz. ¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad? Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian que la siesta se acaba. Y que una lluvia fuerte, sin bioenzimas, claro, limpiará nuestra casa. Hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que llover a cántaros.
Sigo dando vueltas a una frase que me costó trabajo comprender en su justo sentido: hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que llover a cántaros. Cincuenta y tres años después de haberla escuchado por primera vez, suena en mi memoria de hipocampo, en mi persona de secreto, como si fuera ayer, aunque sigo convencido, muchos días y años después, por mi matusalénica edad, que diría Benedetti, que en estos momentos complejos en un país convulso, es tiempo de vivir y de soñar y de creer que tiene que volver a llover a cántaros. Estamos amasados con libertad, pero, ¿quién nos ata? Preparemos el barro dispuestos, elegidos nuestros sitios, donde quiera que seamos y estemos, preparada nuestra marcha. Hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que volver a llover a cántaros. Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad. Planearán vender la vida y la muerte y la paz. ¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad? Pero tú y yo, ellos, nosotros y vosotros, demócratas convencidos, sabemos que hay señales que anuncian que la siesta del conformismo se acaba. Y que una lluvia fuerte, sin bioenzimas, claro, limpiará nuestra casa, nuestro país. Hay que doler de la vida, hasta creer, que tiene que volver a llover a cántaros.
Es verdad: cada día tengo más claro que la democracia hay que dolerla, para creer que es posible que en nuestro país vuelva a llover a cántaros. Sin ese dolor, es difícil comprender qué significa ser demócrata de por vida, una creencia que facilita vivir con una ideología, no inocente, para transformar la sociedad, no sólo cambiarla. Siempre, a favor de los más débiles, de los nadies, de los que más son pero menos tienen. Su felicidad en democracia, que también es la nuestra, no se puede vender por metros, en cómodos plazos, tal y como nos lo enseñó Pablo Guerrero.
Descanse en paz. Todo guerrero tiene derecho a su descanso, como nos enseñó José Mujica en su inolvidable despedida al finalizar su ciclo vital, consciente de que se estaba muriendo.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Ayer falleció en Utah el gran actor Robert Redford, recordado siempre por películas de gran valor cinematográfico como Dos hombres y un destino, El hombre que susurraba a los caballos o Memorias de África, que obtuvo siete premios Óscar en 1986. Quizá sea esta última la que tengo presente en este momento tan especial por mi asociación mental de Redford junto a Meryl Streep y la extraordinaria banda sonora compuesta por John Barry, con un fondo musical excelente de Mozart. La química exhibida por la pareja formada por Streep y Redford, por entonces quizá los dos actores más aclamados en Hollywood, ha marcado una impronta inolvidable en muchas memorias de todos y en la de secreto. En la mía, también.
La banda sonora de la película, bajo la batuta de John Barry, sigue viva en mi discoteca de secreto, haciendo incursiones en la memoria de hipocampo que, como caballo de mar, sigue surcando historias de búsqueda de islas desconocidas para contarlas en este cuaderno digital. Lo que me sobrecoge verdaderamente es asociar siempre esta película y su trama con Mozart, a través de su maravilloso adagio compuesto para el Concierto para clarinete y orquesta (K. 622), acompañando los recuerdos de Karen. No desmerece esta puntualización, en absoluto, el tema nuclear que suena lentamente en los títulos de crédito que ayudan a comprender mejor los tesoros ocultos para el alma en Kenia. El segundo tema, se hace presente en momentos difíciles para la protagonista en su penoso matrimonio de conveniencia, salvado por un cazador profesional, Denys George Finch Hatton, un papel desempeñado de forma impecable por Redford.
W. A. Mozart: Adagio del Concierto de Clarinete en La mayor, KV 622 – Orquesta Sinfónica de Islandia / Oboe: Arngunnur Árnadóttir, Harpa Concert Hall – Reykjavík, 10 de septiembre de 2015
Memorias de África está asociada siempre, en mi vida, con Mozart, sin desmerecer el trabajo fantástico de John Barry. También, con la inteligencia humana, mientras escucho atentamente su banda sonora de hoy, de siempre. Vuelvo a recordar que la inteligencia, hoy por hoy, no tiene color. La conjunción de blancos, grises y algunas veces, negros, atribuida a las materias que conforman el cerebro, sigue dándonos muchos quebraderos de cabeza. Sobre todo, porque tenemos que estar muy agradecidos al continente africano y doloridos al mismo tiempo por la muerte letal que les rodea entre enfermedades (sida), esclavitud histórica y de nuevo cuño en pateras, guerras fratricidas y con una deuda histórica mundial.
Meryl Streep y Robert Redford interpretaron la conciencia del deber estar cinematográfico, a la perfección, en Memorias de África, recordando una reflexión que vuela sobre la película como hilo conductor, Estoy donde debo estar, que reproducía fielmente la que figuraba en el comienzo de la obra homónima de Isak Dinesen (1885-1962), seudónimo de la baronesa Karen Blixen, publicada en Dinamarca en 1937. Por la magia del cine, hoy lo he recordado de nuevo, dejándonos una pregunta en el aire que respiramos a diario y que nos ofrece seguridad y ligereza de corazón: ¿Estamos donde debemos estar? Esa es la cuestión.
Doscientos mil años de memoria de la inteligencia humana, desde el momento histórico en que los primeros humanos modernos decidieron abandonar África y expandirse por lo que hoy conocemos como Europa y Asia, nos ofrecen la posibilidad de disfrutar de nuevo de Memorias de África, de la memoria de Mozart en su precioso adagio, de cómo nos contaron una bella historia Meryl Streep y Robert Redford, para que no olvidemos África y su alma, todavía desconocidas para muchos en septiembre de 2025. Ni a un actor excelente como Robert Redford y lo que ha representado para la historia del cine y la de la humanidad, con un compromiso social intachable de obligado reconocimiento.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
El cantor argentino León Gieco, compuso en 1978 una canción inolvidable, Sólo le pido a Dios, que forma parte de la banda sonora de mi vida. Digo “cantor”, siguiendo de cerca lo manifestado por Facundo Cabral, cuando diferenciaba cantante de cantor, porque el primero, puede cantar, pero el segundo, debe hacerlo siempre.
La he recordado estos días atrás por las movilizaciones contra la participación de un equipo ciclista financiado por Sylvan Adams, propietario del Israel-Premier Tech, canadiense y sionista, íntimo amigo del primer ministro Benjamin Netanyahu, en las etapas de la Vuelta Ciclista a España, por el exterminio inhumano de la población civil en Gaza, en las que me ha impactado ver una pancarta modesta junto a las vallas de seguridad, con la siguiente inscripción escrita a mano y en mayúsculas: QUE LA GUERRA NO NOS SEA INDIFERENTE.
La he recuperado en mi memoria de hipocampo y conservo la letra de esa canción en mi mente y en mi corazón, como oro en paño:
Solo le pido a Dios Que el dolor no me sea indiferente Que la reseca muerte no me encuentre Vacía y sola, sin haber hecho lo suficiente
Solo le pido a Dios Que lo injusto no me sea indiferente Que no me abofeteen la otra mejilla Después que una garra me arañó esta suerte
Solo le pido a Dios Que la guerra no me sea indiferente Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente
Solo le pido a Dios Que el engaño no me sea indiferente Si un traidor puede más que unos cuantos Que esos cuantos no lo olviden fácilmente
Solo le pido a Dios Que el futuro no me sea indiferente Desahuciado está el que tiene que marchar A vivir una cultura diferente
Solo le pido a Dios Que la guerra no me sea indiferente Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente
Me ha parecido oportuno compartir esta experiencia de mi persona de secreto, con la versión inolvidable de Ana Belén. Es verdad lo que expresaba en su fondo y forma la pancarta en la Vuelta Ciclista a España: Solo pido / Que la guerra en Gaza no me sea indiferente / Es un monstruo grande y pisa fuerte /Toda la pobre inocencia de la gente / Es un monstruo grande y pisa fuerte / Toda la pobre inocencia de la gente. Y así, deseo personalmente que continúe sin dejar de sonar, este estribillo ético, en los altavoces mundiales de la dignidad humana, para que finalice esta tragedia, un genocidio en toda regla, porque esta guerra se ha convertido en un monstruo grande, que pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Salvador Allende y su esposa, Tencha Bussi, en 1971, junto a sus nietas Marcia Tambutti (izquierda de la imagen) y Maya Fernández (derecha)
Sevilla, 11/IX/2025 – 07:41 h (CET+2)
Sigo cuidando la memoria democráticauniversal, la de mi país, la de Chile, porque es el ancla del futuro democrático que demandan nuestros pueblos, cumpliendo un compromiso como español, ciudadano del mundo, que admira al pueblo chileno, utilizando los términos que figuraban en el compromiso final de la carta «Compromiso: Por la democracia, siempre», que no olvido, firmada en 2023, en el 50 aniversario del fatídico golpe de Estado en Chile, por el presidente actual Gabriel Boric, junto a cuatro expresidentes chilenos, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Ricardo Lagos Escobar, Michelle Bachelet Jeria y Sebastián Piñera Echenique, en la que hicieron una reflexión profunda y breve sobre los 50 años del golpe de Estado que puso fin al Gobierno de Salvador Allende y que dio inicio a la triste, injusta y malévola dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Escudo de Armas de la República de Chile
Han pasado los años y la frase Por la razón o la fuerza sigue siendo, curiosamente, el lema nacional de la República de Chile, que conmemora hoy el 52º aniversario del golpe de Estado de 1973, recordado año tras año en este cuaderno digital, respetando la memoria democrática de ese país. Este lema es la traducción del latín aut consilio aut ense (por consejo o por espada) que respeta la tradición del pueblo chileno, reflejada en la descripción oficial del Escudo de Armas del país, que “presenta una estrella de plata de cinco picos al centro de un campo cortado, azul turquí el superior y rojo el inferior, y su forma es la fijada por el modelo oficial aprobado por decreto de Guerra 2.271 de 4 de septiembre de 1920, conforme a la ley, y el cual, además, tiene por timbre un plumaje tricolor de azul turquí, blanco y rojo; por soportes un huemul rampante a su derecha y un cóndor a su izquierda en la posición que fija ese modelo, coronado cada uno de estos animales con una corona naval de oro; y por base un encaracolado cruzado por una cinta con el lema «Por la razón o la fuerza», todo en conformidad al referido modelo”. Esto es así porque, según las disposiciones vigentes, “los emblemas nacionales, reciben la influencia en su uso que la costumbre del pueblo le impone, lo que hace necesario reglar y orientar dicho uso”.
Si he comenzado hoy el día con este recuerdo de lo sucedido en 1973 en Chile, es para resaltar el esfuerzo democrático en el citado país reforzando la importancia del imperio de la razón sobre la sinrazón de la fuerza, resumido en la propuesta que el actual presidente Gabriel Boric hizo durante la campaña presidencial de 2021 que lo llevó finalmente al poder, cambiar el lema nacional por la “La fuerza de la razón”, más acorde con los principios democráticos actuales en el país, porque “la costumbre del pueblo lo impone”: “Yo lo único que cambiaría sería, quizás, el lema del escudo. En vez de Por la razón o la fuerza, creo que sería mejor hablar Por la fuerza de la razón, que nos identifica más en estos tiempos, aunque quizás a José Antonio Kast [líder del Partido Republicano, de derechas] no le guste”.
Desde 1812 quedó fijado este lema por el pueblo chileno, que compartía con otro de cabecera en su escudo, que era un símbolo que conserva hoy su sentido primigenio aunque desapareciera del escudo de armas actual: Post tenebras lux (Después de las tinieblas, la luz). ¡Qué premonición para un futuro mejor! Es lo que el pueblo chileno ha defendido en estos 52 años después del terrible golpe de Estado de 1973. Va en su ADN ideológico de progreso y democracia. Lo proclamó Salvador Allende hace ya 52 años, en momentos terribles para su país, representando al Frente Popular, del que nunca se avergonzó, cuando la derecha hizo estragos por doquier por el golpe de Estado: “Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
En este sueño de pasear un día, de verdad, por las grandes alamedas de libertad en cualquier lugar del mundo, también en nuestro país, las palabras de Salvador Allende cobran una importancia especial cuando asistimos al ocaso de la democracia en nuestro país, en un clima de polarización enferma, donde expresarse en libertad cuesta cada día más. En estos momentos, es muy difícil dialogar sin insultos y descalificaciones en cualquier ámbito, con un ambiente crispado vaya donde vayas, estés donde estés.
Por todo lo expuesto anteriormente, recuerdo de nuevo a Chile y cuido la democracia dondequiera que esté presente. Ha costado muchos años reconstruir Chile, reconstruir su democracia. No la olvidemos, cuidando sobre todo la memoria democrática, algo que nuestro país debe hacerlo día a día, en democracia, siempre.
Una cosa más, para terminar, que nos obliga a cuidar la memoria democrática de este mundo al revés. No debemos olvidar tampoco lo sucedido hace veinticuatro años en la Torres Gemelas, en Nueva York, un 11 de septiembre como hoy, que marcó un antes y un después en la democracia mundial y donde el terrorismo pasó a ocupar todas las cabeceras de los medios de comunicación del globo terráqueo. A partir de ese día, ya nada sería igual y veinticuatro años después seguimos viviendo con dolor y espanto aquellas imágenes irrepetibles del derrumbamiento de las famosas torres y creo que de una forma de ser y estar en el mundo por parte de sus pobladores. Para que tampoco se olvide en los cuidados especiales, intensivos, urgentes, necesarios e imprescindibles que necesita en estos momentos la democracia mundial y, obviamente, la de nuestro país. Estoy convencido de que la fuerza de la razón, no al revés, es la que consolida la democracia ante cualquier amenaza. Estamos avisados.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Hoy ha fallecido Manuel de la Calva, nacido en Barcelona en 1937, uno de los componentes del “Dúo Dinámico”, cuyas canciones forman parte de la banda sonora de mi vida, rescatada monográficamente durante la pandemia por su canción Resistiré, que ya conocía cuando cantaba con ellos “Somos jóvenes” o “Perdóname”.
Con tal luctuoso motivo, vuelvo a publicar hoy el artículo que escribí en este cuaderno digital en los primeros meses de la pandemia, en torno a una pregunta, ¿Hemos resistido? Creo que salvando lo que hay que salvar, no ha perdido valor y sentido alguno, porque en la situación política que está viviendo el país, cambia sólo el tiempo verbal de la misma: ¿resistiremos en la defensa a ultranza de la democracia en beneficio de todos? Muchas respuestas estaban planteadas en el citado artículo y hoy lo recupero con la ilusión de seguir creyendo que debemos hacerlo para que el país progrese y sólo siga teniendo interés si va hacia adelante, sin retroceso alguno.
Le debo a Manuel de la Calva, al Dúo Dinámico y, sobre todo, al autor de la letra, Carlos Toro Montoro, mi aprendizaje musical de la letra de una canción “Resistiré” que, tantos años después, no he olvidado, aunque ellos solo querían resaltar en su momento la vuelta a los escenarios después de una ausencia sonada. Manuel de la Calva le dijo en 1987 al letrista que “había escuchado una frase de Camilo José Cela que le había gustado: “El que resiste, gana”. Fue la inspiración para el autor de la letra, bastante anónimo para un mundo pendiente de otras cosas: “Y sobre ella me puse a trabajar”, manifestó su autor en un momento difícil de su vida.
Gracias, Manuel de la Calva, Ramón Arcusa y Carlos Toro, por haberme acompañado musicalmente en mis años jóvenes, enseñándome también el valor de resistir / erguido frente a todo / volviéndome de hierro para endurecer la piel / y aunque los vientos de la vida han soplado fuerte / hoy sigo pretendiendo ser como el junco que se dobla / pero siempre sigue en pie. No olvido que “el que resiste, gana”.
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¿Hemos resistido?
Sevilla, 10/VI/2020
Va llegando el momento de la evaluación de lo que nos ha sucedido como un tsunami en sentimientos y emociones por la COVID-19. Millones de personas hemos cantado en algún momento la canción Resistiré, tarareando a veces solo parte de la letra, porque hay que reconocer que con el paso de los años casi la habíamos olvidado. He vuelto a repasar con detalle la letra y cada estrofa necesita una reflexión en estos momentos finales de la transición hacia una nueva normalidad. En el fondo, no es un test PCR sino un test ultrarrápido para saber si hemos resistido a todo lo que allí nos referíamos durante el tiempo de pandemia al cantarla a los cuatro vientos.
Cuando pierda todas las partidas Cuando duerma con la soledad Cuando se me cierren las salidas Y la noche no me deje en paz
La primera estrofa planteaba ya un panorama bastante desolador en momentos en los que ignorábamos todavía el alcance de la pandemia, pero era un auténtico aviso para navegantes. Ahora vuelven las «partidas», de cartas, ajedrez, dominó, las de la vida en definitiva; dormiremos acompañados, se abrirán muchas puertas y salidas y la noche será más tranquila en la nueva normalidad. Al menos, eso dicen los sabios del lugar. Primera evaluación a superar.
Cuando sienta miedo del silencio Cuando cueste mantenerse en pie Cuando se rebelen los recuerdos Y me pongan contra la pared
Tenemos que confesar sin actitud vergonzante que hemos sentido miedo del silencio y del ruido que se ha formado en torno a las decisiones político-sanitarias en torno al estado de alarma y sus consecuencias en sus aciertos y daños colaterales. Mantener la voluntad firme, en pie, no ha sido tarea fácil, donde los recuerdos han jugado un papel esencial, siendo un ejemplo claro la cantidad de veces que hemos visto las fotografías y películas de nuestras fototecas y filmotecas particulares, alojadas sobre todo en la memoria de hipocampo, que no se borran de forma sorprendente gracias a las estructuras cerebrales que se alojan en el cerebro. Segunda evaluación a tener en cuenta, teniendo en cuenta que evaluar es emitir juicios bien informados.
Resistiré Erguido frente a todo Me volveré de hierro para endurecer la piel Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte Soy como el junco que se dobla Pero siempre sigue en pie
Es la primera vez que salía a relucir la palabra mitificada en esta pandemia: resistiré, que parecía devolverme alegría y paz interior a modo de autoconvencimiento de manual de ayuda ante todo lo que se estaba moviendo. La canción me daba una receta exprés: hay que estar erguido, volverse de hierro e imitar la fortaleza del junco que a pesar de los pesares siempre está en pie. Sencillo y aleccionador. La tercera evaluación es muy directa: ¿He o hemos resistido? Cantarlo es fácil, pero llevarlo a cabo…, esa ha sido y es la cuestión.
Resistiré Para seguir viviendo Soportaré los golpes y jamás me rendiré Y aunque los sueños se me rompan en pedazos Resistiré, resistiré
Volvía a encontrar tranquilidad en la insistencia de la palabra-mensaje, resistiré, porque ya la canté hasta tres veces, con una facilidad pasmosa, aunque se repetía también lo que tenía que hacer a modo de manual de primeros auxilios. La cuarta evaluación es un examen sobre declaraciones de principios, sabiendo como sabemos, que también se podía soñar despiertos ante una realidad tan dura.
Cuando el mundo pierda toda magia Cuando mi enemigo sea yo Cuando me apuñale la nostalgia Y no reconozca ni mi voz
Y vuelta a empezar por si lo anterior nos había sabido a poco. Nos volvía a advertir lo que podía pasar: el mundo está en crisis y pierde mucho valor ejemplarizante, puede que de tanto dudar el principal enemigo fuera yo mismo, arrinconándome la melancolía, la nostalgia y, probablemente, hasta podía perder la palabra, que es de los pocos recursos, gratuitos por cierto, que nos han quedado. El mundo de los “cuando” es una aplicación pura y dura de la ética de situación en la quinta evaluación. Aprendí, hace ya muchos años, que la ética es como la solería que uno va poniendo en el suelo de su vida, como una raíz que justifica todos los actos humanos. Me la enseñó el profesor López-Aranguren.
Cuando me amenace la locura Cuando en mi moneda salga cruz Cuando el diablo pase la factura O si alguna vez me faltas tú
Pasando las semanas y ante la evolución en una primera etapa de la pandemia, es verdad que nos amenazaba el dicho de que nos íbamos a volver locos, porque el panorama era bastante negro, hasta el punto de que si se nos caía una moneda es probable que no cayera de cara y, lo peor de todo fue el momento en que tomamos conciencia de que se estaban perdiendo miles de vidas, que nos llevaban a pensar qué pasaría si nos ocurriera a nosotros, a los seres próximos más queridos. Seguimos con el mundo de los “cuando”, pero tocando temas más delicados aún porque se refieren a la pérdida del control de la vida. La locura, la pobreza, las maldades o la maledicencia que nos asola y, sobre todo, las ausencias, son cuestiones que no se resuelven solo poniendo una “x” en este cuestionario improvisado hoy. El que quiera entender que entienda en esta evaluación sexta.
Resistiré Erguido frente a todo Me volveré de hierro para endurecer la piel Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte Soy como el junco que se dobla Pero siempre sigue en pie
Pues nada, otra vez al balcón o a la ventana a cantar a los cuatro vientos que íbamos a resistir porque conocíamos qué hacer juntos: seguir erguidos, volvernos de hierro e imitar la fortaleza del junco que a pesar de los pesares siempre está en pie. Estábamos convencidos de que íbamos a resistir. En esta evaluación, la séptima, no va la vencida, pero sí repite probablemente la respuesta al registro acumulativo anterior de cuestiones vitales que nos han amordazado durante el estado de alarma. Insistimos en nuestro retrato de resistentes empedernidos.
Resistiré Para seguir viviendo Soportaré los golpes y jamás me rendiré Y aunque los sueños se me rompan en pedazos Resistiré, resistiré
No nos quedaba otra para seguir viviendo: resistir, resistir y resistir. Los golpes eran diarios: noticias y bulos, insultos y falta de entendimiento político, cifras aterradoras y panorama a veces desolador. También, cifras más optimistas, anuncio de un plan para la transición a una nueva normalidad, encuentros alejados, muchas videoconferencias, mucha tecnología por medio, muchos silencios. Todo, impregnado de una declaración de principios que sentíamos al cantarlo: Soportaré los golpes y jamás me rendiré / Y aunque los sueños se me rompan en pedazos / Resistiré, resistiré.Octava y última evaluación sobre cuestiones ya tratadas, pero que volvemos a salvar como declaraciones de principios que son. Al menos, yo, no tenía ni tengo otros.
Ocho evaluaciones, ocho. Como aprendí de Blas de Otero, solo sé que me ha quedado grabada a fuego una palabra: Resistiré, con mayúscula, que sigo tatareando como si en estos meses hubiera pasado de todo en mi vida, constatando -junto a millones de personas de este país- que nunca nos hubiera unido tanto -algo a alguien- como una canción viejuna, de nuestros mayores, compuesta y cantada por el Dúo Dinámico y escrita por Carlos Toro Montoro, aunque ellos solo querían resaltar en su momento la vuelta a los escenarios después de una ausencia sonada. Manuel de la Calva le dijo en 1987 al letrista que “había escuchado una frase de Camilo José Cela que le había gustado: “El que resiste, gana”. Fue la inspiración para el autor de la letra, bastante anónimo para un mundo pendiente de otras cosas: “Y sobre ella me puse a trabajar” (1), recuerda Toro. Era una etapa en la que el escritor estaba revuelto emocionalmente, superando una ruptura sentimental. Empezó a volcarlo todo. El arranque es doloroso, derrotista: “Cuando pierda todas las partidas/ Cuando duerma con la soledad/ Cuando se me cierren las salidas/ Y la noche no me deje en paz”. Toro afirma: “Soy un pesimista recalcitrante. Creo que este mundo es un estercolero. Pero siempre veo brotes de esperanza. Las leyes de la vida son muy duras, por eso no quería que la canción mintiese. Pero luego hay un canto a la esperanza. La vida hay que vivirla, aunque haya muchos momentos amargos. En la vida hay más fracasos que triunfos, pero si el porcentaje de triunfos es razonable, merece la pena”.
Si hemos resistido, de mil formas posibles, hemos ganado al coronavirus. Esa es la respuesta a la pregunta del principio, la auténtica evaluación. Cada uno con su cadaunada, con su resistencia personal e intransferible. La verdad es que hemos aprendido a resistir, resistir…, para seguir viviendo.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Cuando arde España, algo nuestro se quema. Viendo las terribles imágenes de estos días sobre la realidad trágica del fuego que se extiende por todo el país, en una auténtica emergencia nacional, de Estado, he recordado un artículo que dediqué en 2017 a esta realidad recurrente en cada verano y que cada año se recrudece más por el cambio climático, a pesar del negacionismo existente en relación con estos acontecimientos.
Por este motivo, vuelvo a publicar el artículo citado, que dediqué a esta dramática situación en Galicia, que este verano ha vuelto a reproducirse con extraña violencia en Ourense, porque su significado profundo sigue tan vivo como entonces, con una media en estos días de treinta incendios diarios en esa Comunidad, así como en otros territorios del país, demostrando que el cambio climático es una realidad por las altas temperaturas que favorecen los fuegos, unido a falta de mantenimiento preventivo forestal, problemas laborales del personal especializado, así como a la acción perversa de los pirómanos, que por desgracia existen.
El fuego, dondequiera que ocurra, es “una sombra negra que nos asombra”, en palabras sabias y certeras de Rosalía de Castro.No lo olvido.
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Fuegos, ¡nunca más!
Las imágenes de Galicia ardiendo me han turbado. Cuando Galicia se quema, algo de nuestra alma se quema. No es un eslogan sino una realidad. Solo hace dos meses que he visitado esa Comunidad, iluminada por la luna, Luar na Galiza (Resplandor de la luna en Galicia), tal y como la he imaginado siempre. Quise conocer otra tierra gallega, no la que se aprecia cuando solo eres volantista, tal y como llama Manuel Rivas a los conductores que visitan Galicia en coche y no pueden contemplarla a un lado y a otro de su campo de visión, de su belleza natural y verde constancia que la invade por todas partes. Es verdad, me pasó a mí en esos días por la red de carreteras de Galicia, porque cuando iba preocupado por su trazado, un stop o un cambio de sentido, no podía apreciar bien los cruceiros o lo que Rivas narra como “una hermosa cruz de piedra y las espinas del Cristo, también de piedra”.
He vuelto a leer un poema de Rosalía de Castro, Negra sombra (Follas Novas, 1880), de contenido espiritual gallego y universal, ante el dilema existencial que se instala en nuestra persona de secreto cuando asistimos a acontecimientos como los de Galicia, una sombra negra del fuego que nos asombra:
Cuando pienso que te fuiste, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, vuelves haciéndome burla.
Cuando imagino que te has ido, en el mismo sol te me muestras, y eres la estrella que brilla, y eres el viento que sopla.
Si cantan, eres tú que cantas, si lloran, eres tú que lloras, y eres el murmullo del río y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo, para mí y en mí misma moras, no me abandonarás nunca, sombra que siempre me asombras.
He recordado cómo se abrazaban los árboles en las carreteras comarcales, rodeándonos de derecha a izquierda y al revés durante muchos kilómetros, uniendo parroquias entre sí, en el viaje maravilloso que hicimos con un luar espléndido desde Fisterra a Muxía y Camariñas. Ahora, en el Sur de Galicia, sobre todo, solo se han abrazado para morir en la hoguera de la sinrazón humana, dejándonos cicatrices del paisaje que explican muchos malestares, incluso el social, como nos recuerda Freud. Negra sombra que nos asombra.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Hoy se recuerda amargamente el ochenta aniversario del ataque nuclear a Hiroshima en 1945. En Nagasaki se repitió el ataque el día 9. Con este motivo tan especial y con profundo respeto a la memoria histórica y democrática mundial, recupero hoy las palabras que escribí en 2017 recordando un hecho insólito, la recuperación de un piano que fue testigo de aquella tragedia, entregándonos metafóricamente su alma, como la de los violines cuando nos entregan también su esencia a través de ella, como pieza clave de ese bello y frágil instrumento.
En estos momentos difíciles para la democracia mundial, vuelvo a escucharlo con una canción de fondo muy querida por el pueblo japonés, Furusato (el pueblo donde nací), porque nos recuerda que debemos volver cada día a nuestro rincón de paz. El piano, la intérprete, los niños y niñas que cantan y la propia canción tienen alma. Y ¿qué es el alma? No hace mucho tiempo, descubrí una respuesta a través de la literatura, en un libro precioso escrito por Mario Satz, “El alfabeto alado”: “Entre el alma humana y las mariposas existe un estrecho parentesco: lo que en una es oscilación y ascenso en las otras es aleteo y color. Aristóteles fue el primero en acuñar la palabra «psique» para designar ese nexo, y, tras él, poetas y pintores representaron el alma alada, frágil e inasible pero hermosa». Lo asombroso es que el piano de Hiroshima también tiene alma: oscilación y ascenso en sus notas, pero también aleteo y color.
El piano de Hiroshima
Hay noticias que pasan sin pena ni gloria a pesar de su trascendencia. El pasado domingo se entregó en Oslo el premio Nobel de la Paz a la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares. El día siguiente, se celebró un concierto en honor de los ganadores del premio Nobel en el que hubo un protagonista especial, un piano Yamaha superviviente del ataque nuclear de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Me parece un homenaje con música a un hecho vergonzante para la humanidad y que pervive en la mente del pueblo japonés a pesar del tiempo transcurrido. Como testigo de cargo, el piano todavía mantiene niveles bajos de radiación y se observan en su lacado negro restos de cristales que saltaron por la onda expansiva de la bomba al estar en su radio de acción.
Creo que es una imagen preciosa para recordarnos algo que pervive a través de los siglos, como expresión de paz en momentos de sufrimiento para las personas: Musica laetitiae comes, medicina dolorum, es decir, la música es compañera en la alegría y medicina para el dolor. Lo sigue siendo en ambos mensajes porque ese piano, testigo vivo de una historia que no se debería haber contado jamás, nos entrega alegría a través de composiciones interpretadas por manos maestras. Al mismo tiempo, es medicina para el dolor de la memoria no olvidada.
Mitsunori Yagawa (65 años) ha manifestado recientemente (1) que «Durante el bombardeo de Hiroshima, todo lo que había en los dos kilómetros de la zona cero fue quemado y destruido. Este piano estaba dentro de este límite y sobrevivió milagrosamente». Él ha restaurado el piano y ha tocado en innumerables conciertos por la paz.
El piano tiene un nombre propio: Hibakupiano (el piano bombardeado). Para que no lo olvidemos, aunque se esfuerza, en los conciertos actuales, en entregarnos algo que siempre lleva dentro desde su fabricación en 1938. Los supervivientes que estaban cerca del piano callan todavía hoy porque no quieren hablar de aquella desolación. Entre ellos, el padre de Mitsunori Yagawa. Pero él nos muestra a través de la música la otra cara del horror, con objeto de que no se repita esa página tan triste en la historia de la humanidad.
En el vídeo que encabeza este post, se interpretan en el piano Hibaku tres obras breves de Chopin y Teiichi Okano. Me he detenido en la última porque es una canción que todos los niños y niñas japoneses aprenden en la escuela pública. Se llama Furusato (el pueblo donde nací) y es sobrecogedor cómo las personas asistentes a este concierto acompañan a la pianista Aimi Kobayashi con una letra de recuerdos especiales para todos, cantando al mundo cómo debemos volver cada día a nuestro rincón de paz:
Perseguía conejos en aquella montaña. Pescaba pececillos en aquel río. Aún hoy retornan aquellos sueños. No puedo olvidar mi pueblo natal.
Padre, madre, ¿se encuentran bien? ¿Estarán bien mis viejos amigos? Hasta cuando la lluvia cae y el viento sopla, afloran los recuerdos de mi pueblo natal.
Algún día, cuando haya hecho realidad mis sueños, volveré. Donde las montañas son verdes, a mi pueblo natal. Donde las aguas son claras, a mi pueblo natal.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Vuelvo al autor que me inspira en esta serie, Eduardo Galeano, porque frente a la grandilocuencia y las hipérboles del nuevo imperialismo mundial comandado por Trump, sigo creyendo en una reflexión suya que me lavó el alma cuando la leí: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Es verdad, también, que siempre me han conmovido los pequeños detalles que nos regala la vida a diario, porque descubro qué importantes son para dar sentido a la persona de secreto que cada uno vive en su interior.
En este contexto de elogio a las pequeñas realidades de la vida, no olvido a Groucho Marx cuando pronunció con su ironía característica y en el contexto de la crisis económica mundial de 1929, una frase que legó a la posteridad: «Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”. Tampoco a Serrat, porque me enseñó en momentos transcendentales de este país, que era conveniente valorar las pequeñas cosas en su justo sentido, aquellas […] Que nos dejó un tiempo de rosas / En un rincón, / En un papel / O en un cajón. Pero quizá sea un pájaro perdido de Tagore, el 178, el que vuele hoy alto en estos momentos difíciles para el país y me traiga una reflexión extraordinaria a la hora de compartir en casa y a través de las redes la mejor vacuna contra el desasosiego que nos causa a veces dolor: A mis amados les dejo las cosas pequeñas; las cosas grandes son para todos. Y vuelvo a Serrat:
Uno se cree Que las mató El tiempo y la ausencia. Pero su tren Vendió boleto De ida y vuelta.
La disponibilidad digital de la que gozamos hoy día, tanto para lo divino como para lo humano, nos permite disfrutar de pequeñas cosas con recursos de siempre, de toda la vida, los rincones, los papeles, los cajones olvidados, también la radio, siempre compañera y amiga, completándola en este momento con los digitales, tales como los teléfonos inteligentes, la televisión y las redes sociales. Esta es la maravillosa realidad de Internet, una tecnología de doble uso, lo sé, pero que cuando se recurre a ella de forma racional y equitativa es extraordinariamente útil y buena, en el buen sentido de la palabra “buena”.
Son aquellas pequeñas cosas, Que nos dejó un tiempo de rosas En un rincón, En un papel O en un cajón.
Por ello, comprendo hoy mejor que nunca a Serrat, porque todo lo que nos rodea ahora en casa son aquellas pequeñas cosas que muchas veces no hemos valorado en tiempo de bonanza, de rosas. No un yate, una mansión o una fortuna, los de la metáfora de Groucho, por pequeños que fueran o fuesen. Es lo que tiene no confundir hoy, como todo necio, valor y precio.
Como un ladrón Te acechan detrás de la puerta. Te tienen tan A su merced Como hojas muertas Que el viento arrastra allá o aquí,
Que te sonríen tristes y Nos hacen que Lloremos cuando Nadie nos ve.
El neofascismo que nos invade por la derecha y su más allá, nos tiene ahora a su merced, obligándonos a tomar medidas de autoprotección para protegernos a nosotros mismos y a los demás, permitiéndonos solo encontrar las pequeñas cosas de cada día, que a veces acechan a través de la puerta. Solo necesitamos autoconvencernos de que con pequeñas soluciones podemos solucionar este gran problema, aunque a veces lloremos cuando nadie nos ve. Recordemos con Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”
Hablando de llanto escondido, he ido a mi biblioteca a buscar un libro para recordar cómo lloraba Antonio Machado en momentos difíciles para este país, de destierro, buscando quizá un consuelo ante tanto dolor ajeno, sin acabar de entender sus soledades, según su hermano José, un gran desconocido en la literatura española. Su lectura me ha dejado siempre vía libre en el terreno de las preguntas. Su título es real como la vida misma, Últimas soledades del poeta Antonio Machado. Recuerdos de su hermano José (1). Cuenta en estas páginas que unos días antes de morir en el pueblo del destierro, le pidió una pequeña cosa, ver el mar: “Esta fue su primera y última salida. Nos encaminamos a la playa. Allí nos sentamos en una de las barcas que reposaban sobre la arena. El sol de mediodía no daba casi calor. Era en ese momento único en que se diría que el cuerpo entierra su sombra bajo los pies. […] Así permaneció absorto, silencioso, ante el constante ir y venir de las olas que, incansables, se agitaban como bajo una maldición que no las dejara reposar. Al cabo de un largo rato de contemplación me dijo señalando a una de las humildes casitas de los pescadores: “Quién pudiera vivir ahí tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación” Y volvió al hotel, sumido en el más profundo silencio. Una soledad acompañada, recordando una idea de su infancia sobre ella: Sí, yo era niño y tú mi compañera. Seguro que en esta soledad sonora recordó el último verso de su retrato con alma: Y cuando llegue el día del último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar. Al leerlo otra vez con el calor que da la impecable dignidad de la que hizo gala siempre, se me han caído unas lágrimas, como le ocurría a María Celeste, el mascarón de proa preferido de Neruda, que lloraba cada vez que el calor del fuego que ardía en la chimenea de su casa, en la Isla Negra, condensaba el vapor en sus ojos de cristal. Porque ante la dignidad y la vergüenza todo llora y nada permanece insensible y quieto.
Solo son las pequeñas cosas que hoy quería contar a mis amados y amadas, a los que señalaba Tagore como especiales e imprescindibles y que a mí me dejan a diario, con señales precisas, un camino de ida y vuelta en un tiempo de espinas y rosas.
(1) Machado, José (1999). Últimas soledades del poeta Antonio Machado. Recuerdos de su hermano José. Madrid: Ediciones de la Torre, pág. 141s.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Richard Strauss (Munich, 1864 – Garmisch-Partenkirchen, 1949) / Lucas Macías Navarro (Valverde del Camino, Huelva, 1978)
Sevilla, 26/VI/2025 – 13:32 (UTC+2)
Anoche asistí al concierto “Gran Sinfónico 12”, que ofreció la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), bajo la dirección excelente del maestro Lucas Macías Navarro (Valverde del Camino, Huelva, 1978), a quien he dedicado varias páginas de reconocimiento artístico en este cuaderno digital, en el que se interpretaron dos obras consagradas en la historia de la música, el Concierto para violonchelo y orquesta, en La menor, Op. 129 (1850) de Robert Schumann (1810-1856) y Una vida de héroe (Ein Heidenleben), poema sinfónico, Op. 40 (1898), de Richard Strauss (1864-1949). En general, el concierto me pareció espléndido, destacando al violonchelista Pablo Ferrández, en la primera de las obras, interpretando pasajes de la misma con su habitual maestría y la perfecta conjunción armónica de la orquesta en la segunda, con una interpretación virtuosa de la violinista concertino, Alexa Farré, en la tercera parte del poema sinfónico de Strauss, La compañera del héroe, dando pleno sentido a una compleja interpretación orquestal de cuarenta minutos ininterrumpidos, para iluminar un poema sinfónico con seis partes perfectamente diferenciadas, El Héroe, Los adversarios del Héroe, La compañera del Héroe, El campo de batalla del Héroe, Las obras de Paz del Héroe, La retirada del mundo y la consumación del Héroe.
Si destaco hoy esta segunda obra, Una vida de héroe, es porque trasciendo lo que Bertolt Brecht enunció en un poema de su obra Elogio a los combatientes, en el que adaptando personalmente el vocablo “hombre” por un lenguaje de género más actual, decía que Hay hombres y [mujeres] que luchan un día y son buenos, otros [y otras] luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los [hombres y mujeres] que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles, donde hacía especial hincapié en la importancia de las personas imprescindibles, a las que agrego hoy “las necesarias” en momentos puntuales de la historia de la humanidad. Digo que lo trasciendo porque agrego a los imprescindibles de hoy, a los héroes o heroínas, ante una situación mundial en la que nos falta el reconocimiento a personas heroicas que necesitamos identificar con urgencia que llevan el sello de heroicidad en tiempos convulsos en la democracia de este país. Héroes y heroínas en múltiples facetas de la vida, pero que en democracia hay que señalar en su acción política de cada día. El Diccionario de Autoridades fijó, limpió y dio esplendor en 1747 a esta palabra, en su extraordinaria obra: “El Varón ilustre y grande, cuyas hazañas le hicieron digno de inmortal fama y memoria. Los Antiguos llamaban assí a los que por sus acciones grandes los tenía el vulgo por deidades, y (como dice Luciano) por un compuesto de Dios y hombre”. Hoy, el Diccionario de la Lengua Española, también de la RAE, ha bajado esta palabra de su pedestal histórico y nos deja una interpretación bastante hermosa en sus dos primeras acepciones: “1. Persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble – 2. Persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes”.
Más allá de las interpretaciones que se han hecho a lo largo de la historia sobre el egocentrismo de Richard Strauss en Una vida de héroe, al tildarse de obra de excesivo culto a su yo para resaltar, sobre todo, su vida en una etapa romántica mundial, es importante rescatar esta figura del héroe y de la heroína, atendiendo curiosamente a las seis partes del poema sinfónico citado, porque es urgente identificar qué significa hoy ser héroes en una sociedad que machaca sistemáticamente al que destaca en algún orden de la vida que no sea el populista a palo seco, no digamos si se le caracteriza como político que nos representa en unas votaciones democráticas. En segundo lugar, es igualmente importante, justo y necesario saber quienes son los adversarios del héroe o heroína, para saber a quienes nos enfrentamos, porque entre silencios cómplices, anonimatos vergonzantes y síndrome de tapados anda el juego, sobre todo en las redes sociales, dado que a muchos adversarios no les gusta que les identifiquemos y nos quedemos con su cara. A continuación, habría que proteger a los familiares directos de estas personas tildadas de héroes o heroínas, a sus compañeros y compañeras de vida, porque se agrega mucho sufrimiento a determinados comportamientos heroicos de personas dignas. Es lo que intuí anoche al escuchar el violín armonioso de la concertino Alexa Farré. A continuación, es importante destacar la importancia de los campos de batalla en los que tiene que sobrevivir como pueden los héroes o heroínas que intentamos ensalzar en estas palabras, porque no todo el mundo está dispuesto a hacer felices a los demás, a través de la política por ejemplo, algo que este país defendió constitucionalmente en el Artículo 13 de la Constitución de 1812, que decía textualmente, El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política, no es otro que el bien estar de los individuos que la componen. Lo decía también José Mujica, expresidente de Uruguay, cuando afirmó que La política es la lucha por la felicidad de todos, frase pronunciada en su discurso de despedida de la presidencia del gobierno uruguayo el 27 de febrero de 2015.
Siguiendo el leit motiv de la obra de Strauss, la cuarta parte de su poema sinfónico hace referencia a Las obras de paz del Héroe, destacando por mi parte que este país no es muy dado a resaltar en vida las obras de paz, encomiables, que en política se desarrollan en una legislatura. Al buen entendedor con pocas palabras basta y así lo expresé en su momento respecto de la legislatura anterior y en la actual, ¿quién niega hoy que la ley de amnistía ha sido una obra de paz en nuestro país, avalada precisamente hoy por el Tribunal Constitucional en los aspectos esenciales de la misma y que también he resaltado en innumerables ocasiones en este cuaderno digital? Así lo afirma el Tribunal Constitucional: «la ley impugnada [por el Partido Popular] responde a un fin legítimo, explícito y razonable”. Por último, comparto plenamente la importancia de saber retirarse a tiempo, para que no se perpetúen los héroes hasta el infinito y su más allá, sabiendo interpretar el sentido de la obra de Strauss, en su sexta parte, La retirada del mundo y la consumación del Héroe. Saber entregar el testigo de la acción heroica a tiempo, es un factor determinante para que la estela de las heroicidades se perpetúe en más personas y el mundo sólo tenga interés si sigue hacia adelante. Lo decía muy bien en 2018 el expresidente uruguayo Jose Mujica, un héroe de pura cepa: «Los mejores dirigentes son aquellos que cuando se van dejan a un conjunto de gente que lo superan ampliamente”.
Estoy encantado y agradecido como ciudadano de a pie por la elección de Lucas Macías Navarro al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS). En el programa oficial de su concierto de ayer, se decía que con las obras que dirigía “la ROSS daba su ilusionada bienvenida a su nuevo director titular, Lucas Macias, en la primera interpretación tras su nombramiento con la que es ya su orquesta y a cuyo podio se incorporara plenamente en septiembre”. Lo escrito anteriormente es una metáfora sobre una obra de Strauss que él dirigió ayer de forma magistral, utilizando como partitura esencial su memoria, su inteligencia musical, dando a cada parte de la obra de Strauss lo suyo, musicalmente hablando, que me ha inspirado al extrapolarlo al momento político actual, convulso y preocupante, tan falto de héroes y heroínas ejemplares, necesarios e imprescindibles también.
Gracias, maestro Macías. Ayer comprendí de nuevo que la música siempre es compañera en la alegría y medicina para el dolor (Musica laetitiae comes, medicina dolorum).
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Fotograma de “Titanic” (1997), con músicos de la Wallace Hartley Band, tocando en momentos trágicos del hundimiento
Sevilla, 22/VI/2025 – 12:46 h (CET+2)
Esta mañana he conocido la decisión alocada de Trump al bombardear Irán, siguiendo la estela de Israel y llevando al mundo a un precipicio bélico de daños incalculables, sin encomendarse a su Congreso y saltándose compromisos internacionales con la ONU. Se veía venir, conociendo su arrogancia política de cuño imperialista.
Salvando las distancias y todo lo que haya que salvar, he recordado inmediatamente el hundimiento del Titanic, hace ya ciento trece años y a su afamada orquesta, la Wallace Hartley Band, para ofrecer divertimento al pasaje y cómo siguió tocando impertérrita hasta el hundimiento total del buque, hecho luctuoso en el que murieron 1.517 personas que iban a bordo, como tripulación y pasajeros. Soy consciente de que el bombardeo de Irán por parte de la aviación de los Estados Unidos, con sus fortalezas aéreas que da miedo describirlas por su poder mortífero, nos deja al borde del precipicio de un conflicto mundial de incalculables daños humanos y materiales. Creo que no hemos tomado conciencia todavía de que este tipo de escaramuzas guerreras las contemplamos como lejanas, a modo de música interpretada por los nuevos músicos de un Titanic imaginario, intentando seguir viviendo como si no pasara nada, a pesar de los avisos continuos de que el mundo se derrumba y nos coge distraídos en intereses mezquinos. Y lo que tengo claro, mirando de frente a los nuevos músicos de ese nuevo Titanic imaginario es que todos no vamos en el mismo barco y que no nos da igual lo que está pasando en Irán, Gaza o Ucrania, por señalar algo muy concreto. Bastaría una locura de Putin o una respuesta de Israel alocada, con su gran aliado, Donald Trump, para que la gran nave mundial se hunda con música de fondo siguiendo la estela del Titanic.
Creo que ha llegado el momento de reafirmarse en la elección del barco en el que va cada uno por la vida, porque si algo tengo claro es que todos no vamos en el mismo. En el mío, una patera, no cabe músico alguno para entretenerme hasta su hundimiento por la desazón de la vida, fundamentalmente porque su gobierno depende de mi cuaderno de derrota, en lenguaje marino, de mi responsabilidad ética en el cada día de la vida.
En 2016 escribí un artículo bajo el título En el mismo barco, en el que explicaba que en noviembre de ese año se había estrenado un documental,In the same boat (En el mismo barco), que resumía en su título una idea muy brillante del sociólogo Zygmunt Bauman: “ya estamos todos en el mismo barco, pero lo que nos falta son los remos y los motores que puedan llevar este barco en la dirección correcta”. Se refería al ecosistema social de escala mundial en el que navegamos en estos momentos casi hacia ninguna parte: “En tiempo de crisis siempre se ha dicho que no es conveniente hacer mudanzas, pero no estoy de acuerdo con este aserto ignaciano en situaciones tan dramáticas como las que se están experimentando a nivel mundial, con un impacto importante en este país, aunque se quiera ocultar casi a diario. Estamos viviendo en un mundo con una clamorosa ausencia de valores y, sobre todo, de ética, tal y como lo aprendí de un maestro en el pleno sentido de la palabra, el profesor López Aranguren, cuando la definía como el «suelo firme de la existencia o la razón que justifica todos los actos humanos», que tantas veces he abordado en este blog”.
Dije también que ante el contexto actual mundial, con la crisis de la pandemia que sobrevolaba sobre nuestras vidas y que tan rápidamente hemos olvidado, “estas razones nos obligan a dejar los supuestos puertos seguros y comenzar a navegar para intentar descubrir islas desconocidas que nos permitan nuevas formas de ser y estar en el mundo. Lo contrario es obvio y se ve venir porque navegamos en mares procelosos de corrupción y desencanto, en los que cunde el mal ejemplo de abandonar el barco metafórico de la dignidad, con la tentación de que el mundo se pare para bajarnos o arrojarnos directamente al otro mar de la presunta tranquilidad y seguridad existencial. Se constata a veces, en esa situación, que falta ya mar para acoger a todos los que se tiran a él. Lo que verdaderamente me enerva es contemplar cómo se suelen liquidar estas situaciones tan transcendentales con la consabida frase de que “todos vamos en el mismo barco” y eso no es así ni lo admito con carácter general, porque todos no somos iguales: unos van en magníficos yates y otros, la mayoría, en pateras”.
Me reitero en algo de lo que estoy muy convencido: es probable que a este barco ético y esperanzador no suban nunca quienes no están interesados en que el mundo mejore, porque los poderes fácticos que dirigen y protegen la maquinaria de la guerra en cualquier lugar del mundo, el terrorismo de cualquier cuño, así como los vestidos de negro, deciden desde hace ya mucho tiempo el funcionamiento y los altibajos del ecosistema económico y financiero mundial, desde una torre en Manhattan, a través de portátiles y teléfonos inteligentes. Ellos viajan en barcos privados, en cruceros del mal, que no surcan nunca estos mares, para ellos procelosos, contratando incluso a orquestas que los entretienen hasta el final de sus días. Lo que detesto también es el abandono de la lucha en situaciones difíciles, como las que estamos atravesando ahora, en las que aquellos que estaban a veces con los que deseamos estos cambios urgentes en las políticas mundiales, europeas y nacionales, se arrojan a un mar en el que cada vez hay menos sitio, porque dicen que esto no tiene remedio. Lo paradójico es que cuando se avance en la búsqueda de soluciones surcando mares diferentes que posibiliten otro mundo mejor, falte ya sitio o barco, según se mire, para recoger a los que en tiempos revueltos se tiraron al mar porque nunca quisieron buscar otras alternativas a este mundo que no nos gusta. El resultado es este aforismo personal:
1. A veces, falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco… 2. A veces, falta barco para recoger a todos los que se tiran a ese mar…
Mientras, los músicos del nuevo Titanic imaginario, dirigidos por el “maestro” Trump, seguirán tocando para este mundo al revés como si no pasara nada.
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