Ayer volví a leer en un espejo de un restaurante tetuaní de esta ciudad, escritos a mano y con el color rojo de sangre, unos versos de Mahmud Darwish, un poeta palestino que descubrí hace ya muchos años y que han resonado en mi mente de una forma especial, en el contexto terrible de lo que está sucediendo en Gaza. Pertenecen al poema A mi madre (1), que reproduzco a continuación con una traducción excelente del árabe de Luz Gómez García, en los que se intuye que Darwish amplifica el amor a su madre tierra también, Palestina:
Añoro el pan de mi madre, el café de mi madre, las caricias de mi madre… Día tras día en mí crece la infancia y amo mi vida, pues de morir me avergonzarían las lágrimas de mi madre.
Haz de mí, si vuelvo un día, chal para tus pestañas, cubre mis huesos con hierba bautizada por tus puros talones, átame con un mechón de tus cabellos… con una hebra del bordado de tu vestido… Puede que me convierta en un dios, que en un dios me convierta si toco el fondo de tu corazón.
Ponme, si es que regreso, como leña en la lumbre de tu fuego, como cuerda de tender en la azotea de casa, porque no puedo levantarme sin tu oración de cada día. He envejecido, devuélveme las estrellas de la infancia para que comparta con los pájaros más pequeños la senda del regreso al nido en que aguardas.
También he recordado hoy las palabras que Juan Goytisolo pronunció en el acto celebrado en 2011 en la Universidad de Birzeit, en Ramala, en el que recibió el premio Darwish, que suenan ahora con más fuerza que nunca ante el genocidio actual en Gaza: “Con una dignidad admirable, Darwish nos dice que “recordar el genocidio nazi es un deber que no incumbe tan solo a los judíos. Todos los pueblos cuya conciencia permanece viva y todos los amigos de la libertad comparten la memoria de las víctimas del nazismo y la tienen presente en sus espíritus” (…) En efecto: la poesía de Darwish se dirige también a los israelíes con sentido de la justicia –que, aunque minoritarios, existen— para recordarles que el horror del Holocausto no justifica la permanente humillación a la que someten a los palestinos que viven en su propia tierra bajo un régimen de apartheid que vulnera todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y las leyes internacionales establecidas en su Texto Fundacional […] Darwish fue la voz capaz de expresar lúcidamente y con palabras bellas y precisas la brutalidad del ocupante y la deslealtad de aquellos que abandonaron el proyecto de democratización de las sociedades árabes, que usaron la derrota de su supuesta santa causa para satisfacer sus deseos de poder y de ajustar cuentas con sus rivales. […] Hay que leer y releer a Darwish para no perder la esperanza. La Palestina que le fue arrebatada en la infancia no es un paraíso perdido sino realizable y abierto por tanto hacia el porvenir. Esta fe obstinada de Ulises en un futuro siempre posible confiere a sus poemas esa lucidez, fruto de una visión histórica serena y exenta de odio: una emoción y dolor que, por lo remansados y sobrios, se alzan sobre las vicisitudes dramáticas del momento y asumen misteriosamente el fulgor de la profecía”.
Recuerdo finalmente, también, a Gabriel Celaya, cuando nos enseñó en La poesía es un arma cargada de futuro (1955), su clave poética para transformar este mundo al revés, tan manifiesta en Gaza, pero tan lejos de los silencios cómplices y de la equidistancia política actual:
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
El que tenga oídos que oiga. El que quiera entender que entienda. El que quiera leer…, que lea la obra extraordinaria de Darwish. Estará más cerca de Palestina que nunca.
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Mi escritura es circular y quien frecuenta estas páginas sabe de mi aprecio por el poeta Ángel González. Estas palabras que siguen las escribo cada año y siguen manteniendo su valor cuando se acerca el otoño de 2025. Confieso que lo vivo de forma especial al recordarlo hoy de nuevo con emoción y conciencia de clase humana y solidaria con “los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados”, reconociendo que fue Eduardo Galeano quien los identificó como nadie para que marcaran mi vida olvidando nuestro olvido hacia ellos.Hoy, son los gazatíes inocentes que mueren a diario, los que representan estos nadies.
Los recuerdo en este otoño porque estamos obligatoriamente obligados a “otoñar”, que es soñar de una forma diferente, para no perder para siempre ángeles que necesita el mundo, este país, como son la luz, el fuego y la vida, que cuiden de ellos, de nosotros, de todos, sin dejar a nadie, a los nadies, hoy al pueblo gazatí, atrás.
Cuando el lunes próximo, a las 20 horas y 19 minutos en horario peninsular (19:19 en Canarias), se igualen el día y la noche en el hemisferio norte, en una ceremonia temporal y puntual que nunca falla y que los sabios del lugar llaman equinoccio de otoño (aequinoctium, aequus nocte, «noche igual»), las personas a las que nos gusta otoñar sentiremos una especie de aviso, porque también se puede humanizar este tiempo y su momento si somos capaces de aprehenderlo en su justo sentido. Por ejemplo, acudir prestos a compartir esta estación con el poeta Ángel González, aunque en mi caso él me acompaña siempre a lo largo del año y sus otras estaciones, siendo consciente de que estamos saliendo hoy de un verano obstinado en perpetuarse, / cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Entrando en mi clínica del alma, mi biblioteca, vuelvo a leer en las horas preparatorias del nuevo equinoccio de otoño sus poemas dedicados a los Otoños, en plural, porque existen millones de otoños, los que vive cada ser humano a su forma y manera: mi otoño, tu otoño, su otoño, nuestro otoño, vuestro otoño, el otoño de ellos, de ellas…, el otoñar de todos. De todas formas, los otoños de González me inspiran otra forma de comprender la vida y me gusta compartirlo para hacer más llevadero ese ser y estar en el mundo de todos y cada uno, otoñando la vida. Comienza su entrega de sentimientos y emociones con un poema precioso, El otoño se acerca, que vuelvo a compartir hoy:
El otoño se acerca con muy poco ruido: apagadas cigarras, unos grillos apenas, defienden el reducto de un verano obstinado en perpetuarse, cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada, pero un silencio súbito ilumina el prodigio: ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.
Lo he manifestado en otoños anteriores y hoy, vuelvo a buscar el ángel que se llamaba luz, fuego, o vida, y no lo encuentro, rodeado de malas noticias por todas partes, en un país con desasosiego permanente desde hace ya varios años, en este otoño tan especial que sigue entrando con el ruido de los malos augurios de desastres climatológicos, guerras y economía maltrecha, estando obligatoriamente obligados a entenderlo. Al menos, podemos encontrar un ángel, en medio de tantos demonios, de apellido González. Lo agradezco una vez más, porque necesitamos momentos amables en esta azarosa vida, en este otoño en el que también estamos obligatoriamente obligados a otoñar, que es soñar de una forma diferente, para no perder para siempre ángeles que necesita este país, que necesitamos todos, con nombres preciosos y que hoy día tienen más valor que nunca: luz, fuego y vida.
Gracias, Ángel González, un otoño más, porque sé que te llamas así por los solsticios y equinoccios que alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de tu carne trepando por los siglos y los huesos (1). No te olvido.
(1) González, Ángel. Para que yo me llame Ángel González, en Áspero mundo, 1956. Madrid: Rialp.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Quizás sea una de las razones profundas de mi aversión a las novelas, porque me puede la realidad de los ensayos, ficción versus realidad científica a veces, o viceversa aunque, alguna vez, me ha pasado al leerlas lo que el poeta Ángel González, tan recordado estos días por la celebración del centenario de su nacimiento, describió maravillosamente en un poema, La verdad de la mentira, que figura en su obra póstumaNada grave:
Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas, y una voz cariñosa le susurró al oído: —¿Por qué lloras, si todo en este libro es de mentira? Y él respondió: —Lo sé; pero lo que yo siento es de verdad.
Cuando he conocido los datos del último barómetro del instituto 40dB, publicados ayer en el diario El País, en los que se reflejaba el avance real y objetivo de intención de voto a favor de la ultraderecha, con una subida espectacular, he pensado en este poema de Ángel González y he comprendido que tenía razón, que para muchas personas que se afilian, votan o confían en la derecha extrema y ultraderecha sienten como verdad lo que no es más que mentiras, sobre los inmigrantes, por ejemplo, negando sistemáticamente el cambio climático, la violencia de género, el estado de derecho, la Constitución, la legitimidad del gobierno actual, así como el negacionismo absoluto de todo lo que se califica como progresista y democrático en este país tan dual y cainita. El problema real es que se creen estas mentiras y todo lo que dicen la derecha extrema y la ultraderecha, lo sienten como verdad absoluta. Eso es lo que les basta, en pleno ocaso de la democracia mundial y de nuestro país.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Ángel González, El futuro, en Sin esperanza con convencimiento, III, 1961.
Sevilla, 6/IX/2025 – 09:15 h (CET+2)
Se celebra hoy el centenario del nacimiento del poeta Ángel González, en Oviedo, el 6 de septiembre de 1925, figura clave de la Generación del 50, un día muy importante en su azarosa vida, que nos dejó escrito un poema para la posteridad, Para que yo me llame Ángel González…, en su obra Áspero mundo (1956):
Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de mi carne trepando por los siglos y los huesos. De su pasaje lento y doloroso de su huida hasta el fin, sobreviviendo naufragios, aferrándose al último suspiro de los muertos, yo no soy más que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aquí, tan sólo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento…
Se refleja en estas palabras su lucha interior por encontrar sentido a la vida, un hilo conductor que subyace en toda su obra poética, tantas veces recordada en este cuaderno digital. Son 26 versos a modo de retrato existencial de una persona que cohabita un áspero mundo, inhóspito a todas luces, sin creencias en un más allá, aunque el más acá tampoco le aclarara, algunas veces, nada.
He entrado en mi biblioteca, mi clínica del alma, para reencontrarme con una novela biográfica sobre Ángel González, Mañana no será lo que Dios quiera, escrita por Luis Garcia Montero, porque recordaba que uno de sus capítulos, La carpeta azul, “muy descolorida”, lo dedicaba en su fondo y forma a analizar la trastienda biográfica que justificaba esa alusión tan personalizada de su nombre por parte del poeta: “Cuando Ángel González sube con paso lento a un escenario para leer sus poemas, tose, se mete en la boca un caramelo de menta que no engaña a sus pulmones de fumador, vuelve a toser, da las gracias al público asistente y comienza con unos versos de su primer libro, «Áspero Mundo» (1956). Es, dice el poeta, algo así como su sintonía oficial”. Se refiere, obviamente, a su poema Para que yo me llame Ángel González, porqueen él se sustancia la compleja intrahistoria de su infancia y juventud. Su vida y obra se resumen perfectamente en un oxímoron del poema: fue el éxito de todos los fracasos. Recordarlo hoy es una obligación ética por mi parte, respetando la memoria histórica y democrática de este país, de un poeta de profunda reflexión existencial, golpeado por la guerra civil y sus terribles daños colaterales, un poeta que hizo de sus poemas un arma cargada de presente y futuro, recordando a Gabriel Celaya.
Las palabras de Luis Garcia Montero en la obra citada, tan próxima a Ángel González, retratan de forma asombrosa a la persona de secreto, algunas veces la de todos, un perfil que hoy celebro recordar en este centenario: “Detrás de la barba de Ángel González, se esconde la imprudencia más precavida que pueda conocerse. Los acontecimientos de la historia lo sorprendieron desde muy pronto en lugares propicios a las grandes borrascas o a las sequías aniquiladoras. Por voluntad o por fortuna, otros individuos pasan su vida en zonas templadas, amparados por la caridad de unos elementos atmosféricos que se comportan como perros falderos. La buena lluvia, el sol suave, la brisa primaveral facilitan mucho las rutinas de la existencia. Ladran alguna vez, pero no muerden. La cuestión es que Ángel prefiere los gatos a los perros, y desde muy niño se acostumbró a que la historia se encontrara con él a la intemperie. Mientras saltaba por los árboles, las tapias y los tejados de su barrio, el viento frío del norte arrastró nubes oscuras, ramas quebradas, papeles de periódico con noticias alarmantes, revoluciones, golpes de Estado, guerras, victorias y derrotas, descargas de fusiles, tiros de gracia y horas de silencio conmovido”.
No olvido a Ángel González y reconozco que necesito leerlo detenidamente para comprenderlo. Cien años no son nada cuando leo, emocionado y agradecido, unas palabras del poeta que me acompañan a lo largo de mi vida:
Donde pongo la vida pongo el fuego De mi pasión volcada y sin salida. Donde pongo el amor, toco la herida. Donde dejo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego Vuelvo a empezar sin vida, otra partida. Perdida la de ayer, la de hoy perdida, No me doy por vencido, y sigo, y juego.
Lo que me queda: un resto de esperanza. Al siempre va. Mantengo mi postura. Si sale nunca la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza. Pero nunca o amor, la fe segura: Jamás o llanto, pero mi fe es fuerte.
NOTA: el vídeo de cabecera se ha recuperado hoy de L’Associació Col·legial d’Escriptors de Catalunya (ACEC).
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898 – fusilado en el camino de Víznar a Alfacar, Granada, 1936)
Si se calla el cantor calla la vida Porque la vida, la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor, muere de espanto La esperanza, la luz y la alegría.
Horacio Guarany, Si se calla el cantor, 1972
Sevilla, 30/VIII/2025 – 13:06 h (CET+2)
Federico García Lorca no calla hoy con sus “cantos nuevos” para este mes de agosto. Comencé este mes recordando a poetas que nos han dejado mensajes extraordinarios vinculados a este mes que finaliza mañana: Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Miguel Hernández y Luis Cernuda, porque estoy convencido de que la palabra envuelta en poesía, puede ayudar a transformar la forma que tenemos de vivir día a día en este loco mundo al revés. Utilidad de lo aparentemente inútil, de interés general, que diría Nuccio Ordine. O comprender junto a Gabriel Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”. Por esta razón, recuerdo en estas horas finales del mes dedicado al emperador Augusto, a un poeta que cuida mi alma de secreto, como tantas veces me sucede. Verán. En Vega de Zujaira, pedanía de Pinos Puente (Granada), Federico García Lorca escribió un poema, Cantos nuevos, en agosto de 1920, con tan sólo veinte años, que vuelvo a leer hoy de nuevo (lo hago frecuentemente) para encontrar sentido a un presente y futuro inmediato, muy complejos en el país:
Agosto de 1920
(Vega de Zujaira)
Dice la tarde: ¡tengo sed de sombra! . Dice la luna: yo, sed de luceros . La fuente cristalina pide labios y suspiros el viento.
Yo tengo sed de aromas y de risas. Sed de cantares nuevos sin lunas y sin lirios, y sin amores muertos.
Un cantar de mañana que estremezca a los remansos quietos del porvenir. Y llene de esperanza sus ondas y sus cienos.
Cantar sin carne lírica que llene de risas el silencio. (Una bandada de palomas ciegas lanzadas al misterio).
Un cantar luminoso y reposado, pleno de pensamiento, virginal de tristeza y de angustias y virginal de ensueños.
Cantar que vaya al alma de las cosas y al alma de los vientos y que descanse al fin en la alegría del corazón eterno.
De este poema, analizo una vez más lo que para mí es lo mejor, para quedarme con ello, porque “tengo sed”, como le ocurría al poeta querido, de un cantar de mañana que estremezca / a los remansos quietos / del porvenir. Y llene de esperanza / sus ondas y sus cienos. / Un cantar luminoso y reposado, / pleno de pensamiento, / virginal de tristeza y de angustias / y virginal de ensueños. Lo manifiesto así porque estamos en un momento político en el país muy especial, extremadamente complejo, que necesita una respuesta convincente para todas las personas que conformamos el “pueblo español”, donde radica la soberanía según la Constitución, sin excepción alguna, pero sobre todo para quienes cuidamos nuestro voto día a día para avanzar en progreso democrático y en un entorno de libertades, buscando siempre el blindaje político del Estado de Bienestar en beneficio del interés general.
Me gustaría y sueño con ello que, quedándonos con el mensaje positivo de García Lorca, nos enfrentáramos a un nuevo horizonte político a partir del próximo mes, menos polarizado y con más visión de Estado por parte de los partidos en liza, que se calme la permanente confrontación política y que se cuide la convivencia ciudadana, que nos permita como país y recordando también a Salvador Allende, seguir paseando por alamedas de igualdad, libertad y justicia, que vaya al alma de las cosas y al alma de los vientos, para que podamos, más pronto que tarde, descansar al fin en la alegría del corazón eterno.
Al fin y al cabo, es lo que nos recuerda Federico García Lorca en su cantar de agosto que, para mí, sigue siendo de una novedad y urgencia extrema: Un cantar de mañana que estremezca / a los remansos quietos / del porvenir. Y llene de esperanza / sus ondas y sus cienos. Gracias, también, por recordarnos hoy en las postrimerías de este mes, que lo importante es ir al alma de las cosas y al alma de los vientos.
Mercedes Sosa (cantora) – Horacio Guarany (letra), Si se calla el cantor
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Luis Cernuda Bidón (Sevilla, 1902-Ciudad de México, 1963)
Sevilla, 18/VIII/2025 – 09:14 h (CET+2)
En tiempos de olvidos clamorosos de la memoria histórica y democrática de este país, conocí el pasado mayo un poema de Luis Cernuda a través de una entrevista realizada a Antonio Muñoz Molina en el diario El País, con motivo de la publicación de su última obra, El verano de Cervantes. En ella, a la pregunta del entrevistador, Jordi Amat, sobre cuál es hoy la relación vivencial de Muñoz Molina con ese mundo [rural] desaparecido en el que creció el autor, él contesta: “Tú tienes un núcleo de experiencia del que emana todo lo que eres y desde el que miras el mundo. En mi caso ese núcleo es haber transitado de un mundo cerrado, que parecía intemporal y donde parecía que nada podía ser de otro modo, a otro mundo distinto, a un mundo urbano, en el que gracias a los azares y las becas pude hacer el bachillerato, ir a la universidad… Como he vivido el progreso, duele más el retroceso. Porque sé, como sabe la gente de mi generación, que lo que ahora se da por supuesto, antes no existía. Ni Europa, ni la democracia ni el agua corriente. Hay un deber cívico en decirlo, “recuérdalo tú y recuérdalo a los otros”, como decía Cernuda”.
La frase de Cernuda se clavó en mi alma y ha llegado el día de recordarla a otros, tal como lo escribió mi paisano en 1961 (1), una vez recordados y localizados el texto y contexto en el que se escribió este verso, recuérdalo tú, recuérdalo a otros, abriendo un poema que me ha sobrecogido al volver a leerlo. Figura “en el Memorial a las víctimas de la Guerra Civil y la Posguerra, en el cementerio de Torrero (Zaragoza), que recuerda a las víctimas del franquismo y, en especial, a las 3.543 personas que fueron ejecutadasdurante la Guerra Civil y la posguerra en la tapia trasera del cementerio, junto a lo que hoy es el mausoleo de Joaquín Costa, y cuyos restos fueron encontrados en dos grandes fosas comunes en 1979, escondidos y olvidados durante más de cuatro décadas […] Este poema nace en 1961 tras el encuentro del escritor con uno de los brigadistas que vino a España a luchar en 1936 para defender la democracia y la libertad. El poema es un homenaje a todos aquellos que luchan por un ideal, un canto en defensa de la dignidad del hombre y un recordatorio de que solo la memoria del pasado, frente al olvido y la mentira, nos hará seguir avanzando” (2).
1936
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, cuando asqueados de la bajeza humana, cuando iracundos de la dureza humana: este hombre solo, este acto solo, esta fe sola. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
En 1961 y en ciudad extraña, más de un cuarto de siglo después. Trivial la circunstancia, forzado tú a pública lectura, por ella con aquel hombre conversaste: un antiguo soldado en la Brigada Lincoln.
Veinticinco años hace, este hombre, sin conocer tu tierra, para él lejana y extraña toda, escogió ir a ella y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida, juzgando que la causa allá puesta al tablero entonces, digna era de luchar por la fe que su vida llenaba.
Que aquella causa aparezca perdida, nada importa; Que tantos otros, pretendiendo fe en ella sólo atendieran a ellos mismos, importa menos. Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece como en aquellos días: noble y tan digna de luchar por ella. Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido a través de los años, la derrota, cuando todo parece traicionarla. Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, compañero, gracias por el ejemplo. Gracias por que me dices que el hombre es noble. Nada importa que tan pocos lo sean: uno, uno tan sólo basta como testigo irrefutable de toda la nobleza humana.
Creo que con esta publicación cumplo el deseo expresado por Cernuda al escribir este poema sobrecogedor, recordando hechos que se deben conocer para procurar que no se repitan, en días actuales en los que la derecha extrema y asociados, cómplices vergonzantes de silencios y proclamas de corte fascista, hacen lo indecible por borrar páginas, yo diría, por arrancar hojas de un libro todavía incompleto de lo que ocurrió en aquellos años de guerra y posguerra. Un ejemplo de recuerdo honesto de lo ocurrido, es conocer que el memorial en el que aparece el poema de Cernuda “se erigió para dar cumplimiento al Acuerdo Plenario de 25 de septiembre de 2009 [del Ayuntamiento de Zaragoza] en el que, por unanimidad de todos los grupos políticos, se acordó honrar la memoria de las víctimas del franquismo, tras el tiempo de olvido transcurrido desde julio de 1936 hasta nuestros días” (3). Destaco que fue un acuerdo por unanimidad. ¡Qué difícil es llevar a cabo este tipo de acuerdos políticos en nuestros días de ocaso de la democracia en nuestro país! De ahí, mi voluntad de recordarloy hacer llegar este recuerdo a otros, cumpliendo la voluntad expresada por mi paisano, Luis Cernuda.
(1) Cernuda, Luis, La realidad y el deseo, 1924-1962 – XI – Desolación de la quimera, en Poesía completa, Volumen I, Madrid: Siruela, 1993.
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Mañana he decidido ir adelante, / y avanzaré, / mañana me dispongo a estar contento, / mañana te amaré, mañana y tarde, /mañana no será lo que Dios quiera.
Ángel González, en Porvenir
Sevilla, 16/VIII/2025 – 10:00 h (CET+2)
Muchas personas experimentan estos días del ecuador de agosto, del verano, el sinsabor de unas vacaciones o días de asueto que acaban porque, afortunadamente, forman parte del privilegiado club de las que pueden disfrutarlas, no siendo una realidad social al alcance de todos los habitantes de nuestro país, con datos alarmantes de pobreza extrema y exclusión social. Les preocupa el Día Después.
Cuando lo festivo acaba, viene el día después personal y el de donde vivimos, junto a las personas que queremos, respetamos y defendemos en democracia, por los que muchas personas luchamos y pervivimos para la libertad de todos. Lo aprendí de Miguel Hernández. Los que estamos acostumbrados a vivir en un casi permanente carpe diem, nos cuesta aceptar el principio de realidad del Porvenir, el Futuro y el Día Después, de los días de hoy y de después, que son muchos. Acostumbrados a que todo fluya y casi nada permanezca y a aceptar que el mundo líquido (Zygmunt Bauman, Modernidad líquida), al igual que el tiempo, sigue o huye (tempus fugit) por donde puede o le dejan las circunstancias, ofrece también muchas posibilidades de aprehender lo mejor de lo que nos sucede a diario y que forma parte de nuestra personalidad. Fundamentalmente, porque no es fácil que mediante nuestro esfuerzo nos acostumbremos a ver, cada día, el vaso medio lleno de todo lo que nos ocurre de forma personal e intransferible, no medio vacío, que también es posible, sobre todo a nivel de sentimientos y emociones. Es lo que aprendí de Rafael Alberti en mis años jóvenes, cuando comparaba pensamiento y sentimiento;en un poema precioso que no olvido: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón más que el viento. / El verso sin él no es nada. / Sólo verso.
Para empezar, confieso que aprendí del poeta Ángel González a distinguir el futuro del porvenir, porque él entendía que al porvenir lo llaman así “porque no viene nunca” (1), cuestión no baladí en estos tiempos tan convulsos y de continuas mudanzas, incluso las del alma: Te llaman porvenir / porque no vienes nunca. / Te llaman: porvenir, / y esperan que tú llegues / como un animal manso / a comer en su mano. / Pero tú permaneces / más allá de las horas, / agazapado no se sabe dónde. / … Mañana! / Y mañana será otro día tranquilo / un día como hoy, jueves o martes, / cualquier cosa y no eso / que esperamos aún, todavía, siempre.
Sin embargo, inmediatamente después escribe sobre el futuro, en Sin esperanza, con convencimiento (III), dándonos la oportunidad de descubrir sus bondades a pesar de estar inmersos, muchas veces, en un porvenir perpetuo:
Pero el futuro es diferente al porvenir que se adivina lejos, terreno mágico, dilatada esfera que el largo brazo del deseo roza, bola brillante que los ojos sueñan, compartida estancia de la esperanza y de la decepción, oscura patria de la ilusión y el llanto que los astros predicen y el corazón espera y siempre, siempre, siempre está distante.
Pero el futuro es otra cosa, pienso: tiempo de verbo en marcha, acción, combate, movimiento buscado hacia la vida, quilla de barco que golpea el agua y se esfuerza en abrir entre las olas la brecha exacta que el timón ordena.
En esa línea estoy, en esa honda trayectoria de lucha y agonía, contenido en el túnel o trinchera que con mis manos abro, cierro, o dejo, obedeciendo al corazón, que manda, empuja, determina, exige, busca.
¡Futuro mío…! Corazón lejano que lo dictaste ayer: no te avergüences. Hoy es el resultado de tu sangre, dolor que reconozco, luz que admito, sufrimiento que asumo, amor que intento.
Pero nada es aún definitivo. Mañana he decidido ir adelante, y avanzaré, mañana me dispongo a estar contento, mañana te amaré, mañana y tarde, mañana no será lo que Dios quiera.
Mañana gris, o luminosa, o fría, que unas manos modelan en el viento, que unos puños dibujan en el aire.
Sobran interpretaciones. A mí me ha ayudado a distinguir porvenir de futuro y sigo dispuesto a frecuentarlo, a pesar de todo, siguiendo las instrucciones del Dr. Cardoso, médico de la clínica talasoterápica de Parede, cerca de Lisboa, a Pereira, en aquella recomendación que leí hace ya muchos años en Sostiene Pereira, una obra extraordinaria de Antonio Tabucchi, que no olvido: “… deje ya de frecuentar el pasado, frecuente el futuro. ¡Qué expresión más hermosa!, dijo Pereira”. Porque el futuro lo veo claro con esta actitud, Mañana he decidido ir adelante, / y avanzaré, / mañana me dispongo a estar contento, / mañana te amaré, mañana / y tarde, / mañana no será lo que Dios quiera. Ni un porvenir que nunca llega.
Mario Benedetti
Avanzando en el arduo camino de la vida, con su porvenir y futuro dentro, pienso también en el después al que cantó Benedetti, en su Después, tal y como lo explicó espléndidamente en un poema inédito publicado dos años después de su fallecimiento, El Después, formando parte de un conjunto de poemas seleccionados por el autor en los últimos años de su vida: “El Después nos espera / con las brasas y los brazos abiertos / ah pero mientras tanto / vemos pasar con su cadencia/ la muerte meridiana de los otros / los más queridos y los no queridos”. Reconozco que Benedetti me ha ayudado también en este cuaderno a comprender mejor el Buzón de tiempo: decía Cicerón que en algún momento hay que decir las cosas tal y como son, a pesar de que se demuestre siempre que cuando las personas están ausentes se puede escribir mejor, porque las cartas no se ruborizan, las personas sí. Es uno de los tres epígrafes de su libro, Buzón de tiempo: En el buzón del tiempo hay alegrías / que nadie va a exigir / que nadie nunca reclamará / y acabarán marchitas añorando el sabor de la intemperie / y sin embargo del buzón del tiempo / saldrán de pronto cartas volanderas / dispuestas a afincarse en algún sueño / donde aguarden los sustos del azar.
Asimismo, aprendí a comprender las esperas, en Testigo de uno mismo, un soneto del pensamiento, precioso, que leyéndolo de nuevo me ha pre-ocupado (así, con guion), sobre todo por la segunda estrofa: sin pensar uno ahorra desalientos / porque no espera nada en cada espera / si uno no piensa no se desespera / ni pregunta por dónde van los vientos. Cuando preguntamos a nuestro alrededor ¿cómo va la cosa?, sobre todo cuando nos comprometemos en el carpe diem existencial y vemos los resultados en los días de después, lo habitual es que te respondan siempre ¿no lo ves? ¡fatal! Y la cosa es un constructo universal que tiene nombres y apellidos de casi todo lo que se mueve. De ahí al conformismo más activo solo hay un paso. No hay pensamiento, aliento, espera, ni preguntas para saber por dónde va la cosa de los vientos del Sur, que también existe y… resiste. Gracias, Benedetti.
También aprendí de Benedetti a medir bien las pausas que se viven a flor de piel cada Día Después, a tener siempre sentido de la medida, flor que no suele adornar nuestras relaciones de todo tipo, porque él supo poner hermosura a la vertiente más triste de la vida y nos ofreció una forma de entender las necesarias pausas en el caminar diario personal, familiar, profesional y social: De vez en cuando hay que hacer una pausa / contemplarse a sí mismo / sin la fruición cotidiana / examinar el pasado / rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades. También, a querer siempre sin mirar atrás: Te quiero como para leerte cada noche, como mi libro favorito quiero leerte, línea tras línea, letra por letra, espacio por espacio.
Cuando en los Días Después de cada pronunciamiento en este cuaderno digital, pienso en qué efectos puede tener en la Noosfera lo que escribo y publico, también acudo a Benedetti para recordar los matices revolucionarios en su intrahistoria, leyendo un texto precioso y lleno de contenido proactivo, Revolución y participación, en su obra Terremoto y después: “La imaginación popular corre junto con los hechos, casi podemos decir que los hechos mismos son imaginativos, porque los hechos, mucho más que las palabras, son los que van abriendo caminos nuevos; los hechos empecinados y tenaces, fueron siempre y son ahora, la vanguardia de una transformación profunda. Las palabras vienen siempre detrás para explicarnos; incluso para explicar por qué se olvidaron de anunciarlos”. Impecable.
En romanpaladino (Quiero fer una prosa en román paladino en el qual suele el pueblo fablar a su veçino…, Gonzalo de Berceo), hechos son amores en vida y no buenas razones. Avanzando en el arduo camino de la vida, pienso mucho en el después, en su Después, en las incertidumbre diarias que tienen siempre su continuidad en el Día Después, porque sólo esperamos / que alguien nos sueñe sin puñales / de todos modos preparamos / la boca por si vuela un beso / y si no vuela siempre queda / uno que emerge del olvido…
En este mes de agosto, en un compás de espera político preocupante por el ocaso de la democracia en nuestro país, me pre-ocupan [sic] el Porvenir, el Futuro y cada Día Después. Sobre todo, porque en mi soledad sonora busco arroparme con las palabras de Ángel González: Pero nada es aún definitivo. / Mañana he decidido ir adelante, / y avanzaré, / mañana me dispongo a estar contento, / mañana te amaré, mañana y tarde, /mañana no será lo que Dios quiera. Sin lugar a dudas, con esta actitud podemos descubrir el mejor Día Después.
(1) González, Ángel, Palabra sobre palabra, 2018. Barcelona: Planeta (Seix Barral).
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CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Cuando arde España, algo nuestro se quema. Viendo las terribles imágenes de estos días sobre la realidad trágica del fuego que se extiende por todo el país, en una auténtica emergencia nacional, de Estado, he recordado un artículo que dediqué en 2017 a esta realidad recurrente en cada verano y que cada año se recrudece más por el cambio climático, a pesar del negacionismo existente en relación con estos acontecimientos.
Por este motivo, vuelvo a publicar el artículo citado, que dediqué a esta dramática situación en Galicia, que este verano ha vuelto a reproducirse con extraña violencia en Ourense, porque su significado profundo sigue tan vivo como entonces, con una media en estos días de treinta incendios diarios en esa Comunidad, así como en otros territorios del país, demostrando que el cambio climático es una realidad por las altas temperaturas que favorecen los fuegos, unido a falta de mantenimiento preventivo forestal, problemas laborales del personal especializado, así como a la acción perversa de los pirómanos, que por desgracia existen.
El fuego, dondequiera que ocurra, es “una sombra negra que nos asombra”, en palabras sabias y certeras de Rosalía de Castro.No lo olvido.
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Fuegos, ¡nunca más!
Las imágenes de Galicia ardiendo me han turbado. Cuando Galicia se quema, algo de nuestra alma se quema. No es un eslogan sino una realidad. Solo hace dos meses que he visitado esa Comunidad, iluminada por la luna, Luar na Galiza (Resplandor de la luna en Galicia), tal y como la he imaginado siempre. Quise conocer otra tierra gallega, no la que se aprecia cuando solo eres volantista, tal y como llama Manuel Rivas a los conductores que visitan Galicia en coche y no pueden contemplarla a un lado y a otro de su campo de visión, de su belleza natural y verde constancia que la invade por todas partes. Es verdad, me pasó a mí en esos días por la red de carreteras de Galicia, porque cuando iba preocupado por su trazado, un stop o un cambio de sentido, no podía apreciar bien los cruceiros o lo que Rivas narra como “una hermosa cruz de piedra y las espinas del Cristo, también de piedra”.
He vuelto a leer un poema de Rosalía de Castro, Negra sombra (Follas Novas, 1880), de contenido espiritual gallego y universal, ante el dilema existencial que se instala en nuestra persona de secreto cuando asistimos a acontecimientos como los de Galicia, una sombra negra del fuego que nos asombra:
Cuando pienso que te fuiste, negra sombra que me asombras, al pie de mis cabezales, vuelves haciéndome burla.
Cuando imagino que te has ido, en el mismo sol te me muestras, y eres la estrella que brilla, y eres el viento que sopla.
Si cantan, eres tú que cantas, si lloran, eres tú que lloras, y eres el murmullo del río y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo, para mí y en mí misma moras, no me abandonarás nunca, sombra que siempre me asombras.
He recordado cómo se abrazaban los árboles en las carreteras comarcales, rodeándonos de derecha a izquierda y al revés durante muchos kilómetros, uniendo parroquias entre sí, en el viaje maravilloso que hicimos con un luar espléndido desde Fisterra a Muxía y Camariñas. Ahora, en el Sur de Galicia, sobre todo, solo se han abrazado para morir en la hoguera de la sinrazón humana, dejándonos cicatrices del paisaje que explican muchos malestares, incluso el social, como nos recuerda Freud. Negra sombra que nos asombra.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Rafael Alberti Merello (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902-1999)
Sevilla, 10/VIII/2025 – 09:00 h (CET+2)
Es indudable mi admiración por la poesía de Rafael Alberti, al que tanto aprecio, como se puede comprobar buscando en este cuaderno digital mis reflexiones acerca de él, de su vida y obra. Por esta razón, vuelvo a publicar un artículo escrito en agosto de 2023, El verano, según el joven Alberti, porque una vez más descubro la profundidad del poeta gaditano a pesar de la aparente levedad en sus palabras.
Finalizo el reencuentro “poético” en este mes imperial, que honra al emperador Octavio Augustus, dedicado a “recuerdos de lo vivido lejano”, siguiendo también la obra homónima del poeta gaditano, convencido de que la palabra envuelta en poesía, puede ayudar a transformar la forma que tenemos de vivir día a día en este loco mundo al revés. Utilidad de lo aparentemente inútil, de interés general, que diría Nuccio Ordine. O comprender junto a Gabriel Celaya, que “la poesía es un arma cargada de futuro”.
Intentaré descubrir hoy, en un cine de verano imaginario, que la mar, ¡sólo la mar!, aunque no la vea aquí en Sevilla, es.
El verano, según el joven Alberti
Tenía tan solo 21 años cuando Rafael Alberti publicó, en 1924, Marinero en tierra, una de sus obras emblemáticas y por la que obtuvo el primer premio del Concurso Nacional de Literatura, en la modalidad de Poesía, en junio de 1925. En esta obra iniciática, excelente, figura un poema, Verano, que a pesar de su brevedad, dos veces buena, es de un calado especial, que hoy rescato del olvido para dar sentido a un verano complejo para la gobernabilidad del país:
—Del cinema al aire libre vengo, madre, de mirar una mar mentida y cierta, que no es la mar y es la mar.
—Al cinema al aire libre, hijo, nunca has de volver, que la mar en el cinema no es la mar y la mar es.
Es verdad que la aparente sencillez expresiva de Alberti en este poema no tiene nada que ver con su profundo mensaje, como bien se analiza en el Centro Virtual Cervantes cuando aborda la sinopsis de esta obra. “En lo que se refiere al lenguaje poético, la obra queda lejos de la espontaneidad irreflexiva. Muy al contrario, analizado en las sucesivas ediciones —y mudanzas— que Alberti revisó, Marinero en tierra es un conjunto ligado mediante un alto sentido de la madurez poética. Es Jesús Fernández Palacios quien destaca las virtudes del engranaje: «Desde “Sueño del marinero”, como prólogo en tercetos encadenados, pasando por los diez sonetos de la primera parte, las treinta y tres canciones de la segunda hasta los sesenta y cuatro poemas de la tercera —introducida esta última parte por una hermosa y alentadora carta de Juan Ramón Jiménez, fechada el 31 de mayo de 1925—, la obra entera se resume como un compendio de tradición y modernidad, donde se mezclan versos endecasílabos y alejandrinos con los de arte menor, las estrofas clásicas con las nuevas canciones, el lenguaje convencional con el experimental, los usos normales con los juegos de palabras, y las comparaciones más elementales con atrevidas, alógicas metáforas». («Marinero en tierra», Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 485-486, nov.-dic. 1990, p. 288).
Verano, es la canción 22 en este poemario tan querido por mí y tantas veces leído y sentido. Creo que Juan Ramón Jiménez, cuando le escribió la carta entusiasta que se cita anteriormente, estaba convencido de la excelencia de las canciones a incorporar en la edición final de Marinero en tierra, tal y como lo expresaba con bellas y sentidas palabras, respetando la ortografía juanramoniana, dirigidas a su “querido amigo” Rafael Alberti: “[…] Las poesías de este libro -que yo había visto ya, el año pasado, en La verdad de nuestro fervoroso Juan Guerrero y en las copias que usted tuvo la bondad de enviarme para el primer Sí– me sorprendieron de alegría; y sospechando que un brote así de una juventud poética no podía ser único, tenía grandes deseos de conocer el resto de sus canciones. No me había equivocado. Desde el arranque: … Y ya estarán los esteros rezumando azul de mar, hasta el final: Si mi voz muriera en tierra, llevadla al nivel del mar y dejadla en la ribera, la serie ésta del Puerto -que yo he elejido- es una orilla, igual que la de la bahía de Cádiz, de ininterrumpida oleada de hermosura, con una milagrosa variedad de olores, espumas, esencias y músicas. Ha trepado usted, para siempre, al trinquete del laúd de la belleza, mi querido y sonriente Alberti. La retama siempre verde de virtud es suya. Con ella, en grácil golpe, ha hecho usted saltar otra vez de la nada plena el chorro feliz y verdadero. Poesía «popular», pero sin acarreo fácil: personalísima; de tradición española, pero sin retorno innecesario: nueva; fresca y acabada a la vez; rendida, ájil, graciosa, parpadeante: andalucísima. ¡Bendita sea la Sierra de Rute, en donde la nostaljia de nuestro solo mar del sudoeste le ha hecho exhalar a usted, hiriéndole a diario con la espada de sal de su brisa, esa esquisita sangre evaporada! Le voy a decir a El Andaluz Universal que adelante un Sí, paraque pueda lucir todavía en el aire lijero de esta goteante primavera, la tremolante cinta celeste y plata de su Marinerito”.
El poema Verano me ha recordado en este agosto presente el aviso clásico que figura a veces en los títulos de crédito de las películas, porque cualquier parecido de la mar en el cinema con la mar verdadera es sólo pura coincidencia: Al cinema al aire libre, / hijo, nunca has de volver, / que la mar en el cinema / no es la mar y la mar es. Al fin y al cabo como nos pasa en la vida diaria, cuando representamos determinados papeles en la película vital que, a veces, no es la verdadera vida, porque nuestra vida no es esa sino la que es. O lo que es lo mismo, cambiando lo que haya que cambiar en nuestra experiencia vital en cualquier forma que se exprese: los personajes y hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia. Es verdadera la reflexión de Alberti: en el cinema, la mar no es la mar, porque la mar es.
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UCRANIA, GAZA, SAHEL Y PAÍSES EN GUERRA, EN GENERAL
Ramón Gaya, Retrato de Luis Cernuda, 1932 (Ver nota)
Sevilla, 9/VIII/2025 – 09:38 h (CET+2)
No podía faltar en el refugio ideológico que estoy buscando desesperadamente en este agosto tan adverso, una referencia expresa, ya recogida anteriormente en este cuaderno digital, a unas palabras hermosas de un poeta español, sevillano por más señas, tal y como él concebía esta etiqueta territorial de pertenencia, transido de dolor por el exilio y el poco aprecio que le profesaban sus paisanos, a los que nos dejó palabras inolvidables, que todavía me duelen: Más el trabajo humano / Con amor hecho, merece la atención de los otros (A sus paisanos, en La desolación de la quimera). ¡Cuántas veces he citado estas palabras de Cernuda en intervenciones profesionales!
En el contexto político actual, tan polarizado en intereses nacionales y territoriales de viejo cuño, vuelvo a leer su “Díptico español” (1), dedicado a Carlos Otero (un amigo que conoció en Los Ángeles en 1959), en su primera parte, con un título a modo de aviso para navegantes, “Es lástima que fuera mi tierra”:
Cuando allá dicen unos Que mis versos nacieron De la separación y la nostalgia Por la que fue mi tierra, ¿Sólo la más remota oyen entre mis voces? Hablan en el poeta voces varias: Escuchemos su coro concertado, Adonde la creída dominante Es tan sólo una voz entre las otras.
Lo que el espíritu del hombre Ganó para el espíritu del hombre A través de los siglos, Es patrimonio nuestro y es herencia De los hombres futuros. Al tolerar que nos lo nieguen Y secuestren, el hombre entonces baja, ¿Y cuánto?, en esa escala dura Que desde el animal llega hasta el hombre.
Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos, Adonde ahora todo nace muerto, Vive muerto y muere muerto; Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa Con restaurados restos y reliquias, A la que dan escolta hábitos y uniformes, En medio del silencio: todos mudos, Desolados del desorden endémico Que el temor, sin domarlo, así doblega.
La vida siempre obtiene Revancha contra quienes la negaron: La historia de mi tierra fue actuada Por enemigos enconados de la vida. El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora, Sino de siempre. Por eso es hoy La existencia española, llegada al paroxismo, Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.
Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo En creer que la razón de soberbia adolece Y ante el cual se grita impune: Muera la inteligencia, predestinado estaba A acabar adorando las cadenas Y que ese culto obsceno le trajese Adonde hoy le vemos: en cadenas, Sin alegría, libertad ni pensamiento.
Si yo soy español, lo soy A la manera de aquellos que no pueden Ser otra cosa: y entre todas las cargas Que, al nacer yo, el destino pusiera Sobre mí, ha sido ésa la más dura. No he cambiado de tierra, Porque no es posible a quien su lengua une, Hasta la muerte, al menester de poesía.
La poesía habla en nosotros La misma lengua con que hablaron antes, Y mucho antes de nacer nosotros, Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia; No es el poeta sólo quien ahí habla, Sino las bocas mudas de los suyos A quienes él da voz y les libera.
¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno Su tradición escoge, ni su tierra, Ni tampoco su lengua; él las sirve, Fielmente si es posible. Mas la fidelidad más alta Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo Pues, sirviéndola, así a la poesía Al mismo tiempo sirvo.
Soy español sin ganas, Que vive como puede bien lejos de su tierra Sin pesar ni nostalgia. He aprendido El oficio de hombre duramente, Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía, Cuyas maneras rara vez me fueron propias, Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto Y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.
No hablo para quienes una burla del destino Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas (Quien habla a solas espera hablar a Dios un día) O para aquellos pocos que me escuchen Con bien dispuesto entendimiento. Aquellos que como yo respeten El albedrío libre humano Disponiendo la vida que hoy es nuestra, Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.
¿Qué herencia sino ésa recibimos? ¿Qué herencia sino ésa dejaremos?
¡Cuantos mensajes para este aquí y ahora en nuestro país! Si tuviera que elegir me quedaría hoy con varias estrofas de un calado especial, por ejemplo, cuando dice: Si yo soy español, lo soy / A la manera de aquellos que no pueden / Ser otra cosa: y entre todas las cargas / Que, al nacer yo, el destino pusiera / Sobre mí, ha sido ésa la más dura. / No he cambiado de tierra, / Porque no es posible a quien su lengua une, / Hasta la muerte, al menester de poesía. Lo comprendo mejor cuando lo reflexiono a solas, apoyado también en el retrato autobiográfico de Antonio Machado, como él lo expresa, No hablo para quienes una burla del destino / Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas / (Quien habla a solas espera hablar a Dios un día), porque escribo en este cuaderno digital para aquellos pocos que me escuchen / Con bien dispuesto entendimiento. / Aquellos que como yo respeten / El albedrío libre humano / Disponiendo la vida que hoy es nuestra, / Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida”.
Lo aprendido de Luis Cernuda es la herencia que recibí como españolito que vino al mundo hace ya muchos años, del que me guardó Dios, aunque una de las dos Españas, la facha integral, me sigue helando el corazón. Este es el motivo de haber escogido hoy a Luis Cernuda para interpretar este día español en agosto, porque soy español como el poeta lo era, aunque haciéndome todavía hoy sus dos preguntas finales ante esta realidad actual: ¿Qué herencia sino ésa recibimos? / ¿Qué herencia sino ésa dejaremos? La de la amada libertad a través de la inteligencia humana, la única que nos puede hacer más libres.
(1) Cernuda, Luis, La realidad y el deseo (1924 – 1962), XI – Desolación de la quimera (1956-1962), 1998, Madrid: Alianza Editorial, p. 420-426.
NOTA: El 27 de diciembre de 2018, el Estado adquirió por 10.000 euros, en el remate final de una subasta de Durán, el Retrato de Luis Cernuda, 1932 (O/L, 65 x 55 cm.), pintado por Ramón Gaya: “Se ofrecía, también de su mano, un dibujito previo, a tinta, muy sencillo, pero como una especie de primera idea o boceto del óleo (23 x 18,5 cm.), fechado también en 1932. Ambos habían estado presentes en la muestra Entre la realidad y el deseo. Luis Cernuda 1902-1963, en la Residencia de Estudiantes en Madrid y en el Convento de Santa Inés en Sevilla, en 2002, y aparecían también, con otras piezas que se subastaban, en el libro A una verdad. Luis Cernuda (Sevilla-Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1988), edición coordinada por Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet. Ambos fueron vendidos por los precios iniciales, 10.000 euros el óleo y 3.000 la tinta, y en ese precio fueron adjudicados al Estado cuando ejerció su derecho”.
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