Ardiente im-paciencia

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El pasado 11 de septiembre, se cumplió el 40 aniversario de la muerte del presidente Allende, habiéndolo recordado de forma admirable Ricardo Lagos, el primer presidente en democracia después del golpe de estado de 1973, en un artículo «Allende y su ardiente paciencia«, del que recomiendo su atenta lectura. Conocí también esta expresión de Neruda, la ardiente paciencia, a través de una obra del mismo título, de Antonio Skármeta, cuando nos contaba historias maravillosas de Mario, el cartero que atendía, comprendía y utilizaba al poeta, porque “La poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”. Hoy, cuarenta años después, sigo necesitando la poesía de Neruda y he querido ofrecer un pequeño homenaje al presidente Allende, sobre todo porque sus palabras antes de morir me han marcado una vida: “Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.

Lo he seguido sabiendo y practicando, sin ninguna duda.

Por una sola vez y sin que sirva de precedente, me separo unos segundos de Neruda, cuando pronunció una frase gloriosa al finalizar su discurso en el acto de entrega del Premio Nobel: «En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres». Hoy, no disfruto de ella en su expresión paciente, sino modulada por el prefijo negativo «im», con el significado que a través de los siglos conocemos: intranquilidad producida por algo que molesta o que no acaba de llegar. Reconozco que estoy instalado en ella, en la impaciencia ardiente.

Se ha producido un hecho muy relevante en mi vida al presentar la renuncia al cargo de Director General de Política Digital, por cinco razones que he escrito en un documento, PALABRAS PARA UNA RENUNCIA, que resumen mi ardiente im-paciencia, la de la persona de todos que soy y la de secreto, en una feliz acepción de Ortega y Gasset. Y creo con Neruda que llegará el día en que la Comunidad Autónoma consolide y practique una política digital, como las demás políticas, donde las tecnologías de la información y comunicación, al servicio integral e integrado de la ciudadanía mediante la praxis de la inteligencia pública digital que tantas veces he expuesto y defendido, permitan la equidad en la accesibilidad digital, pero en la relacion diaria con la Administracion, como es el ejemplo de la cita previa para el médico, la receta electrónica o la historia de salud digital, al alcance de todos los andaluces y andaluzas, que hay que extender a la actividad administrativa diaria, compartida, participativa y transparente hasta las últimas consecuencias.

Créanme que lo he pretendido, pero las circunstancias políticas actuales me han llevado a tomar la decisión anteriormente expuesta y, para quien lo quiera leer, razonada hasta sus últimas consecuencias.

Lo decía en este blog, en 2009, en un post –Paciencia y cerebro– cargado del principio de realidad respecto de la participacion del cerebro en esta operacion intranquila, cuando iba del timbo al tambo como hoy: «Y yendo de mis asuntos a mi corazón, repaso, por último, el Diccionario de la Legua Española (22ª edición), encontrándome con definiciones de paciencia (del latín patientia) de amplio calado cultural: capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas, facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho, lentitud para hacer algo, resalte inferior del asiento de una silla de coro, de modo que, levantado aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie, bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno, y tolerancia o consentimiento en mengua del honor. De todas ellas, me quedo con una: saber esperar, aunque sea con ardiente paciencia (Neruda). Creo que la propia necesidad cerebral de autoformarse a lo largo de la vida, con más de cien mil millones de posibilidades (neuronas) de hacer cosas y sentir nuevas vibraciones de sentimientos y emociones, acotadas en el tiempo vital de cada persona, son un reflejo de que las estructuras del cerebro necesitan a veces esperar, con más o menos paciencia aprendida o inducida genéticamente, para que nos mostremos tal y como somos, para que alcancemos nuestros proyectos más queridos y deseados, porque oportunidades tenemos de forma personal e intransferible a través de una estructura que dignifica por sí mismo a cada ser humano: la corteza cerebral que venció al cerebro original de los reptiles, otorgándonos genéticamente la posibilidad de ser inteligentes».

En esta impaciencia ardiente me quedo hoy, con sentimientos y emociones que me permitan alcanzar proyectos más queridos y deseados, porque la inteligencia, el bien más querido que poseo, me permitirá dignificar estos momentos difíciles para que en un día no muy lejano, pueda y podamos recorrer como ciudadanos anónimos «la espléndida ciudad [la espléndida Comunidad, Andalucía…] que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres».

Sevilla, 15/IX/2013

NOTA: La fotografía está tomada de la siguiente URL: http://salvadorallende.blog.lemonde.fr/2011/06/07/

2 respuestas a «Ardiente im-paciencia»

  1. Y un privilegio. También para Andalucía, que ahora es mejor que cuando llegaste en todo aquello en lo que has intervenido con tu honestidad y tu vocación de servicio público. Un abrazo.

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