
Instituto DYM
Las palabras que siguen simbolizan la infelicidad que se vive actualmente en el mundo por los ataques terroristas en Francia, donde se ha disparado sin compasión contra la libertad de expresión, que aumenta el malestar en Europa, pero que no debe distraernos de lo que está pasando en el día a día de las personas más afectadas por la crisis que se vive en este continente. El terrorismo religioso, extremo, es resultado de ideologías muy preocupantes, no inocentes. Me uno con este post al grito unánime a favor de la libertad de creencias e ideologías que ofrecen felicidad a la medida de cada uno y de todos. Nada más.

¿Qué le pasa a Europa? Estos días está viviendo una situación especial por los atentados terroristas en París, como símbolo de que la libertad, igualdad y fraternidad están atravesando una crisis de identidad ideológica proyectada al mundo como carta de identidad de la auténtica democracia. Pero en una reciente encuesta realizada por WinGallup International (representada en España por el Instituto DYM) a finales de 2014 a 64.000 personas en 65 países del mundo, se detecta que Europa no es feliz: “Fiyi y Colombia son las naciones en que más gente se declara feliz, Irak y Grecia son el extremo opuesto; Europa es el continente con más ciudadanos tristes, y España ha mejorado el ánimo respecto al año pasado”. A nivel global, el porcentaje de infelices se ha mantenido estable en este 2014, 23% contra 26% el año pasado. El índice de felicidad, eso es, el balance neto entre de aquellos que se sienten felices menos los que piensan que no lo son, es del 64%” (1).
¿Por qué Europa está tan triste, arrastrando así a los países que la integran? Hay razones de peso que me atrevo a enumerar, aunque solo sea para buscar islas desconocidas de felicidad, que también existen si actuamos de forma diligente. Europa, para empezar, tiene que admitir que es un continente viejo, más que antiguo, que no ha sabido adaptarse a los nuevos signos que depara la auténtica búsqueda de la felicidad. Le pesa mucho su historia, sobre todo porque cuando la recuerda se ensimisma en ella y así es muy difícil avanzar. Además, vive con una pulmonía económica y financiera casi constante, porque es verdad que vivimos de acuerdo con el modelo americano, que exporta al mundo mundial casi sin darnos cuenta sus constipados de toda índole, que aquí se hacen crónicos y endémicos. Basta recordar la última experiencia de Lehman Brothers, tan bien retratada históricamente por Groucho Marx. Se han vaciado los bancos, las tesorerías públicas y privadas europeas, pero también los cerebros han perdido su condición humana esencial: vivir con ideología activa, incluido lógicamente el drama del paro laboral, que también es cerebral, aunque lo revistamos curiosamente de una actividad frenética bajo el señuelo de que estamos dando vueltas continuamente a lo que está pasando a nuestro alrededor hasta volvernos locos…, derrochando tristeza por todas partes.
El cerebro humano, por tanto también el europeo, necesita ideología, como el amor, cada día, tal y como lo aprendí de Juan Ramón Jiménez (junto a la poesía), que le devuelva felicidad bien entendida, no la de los nuevos ricos que tan dura factura nos está pasando en la actualidad. Porque la felicidad solo se construye con ideas claras, con ideología, mirando siempre hacia adelante, dejando atrás a la historia que no nos ayuda a ser felices porque está empeñada sobre todo en destruir la razón, con hechos tan evidentes como los sucesos ocurridos en París en estos últimos días: “A este propósito, me parece muy interesante el análisis que Lukács hace de la destrucción de la razón, es decir, el irracionalismo desde Schelling hasta Hitler. Es una filosofía de la historia muy aguda y crítica, centrada en un argumento harto expresivo: «no hay ninguna ideología inocente: la actitud favorable o contraria a la razón decide, al mismo tiempo, en cuanto a la esencia de una filosofía como tal filosofía en cuanto a la misión que está llamada a cumplir en el desarrollo social. Entre otras razones, porque la razón misma no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja siempre el carácter racional (o irracional) concreto de una situación social, de una tendencia del desarrollo, dándole claridad conceptual y; por tanto, impulsándola o entorpeciéndola»” (2).
El estudio citado aporta datos de sumo interés: “Europa lidera la infelicidad entre los continentes. Entre los 10 países con más gente infeliz, seis son europeos (Italia, Francia, Rumania, Bulgaria, Letonia y Grecia). El continente más feliz es África (el 83% de los africanos le pone una sonrisa a sus vidas), por delante de Asia y de América. Entre las naciones, el 93% de los fiyianos y el 90% de los colombianos compiten por ser los pueblos más alegres. Nigeria (89%), Arabia Saudí (87%) y Filipinas (86%) completan esta ensalada de realidades. México pone el barómetro en un 74% de ciudadanos felices, Estados Unidos en un 61%, y España en un 55%” (3) donde «la crisis económica parece haber dejado de hacer estragos al menos en el estado de ánimo del 45% de la población, que se dice feliz. El 10%, hasta muy feliz. El dato sitúa al país ligeramente por encima de la media europea y, sobre todo, representa un salto adelante con respecto a 2013. Hace doce meses, solo el 38% de la población era feliz. Lejos queda, eso sí, el 55% de 2011».
Necesitamos saber buscar la felicidad y tenemos un gran recurso personal e intransferible. Ya lo he manifestado públicamente en este blog, porque es una cuestión que me preocupa como ciudadano del mundo, de Europa, de este país, de Andalucía, porque necesitamos conocer este recurso para comprender mejor la tristeza de perder la razón de vivir, de existir, porque necesitamos vivir felices, con ideología, cada día: “El cerebro no acepta la destrucción de la inteligencia, de la razón, porque es su componente esencial, como tantas veces he demostrado en este blog. Si la inteligencia es la capacidad que tiene todo ser humano para resolver problemas, es cierto que necesita ideología centrada en la inteligencia social, porque es evidente que ésta no es ni puede ser algo que flota por encima del desarrollo social, algo neutral o imparcial, sino que refleja lo que está pasando en el mundo por la temida crisis y cómo se reacciona ante ella. El cerebro necesita claridad conceptual, ideología, para comprender lo que ocurre y ahí está la clave de la no inocencia. Mientras unos, muchos, entorpecen el conocimiento de la verdadera dimensión social de lo que ocurre, otros desean introducir cordura en la comprensión y vías de salida a la misma. Es decir, la ideología que está detrás de la crisis, no es inocente y el cerebro necesita ordenar ideas fundamentales para llegar a caracterizar el pensamiento y proyectarlo en su realidad social. Así lo ha fijado, limpiado y dado esplendor a través del lema ideología, el Diccionario de la Lengua Española, en su segunda acepción. Por algo será. Y los Gobiernos lo saben, es decir, tampoco son inocentes y no vale cualquier respuesta a las ideas fundamentales, porque todos no son ni somos iguales. Afortunadamente”.
Europa nació con un pasado mitológico, con un rapto por parte de Zeus, que hoy se puede interpretar como un nuevo rapto del poder del dinero, poderoso caballero, perfectamente localizado como un nuevo dios. Desde entonces, han pasado siglos hasta que las decisiones democráticas han permitido partir de múltiples realidades cruzadas en un conglomerado llamado en la actualidad Unión Europea. Nos queda una gran tarea para abandonar la tristeza actual, siempre y cuando acordemos que es imprescindible ordenar ideas fundamentales para llegar a caracterizar el pensamiento y proyectarlo en la realidad social que debe conformar un continente nuevo. El contenido, sus cerebros pensantes, lo necesita.
Sevilla, 10/I/2015
(1) El Confidencial: El mapamundi de la felicidad sitúa a Europa como el continente más triste. Véase el mapa interactivo, por su gran interés.
(2) Lukács, G. (1976). El asalto a la razón. Barcelona: Grijalbo, pág. 4 s; Cobeña Fernández, J.A. (1977). Necesidad de crisis y necesidad de religación. El Correo de Andalucía, 12/VII/1977, pág. 3; Cobeña Fernández, J.A. El cerebro necesita ideología, cada día: https://joseantoniocobena.com/2012/03/19/el-cerebro-necesita-ideologia-cada-dia/.
(3) Morenilla, Juan (2014, 8 de enero). Europa es la menos feliz, El País.com.
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