Donde acaban los caminos

Soy consciente de que los bits no son entes morales, pero gracias a las TIC he conocido una historia preciosa que deseo compartir con las personas que me acompañan en la búsqueda de islas desconocidas a través de la inteligencia digital, para comprender ejemplos como el que les voy a exponer en el que se hace patente que la inteligencia humana puede cambiar el mundo si nos lo proponemos.

Se trata de la experiencia ejemplar de un joven médico español, Oriol Mitjá, que desde hace seis años está empeñado en erradicar la segunda enfermedad humana que asola determinadas zonas del planeta, el pian, llevando a cabo un trabajo encomiable en la isla de Lihir (Papúa Nueva Guinea), que afecta de forma significativa a la raza negra de cabellos rubios.

Es asombroso descubrir gracias a las tecnologías de la información y comunicación, en tiempo real, que Oriol Mitjá consigue todos los días erradicar esta enfermedad, a un precio módico, es decir, a través de una sola pastilla de un antibiótico asequible, la azitromizina, pero que supone una auténtica aventura encontrar financiación para su suministro en condiciones éticas y no vergonzantes. Con su dinero, Oriol Mitjá consiguió demostrar en 2012, a través de un artículo publicado en la prestigiosa revista The Lancet, que con una sola pastilla de azitromizina, el 96% de los niños estaban curados a los seis meses de iniciarse el tratamiento.

Viven junto a un volcán, Luise, que atesora el mayor depósito de oro del mundo, convirtiéndose diariamente en mercancía de alto standing. ¡Qué contraste! Me he acordado ante esta situación de una pieza de mi solería ética que aprendí hace ya muchos años del profesor Adolfo Sánchez Vázquez, cuando decía que el oro solo tiene valor porque se lo dan las personas, dado que en sí mismo podría pasar desapercibido. Pero lo que califica el valor de las cosas, que no su precio, de acuerdo con la diferencia establecida de forma maravillosa por Antonio Machado, es la visión que las personas pueden llegar a tener de las cosas materiales. Ser o tener, en dialéctica permanente. Mucho más donde acaban los caminos para llegar a los que no tienen nada, sólo dignidad, como los habitantes de una isla desconocida por mi hasta hoy, Lihir, que gracias al mundo digital he descubierto para seguir aprendiendo a ser en el mundo de forma diferente.

Sevilla, 11/V/2016

 

 

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