Federico e Isabel Garcia Lorca (Granada, 1914)
Porque es necesario que sepáis todos que los hombres no trabajamos para nosotros sino para los que vienen detrás, y que éste es el sentido moral de todas las revoluciones, y en último caso, el verdadero sentido de la vida.
Federico García Lorca (1931), Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros
Lo escribí en momentos difíciles para el Estado, para Cataluña, en el mes de octubre de 2017. Recordé en aquellos días el discurso dedicado a las floristas de La Rambla de Barcelona, que Federico García Lorca leyó en una cena en el hotel Majestic de esa ciudad, el 22 de diciembre de 1935. Lorca estaba en Barcelona porque se estaba representando allí su obra Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, junto a la compañía de Margarita Xirgú.
Hoy, festividad de Sant Jordi, vuelvo a leer a García Lorca cantando las excelencias de aquella tierra, de la que debemos aprender cómo celebran el Día Internacional del Libro, donde los libros y las rosas simbolizan una forma especial de expresar la cultura catalana de la palabra escrita.
Desde Andalucía, sueño de nuevo con el paralelismo de las palabras de Lorca, pero haciéndolas extensivas a Cataluña, porque en la quintaesencia de La Rambla (Las Ramblas) está una Comunidad a la que apreciamos mucho desde Andalucía y que no queremos que se separe del mosaico español. Todo es un símbolo, pero tomando en un día como hoy las palabras de Lorca, se me antoja necesario pensar en Cataluña como una calle rodeada de flores, que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros y antigua de sangre. ¡Qué mejor reconocimiento a una extraordinaria Comunidad, con palabras de un andaluz universal que supo cantar la quintaesencia de un pueblo al que tanto amamos!
Comparto hoy estas palabras como un transeúnte desconocido por las calles imaginarias y reales de Cataluña, para aprender de ellas cómo puede persistir el espíritu propio de una Comunidad, aunque ahora sea con una rosa de pena y palabras…, que aún nos quedan.
Salud.
Sevilla, 23/IV/2018, Día Internacional del Libro
A las floristas de La Rambla de Barcelona
Federico García Lorca
Señoras y señores:
Esta noche, mi hija más pequeña y querida, Rosita la soltera, señorita Rosita, doña Rosita, sobre el mármol y entre cipreses doña Rosa, ha querido trabajar para las simpáticas floristas de la Rambla, y soy yo quien tiene el honor de dedicar la fiesta a estas mujeres de risa franca y manos mojadas, donde tiembla de cuando en cuando el diminuto rubí causado por la espina.
La rosa mudable, encerrada en la melancolía del Carmen granadino, ha querido agitarse en su rama al borde del estanque para que la vean las flores de la calle más alegre del mundo, la calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo desearía que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: Rambla de Barcelona.
Como una balanza, la Rambla tiene su fiel y su equilibrio en el mercado de las flores donde la ciudad acude para cantar bautizos y bodas sobre ramos frescos de esperanza y donde acude agitando lágrimas y cintas en las coronas para sus muertos. Estos puestos de alegría entre los árboles ciudadanos son el regalo del ramblista y su recreo y aunque de noche aparezcan solos, casi como catafalcos de hierro, tienen un aire señor y delicado que parece decir al noctámbulo: «Levántate mañana para vernos, nosotros somos el día». Nadie que visite Barcelona puede olvidar esta calle que las flores convierten en insospechado invernadero, ni dejarse de sorprender por la locura mozartiana de estos pájaros, que, si bien se vengan a veces del transeúnte de modo un poquito incorrecto, dan en cambio a la Rambla un aire acribillado de plata y hacen caer sobre sus amigos una lluvia adormecedora de invisibles lentejuelas que colman nuestro corazón.
Se dice, y es verdad, que ningún barcelonés puede dormir tranquilo si no ha paseado por la Rambla por lo menos una vez, y a mí me ocurre otro tanto estos días que vivo en vuestra hermosísima ciudad.
Toda la esencia de la gran Barcelona, de la perenne, la insobornable, está en esta calle que tiene un ala gótica donde se oyen fuentes romanas y laúdes del quince y otra ala abigarrada, cruel, increíble, donde se oyen los acordeones de todos los marineros del mundo y hay un vuelo nocturno de labios pintados y carcajadas al amanecer.
Yo también tengo que pasar todos los días por esta calle para aprender de ella cómo puede persistir el espíritu propio de una ciudad.
Amigas floristas, [con] el cariño con que os saludo bajo los árboles, como transeúnte desconocido, os saludo esta noche aquí como poeta, y os ofrezco, con franco ademán andaluz, esta rosa de pena y palabras: es la granadina Rosita la soltera.
Salud.
NOTA: la imagen del libro y la rosa se ha recuperado hoy de: http://www.portalrosas.com/
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