Sevilla, 6/IX/2019
Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio
Abate Dinouart. Principio 1º, necesario para callar.
Hemos vivido días de vértigo en torno a la desaparición de Blanca Fernández Ochoa, en los que hemos podido obtener una radiografía de contrastes bastante grises de este país, donde es muy difícil separar la noticia de interés general de la de la página de sucesos. Ha sido un espectáculo memorable en el que se ha dicho de todo sobre la vida y obras de Blanca con un desparpajo que hace temblar cualquier entramado de dignidad humana.
Pero lo que me ha sobrecogido a lo largo de estos días ha sido la fijación sobre su supuesta enfermedad mental (ignorando casi todo el mundo tal realidad excepto su familia, que no ha dicho casi nada al respecto) y si su desaparición ha sido voluntaria en eufemismos casi imposibles para rodear lo que verdaderamente se quiere decir en un juego irresponsable de palabras que refleja el estado del arte ético de este país.
He escuchado a tertulianos y tertulianas hablar de la enfermedad bipolar como por andar por casa, con un desconocimiento científico de lo que significa en la actualidad para la psiquiatría y la psicología, sobrevolando muchas veces como cuervos sobre esta realidad de enfermedad mental muy conocida y bien tratada.
Televisiones no alejadas de la telerrealidad permanente de la vida han dedicado horas y horas de su programación a estirar la cuerda más morbosa de lo ocurrido a Blanca, ignorando un principio fundamental en el arte de callar, que lleva a practicar el silencio como arte sublime, porque solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio (Abate Dinouart, Principio 1º, necesario para callar). He escrito muchas veces en este cuaderno digital sobre esta manifestación ética que podemos alcanzar los seres humanos, imprescindible en este tiempo de vocerío, tertulias en el reino mediático de la opinión, falta de teoría crítica y donde todo el mundo se anima a lanzar noticias y publicarlas sin compasión alguna hacia los demás, donde el striptease personal más vergonzante hace estragos en los medios de opinión.
El fin, en este caso, no justifica los medios. Que debemos conocer qué ha pasado con Blanca es legítimo pero hasta un cierto punto. El deseo de la familia es que se conozca la última razón de lo ocurrido, la autopsia en este momento, por supuesto y se debe comunicar si así lo autorizan. Pero también el sentido de la medida y respeto a Blanca, porque ella llevaba una vida normal, en silencio, protegida por su familia y sin hacer ruido mediático. Se merece nuestro silencio y respeto a sus decisiones, a sus ilusiones, a su persona de secreto. No lo olvido: Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio.
NOTA: la imagen de La Peñota, en Siete Picos, se ha recuperado hoy de https://www.telecinco.es/informativos/sociedad/ruta-penota-blanca-fernandez-ochoa_18_2813745165.html
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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