Detalles en la navidad de Rafael Alberti

RAFAEL ALBERTI1

Sevilla, 15/XII/2019

No olvido un poema precioso de Rafael Alberti que me sobrecogió cuando lo leí siendo casi un niño. Se titula El platero, formando parte de un libro excelente, El alba del alhelí, que en cada navidad laica de mi vida resuena como si fuese la mejor lectura en un ayer cercano:

A la Virgen, un collar
y al niño Dios, un anillo,

Platerillo,
no te los podré pagar,

¡Si yo no quiero dinero!

¿Y entonces qué? di.
Besar al niño es lo que yo quiero.

Besa, sí

Todo un detalle por parte del platerillo, entendiendo el detalle como rasgo de cortesía, amabilidad y afecto en cualquier momento de nuestra existencia. José no puede pagar el collar de María y el anillo para el niño Jesús: yo no quiero dinero, besar al niño es lo que yo quiero. Porque José conocía muy bien a María y no confundió nunca, como todo necio, valor y precio. Le regalaba todos los días sus silencios, sus dudas, su honradez y su vida, sin saber a veces qué pensaba ella sobre su delicada y confusa historia. Comprendo mejor que nunca al leer a Alberti que José era una persona buena, en el buen sentido de la palabra “bueno”, amante de sus silencios y maestro en el arte de callar. También, que José estaba bien casado, título de un villancico del compositor francés Michel Corrette, en pleno siglo XVIII, que estoy ensayando en el clave en estos días de navidad laica de 2019.

Michel Corrette (1709-1795), José estaba bien casado (Seis sinfonías de Navidad, Sinfonía III, Allegro), interpretado por La Fantasía.

No olvido el detalle del platero, no confundiendo valor y precio en aquél pequeño gesto hacia la virgen y el niño. Cualquier detalle de nuestra vida es solo un pormenor, una parte o un fragmento pequeño de la verdad que buscamos todos los días en la trastienda de la vida. Esa es la razón para dejar la estela de cualquier regalo que buscamos para la persona que queremos o apreciamos, porque sabemos lo que se entrega, pero no lo que se recibe. Ese es su gran misterio. El gran detalle que nos contó hace años Rafael Alberti y que hoy sigue vigente en un mundo cada vez más vacío y descreído.

Esta noche vuelvo a leer en El alba del alhelí el poema 4, precioso, que me ayuda a comprender mejor el sentido de estos días próximos a la navidad, en unas palabras inolvidables de María a Jesús:

¡Sin dinero, Buen Amor!
¡Y tu padre carpintero!
¿Cómo vivir sin dinero?

¡Vendedor,
que se muere mi alba en flor!

¡Sin pañales mi lucero!
Y sin manta abrigadora,
temblando tú, Buen Amor!

¡Vendedora,
Que se muere mi alba en flor!

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://leedor.com/2018/12/16/rafael-alberti-entre-los-grandes-poetas-espanoles/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.