Los juguetes en la navidad laica, vital, de Pablo Neruda

PABLO NERUDA

Sevilla, 20/XII/2019

Este año he estado muy cerca de Pablo Neruda y sus juguetes, Mascarones de proa, porque les tenía un cariño especial y muchas veces soñaba con ellos y con sus barcos navegando en botellas imposibles. Eran sus juguetes preferidos. Hay una tradición multisecular de que los juguetes son un asunto, sobre todo, de la Navidad, de los Reyes Magos de Oriente, hasta que vinieron los americanos de Berlanga y establecieron la competencia con Papá Noel, como nos lo ha recordado en alguna ocasión Gabriel García Márquez dado que los niños del mundo pueden terminar “[…] por creer de verdad que el niño Jesús no nació en Belén, sino en Estados Unidos”, a modo de aviso para navegantes extraviados en la navidad actual. Más aún, los juguetes son, si queremos, un asunto de todos los días, de cada carpe diem particular. Vemos ahora por qué.

Todos llevamos un niño o una niña dentro. Neruda sabía que sus mascarones, los juguetes más grandes de su casa, le acompañaban siempre para seguir contándoles historias increíbles vividas durante sus singladuras azarosas: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche”.

Los juguetes juegan un papel muy importante en la navidad actual. El ejemplo de Neruda puede ser un regalo de palabras que nos hagan reflexionar sobre su sentido y lo que transmitimos a quienes regalamos juguetes pequeños o grandes, aunque lo importante es seguir siendo niños porque si no seguimos jugando perdemos para siempre el niño que vive en nosotros o que quizá se fue. Es lo que expresa maravillosamente Pablo Neruda en un poema, Al pie de su niño, que puede ser un auténtico regalo de navidad laica: “El pie del niño aún no sabe que es pie, / y quiere ser mariposa o manzana. / Pero luego los vidrios y las piedras, / las calles, las escaleras, / y los caminos de la tierra dura / van enseñando al pie que no puede volar, / que no puede ser fruto redondo en una rama. / El pie del niño entonces / fue derrotado, cayó / en la batalla, / fue prisionero, / condenado a vivir en un zapato […] (Estravagario, 1958).

En esta navidad laica que estoy analizando en la voz de diversos escritores y poetas, resuenan de forma especial unas preguntas inquietantes de Pablo Neruda, preguntas para ese niño o niña que todos llevamos dentro: ¿Dónde está el niño que yo fui, / sigue adentro de mí o se fue? / ¿Sabe que no lo quise nunca / y que tampoco me quería? / ¿Por qué anduvimos tanto tiempo / creciendo para separarnos? / ¿Por qué no morimos los dos / cuando mi infancia se murió? / ¿Y si el alma se me cayó / por qué me sigue el esqueleto? (Libro de las preguntas, XLIV).

Comprendo ahora, mejor que nunca, que su casa de Isla Negra fuera una navidad permanente, vital, laica, y que jugara en ella con sus juguetes preferidos de la mañana a la noche, mirando el pie del niño que siempre fue.

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://fundacionneruda.org/biografia/

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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