¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).
Jorge Wagensberg
Sevilla, 26/IX/2023
La democracia es obra de millones de personas en este país. Esa es la razón de la frase de Joseph Brodsky, La verdadera tragedia no es cuando muere el héroe, sino cuando muere el coro, que aparece en la cita introductoria del libro Atenas 403, porque lo peor que puede pasar es que desfallezca el coro de millones de demócratas convencidos de que otro país plural y democrático es posible. Vivimos en un mundo al revés, porque utilizamos las palabras como armas arrojadizas, cuando nos viene en gana y dependiendo del contexto en que se digan. ¿Nos gusta la palabra “independencia” como imperativo categórico tanto personal como colectivamente hablando? Depende, todo depende. ¿Comprendemos qué significa amnistía, aplicado a Cataluña en su justo sentido? No tanto, pero resulta que también hemos evolucionado con otra palabra, fijada, que brilla y dar esplendor social, que se llama democracia, que está regulada por leyes, que no se debe saltar uno a la torera, también cuando nos viene en gana, porque quiero o me gusta ser legítimamente independiente (amparándome, dicen muchos, el derecho internacional que es el único que me vincula como ciudadano del mundo). Las Comunidades Autónomas en España, con una Constitución reguladora, que estoy seguro de que comprenden bien los alcances reales de las políticas independientes que hacen los Gobiernos correspondientes, con una independencia bien entendida, saben que hay una delgada o gruesa línea roja (según como se mire), que se llama soberanía popular que ampara los tres poderes para hacerla posible y que se recogen en la Carta Magna. Es todo el pueblo español el que decide, no solo una parte de él. La Constitución no prohíbe dialogar, ni que nunca se pueda cambiar su articulado, en fondo y forma. Hagámoslo y con urgencia absoluta, en beneficio de todos, porque este gran país lo necesita y porque hay que atender demandas territoriales y sociales muy concretas.
En este marco constitucional, creo que hay que hablar también de lo que significa la palabra amnistía en nuestro país y, concretamente, en el momento actual, referida al proceso independentista de Cataluña, que tuvo su culmen en los acontecimientos de 2017. No es la primera vez y no será la última en la que aborde esta situación tan compleja, pero que se debe tratar desde la estricta política, terreno en el que me quiero expresar a la hora de tratar un asunto tan complejo como la amnistía legal, un “instituto” en el argot jurídico que tiene su origen en un problema estrictamente político que sucedió en Atenas y que no es baladí recordarlo, que tiene un nombre inolvidable: Trasíbulo de Atenas, artífice de la amnistía en su sentido primigenio, cuando en el otoño del 403 a.C., ¡qué feliz coincidencia de equinoccio!, entró en Atenas de forma triunfal y proclamó una amnistía para los derrocados, los Treinta Tiranos, facilitando la concordia, hecho que recomiendo leer con detalle en una obra muy interesante para comprender lo ocurrido, Atenas 403, recogido en su capítulo segundo dedicado al héroe, Trasíbulo, con una sinopsis que lleva un título aleccionador, El año que cambió la historia de Occidente: “A finales del siglo V a. C., la guerra del Peloponeso condujo a la derrota de Atenas. Aprovechando la debacle, una comisión de treinta oligarcas abolió las instituciones democráticas que habían regido la vida política de la ciudad durante un siglo: fue el comienzo de una sangrienta guerra civil que duró algo más de un año. Pero los demócratas no se quedaron de brazos cruzados. A finales del 404, Trasíbulo reunió un ejército de voluntarios y, tras varias victorias contundentes y difíciles negociaciones, en el otoño del 403 se logró la reconciliación y la democracia quedó restablecida”. Quizás sea este origen el que pueda ayudarnos a hablar sin complejos de amnistía, sin demonizar la palabra, porque en esencia se trata de dar una solución política a un problema político y con una profunda carga histórica, democrática y, por tanto, política también.
Cambiando lo que haya que cambiar, ya me pronuncié en su momento sobre los indultos en este proceso. Entre estas aproximaciones al problema catalán, recuerdo especialmente una, cuando surgió en 2021 una nueva palabra en el argot político catalán, embate, que continúa posicionándose en el ranking de los nuevos hilos conductores de la comunicación política en Cataluña y que ahora, con la amnistía, ha pasado a ser una cuestión de Estado. La escuchamos por primera vez a raíz de “las negociaciones entre Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la CUP para investir presidente de la Generalitat al vicepresidente del Govern, Pere Aragonès. El 26 de febrero de 2021, tan solo dos semanas después de las elecciones autonómicas, Sergi Sabrià, líder del equipo negociador de ERC, afirmó en Catalunya Ràdio: “Con la CUP hemos hablado de prepararnos para el embate definitivo y desbordar los límites autonómicos” (1).
¿Qué significa esta palabra? Mi apreciado Diccionario de Autoridades ya la definía bien en el siglo XVIII (RAE A, 1732, p. 384,1) : “El ímpetu y golpe de las olas del mar contra los peñascos, ocasionado de las olas del viento. Viene del verbo Batir”. En su segunda acepción, significa también “el viento fresco y suave, que suele correr en el Verano, y se experimenta más en las cercanías del mar”. Por último, hay una tercera acepción, que considero de gran interés, más cuando ya es una palabra de uso cotidiano en los enfrentamientos políticos en Cataluña: “Se llaman [embates] por analogía las repentinas mudanzas, casos y reveses, oposiciones y contrariedades que se suelen experimentar en las cosas del mundo, en sus bienes y honores temporales”. Dije en aquella ocasión y sin temor a equivocarme que “las tres acepciones, de forma escalonada, pueden ser un magnífico escenario para comprender la que se nos avecina en Cataluña y, probablemente en el Estado, con el “embate definitivo y desbordar los límites autonómicos”.
Hasta ahora, los pasos que enuncié en aquella ocasión se han cumplido taxativamente. En primer lugar, se constituyó un Govern, con mayoría independentista, en el que continuamente hemos asistido a ímpetu y golpes de efecto continuos en sede parlamentaria de palabras en discursos y propuestas que suenen a veces como si se rompieran las olas contra los peñascos de la oposición, atendiendo a los vientos a favor que soplaron en las primeras sesiones. Después vino el principio de realidad freudiano que ha llevado su “embate” a suavizar la confrontación, como viento fresco y suave, para finalizar en repentinas mudanzas, casos y reveses, oposiciones y contrariedades, que se suelen experimentar en las cosas políticas de ese mundo catalán, en sus bienes y honores temporales dentro y fuera del Parlamento.
Todo terminará, después de indultos y aproximación a la amnistía, que está todavía por conocer en su fondo y forma constitucional, con la definición que está vigente en la actualidad en el diccionario de la RAE, en su segunda acepción y usado el término en sentido figurado: una acometida [política] impetuosa que, como ocurre en el mar, acabará volviendo a la normalidad democrática, porque no nos engañemos, mientras que el mundo sea mundo, será una terca realidad que volverán a Cataluña esas repentinas mudanzas y reveses políticos, oposiciones y contrariedades que se suelen experimentar en toda vida política que se precie de tal.
Mi sentido del embate ante la presumible amnistía a todas las personas que participaron de una forma u otra en el “proceso”, es el último expuesto, porque creo que es cierto el desconcierto en el que nos estamos moviendo en la actualidad, que necesita con urgencia una reflexión urgente y amable en beneficio de todos. Lo he dicho en este cuaderno digital en varias ocasiones: nada catalán -por humano- me es ajeno y suspiro por una Cataluña integrada en España, cuestión que sigo defendiendo hoy con ardor guerrero y con la ardiente paciencia de Neruda. En ese sentido vuelvo a leer una y otra vez el discurso dedicado a las floristas de La Rambla de Barcelona, que Federico García Lorca leyó en una cena en el hotel Majestic de esa ciudad, el 22 de diciembre de 1935, porque se estaba representando allí su obra “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores”, junto a la compañía de Margarita Xirgu. Todo es un símbolo, pero se me antoja necesario pensar en Cataluña, incluso cuando llegue la amnistía, como una calle larga, una Rambla rodeada de flores, “que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros y antigua de sangre”. ¡Qué mejor reconocimiento a una extraordinaria Comunidad, con palabras de un andaluz universal que supo cantar la quintaesencia de un pueblo al que tanto amamos!
Parafraseando una frase de Gaudí en relación con un símbolo cultural muy querido en Cataluña, el trencadís, “A puñados se tienen que poner [las piezas rotas de cerámica], si no, no acabaremos nunca”, es decir, una forma de unir piezas rotas de cerámica de forma aleatoria, es urgente recordar de nuevo esta técnica catalana como metáfora, salvando lo que haya que salvar, para unir de una vez por todas a las partes implicadas en el proceso catalán e intentar buscar la mejor argamasa para unir piezas rotas hoy pero que en un futuro pueden brillar en todo su esplendor. Trencadís político en estado puro, porque si no, “no acabaremos nunca” con esta situación política de ruptura civil del pueblo catalán y, por extensión, de este pueblo con España, sin necesidad de “embates definitivos para desbordar los límites autonómicos”.
Vuelvo a insistir que Cataluña usa una palabra de forma cotidiana, seny, que deberíamos rescatar ahora más que nunca en su justo sentido y como seña de su identidad, tal y como lo he expuesto ya en este cuaderno digital en ocasiones anteriores al hablar de esta Comunidad. Mi formación en el ámbito de la filosofía está en deuda permanente con José Ferrater Mora, que ahora vuelvo a rescatar en lo afirmado por él en su obra Las formas de la vida catalana y referido a esta palabra: “El seny no excluye, sino que muchas veces postula, el atrevimiento y la osadía, todo lo que, desde cierto punto de vista, puede parecer insensato, pero que, visto desde el horizonte de la continuidad, se convierte en una actitud sensata. El auténtico seny no se limita a perseguir lo más accesible, las realidades cotidianas e inmediatas; el auténtico seny, podríamos decir el ideal del seny, es perseguir lo que es justo, conveniente y correcto, aunque esta persecución sea en algunos momentos la acción más insensata que se pueda imaginar”. Transcendental para comprender su auténtico significado hoy. Dice también Ferrater Mora que la escuela escocesa que ha estudiado el sentido común se centra en la concepción de Reid cuando afirma este autor que “hay un cierto grado de sentido que resulta necesario para convertirnos en seres capaces de leyes y de gobierno propio” (2). El antecedente del seny demuestra que este sentido (común) es como una especie de facultad regulativa que “nos permite fundar nuestros juicios sin caer en el escepticismo ni en el dogmatismo”.
Seny tiene su antónimo, rauxa, con una traducción impecable, arrebato: “La oposición entre ambos conceptos se populariza con Jaume Vicens Vives, quien escribe en Notícia de Catalunya, en 1954, que «Ser arrauxat es, precisamente, andar falto de seny, obedecer a impulsos emocionales, actuar según determinaciones repentinas. En estas circunstancias nos dejamos llevar por la pasión, sin sopesar las realidades ni mesurar sus consecuencias. Somos entonces los hombres de la llamarada y de las actitudes extremistas. Nuestro sentido de la ironía nos falla y salimos a la calle devorados por un exceso de presión sentimental. El arrauxament es la base psicológica de las acciones subversivas catalanas, la justificación histórica del todo o nada, la negación del ideal de compromiso y pacto dictada por la sensatez colectiva” (3).
Necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser avanzar por sendas complejas como las de la amnistía política, y para aquellas y aquellos, entregar lo más querido, alcanzar el sueño mas esperado. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar… Y… comprender, para no tener que perdonar tanto.
¡Salud mental y política, para este país!, -utilizando la palabra salud [en cursiva] con la que García Lorca finalizó su discurso de Barcelona- es lo que necesitamos todos cuidar en estos momentos difíciles en relación con la presumible amnistía, desconocida todavía en su planteamiento último legal de base constitucional. Se debe trabajar en la investidura final que persiga constituir un gobierno democrático que nos una a partir de ahora en un proyecto común de convivencia pacífica, sin necesidad de embate alguno, a lo sumo demostración diaria de seny en estado puro para contrarrestar estos ataques de rauxa que ahora y después no serán necesarios si existe voluntad de diálogo permanente. En definitiva, la amnistía debería ser una obra coral de la democracia en este país.
(1) “El embate”, el nuevo mantra del nacionalismo catalán | Cataluña | EL PAÍS (elpais.com)
(2) Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía (4). Madrid: Alianza Editorial, pág. 2985, (1980, 2ª ed.).
(3) https://verne.elpais.com/verne/2017/10/10/articulo/1507620898_691178.html
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!


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