Me he visto representado en un mural urbano

Gabriel, una pintura mural en Ondarroa (Vizcaya), de la artista belga Djoels

Sevilla, 17/III/2024

Hoy quiero compartir con la malla pensante de la humanidad, la Noosfera de Pierre Teilhard de Chardin, una imagen que vale más que mil palabras, porque creo que me representa a la perfección. Esta conclusión la he sacado de un pie de foto, en el diario El País, dedicado a un grafiti mural, Gabriel, una obra extraordinaria de arte urbano llevada a cabo por la artista belga Djoels, que figura en el puesto ocho de los mejores murales de 2023, según la nominación de la plataforma Street Art Cities, en el que ella explica el significado de su obra: “Gabriel es mi modelo. Lo que más me atraía era un hombre jubilado, amable y con aspecto de tener carácter. Pasó su vida en el mar, meses fuera de casa, pescando. Escuché historias emocionantes, incluso de mujeres y niños que se quedaron en tierra firme con miedo a que el padre no llegara sano y salvo a casa. Ahora fabrica barcos en miniatura. ¡Un verdadero artista!”, cuenta la creadora belga sobre el hombre que inspiró su trabajo. Se encuentra en la localidad vasca de Ondárroa, ciudad en la que estuvo durante tres semanas como parte del programa Kaminazpi Artist Residency. Se trata de una residencia artística de tres semanas: las dos primeras, los artistas se dedican a conocer la ciudad, su historia y sus vecinos, en la última empiezan el mural que ha sido inspirado por su estancia”.

La representación perfecta la atribuyo a mi pasión por la búsqueda de islas desconocidas subido a la carabela «La isla desconocida», que conocí a través de la lectura de un cuento precioso de José Saramago, El cuento de la isla desconocida, tantas veces citado en este cuaderno digital y que al igual que Gabriel, Gabriel Arrizabalaga, ex pescador de Ondarroa, que ahora lleva a cabo trabajos de maquetista, como se puede contemplar en el citado mural urbano, está siempre presente en mi vida ordinaria, una vez que entendí su mensaje, el porqué de su necesidad de que un rey le entregara un día un barco para navegar. Además, porque los artículos que publico casi a diario, son como una pequeña representación de la carabela de Saramago, con su declaración de intenciones dentro: «Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer, Entonces no te doy el barco, Darás. Al oír esta palabra, pronunciada con tranquila firmeza, los aspirantes a la puerta de las peticiones, en quienes, minuto tras minuto, desde el principio de la conversación iba creciendo la impaciencia, más por librarse de él que por simpatía solidaria, resolvieron intervenir en favor del hombre que quería el barco, comenzando a gritar. Dale el barco, dale el barco. El rey abrió la boca para decirle a la mujer de la limpieza que llamara a la guardia del palacio para que estableciera inmediatamente el orden público e impusiera disciplina, pero, en ese momento, las vecinas que asistían a la escena desde las ventanas se unieron al coro con entusiasmo, gritando como los otros, Dale el barco, dale el barco. Ante tan ineludible manifestación de voluntad popular y preocupado con lo que, mientras tanto, habría perdido en la puerta de los obsequios, el rey levantó la mano derecha imponiendo silencio y dijo, Voy a darte un barco, pero la tripulación tendrás que conseguirla tú, mis marineros me son precisos para las islas conocidas”.

Lo más sorprendente vino después, casi al final del cuento, cuando la mujer de la limpieza, la que decidió un día seguir de cerca al hombre que pidió al rey un barco, le dio la clave para encontrar islas desconocidas: “La aldaba de bronce volvió a llamar a la mujer de la limpieza, pero la mujer de la limpieza no está, dio la vuelta y salió con el cubo y la escoba por otra puerta, la de las decisiones, que apenas es usada, pero cuando lo es, lo es. Ahora sí, ahora se comprende el porqué de la cara de circunstancias con que la mujer de la limpieza estuvo mirando, ya que, en ese preciso momento, había tomado la decisión de seguir al hombre así que él se dirigiera al puerto para hacerse cargo del barco. Pensó que ya bastaba de una vida de limpiar y lavar palacios, que había llegado la hora de mudar de oficio, que lavar y limpiar barcos era su vocación verdadera, al menos en el mar el agua no le faltaría. No imagina el hombre que, sin haber comenzado a reclutar la tripulación, ya lleva detrás a la futura responsable de los baldeos y otras limpiezas, también es de este modo como el destino acostumbra a comportarse con nosotros, ya está pisándonos los talones, ya extendió la mano para tocarnos en el hombro, y nosotros todavía vamos murmurando, Se acabó, no hay nada más que ver, todo es igual«.

Aquella tripulante tan especial, la única que había decidido emprender singladuras hacia alguna parte con el hombre que ya poseía el barco entregado por el rey, pero sin tripulación alguna, le ofreció la clave de estas búsquedas de islas desconocidas: «Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual«.

Gracias a Gabriel Arrizabalaga, el verdadero nombre del modelo del mural, a quien Djoels ha pintado maravillosamente, he vuelto a recordar hoy mi singladura del día cuando escribo, con alma, estas palabras, cuando pinto los artículos con ellas, al igual que hace Gabriel con las pequeñas maquetas de sus barcos, a la espera de singladuras imaginarias. Yo también tengo una mujer cerca que me recuerda a diario que es necesario salir de la isla para ver la isla, porque no nos vemos si no nos salimos de nosotros mismos para contemplar el difícil mundo propio y el de los demás, sin perder la perspectiva ideológica de que, sobre todo, hay que luchar día a día por el interés general.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA Y GAZA, ¡Paz y Libertad!