Michael Ignatieff, gran defensor de la verdad en política, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024

Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad

Michael Ignatieff, Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política

Sevilla, 15/V/2024

Se acaba de hacer pública hoy la concesión del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024 al académico y ensayista canadiense Michael Ignatieff, según consta en el acta del jurado, por “su intensa y polifacética vida profesional, que se extiende desde el estudio de la historia y la filosofía hasta el ejercicio del periodismo y la política, se caracteriza por aplicar la reflexión crítica a los grandes conflictos políticos de nuestro tiempo. En su obra, el análisis de los problemas políticos concretos se hace siempre desde las exigencias normativas propias de los sistemas democráticos. El resultado es una original mezcla de realismo político, humanismo e idealismo liberal, donde los valores de la libertad, los derechos humanos, la tolerancia y la salvaguarda de las instituciones son su preocupación fundamental. La aportación de este autor constituye una referencia imprescindible para orientarnos en un presente tan cargado de conflictos bélicos, polarización política y amenazas a la libertad”.

Las personas que frecuentan este cuaderno digital saben de mi aprecio por este intelectual y político canadiense, fundamentalmente por su defensa de la verdad en política. Lo citaba recientemente en el último artículo que he publicado en relación con la verdad en política, Verdad y Regeneración Democrática, un claro objeto de deseo popular, cuando escribí que “por desgracia, el modelo de comunicación social que abunda en nuestro país, a través de los altavoces de los medios financiados de forma manifiesta por el capital y su más allá, es el de la mentira descarada o camuflada en relación con casi todo lo que se mueve, salvando a miles de personas que hacen todos los días su trabajo con una dignidad encomiable. También es verdad que determinados representantes políticos de nuestro país dejan mucho que desear a la hora de analizar la verdad en su quehacer diario. En estos momentos, aplicando de forma tozuda el principio de realidad que asola nuestras vidas, soy consciente de que estamos sobrepasados por experiencias políticas pasadas y presentes, enmarcadas en mentiras que parecen, en el mejor de los casos, verdades a medias, muy lejos del interés general. Ahora hace falta altura de miras, sensatez extrema, diálogo donde la búsqueda de la verdad y la regeneración ética en democracia sea un esfuerzo común, guardándose cada uno las suyas en aquello que no une, aunque comprendamos ahora mejor que nunca algo que experimentó en su experiencia vital el gran político canadiense Michael Ignatieff, en su frustrada carrera hacia la presidencia de su nación: “Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad”.

Lo que de verdad me interesa recordar hoy al conocer el premio concedido a Michael Ignatieff, es lo que supuso en mi vida le lectura de un libro suyo, Fuego y cenizas (1), que mantiene su actualidad de contenido en el mundo actual. Fue hace diez años, en un artículo que no olvido, Hagamos un agosto diferente (VII). Una reflexión política ejemplar: Michael Ignatieff, porque recogí en él las claves que me impresionaron en la lectura pormenorizada del citado libro, que mantengo cerca de mi mesa de trabajo, reflexiones que deseo compartir hoy de nuevo como pequeño homenaje a este autor, que me conmovió al leer su trayectoria académica y política. No les defraudará, sobre todo al comparar lo que allí se dice con el gran espectáculo que la derecha y su más allá, de este país, nos ofrece a diario.

Hagamos un agosto diferente (VII). Una reflexión política ejemplar: Michael Ignatieff

…pensemos en la política como una llamada que nos empuja hacia adelante, siempre hacia adelante, como una estrella que nos guía… Aquellos de nosotros que respondimos a la llamada sabemos que el éxito o el fracaso importan menos que el hecho de haber respondido…

Michael Ignatieff, Fuego y cenizas

El hombre es un lobo para el hombre (Homo homini lupus). Aprendí este principio social de Hobbes y no lo he olvidado nunca, porque lleva una parte de razón. Solo es necesario leer estos días las principales noticias del mundo bélico y político que nos rodea para comprender bien este aserto. En este contexto, he leído un libro reciente de Michael Ignatieff, Fuego y cenizas (1), que no me ha dejado indiferente, que puede hacernos comprender que el hombre también puede ser un cordero para el hombre. Lo he vuelto a leer hasta en dos ocasiones porque me han impactado sus reflexiones acerca de la experiencia política que vivió en su país natal, Canadá, desde 2008 a 2011, liderando la oposición y con una clara opción a gobernar ese país como Primer ministro. Un profesor universitario en Harvard que es captado para iniciar una carrera política implacable, tal y como nos la narra él en sus reflexiones cargadas sobre todo de sentimientos y emociones, éxitos y fracasos, fuego y cenizas…

El libro es excelente y lo recomiendo sin ninguna duda, porque es bueno e higiénico leerlo con detenimiento en cualquier posición que uno ocupe en la sociedad como ciudadano. Da igual, porque es importante conocer cómo todos los políticos no son iguales y cómo existen también políticos dignos, por mucho que en este país cueste creerlo, visto el panorama actual, aunque personalmente no pertenezca a este club del desencanto permanente.

Tengo la tentación de hacer una reflexión pormenorizada en este post sobre sus principales puntos de vista, una vez culminada la experiencia y no con éxito político, indudablemente, aunque sí ético. Por ello, solo voy a subrayar varias puntualizaciones de los tres primeros capítulos, con objeto de que si interesa su contenido iniciático, se pueda acometer la lectura completa del libro sin adelantar las claves subjetivas que puedo introducir sobre el mismo.

1ª. El ideal democrático es la fe, continuamente puesta a prueba, en que los hombres y mujeres corrientes puedan elegir adecuadamente a aquellos que van a gobernar en su nombre, y en que aquellos que elijan puedan gobernar con justicia y compasión.

Es una declaración de principios, en toda regla, en el primer capítulo. Ignatieff habla de creencia en los procesos democráticos para elegir personas, de forma abierta (adecuadamente) a los que se traslada un poder mediante empoderamiento compartido y que mediante esta confianza transmitida, a veces fe ciega, se actúe dando a cada uno lo suyo y sintiendo de verdad lo que siente la ciudadanía de a pie. Por ello, es urgente transformar los procesos democráticos de elección de candidatos y las votaciones consiguientes, porque ya no funciona el sistema actual.

2ª. Nada te va a causar más problemas en la política que decir la verdad.

Comienzo con la que me ha parecido el hilo conductor de todo lo que narra el autor. Es escalofriante el poder de esta reflexión, porque es una realidad ciudadana que emerge sobre todas las querellas más o menos criminales en torno a las personas que trabajan en política, porque muchas personas están convencidas de que en política se miente continuamente: “los políticos, mienten más que hablan”. Es una realidad flagrante, que solo se puede combatir si el poder político en todas sus escalas se instala una vez por todas en la verdad, teniendo una clave machadiana contundente al respecto: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Así de sencillo, pero así de difícil en la situación actual. Muchos siglos antes, un tal Jesús de Nazareth ya lo había declarado con contundencia: “La verdad os hará libres (Jn, 8,32)”.

3ª. La pregunta de por qué quieres ser un político significa en realidad por quién quieres serlo.

Sin lugar a duda, establece una jerarquía de intereses generales de la ciudadanía, en política, sobre los particulares. Ahí estriba el secreto de esta reflexión sobre la ambición política, de tanta actualidad en este país con los casos de corrupción que todos los días saltan a la luz pública. En el caso de Ignatieff, él reconoce el error de no haber dado la respuesta correcta en su momento, porque fundamentalmente lo hizo para homenajear a sus padres, un interés legítimo, pero equivocado. No vale solo la estirpe o experiencias anteriores de tu familia, de amigos, de camaradas, de compañeros y compañeras, porque en política hay que ganarse todos los días los votos de forma certera, es decir, con la verdad por delante, y ya hemos dejado constancia de que no es precisamente la verdad la flor que adorna la política hoy en día. Él tuvo también un gran maestro, que preservó el interés general de los canadienses, Pierre Trudeau, primer ministro en una etapa floreciente del partido de Ignatieff, porque sabía por qué y por quienes estaba en política. Es probable que intentara sacarse la espina del fallido nombramiento de su padre como Gobernador general, por parte de Trudeau, que llenó de desolación su casa, aunque él lo transmita como una de las mejores lecciones de su padre, al confiarle que esa experiencia, el fracaso, era lo mejor que le había ocurrido en su vida. Toda una premonición.

4ª La política se desarrolla bajo la mirada de Fortuna, una diosa caprichosa.

Aquí hace una digresión aprendida en la Academia a través de Maquiavelo, llena de interés. Piensa que las aptitudes para entender la Fortuna pueden aprenderse pero no enseñarse, porque hay un factor en política, el tiempo, donde todo es imprevisible: “Un intelectual puede estar interesado en las ideas y las políticas en sí mismas, pero el interés de un político reside exclusivamente en saber si el tiempo para una determinada idea ha llegado o no. Cuando llamamos a la política el arte de lo posible nos referimos a lo que es posible aquí y ahora” (hic et nunc). Ya lo dijo Harold Macmillan en su momento, cuando le preguntaron cuál era la parte más difícil de su trabajo: “Los acontecimientos, querido, los acontecimientos”. Precisamente, en el capítulo dedicado a Fortuna, recoge un aspecto de transparencia nada desdeñable, referido al pasado de cada político y cómo se interpreta normalmente por la oposición, en un trabajo sucio que hay que cuestionar siempre, ante una “investigación de oposición” casi siempre torticera y fuera de contexto. Esa situación también está tocada por la diosa caprichosa Fortuna. Otra vez aparece la verdad, como auténtica vía para hacer política de altura, con visión, no de salón, aunque estas situaciones de combate total solo tienen un fin correcto: ganar la pelea, porque la buena o mala fe en política, al final, no cuentan. Terrible reflexión.

De aquí en adelante, se abordan temas de un interés excelente, tales como la necesidad de entender al público, la dialéctica del dinero y el lenguaje, la responsabilidad y la representación, el derecho a ser escuchado, la identificación de los enemigos y adversarios, las reflexiones sencillas de un taxista y la llamada, con unas palabras mágicas de Max Weber. Impecables reflexiones para alcanzar un grado de conocimiento de la política desde la óptica de una persona que estuvo a punto de ser Primer ministro pero que la diosa Fortuna no lo acompañó en el momento y sitio oportunos.

Dice Ignatieff, reinterpretando una frase de Ernest Renan, que la democracia es un “plebiscito diario” mediante el que evalúas “cómo te mira la gente en la calle, como te saludan cuando les estrechas la mano, cómo reaccionan cuando atraviesas el pasillo del avión buscando tu sitio”. Y hace hincapié en la necesidad de que en política siempre haya un hilo conductor como pregunta permanente: ¿cómo cree Vd. que lo estoy haciendo? Y que sirvan para algo estas respuestas de forma directa, no solo a través de las encuestas.

Para finalizar estas breves reflexiones voy a utilizar unas palabras de Ignatieff, sin reinterpretación alguna, que me han parecido excelentes. Espero que sirvan de acicate para animarte/animarle a comprar el libro y leerlo sin desmayo, para comprender mejor la política y a quienes la desempeñan. Estoy convencido que saldrá fortalecido o fortalecida como persona ante el desafío de la política, que es más cercana a nosotros de lo que a veces creemos, porque “Los ciudadanos saben la diferencia entre alguien que busca su aprobación y alguien que busca su respeto. No siempre tienes que ser popular para tener éxito. No necesitas gustar a tu gente, pero su respeto es esencial. Deben notar que eres una persona íntegra y que estás esforzándote por ellos”.

(1) Ignatieff, Michael, Fuego y cenizas. Éxito y fracaso en política. Madrid: Taurus, 2014.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA – ISRAEL/HAMÁS, ¡Paz y Libertad!

Ahora, se trata de comprender la realidad de Cataluña y su más allá en España

Casa Batlló, Barcelona (detalle del trencadís)

¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano).

Javier Wagensberg, La interdisciplinariedad en aforismos

Sevilla, 15/V/2024

Como ciudadano que vive la responsabilidad política diaria en mi ciudad, en mi país, deseo expresar de nuevo lo que siento en este momento, al confluir el resultado claro y sin paliativos, democrático por excelencia, del triunfo rotundo del Partido Socialista el pasado domingo electoral en Cataluña y el veto del Senado, ayer, a la ley que prevé las medidas de gracia a los implicados en el “procés”, la conocida como “ley de amnistía”. A esta delicada situación, hay que agregar la fragmentación de siglas y porcentaje de votos salidos de las urnas, que sitúa el futuro de elección de la Presidencia y constitución posterior del Gobierno de Cataluña, en una posición de alto riesgo, que puede llevar a una repetición electoral, con los daños colaterales de todo tipo que puede ocasionar.

En el contexto anterior, vuelvo a resaltar la importancia del diálogo político, que no sólo judicial, en Cataluña, alentado y reforzado hoy más que nunca con el resultado emanado de las urnas el pasado domingo, por lo que vuelvo a publicar, con las actualizaciones necesarias y respetando su hilo conductor, el artículo que escribí el pasado 11 de noviembre de 2023 en este cuaderno digital, “Se trata de comprender la realidad de España y más allá”, en el que abordaba la importancia de la amnistía en estos momentos históricos y cruciales en Cataluña. Es mi expresión democrática del convencimiento de que ha merecido la pena la labor desarrollada por el Gobierno actual a la hora de abordar las consecuencias del “procés” y la apertura del país a un nuevo proceso de entendimiento político con Cataluña a través del diálogo, del perdón y de la comprensión al máximo nivel político y democrático que podamos imaginar. Creo, por tanto, que vamos por el buen camino.

Se trata de comprender la realidad de España y más allá

Sevilla, 7/XI/2023

Tengo plena conciencia de que sólo soy uno entre los más de 48 millones de habitantes de este país, en el momento que escribo estas palabras, pero los silencios se convierten casi siempre en cómplices ante lo que está pasando, en un sentido o en otro y, una vez más, quiero dejar claros mis principios respecto a la traída y llevada ´amnistía´, porque no tengo otros. Por tanto, expongo a continuación por qué entiendo que es un camino para ordenar políticamente este país en estos momentos y con vocación de futuro, tal y como lo planteé también en otro artículo, Amnistía significa esfuerzo coral democrático, comprensión y olvido, como antesala de estas palabras. Lo que expongo a continuación, forma parte de una reflexión profunda de pedagogía política sobre la amnistía, que echo de menos por parte de los partidos que la impulsan, en estos días tan convulsos en el país. Sólo lo hago, hoy, trascendiendo y yendo más allá de la figura de Carles Puigdemont, sobre quien no tengo simpatía alguna, es más, detesto todavía hoy que en el momento en que tuvo que dar la cara por el denominado proceso catalán, el procés, huyera del país de la forma más vil que podamos pensar, junto a otras personas de cuyo nombre ahora no quiero acordarme, como fugitivos no honorables, por utilizar una palabra muy apreciada por ellos.

En primer lugar, entiendo la amnistía como un paso más en el proceso de reconciliación política con Cataluña, que no judicial, que se inició con los indultos en el 2021, momento en el que publiqué también unas palabras en favor de esta medida política, como la mejor forma de seguir reconstruyendo un país dividido en relación con el independentismo, en una trayectoria personal de compromiso intelectual con el proceso de Cataluña, a lo largo de los años, en este cuaderno digital. Expliqué entonces el auténtico sentido de la palabra “indulto”, en todas sus variables, comprobando que todo lo expuesto anteriormente tiene su valor ético, porque demuestra que brotan estas palabras de un suelo firme que he ido poniendo a lo largo de la vida en mi alma, a modo de solería que justifica todos mis actos humanos. Indultar es perdonar y así se transmitió a lo largo de los siglos en el leal saber y entender de las palabras. Es lo que afirmó Rafael Alberti, hace ya muchos años, cuando nos regaló unas palabras bellísimas sobre el sentimiento humano nacido en el corazón: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón más que el viento. / El verso sin él no es nada. / Sólo verso. O lo que es lo mismo, el indulto sin con-cordia [así] con Cataluña, sin corazón compartido, sin perdón y comprensión, no es nada, sólo indulto.

En segundo lugar, conociendo el texto de la Proposición de Ley Orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social de Cataluña, documento que se registró el 13 de noviembre de 2023, en el Congreso de los Diputados por parte del Partido Socialista Obrero Español, creo que es necesario recordar los contenidos de un programa real como la vida misma, de primero de Democracia, teniendo como telón de fondo la Constitución, para analizar bien el citado texto, en un hipotético Curso impartido con la urgencia que merece, en la escuela de España al revés. Creo, por tanto, que la amnistía quiere poner el contador político a cero en el problema de Cataluña, perdonando y sin dejar huella alguna de lo sucedido con valor actual, porque la historia no se olvida ni se borra, con objeto de que se pueda seguir avanzando en reconstruir lo que ahora está hecho añicos, algo que expliqué en este cuaderno digital cuando hice una analogía del procés con el trencadís catalán, parafraseando una frase de Gaudí en relación con ese símbolo cultural muy querido en Cataluña, el trencadís, “A puñados se tienen que poner [las piezas rotas de cerámica], si no, no acabaremos nunca”, es decir, una forma de unir piezas rotas de cerámica de forma aleatoria, es urgente recordar de nuevo esta técnica catalana como metáfora en estos momentos tan difíciles para el país, salvando lo que haya que salvar, para unir de una vez por todas a las partes implicadas en el proceso catalán e intentar buscar la mejor argamasa para unir piezas rotas hoy, pero que en un futuro pueden brillar en todo su esplendor. Trencadís político en estado puro, porque si no, “no acabaremos nunca” con esta situación política de ruptura civil del pueblo catalán y, por extensión, de este pueblo con España, sin necesidad de “embates definitivos para desbordar los límites autonómicos”.

En tercer lugar y último, por hoy, vuelvo a expresar alto y claro que creo firmemente en la reconciliación con Cataluña y en la sana utilización de una palabra de esencia lingüística catalana, seny, que recoge muy bien un sentir que deberíamos adoptar todas las personas que creemos en la comprensión, el perdón, el indulto, la amnistía y en la regeneración de la sociedad. Ha llegado el momento de seguir avanzando en ese difícil proceso de entendimiento con Cataluña, algo que ya he manifestado anteriormente en este cuaderno digital, situando en el centro de todos los próximos encuentros de Estado el diálogo político con espíritu machadiano, con las preguntas necesarias de las partes intervinientes y su correspondiente actitud de escucha, con un objetivo claro: hablar de la nueva y posible configuración territorial y federal de España en la que Cataluña tenga la cabida que busca en alternativas independentistas que hoy día no tienen viabilidad en un Estado Constitucional de Derecho.

Me gusta leer aforismos, sobre todo los de un maestro como Jorge Wagensberg, que desgraciadamente falleció en 2018, sabiendo que ya en el siglo XVIII se definía por primera vez el lema “aforismo”, en el Diccionario de Autoridades, como “Sentencia breve y doctrinal, que en pocas palabras explica y comprehende la esencia de las cosas” (RAE A 1726, pág. 338,1). Recuerdo con especial atención uno, entresacado entre otros dedicados a la interdisciplinariedad (1), que lo considero de especial interés para los que necesitamos viajar imaginariamente a islas desconocidas para solucionar problemas de este país y no tener problemas al elegir qué llevarnos para meditar en la persona de secreto que se queda sola ante la comprensión, el perdón, el indulto y la amnistía. Dice exactamente así: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano). Es verdad. Sobre todo, cuando la comprensión es fruto del perdón por lo que no acabamos de comprender, en una tautología de términos que se confunden casi siempre en estos tiempos tan modernos. Porque perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Vivimos momentos desconcertantes, porque no sabemos lo que nos pasa a los de alma inquieta. Nos rodea una mediocridad política galopante y una desvergüenza de lo corrupto que casi todo lo invade de forma silente, mucho más allá del territorio de la política profesional porque están instaladas en la sociedad. Solo nos queda comprender el comportamiento humano que nos rodea, porque nada nos puede ni debe ser ajeno, tomando conciencia de que no tenemos nada mejor que hacer si queremos comprender lo que nos pasa. Y lo que pasa es que la realidad nos rodea, porque la tenemos a mano en cualquier ámbito en el que nos movemos al despertar cada día. Y hay que comprenderla, caminando por las aceras de la vida que nos llevan al interesante Club de las Personas Dignas.

Un aforismo de Jorge Wagensberg precioso y útil, sobre todo en una sociedad de mercado que en este aquí y ahora de la comprensión no necesita recurrir al poderoso caballero don dinero. Es el deber de vivir con los demás y el derecho a comprenderlo para aprender a perdonar a los que hacen cosas que no nos gustan y seguir luchando por transformar la sociedad (la que no es digna, justa y equitativa), no sólo cambiarla (Feuerbach, dixit). Aunque, repito, estamos advertidos: perdonar es comprender y a veces comprendemos tanto que no hay nada que perdonar. Incluso, a las personas condenadas por el traído y llevado proceso catalán de independentismo.

Necesitamos recordar siempre que durante las veinticuatro horas del día este país necesita rescatar segundos de preguntas, comprensión y perdón si el acontecer diario abre heridas de amor y muerte, que para unas y unos puede ser entregar por cansancio existencial lo más querido y para aquellas y aquellos, alcanzar el sueño más esperado, ir siempre hacia adelante. Así recuperamos, al mismo tiempo, la dignidad, como cualidad de lo más digno, es decir, aquello que nos hace merecedores de algo tan importante como la comprensión de los demás. Además, sin necesitar el perdón, porque todas y todos aprendemos a comprender nuestras propias limitaciones, llevándonos de la mano al necesario tiempo de silencio nacional preconizado por Azaña: si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar. También, comprender la realidad para no tener que perdonar tanto: ¿Qué hacer? Comprender (no tenemos nada mejor que hacer). ¿Comprender qué? Comprender la realidad (no tenemos nada más a mano). Y ¿por qué no?, indultar y amnistiar con espíritu de concordia recordando a Alberti: que se escuche la concordia mucho más fuerte que el viento, porque si el indulto y la amnistía no tienen eso, concordia, comprensión y perdón, no es indulto ni amnistía que valgan.

Lo he dicho en este cuaderno digital en varias ocasiones y lo repetiré hasta la saciedad: nada catalán -por humano- me es ajeno y suspiro por una Cataluña integrada en España, cuestión que sigo defendiendo hoy con ardor guerrero y con la ardiente paciencia de Neruda. En ese sentido vuelvo a leer una y otra vez el discurso dedicado a las floristas de La Rambla de Barcelona, que Federico García Lorca leyó en una cena en el hotel Majestic de esa ciudad, el 22 de diciembre de 1935, porque se estaba representando allí su obra “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores”, junto a la compañía de Margarita Xirgu. Todo es un símbolo, pero se me antoja necesario pensar en Cataluña, incluso cuando llegue la amnistía, como una calle larga, una Rambla rodeada de flores, “que no se acabara nunca, rica en sonidos, abundante de brisas, hermosa de encuentros y antigua de sangre”. ¡Qué mejor reconocimiento a una extraordinaria Comunidad, con palabras de un andaluz universal que supo cantar la quintaesencia de un pueblo al que tanto amamos!

(1) Wagensberg, Javier (2017, 26 de abril). La interdisciplinariedad en aforismos, en Babelia (El País.com).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes para su interés personal, aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA – ISRAEL/HAMÁS, ¡Paz y Libertad!